Mostrando entradas con la etiqueta DQ. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta DQ. Mostrar todas las entradas

jueves, 11 de noviembre de 2010

A modo de conclusión de la lectura colectiva del Quijote de la Mancha

Traigo aquí, al lugar más noble de la entrada, al rucio de Sancho, en compensación a la burla que sufrió en las eras de la aldea, que no se lo merecía.
Ardua tarea la que nos propone nuestro coordinador de lectura para esta semana, porque pocas cosas serán más difíciles de abordar que resumir en unas cuantas líneas la inmensidad del significado del Quijote de la Mancha, máxime después del asalto sin contemplaciones que el grupo, formado alrededor de La Acequia, ha hecho de la obra a lo largo de casi tres años (qué breves se han hecho ahora que han pasado y cuánto los vamos a echar de menos), sin desfallecer ni faltar a la cita ni una semana. Por eso y porque los deseos del que tanto trabajo y empeño ha puesto en que esto tuviera un final feliz son órdenes para los que estamos a este lado de la pantalla vacía de palabras, con el “horror vacui” a cuestas, aquí va mi humilde y escasa aportación, como no puede ser de otra manera, consciente de que estas muletillas no se deben poner en una redacción, pero que ocupan sitio cuando no se tiene mucho que contar o las ideas se te amontonan, pero no aciertas a buscar las palabras precisas para darles salida.

Descolguemos pues la pluma de Cide Hamete Benengeli, que dejó colgada en la espetera de su cocina, para volver a untarla en tinta y emborronar unos pliegos de papel, como han debido y deben hacer todos los que a lo largo de la historia posterior a su publicación primera de 1605 han querido y quieran escribir algo sobre el significado del caballero andante más renombrado de la historia. Vistas así las cosas: ¡Qué escasos los días de ocio de pluma tan afamada!

En cuanto a la lectura colectiva, con dirección a distancia aprovechando la herramienta de Internet, me quedo con el éxito total que supuso la propuesta de Pedro de ir comentando al ritmo de capítulo semanal. Ello significó que las deserciones a lo largo de la lectura fueran mínimas y que, en cambio, diera la posibilidad de que nuevos lectores se incorporaran con el tren en marcha y que el entusiasmo que pusieron los recién llegados se contagiara a los que ya llevábamos semanas en el corte.

Esta lectura del Quijote ha supuesto a nivel personal, primero y ante todo, la satisfacción de poder decir:”He leído El Quijote”. Sólo con esta afirmación ya estaría compensado con creces el esfuerzo hecho a lo largo del tiempo de lectura. Pero es que hay muchas más cosas que suman a favor de la lectura, como puede ser la apertura de esta ventana que permite expresarme y que gente de todos los lugares lo puedan leer, comentar, divertirse con o aburrirse como ostras, consciente soy de ello y es el riesgo que se corre siempre que subes algo a la estampa. En todo caso fácilmente evitable con un click que te cambie de canal. No me gustaría dejar sin citar que este cuento que no es cuento ha sido, y por supuesto, continua siendo, el mejor taller literario que uno podía imaginar: ni en los mejores sueños había ni siquiera intuido que alguna vez iba yo a ser capaz de escribir con este desparpajo una parrafada como la presente, teniendo en cuenta el punto de partida acomplejado por la timidez de mi pluma comparándola con la de otros. El trabajo sobre El habla de Lumbrales es deudor de este formato blog.

Podría añadir como elementos positivos, y a fe que lo hago, el conocimiento de gente maravillosa, que no nombro por evitar olvidos, tan contagiada o más, de la locura de DQ como el que esto firma. Sin ese contagio sería difícil de entender tanta persistencia en poner buen fin al empeño. La constatación de comprobar que cualquiera puede emprender y llevar a buen término cualquier misión que se proponga con tesón y entrega, algo fácil si contamos con la ayuda del espíritu de DQ y una mínima disciplina a la hora de sentarse y ponerse a darle a las teclas.

Don Quijote deja su casa en busca de aventuras. La rueda de la fortuna le abre la puerta.
1989-Mainz-Krahenwinkel


De las aventuras de este personaje derrotado que ve el mundo de forma incorrecta, que no consigue transformar y que sufre las consecuencias de su confusión (los molinos siguen siendo molinos) a pesar de su empeño, y como colofón final a esta lectura, me gustaría que quedara de enseñanza cuán necesarias son las locuras para la vida, porque una locura personal puede convertirse en locura colectiva. Para entonces, la locura deja de serlo para ser consenso de una sociedad, indispensable para su avance. Cuánto le debemos y cuánto nos queda aún por aprender en este país de este viejo visionario que dejó su vida regalada de hidalgo en la aldea y se echó a los caminos, con bagaje y armas, en busca de aventuras.

Os dejo este vídeo de producción propia, por lo tanto de calidad cuanto menos dudosa, que he hecho como coda final con materiales que he ido reuniendo en la carpeta, "Cervantes", del escritorio del ordenador que ha sido compañera de los dos años y medio de andadura por los caminos que recorrió DQ. En una de las fotos estoy acompañando a los dos blogueros primeros, que me introdujeron en este pequeño,
pero no por ello menos entrañable mundo de las ondas. También estoy con otro mago de la imagen, que no deja de enseñarme misterios blogueros que ahorran mucho tiempo. A que no son malas referencias.



Este comentario pertenece al grupo de lectura del Quijote que coordina y dirige desde
La Acequia el profesor D. Pedro Ojeda Escudero.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Fulgor y muerte de Don Quijote.

