Mostrando entradas con la etiqueta helicóptero. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta helicóptero. Mostrar todas las entradas

lunes, 25 de noviembre de 2013

Cristina con peluche, flores y el perrito Simón en helicóptero. O los "mejores" deseos de fin de año enunciados por los opinólogos opositores: Fidanza, Fontevecchia y Sarlo.

Los políticos y periodistas opositores compitieron durante los 47 días de ausencia por “licencia médica” de la Presidenta en un torneo de humor despectivo a la hora de formular sus “mejores” deseos para la vuelta de Cristina: “una planta”, “disminuida”, “limitada”, “semi Presidenta”, entre otras delicadas agresiones. El juguete rabioso era la expectativa de una vacancia en la conducción del Estado y, ya excitados en la ilusión golpista y para ganar tiempo, apuntaron preventivamente contra toda la línea sucesoria, intentando desacreditarla, mientras tejían hipótesis disparatadas acerca de un diagnóstico médico negativo, fabulaban una intimidad a la que no tenían acceso y especulaban sobre la (in) capacidad de Cristina para volver a gobernar. Hasta que el lunes pasado, la Presidenta volvió -lúcida y radiante- a la vida pública protagonizando un video filmado por su hija Florencia que a los comentaristas opositores, como era previsible, les cayó mal.
El sábado, desde “La Nación”, Eduardo Fidanza no podía disimular su enojo ante la eficacia del recurso comunicacional:
“El primer paso del menú elegido para retornar fue un video doméstico. Puede considerárselo una pieza maestra de la privatización de la política. El episodio de una saga sentimental que pone por delante las emociones, los enseres de uso cotidiano y el hogar, dejando en segundo plano las cuestiones públicas, vinculadas a la administración del Estado.
La frase "A mí me pasó de todo", aludiendo a su enfermedad, a la muerte de su marido, a las alternativas de su profesión, buscó y logró la identificación masiva. El público no advertido, que seguía la escena, sintió: esto también me ocurrió a mí, o a mi vecino, o a algún amigo. Ella es como nosotros, es una más de la familia. De soslayo, los regalos recibidos -un perro, un ramo de rosas, un pingüinito de peluche- aparecieron como significantes políticos, pero más propios de un ama de casa que de una presidenta. Contó que el perro, al que bautizó Simón, por Bolívar, se lo trajo un hermano de Hugo Chávez, que bien podría ser un pariente, un tío o un primo, que vive en otro país. Agregó que las rosas se las regaló Hebe de Bonafini, que, si no fuera quien es, podría pasar por una vecina que se acercó a saludarla.”
Y, sí, en esa lógica de sustituciones ridículas, el comentarista Fidanza podría ser un vecino en camiseta y ojotas, sumamente opositor y gorila, que se enoja en la vereda de mi casa y no me deja dormir la siesta porque se indigna ante la evidencia de que Cristina sigue viva y lo dice a los gritos. Pero no, porque el tal Fidanza escribe en un diario y finge que reflexiona, aunque no logra hacer una distinción obvia en beneficio de su público lector. Cristina es titular de un cargo estatal -Presidenta de los argentinos- así como también es una persona que tiene derecho a su privacidad. Y es cierto que ella afrontó una historia subjetiva dolorosa en los últimos años -“la enfermedad, la muerte de su marido”, según dice Fidanza-, hechos que adquirieron un carácter público y que la afectaron como a cualquier otro ser humano, ocasionándole un daño irreparable en más de un modo. ¿Supone Fidanza que la historia de esos dolores puede ser leída como un simulacro orientado a lograr una “identificación masiva”? O sea: ¿Néstor no murió y a Cristina nunca la sometieron a una operación? ¿Otra mentira del relato K? El público “no advertido” al que ironiza -a decir verdad, la clientela favorita de “La Nación” hoy día-, ¿debe hacer un curso de manejo correcto de las emociones / identificaciones con el gurú Fidanza?
El sábado, también, desde “Perfil”, Jorge Fontevecchia, tan atento siempre a su negocio familiar -esto es: la insistente manipulación de las representaciones de la vida colectiva (a punto tal que supone que los perros kirchneristas “hacen mohines”)-, escribió quejoso:
