con permiso de furacán,
con cariño
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Dicen que en
Aotearoa, la tierra de la larga nube blanca, se vivía tan bien ante la ausencia de depredadores que algunas aves acomodadas perdieron el gusto por volar y huir, alcanzando grandes tamaños. Una de estas fue el
Moa, pájaro no volador de hasta 3 metros de altura y 250 kgrs de peso, extinguido hace dos siglos con la llegada de los primeros pobladores
maoríes. El que aquí escribe, un
pakeha con aspiraciones de llegar a aquellas tierras, anda por estos pagos haciendo méritos, y en éstas que el fin de semana pasado cazó dos de estos magníficos ejemplares, dos pajarones de pluma en pecho, hechos y derechos. Se dice que gustan de ocultarse detrás del viento que viene de cara y en los arbustos que hay donde cada cima cambia de pendiente, pero siempre te cazan si tienen intención, anunciándolo como a Santiago Naser o por sorpresa. No sé yo bien si cargué con ellos sobre los hombros largo tiempo y fue eso lo que me dejó exhausto y luego me los zampé de una sentada, quedando inmovilizado por la indigestión, o si dichas aves poseen también capacidades vampíricas y succionaron toma mi reserva energética. Desde entonces es que ando un tanto apajarao, cumpliendo todos y cada uno de los criterios que el
doctor Alonso describiera y que no son otros que:
1.- ritmo petrolero,
2.- ausencia total de cambio de ritmo,
3.- ausencia total de expresividad en la cara,
4.- ausencia total de ganas de montar en bici (en particular las cuestas),
5.- ausencia total de capacidad fonativa (exceptuando "si", "no" o "no sé"),
6.- ausencia total de visión (salvo por la rueda de delante),
7.- ausencia total de voluntad y -dicen los fisiólogos-
8.- ausencia total de glucógeno muscular.
Y ando con reticencias a cumplir mi libre albedrío, el cual me aconseja comer y comer sin llegar a hartarme en ningún momento, y reposar. Ahora mismo me comería un
Moa frito y con guarnición de cebollita caramelizada y patatas fritas, con su salsita, sin ningún remordimiento, pero miedo me da salir a buscarlo y volverme con más de uno, con más de una pájara. Pavor absoluto. Aunque repito que éste es un animal extinto, ya casi mitológico, yo he tenido la suerte de encontrarlo, quizás por andar buscándolo, pero espero haber acabado ya con todos los de su especie y no encontrarme ya con ninguno, y menos en su país natal. Pediré consejo a los comandantes
Cabeza y
Vigaray, exploradores en estos momentos de otras islas, ya que el primero sabe vencer a estos y otros animales legendarios y el segundo exploró en varias ocasiones las antípodas.
En esta pasada semana, de pocos entrenos iniciados y aún menos acabados, me siento de este modo, ni encendido ni apagado, más bien lo primero que lo segundo y vicersa. He intentado hacer caso al doctor y he acudido a su clínica de reposo y meditación, tratando de aprender técnicas para deslizarme en el agua más rápido que los mamíferos depredadores marinos, pero eso ya da para otra entrada.
Te Rauparaha fue uno de los principales generales de aquellas islas, a él está dedicado este haka, con frecuencia interpretado por los All Blacks antes de un partido internacional de rugby, para atemorizar al enemigo:
Kamate. Kamate.
Ka Ora, Ka Ora.
Tenei te tangata
puhuruhuru
Nana nei i tiki mai
I whakawhiti te ra.
Upane. Upane.
Whiti te ra.
Es la muerte. Es la muerte.
Es la vida. Es la vida.
Es el temible ser que hace que brille el sol.
Alerta. Mantenéos alerta.
El que manda, se alza
rápidamente con el brillante sol.