"...entre compasiones y lágrimas de los que allí se hallaron, dio su espíritu"
1929-Maestricht-Leiter


DON QUIJOTE DE LA MANCHA. CAPÍTULO 2.74

Si echamos la vista atrás, al comienzo de la segunda parte de la novela, nos encontramos con DQ en cama curándose de su locura. Este detalle abunda en la idea de redondez de la estructura de la novela porque DQ culmina su vida en este capítulo último con su muerte también en cama, como la vida misma que comienza y termina en posición horizontal.

Cervantes nos ha venido preparando desde la derrota del protagonista en las playas de Barcino en el capítulo sesenta y cuatro para el último combate del hidalgo, el que siempre se pierde y lo libra en casa rodeado de los suyos. El autor presenta su muerte de forma natural, como un acto inevitable al que todos estamos abocados, sin extravagancias, no es ninguna tragedia, muere como lo hacen la mayoría de los animales; acostándose para morir. Tampoco es una muerte exenta de ejemplaridad, abundan los símbolos cristianos a su alrededor, que la ligan al concepto de muerte como liberación y triunfo de la vida que escapa a la tiranía del tiempo con su inmortalidad. La tragedia de la muerte que se convierte en luz de vida.

El capítulo narra los últimos nueve días de la vida de DQ que ha regresado al punto de partida para morir al lado de los que afirman quererle bien. Al sexto día de postración pide que le dejen solo para dormir seis horas seguidas que hacen el milagro, porque despierta lúcido, con el juicio sano, que a efectos de la narración significa el desdoblamiento o separación definitiva de su personalidad Alonso Quijano – Don Quijote. A continuación testa, vive tres días más y muere. El juego terminó, la muerte no lo es. Se presenta a la muerte de manera ejemplar: “desnudo como los hijos de la mar”.


"Sancho, [...], hallando a la ama y a la sobrina llorosas, comenzó a hacer pucheros y a derramar lágrimas"
1964-Madrid-Nacional

En efecto, según nos cuenta Cide Hamete, los seres vivos llevamos escrito en nuestra esencia de mortales nuestro fin, que como tal le ocurre a DQ. Le entraron unas calenturas que le postraron seis días, como producto de la melancolía acumulada o debido a que su destino ya estaba escrito. Las visitas de S y los demás, tratando de levantarle el ánimo, fueron frecuentes. El bachiller cuenta que los perros pastores, Barcino y Brutón, ya les esperan impacientes. No parecen los mejores nombres para que DQ sane de su derrota cuando se la recordarían constantemente, juntamente con la traición de Butrón, Brutus, Bruto. (No voy a decir lo que me sugiere que después se me enfadan, sólo que tienen mucha guasa los nombrecitos de los gossos). Llaman al médico que aconseja atender el alma. El cuerpo casi sin pulso, listo para el embarque. El ama, la sobrina y S lloran tiernamente. Abandonan el cuarto a petición de DQ, que pide soledad para dormir.

"...ya yo no soy don Quijote de la Mancha, sino Alonso Quijano"
1731-London-Walthoe

Seis horas más tarde, DQ despierta sobresaltado (El uso reiterado del numero seis puede proceder de la prevalencia del sistema antiguo de medidas basado en el doce, docena, y seis, media docena. A la semana se le consideraba como seis días). Como si durante el sueño se le hubieran abierto los ojos y se hubiera liberado de “las sombras caliginosas de la ignorancia”, sólo lamenta no tener ya tiempo para otras lecturas que sean luz del alma, como compensación de los detestables Libros de Caballería que llenaron los días de aburrimiento en la aldea. Le pide a continuación a su sobrina que llame al cura, al bachiller y al barbero para confesarse y testar, y les confiesa: “ya yo no soy don Quijote de la Mancha, sino Alonso Quijano” y por cinco veces repite el adverbio ya en el párrafo porque quiere indicarnos que ha sido DQ y que deja de serlo. Manifiesta su incapacidad para negar su obra por estar ya escrita y difundida. Ya no está en su mano destruir a DQ porque vive en el mundo de los sueños, de todos nosotros, sus lectores. Se le puede derrotar pero no puede morir.

"...quedóse solo con él, y confesóle"
1843-Pforzheim-Finck

Insiste Sansón (y todos los que con el son) en que se deje de cuentos. DQ repone que la muerte ya no es un cuento (es el cuento que no es cuento). Les pide: “déjense de burlarse” y que le traigan a su presencia un escribano y un confesor que le confiesa y al terminar el sacramento nos dice que “Verdaderamente se muere, y verdaderamente está cuerdo Alonso Quijano el Bueno”, palabras que “dieron un terrible empujón a los ojos preñados de ama, sobrina y de Sancho Panza”.

"écheme a mí la culpa, diciendo que por haber yo cinchado mal a Rocinante le derribaron"
1938-Paris-Secretaire

Una vez ordenada el alma, a solas con el cura; pasó DQ a ordenar sus bienes con el escribano, S y todos los de la casa. A S le deja sus dineros y le pide perdón por haberle hecho caer en la locura, similar a la suya propia. S, que no quiere perderle, le pide que luche y que no se deje vencer por la melancolía. Si ésta es provocada por su derrota, que le eche a él la culpa por haber dejado floja la cincha de Rocinante, que “el que es vencido hoy ser vencedor mañana”.

“Vámonos poco a poco, pues ya en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño” - le contesta convencido DQ - : el nido es Alonso Quijano que se queda vacío, sin vida, Nada más triste, y a la vez más glorioso, que observar un nido del que volaron sus habitantes. Por eso es Alonso Quijano quien muere como mueren los nidos al echar a volar los pajarillos. DQ seguirá volando, porque no puede morir. Habita en el terreno de los sueños que no son mortales.