No se trata sólo de un simulacro de espontaneidad: en el video de YouTube también se trató de transmitir un mensaje apolítico por lo intimista y hasta trivial: un cuerpo sincero donde “les habla Cristina, no la Presidenta”. Pero estaba cargado de simbologías muy fácilmente decodificables. Al principio, marcó que “esperaban que hablara por cadena nacional pero preferí esto”, un video para redes sociales. Tanto es la elección del medio el mensaje, que el propio Marshall McLuhan se ironizaba a sí mismo repitiendo “el medio es el masaje”. No es lo mismo YouTube que la cadena nacional, no es lo mismo un living que un escritorio o un atril. Cualquiera de las últimas opciones la hubiera obligado a hablar de las elecciones perdidas o de los cambios de gabinete. Cada tipo de medio establece un contrato de lectura diferente con su audiencia. YouTube le permitía algo más íntimo e informal, y fue una astuta forma de salirse de la coyuntura poselectoral”.
Otra vez: Cristina volvió a ocupar el centro de la escena política y comunicacional y la derecha se queja ante la evidencia de su vitalidad. Ella se sitúa en el formato que prefiere para cumplir con cada acto de comunicación, yendo del balcón al living o al revés, y los sorprende porque es más astuta y ellos esperaban otra cosa, una suerte de pedido de disculpas en cadena nacional, ¿o una rendición desde el atril? Cristina logró viralizar en las redes su mensaje y el “mejor golpe” de Fontevecchia fue “intervenir” la imagen del hocico del cachorro Simón para volverlo “agresivo”. ¿Será un síntoma más del “fin del periodismo o de la decadencia intelectual del director de “Perfil”?
Pero, como ya es un clásico, quien formuló la lectura más despectiva del video de Cristina fue Beatriz Sarlo desde el canal TN del Grupo Clarín. Entrevistada en “Código Político”, la ensayista dijo:
“El video conecta con el cine argentino de la década del 40. Uno puede pensarlo en blanco y negro ese video y es efectivamente una señora de su casa que le cuenta a los nietos -antes lo hubiera contado por carta, ahora con una home movie- que le va muy bien, que recibió muchos regalos, que está completamente repuesta y que no se tienen que preocupar más, que agradece las oraciones y que tiene un perrito adorable. Lo cual es fantástico, yo estaba por mandarle mi gata de regalo. Ella está conectando con el piso de las culturas populares medias de la Argentina. Con el piso. Un político podría conectar con el techo de esas culturas. Un político podría armar un discurso que armara un escenario político. Ella desarmó ese escenario para armar un escenario intimo. La gente te interesa por lo íntimo. ¿Cuánto me interesa a mí personalmente? Nada.”
Y esa confesión subjetiva, ilumina. A Sarlo no le interesa Cristina “nada” porque sencilla y brutalmente quiere cambiar de escena, pasar a otra pantalla, porque también está frustrada e indignada. Obviamente, Sarlo -la supuestamente lúcida lectora de símbolos- parece no advertir que los regalos -las flores rojas enviadas por Hebe, el pingüino de peluche de un militante juvenil, el cachorro venezolano regalado por el hermano de Chávez- remiten al mundo de relaciones de una dirigente política de primer nivel y no al contexto familiar de “una señora convencional” despojada de cualquier responsabilidad institucional.
Vale subrayar que Sarlo proyecta para Cristina el peor porvenir:
No hay futuro para el proyecto si este gobierno tiene que salir con el helicóptero. No hay futuro para quien sale mal del Gobierno, con una inflación creciente, con todas las variables económicas descompensadas como parecieran estar en este momento. Si Cristina no se ocupa del presente va a tener muy poca chance de seguir ocupándose del futuro.
En definitiva: la insistencia en el ataque al video, ¿a qué obedece? Tal vez a que logró sintetizar algunos rasgos del mundo íntimo de la dirigente política exitosa que preside la República Argentina. No se trata -como pretende la oposición- de la vida de una persona del común. No. Se trata de la vida de una persona con responsabilidades especiales que, a contramano de los peores pronósticos, después de la muerte de su esposo, el presidente Néstor Kirchner, logró sostener el timón que conduce la vida de este país de cara al futuro. Y volvió, desatando la indignación opositora.