"...es mi voluntad que de ciertos dineros que Sancho Panza, a quien en mi locura hice mi escudero"
1869-Leipzig-Dehmigke

A su sobrina, Antonia Quijano, le deja la casa y contenido, a excepción del salario del ama y veinte ducados para un vestido. Advierte de que su pretendiente no entenderá de libros de caballería. Si lo hiciere, perderá el dinero, que se desviará a obras de caridad. No se olvida de pedir perdón al autor del apócrifo, por darle motivos de escribir tantos disparates.

Seguidamente, “se tendió de largo a largo en la cama”. Mientras que a DQ los tres días siguientes le daban vahídos, “comía la sobrina, brindaba el ama, y se regocijaba Sancho Panza; que esto del heredar algo borra o templa en el heredero la memoria de la pena que es razón que deje el muerto.” El muerto al hoyo y el vivo al bollo. Y DQ se marchó con tanta calma y sosiego como ningún otro caballero andante lo había hecho antes, en palabras del escribano que da fe del fallecimiento. Firma con fecha, pero sin lugar, para que las ciudades contendiesen entre sí como otras siete ciudades lo habían hecho en la antigüedad con Homero.

"En fin, llegó el último de don Quijote, después de recebidos todos los sacramentos"
1905-1908Madrid

Sansón Carrasco escribió en el epitafio que DQ es por su muerte inmortal porque “la muerte no triunfó de su vida con su muerte”. Con su muerte desciende un fulgor como un reflejo de luz a lo más profundo de las tinieblas. En el fondo, la muerte y la vida no son más que intentos del hombre por medir el tiempo que nos tiraniza.

"Aquí quedarás, colgada desta espetera [...] vivirás luengos siglos, si presuntuosos y malandrines historiadores no te descuelgan para profanarte"
1889-Limoges-Barbou

Al final, Cide cuelga su pluma en la espetera en la cumbre de su arte, como los toreros buenos que se cortan la coleta en su mejor momento, después del éxtasis de la faena soñada, antes de que los vuelos de su capa no dominen la embestida del toro de la sombra. Vale.

Este comentario pertenece al grupo de lectura del Quijote que coordina y dirige desde La Acequia el profesor D. Pedro Ojeda Escudero.
Todas las ilustraciones, y muchas más, se pueden visitar aquí . Imprescindible para quien esté interesado en la iconografía del Quijote.

jueves, 28 de octubre de 2010

Ponme a la grupa contigo, Caballero del Honor.

"Llevadme al lecho, que me parece que no estoy muy bueno."
1938-Paris-Secretaire



DON QUIJOTE DE LA MANCHA. CAPÍTULO 2.73

Se hicieron las palabras en la pluma de Cervantes para provocar desasosiego. Una jaula y malos agüeros para sembrar el desconcierto entre los lectores nos recibe a la entrada de la aldea.

Dos chiquillos que juegan y discuten por una jaula de grillos en las eras del pueblo – no sabemos si llenas de mies a pesar de ser verano –. Como si el autor quisiera reforzar hasta el final la estructura circular de la novela, recurre a una jaula pequeña con carga simbólica, en clara referencia a otra jaula de mayores dimensiones, cargada en un carro y tirada por lentos, tediosos bueyes que sirvió para transportar a DQ y su locura en la anterior entrada en la aldea. La humillación al rucio de S, animal que no ha dado un ruido a lo largo de toda la obra, vestido con las ropas que antes ridiculizaron a su amo, se suma a la misma apreciación.


"Malum signum! Malum signum! Liebre huye, galgos la siguen: ¡Dulcinea no parece!"
1964-Madrid-Nacional

Como un añadido a la escena primera de los presagios, nuestros protagonistas entran en la aldea. El cura y el bachiller, que rezan juntos en un prado, son receptores primeros de la amargura de DQ que regresa vencido. Les da cuenta de los proyectos pastoriles que ocuparán el año de enclaustramiento. A continuación, la presentación en casa de DQ donde los reciben el ama y Teresa.

En efecto, el misterio de las palabras de los muchachos: “[…] no la has de ver en todos los días de tu vida.”, unido a la liebre acosada por unos galgos que se refugia entre las patas del rucio de S, le parecen a DQ la prueba de que los azotes a los árboles no han sido suficiente penitencia para desencantar a Dulcinea. El escudero, definitivamente responsable de su amo, le consuela.

Inmediatamente después se topan con el clero que, a lo suyo, reza en un prado colindante. El Bachiller Carrasco y el cura se hacen caraba y al alimón entonan sus rezos para conjurar la atmósfera fantástica que tan magistralmente Cervantes había dibujado en las eras del pueblo. En procesión, la comitiva que va recogiendo los desocupados por el camino, se presenta en casa de DQ. Allí son recibidos por el ama y su sobrina que no se han mudado de casa durante su ausencia. Teresa y Sanchica llegan, se extrañan y se llevan a S, desaliñado y cojitranco. Aspeado de los pies por la larga caminata. No sospechan que la mala apariencia no impide la bolsa llena de S desgobernado. Tampoco ponen reparos a la procedencia.

"¿Cómo venís así, marido mío, que me parece que venís a pie y despeado"
1883-Paris-Quantin

Sansón Carrasco (que se había dado más prisa en el regreso a la aldea desde las playas de Barcino) y el cura acceden a la invitación de la nueva locura de DQ. Le acompañarán de pastores en el proyecto pastoril que pretende llevar a cabo en su año de clausura. Esperan que un año sea tiempo suficiente para sanarle de su locura. Sin embargo, no parecen claras las intenciones del bachiller que le sigue la corriente al afirmar “yo soy celebérrimo poeta”. No pierde ocasión de pegarse como una lapa al caballero andante. Sabe que a su vera cogerá fama inmortal. Le propone nombres de pastoras a las que dedicarles versos. DQ ya tiene a su Dulcinea, que como persiste en su ausencia, es compatible con el oficio de pastora. Le dirige unos elogios que ya nos suenan a despedida. El cura las prefiere de nombre más manejable y pastueñas. S tiene a su Teresaina. DQ gasta las pocas fuerzas que aún le restan para esbozar una sonrisa del diminutivo cuando acaba de verla como una Teresona en jarras.

Al quedarse a solas con las mujeres que le quieren querer, le cantan las cuarenta. Con sus exigencias, descubren la debilidad de DQ que ya no se siente en condiciones físicas, pide que lo lleven al lecho, pero que asegura que cumplirá con sus compromisos de Caballero Andante o por andar.

Tremenda la fuerza que este ilustrador sabe imprimir a sus trabajos.
1929-Maestricht-Leiter


No me resisto a citar la apreciación de don Miguel de Unamuno sobre el ama:
"Acudió el ama al oír lo de los pastores a aconsejar a su amo, y le dijo “ estése en su casa, atienda a su hacienda, confiese a menudo, favorezca a los pobres, y sobre mi ánima si mal le fuere". Esta buena ama habla poco, pero cuando rompe a hablar se vacía en pocas palabras. ¡Y qué bien discurre!, ¡con cuánto seso! Lo que aconsejó a su amo es lo que nos aconsejan los que dicen querernos bien".

No es menester más. ¿Para qué prolongarlo?

Joan Manuel Serrat puso voz y música a este excelente poema de León Felipe. Lo mejor es escucharlo y escucharlo para comprender la esencia de la amargura de Don Quijote.




jueves, 21 de octubre de 2010

Gracias, Avellaneda.

"yo soy don Quijote de la Mancha, el mismo que dice la fama"
1930-London-Nonesuch


DON QUIJOTE DE LA MANCHA. CAPÍTULO 2.72

Apenas los árboles se habían percatado del destrozo que S había hecho en su piel acortezada, que ya había sanado el escudero de los azotes en la suya propia. En la noche siguiente terminó con el pico de los tres mil pendientes para poner punto final a la faena que tan suculentos dividendos le proporcionaba. El dinero como elemento que resuelve conflictos entre amo y criado.

Puñaladas de luz despiertan a DQ y S que se ponen en marcha con renovadas energías, ya a rebufo de la aspiración del final de la novela que coincide con el fin del camino de regreso. Sin nada digno de reseña, veinticuatro horas después alcanzan un teso desde el que se divisa la aldea.

El capítulo se completa con el relato de la llegada de don Álvaro Tarfe al mesón donde aquel día descansaban amo y escudero, protegidos del calor del verano manchego por la frescura de la sala baja.

DQ y S se encuentran efectivamente en el mesón esperando la fresca del oscurecer para ponerse en marcha. No debe sorprendernos el uso de los mesones para descansar durante las horas del sofocón del verano manchego, sólo aptas para la siesta o para achicharrarse en el polvo de los caminos. S las utiliza para la tregua necesaria de la penitencia y poder terminarla al raso y que la oscuridad evite que DQ descubra la treta de los azotes propinados a los árboles.

"Yo, señor -respondió el caballero-, voy a Granada, que es mi patria"
1885-Tours-Mame


DQ oye que sus criados se dirigen a un caballero recién llegado con el nombre de Álvaro Tarfe. El hidalgo recuerda haber leído de refilón ese nombre en el hojeo rápido de la segunda parte del Quijote de Avellaneda. Cervantes cambia la manera de presentarnos al personaje. Normalmente son ellos, los recién llegados, los que reconocen a los protagonistas por haber leído sus hazañas en la primera parte del Quijote. En este caso es a la inversa. DQ reconoce a don Álvaro Tarfe, que no puede conocer al hidalgo por provenir de otra novela y por lo tanto de otro nivel narrativo. Qué lío cuando uno se pone a pensarlo y con qué naturalidad el autor lo hace novela.

Le preparan aposento en otra sala baja contigua a la suya. Una vez limpios y refrescados del polvo y del calor del camino manchego, les cuenta que va a Granada, que él es quien sacó a DQ a los caminos y el mismo que le animó a participar en las justas de Zaragoza. Sigue contando que su don Quijote no se parece en nada al presente y que a pesar de traer un escudero del mismo nombre “aunque tenía fama de muy gracioso, nunca le oí decir gracia que la tuviese.” S y DQ se desmarcan de los falsos y se reafirman en su propia identidad. Don Álvaro se considera víctima de un ataque de encantamiento. Señala que dejo al protagonista del libro del que proviene enclaustrado en la Casa del Nuncio de Toledo y “remanece aquí otro don Quijote, aunque bien diferente del mío”.

"¿parezco yo en algo a ese tal don Quijote que vuestra merced dice?"
1938-Paris-Secretaire

Como acabamos de señalar, DQ se reafirma en su identidad: “Yo soy el que soy”- el de Cervantes – y no ése que va a Zaragoza. No le importa olvidarse de las burlas que sufrió de las gentes y calles de Barcelona y lanzarle un piropo que sólo se entiende desde la ofuscación del autor con el apócrifo, como si quisiera pedir perdón por situar en Barcelona los sucesos que humillaron a DQ. Gran lección de humildad de Cervantes que sabe arrepentirse en un mundo con gentes que creen estar en posesión de la verdad absoluta, que se han olvidado del valor del arrepentimiento.

"Entró acaso el alcalde del pueblo en el mesón, con un escribano"
1905-1908Madrid

DQ suplica a D. Álvaro Tarfe que declare ante la autoridad que no lo ha visto hasta ahora, que ellos no son los mismos que los narrados en el libro del que procede. A la mesa, a la hora de comer, como se hacen los tratos importantes firmó una declaración con todas las de la ley, que para eso estaban presentes el alcalde y el escribano que: “no conocía a don Quijote de la Mancha, que asimismo estaba allí presente, y que no era aquél que andaba impreso en una historia intitulada: Segunda parte de don Quijote de la Mancha, compuesta por un tal de Avellaneda, natural de Tordesillas”.

Sorprende la naturalidad con la que Cervantes le devuelve la jugada a Avellaneda: se apropia de uno de sus personajes, lo introduce en su novela para negar la autenticidad de la ficción de la que proviene. Juega con sus mismas armas, pero sin llegar a hurtarle sus personajes principales, como Avellaneda había hecho antes, en un viaje de ida y vuelta. Intenta darle una lección de hasta dónde se puede llegar en la intertextualidad. Tiene que haber un límite al plagio.

Sigue siendo debatido si Cervantes no le dio fama eterna al apócrifo. A mi juicio, El Quijote de Avellaneda habría caído en el abismo del olvido, como Altisidora nos contó, de no haberlo introducido en su obra. Al mismo tiempo nos habría privado de la parte más moderna y de más proyección futura de la novela. “Pirandelea” Cervantes casi cuatrocientos años antes, como dice D. Gonzalo Torrente Ballester. Como ocupado lector, gracias por ello, Avellaneda.

Por la tarde salen todos de la posada. Se despiden a una media legua. D. Álvaro sigue su camino a Granada y DQ y S hacen noche en un monte, a la querencia de los árboles. S termina la penitencia sin que una mosca pueda encontrar sitio en su espalda de tapada que la tiene. Únicamente a los árboles desnuda de su corteza con las acometidas del ramal de su rucio. Bien tapado para que ni la mosca, ni el látigo ni DQ la vean.

"no topaba mujer ninguna que no iba a reconocer si era Dulcinea del Toboso"
1897-London-Sands

Prosiguen camino al amanecer, satisfechos ambos del buen fin que había tenido el encuentro con D. Álvaro Tarfe. Con la esperanza baldía de que Dulcinea les salga al encuentro, llegan a un teso desde el que se divisa la aldea, el final del camino. S, teatrero él, se arrodilla. Se alegra de la vuelta: “si no muy rico, muy bien azotado”. Exclama: “recibe también tu hijo don Quijote, que si viene vencido de los brazos ajenos, viene vencedor de sí mismo”. Con la aldea ante sus ojos vuelve DQ a la realidad de Alonso de Quijano. En claro simbolismo, DQ baja desde lo alto a la aldea. Se acabó la comedia, la ficción regresa a la realidad de antes de partir y reprende a S: “Déjate desas sandeces -dijo don Quijote-, y vamos con pie derecho a entrar en nuestro lugar, donde daremos vado a nuestras imaginaciones, y la traza que en la pastoral vida pensamos ejercitar”. Pues eso.

Al ver el pueblo, el rucio de Sancho se desboca cuesta abajo de alegría, en la suerte contraria, a favor de la querencia.
1913-Barcelona-Araluce

Este comentario pertenece al grupo de lectura del Quijote que coordina y dirige desde La Acequia el profesor D. Pedro Ojeda Escudero.

jueves, 14 de octubre de 2010

El desencantamiento tenía un precio

"Al buen pagador no le duelen prendas"
Gerardo Trives

DON QUIJOTE DE LA MANCHA 2.71

S abre y cierra un diálogo entre los dos protagonistas que abarca todo el relato. El comienzo es un lamento de que la virtud que posee de resucitar doncellas no le dé suficiente para comer; el final, una promesa de ser comedido con los refranes.

Si juntáramos diálogo, camino, azotes, desencantamiento y mesón que no es castillo, estaríamos dando las claves de este capítulo esencial para el avance definitivo, hasta el desenlace de la novela. De él dice don Miguel de Unamuno que los azotes a cambio de dinero suponen un nuevo engaño al escudero y a la clase obrera que representa, un camino viciado: le pagan para que no se rebele y encima tenga que agradecer las tandas de azotes que le permiten seguir viviendo. Añade: “Así se azota Sancho con el mismo empeño con que desenchinarran calles esos desgraciados a los que en los meses de invierno, cuando escasean azotes, les mandan los municipios a desenchinarrar calles para volverlas a enchinarrar y con ello justificar la limosna vergonzante que se les reparte”.

"IBA EL VENCIDO y asendereado don Quijote pensativo"
1938-Paris-Secretaire


Salen del castillo en dirección a la aldea. El escudero propone pasar la noche al raso. Allí se abrirá las carnes, después de tantas largas como le ha ido dando al asunto. Despiertan con el sol. Prosiguen su camino unas tres leguas hasta un mesón o venta que ya no es castillo,"que después que le vencieron, con más juicio en todas las cosas discurría”.


En efecto, una sensación agridulce acompaña a DQ en el camino de vuelta. Se siente triste por la derrota, a la vez que alegre por vislumbrar cercana la posibilidad de desencantamiento de Dulcinea, apoyado en sus conjeturas por el don de S para resucitar doncellas. S comparte el lado triste de los pensamientos de DQ. Se siente engañado por la informalidad de Altisidora que no cumplió su palabra de regalarle seis camisas. Sus poderes no le proporcionan nada que llevarse a la boca ni tampoco a la de su prole, que esperan en la aldea y dependen de sus ingresos. Considera injusto que se le pague al médico que mata al enfermo que intenta curar y no a él que resucita al que el médico empuntó al más allá.

"¡Aquí morirás, Sansón, y cuantos con él son!"
1947-Paris-Latines


DQ escucha las quejas de su escudero. Le apoya en el tema de las camisas, pero cambia de táctica en el asunto de los azotes. Le ofrece pagarle por ellos. S le toma la palabra y calcula en 825 reales el precio de la azotaina, por amor a su mujer e hijos. El hidalgo siente que los minutos que faltan para la noche se le hacen horas, como si las ruedas del carro de Apolo se hubieran quebrado, detenido el avance de tanta ansiedad acumulada. S ha prometido que con la noche llegará el sacrificio tan esperado. Cuando por fin oscurece, cenan. Después de cenar, S se retira veinte pasos dispuesto para el martirio. DQ le aconseja ritmo e intensidad moderada en el golpeo: “que no te des tan recio que te falte la vida antes de llegar al número deseado” y que no se preocupe de llevar la cuenta, el los contará rosario en mano. “Pienso darme de manera que, sin matarme, me duela” – promete S - .

Como S piensa que su amo está en buena disposición, le pide aumento. DQ le dobla la oferta. “¡A la mano de Dios, y lluevan azotes!” que S se propina con tal fuerza que pela la corteza de las hayas de tanta rigurosidad que se impone en el castigo. El disciplinante no acepta la propuesta de pausa que le hace su amo al llegar a los mil azotes, temeroso de que la piel de su escudero no aguante la severidad del castigo. S prefiere terminar el martirio con dos tandas más.

"quedándose en pelota, abrigó a Sancho, el cual se durmió hasta que le despertó el sol"!
1895-New-York-Routledge

No le debían de restar más que el pico de los tres mil. Descortezados a latigazos la mayoría de los árboles en la vecindad, DQ le detiene, asustado de la saña que su ayudante emplea en la disciplina. Tapa a S con su ropa que duerme lo que queda de la noche. Al amanecer reanudan el camino. La sala baja de un mesón, adornada con tapices de baja calidad, les sirve de aposento. La mala calidad de los tapices lleva a S a predecir que no a mucho tardar, ellos y sus aventuras serán los motivos de los tapices que adornen las paredes de las ventas y barberías del país. Ya se encargará él en persona de que el pintor no sea tan malo como el escritor de las aventuras falsas que tanto le maltratan.

Seguramente DQ es consciente de que la austeridad del camino tiene poco que ofrecer a la dama, en caso de que S termine su disciplina. Por eso le propone a S que deje el resto de la faena para cuando lleguen a la aldea. El ayudante acepta, a pesar de que hubiera preferido acabar antes de llegar, ahora que le había tomado el pulso y el gusto a descortezar árboles con el ramal de su rucio.

El capítulo se despide con la promesa del escudero de aceptar la recomendación de su amo de contar sus cosas a lo llano, sin necesidad de recurrir al “sicut erat”, a la prehistoria del asunto.

Este comentario pertenece al grupo de lectura del Quijote que coordina y dirige desde La Acequia el profesor D. Pedro Ojeda Escudero.

jueves, 7 de octubre de 2010

Que sigue al de sesenta y nueve

"le dieron un papirotazo que le sacaron las tripas y le esparcieron las hojas"
1964-Madrid-Nacional


DON QUIJOTE DE LA MANCHA. CAPÍTULO 2.70
El relato “que sigue al de sesenta y nueve” ocupa lo que queda de noche, desde la resurrección de Altisidora tras el martirio de S, hasta la petición y concesión de licencia para marchar después de haber comido. La estancia de DQ y S en este regreso forzado al castillo no llega a las veinticuatro horas, tiempo suficiente para que sepamos cómo los duques se enteraron de la vuelta de DQ, que Altisidora relate sus impresiones de los dos días como si estuviera muerta, que Cervantes se despache a gusto con el falso Quijote en el ataque más mordaz de la novela y aún se estira el tiempo para que el trovador nocturno intervenga de nuevo y S se las dé de gallito con la joven desenvuelta.

"¡A fee que si las hubieras conmigo, que otro gallo te cantara!"
1842-London-Bohn


Este capítulo y el anterior, que narran la permanencia en el castillo, se unen a los anteriores de la larga estancia para formar una unidad narrativa que comparte el mismo espacio y personajes. El tiempo es distinto, pero su paso necesario, para que la evolución de los acontecimientos y protagonistas sirvan de excusa para que, a mi juicio, el presente capítulo se convierta en la manifestación de uno de los momentos más imaginativos de la novela. Sin duda ayudado por la obsesión en que el apócrifo hace caer al novelista, el autor baja a las puertas del infierno fingido de Altisidora para jugar a la pelota, no con pelotas sino con libros que los raquetazos desencuadernan y esparcen sus hojas en los umbrales del horno del fuego eterno. Es importante la observación de que, a pesar de estar en el infierno, Cervantes no quema el Quijote de Avellaneda, como ya había hecho con los libros de DQ, lo condena en cambio al infierno del olvido.

S, que ha sufrido la humillación a manos de las dueñas, le pide a su amo que le deje descansar. No le apetece seguir mortificándose por la joven “más antojadiza que discreta” a la que no le une otra cosa que los malos recuerdos de su martirio. El sueño será el alivio de todas sus miserias. Para este DQ vencido “el sacrificio es siempre una virtud que nos parece admirable… en los demás” como decía Jardiel Poncela.

"Volvióse por el castillo del duque y contóselo todo, con las condiciones de la batalla"
Eleazar
Cide aprovecha que los dos protagonistas duermen para contarnos cómo Sansón Carrasco llegó al castillo en busca de DQ. Une elementos que parecían separados, haciéndolos narración. Cervantes se vale del historiador, Cide y del bachiller. El primero hace de narrador, y el último de hilo conductor de la trama, que adquiere unidad con su intervención. A pesar de que en el título parece enunciarse un capítulo intrascendente, en su interior nos encontramos con una explicación de Cide que es clave para entender la trama de la segunda parte, a modo de justificación del regreso al castillo de DQ y S. Se trata de un capítulo importante para la novela desde el punto de vista de su armazón y embridar definitivamente los flecos que quedaban sueltos. Cide termina su explicación afirmando “que tiene para sí ser tan locos los burladores como los burlados”, por el interés desmedido en la burla de los duques.

"arrimada a un báculo de negro y finísimo ébano, entró en el aposento de don Quijote"
1929-Maestricht-Leiter


Con el día se deshace la burla. Altisidora se presenta en la estancia de DQ y S, igual que por la noche, vestida de blanco. Pelo largo, suelto por la espalda y belleza insultante que turba el recato del caballero anciano. Se sienta a su cabecera para contarle que perdió la vida hace dos días de mal de amor no correspondido por la frialdad del corazón de mármol de DQ. Vuelve a la vida gracias al martirio de su escudero.

"turbado y confuso, se encogió y cubrió casi todo con las sábanas y colchas de la cama"
1836-Paris-Hiard


A continuación, una de las mejores muestras de la imaginación de Cervantes. Sólo unas pinceladas son necesarias para crear un ambiente infernal, una atmósfera inquietante de desasosiego en el lector.

A requerimiento de S, les relata que estuvo en las puertas del infierno. Observó cómo los diablos jugaban a la pelota con libros “llenos de viento y de borra” a los que golpeaban con palas de fuego donde “todos gruñían, todos regañaban y todos se maldecían”. Prosigue contando que los diablos lectores entretienen su condena de por vida con lecturas. Una de las visiones que recuerda es el golpeo del Quijote apócrifo. Un golpe certero de pala desventra las hojas intonsas del lomo del libro, llenando de hojas volátiles el hall de entrada al infierno, luego aspiradas como en un remolino por los abismos densos de espesura del infierno para siempre.

"Ésta es la Segunda parte de la historia de don Quijote de la Mancha, no compuesta por Cide Hamete"
1842-London-Bohn

DQ, atento le ratifica en el carácter imaginario de la visión, pues “no hay otro yo en el mundo” […]”no soy aquel de quien esa historia trata”. Le augura corta vida: “de su parto a la sepultura no será muy largo el camino.” Por eso ni se ha inmutado al oír que anda por las tinieblas del abismo como cuerpo fantástico.

¿Pensáis por ventura, don vencido y don molido a palos, que yo me he muerto por vos?
Eleazar

Altisidora se enoja al escuchar de DQ que él ha nacido para ser de Dulcinea, ninguna hermosura ocupará su lugar. Ella le llama “don vencido y don molido a palos”, descubriendo la farsa para regocijo de S que ve confirmadas sus sospechas de fingimiento.

Entra el trovador que había cantado las estancias la noche anterior. Cuando DQ le manifiesta la escasa ligazón de la poesía de Garcilaso con la muerte de la joven, le contesta que los poetas jóvenes actuales se ensañan con temas poéticos de los grandes hasta degradar la poesía.

La entrada de los duques nos deja sin saber la opinión que a DQ le merece el abuso que se hace de la poesía de Garcilaso. El hidalgo no desaprovecha la noble presencia para pedir licencia para marchar, no sin antes sentenciar que el mal de Altisidora reside en la ociosidad. Su remedio es la ocupación, juicio que S apoya al haber comprobado que los sudores fríos que provoca el uso de la azada dejan a Teresa en un lugar alejado de los recuerdos. La joven repone que no necesita sudores para olvidarse de las crueldades del mostrenco, las olvidará sin artificio. Se retira despotricando de DQ que se levantó, vistió, comió y partió aquella misma tarde.

"...vistióse don Quijote, comió con los duques, y partióse aquella tarde".
1938-Paris-Secretaire

Este comentario pertenece al grupo de lectura del Quijote que coordina y dirige desde La Acequia el profesor D. Pedro Ojeda Escudero.

jueves, 30 de septiembre de 2010

Desde lo alto


"¡Afuera, ministros infernales, que no soy yo de bronce, para no sentir tan extraordinarios martirios!"

Gerardo Trives

DON QUIJOTE DE LA MANCHA. CAPÍTULO 2.69

Una vez rodados los planos exteriores, los actores se recogen a los estudios de rodaje como si de una película se tratara. La acción continúa de noche en el patio del castillo donde DQ y S han sido llevados a punta de lanza por los criados de los duques. Da la impresión de que esta vez la estancia no puede ser larga, percepción que se saca por la delgadez del lado por leer de la novela.

De nuevo nos encontramos con un capítulo nocturno. La diferencia con los dos anteriores estriba en que la oscuridad de la noche aquí es suplida por la luz de unas antorchas. La iluminación artificial contribuye a que nuestros protagonistas persistan en su mutismo. Siguen callados, ya no por imposición de sus secuestradores, sino por la admiración que les causa la pompa y teatro de la puesta en escena, como si ello les atara la lengua, mudos del asombro por un túmulo que ante ellos se levanta a dos varas de altura con Altisidora tendida, “que hacía parecer con su hermosura hermosa a la misma muerte”.

"Mirábale también don Quijote, y, aunque el temor le tenía suspensos los sentidos, no dejó de reírse de ver la figura de Sancho"
1843-Pforzheim-Finck


Tampoco en este capítulo nos libramos del juego de contrastes característico del Quijote. Aquí patente, además de en el empeño puesto por el autor en acentuar la claridad que aumenta el misterio de la noche, también en la altura a la que suceden los acontecimientos, elevación realzada por el nivel tan a ras de tierra del que provenimos, en el que sucede el atropello de los cerdos. Todo ello con S como principal objetivo de las burlas, el relato completo vestido como los condenados por el Santo Oficio, como si el atropello de la farsa de los asaltantes durante el gobierno de la ínsula no hubiera sido suficiente escarnio para los duques, al no haber sido testigos directos de ella.

Los duques entran con gran ceremonia en el recinto. Suben al estrado y se sientan en dos sillas dispuestas al lado de otras dos ya ocupadas por unos personajes de aspecto real. Visten a S con las ropas de los condenados a la hoguera, con llamas en las ropas. El capirote, de diablos estampados de los que mueren obstinados. Le obligan a atar la lengua, pero no hasta el punto de impedirle exclamar que ni abrasan las llamas, ni los diablos le llevan. DQ se ríe del aspecto del escudero y un mancebo canta dos estancias que nos hablan de DQ culpable de la muerte de Altisidora. La supuesta crueldad de DQ no le impide cantar y celebrarla hasta que se paren las aguas del olvido.

Uno de los sentados que parecían reyes se presenta como juez salido de las tinieblas del infierno. Él es el encargado de dictar la pena de S: “¡Ea, ministros de esta casa, altos y bajos, grandes y chicos, acudid unos tras otros y sellad el rostro de Sancho con veinte y cuatro mamonas, y doce pellizcos y seis alfilerazos [en] brazos y lomos, que en esta ceremonia consiste la salud de Altisidora!”. Cuando S oye la sentencia, rompe el silencio impuesto por el asombro: antes se hará moro que dejarse acribillar y manosear la cara.


"...hasta seis dueñas en procesión, una tras otra, las cuatro con antojos, y todas levantadas las manos derechas en alto"
1966 - Madrid


El “¡Morirás!, Ablándate, tigre” de Radamanto junto a la aparición de las dueñas preparadas para el sacrifico le hacen bramar: “que me toquen dueñas no lo consentiré, si me llevase el diablo”.
Sólo tanta contundencia rompe el silencio de su amo para apaciguarlo y al mismo tiempo abundar en su humillación. Al verse sin apoyo, todo el mundo en contra, S claudica. No del todo, pues se opone al navajeo fino de los alfilerazos en una actitud de rebeldía que choca con la atmósfera de derrota y abatimiento que le rodea.

"Ya en esto, se había sentado en el túmulo Altisidora, y al mismo instante sonaron las chirimías"
1929-Maestricht-Leiter


DQ, obsesionado con Dulcinea como sabemos que está, ve cómo Altisidora rebulle y aprovecha para, humillándose ante S, humillar también a su escudero al pedirle azotamiento que la desencante. S no acepta que él tenga que azotarse para que otros enamoren las novias. Altisidora se levanta del túmulo, se dirige a DQ a quien acusa de crueldad, agradece a S su resurrección con seis camisas nuevas. S corresponde rodilla en tierra. Su orgullo herido. Le quitan el ropaje de condenado y llevan a ambos a su aposento; Sancho, a dormir lo que resta de la noche; DQ, a rumiar su cobardía por no saber defender a su escudero.

"... más de quinientas luminarias; de modo que, a pesar de la noche, que se mostraba algo escura, no se echaba de ver la falta del día"
1989-Mainz-Krahenwinkel



Este comentario pertenece al grupo de lectura del Quijote que coordina y dirige desde La Acequia el profesor D. Pedro Ojeda Escudero.

jueves, 23 de septiembre de 2010

La noche no tiene pared














"Llegó de tropel la estendida y gruñidora piara, y, sin tener respeto a la autoridad de don Quijote"
1964-Madrid-Nacional

DON QUIJOTE DE LA MANCHA. CAPÍTULO 2.68

Este capítulo es otra nueva manifestación de que Cervantes tenía en su cabeza de escritor el arte de hacer novelas. En su afán de no permitir que sus lectores se acomoden, etiqueten la lectura, nos vuelve a sorprender con su juego de contrastes, llevando a los protagonistas, a nosotros con ellos, de la pastoril ensoñación de la Arcadia feliz a un nuevo atropello de otros animales sólo “inmundos”, ya no “inmundos y soeces” como en el anterior atropello de los toros bravos. De la luz del día a la oscuridad de dos noches consecutivas en las que transcurre todo el capítulo. La transición de una noche a otra la hace el narrador en una sola frase: “…volvieron los dos a su comenzado camino, y al declinar de la tarde vieron que hacia ellos venían hasta diez hombres…”, como si a las aventuras del camino les molestara la luz del día.

"El tropel, el gruñir, la presteza con que llegaron los animales inmundos, puso en confusión y por el suelo a la albarda, a las armas, al rucio, a Rocinante, a Sancho y a don Quijote".
1674-Madrid

Si en el capítulo anterior hablábamos de la importancia de los diálogos, haciendo hincapié en la ausencia del narrador, en éste prosiguen los mismos pero es su presencia la que toma la iniciativa del relato, toma la palabra para, entre otras cosas, narrarnos con precisión y detalle el atropello. Luego, el diálogo desaparece en el suceso del rapto debido al silencio impuesto por los raptores a los secuestrados, convirtiendo los diálogos en intentos de monólogos al no haber posibilidad de respuesta al mensaje.

"... arbolando las lanzas, sin hablar palabra alguna rodearon a don Quijote y se las pusieron a las espaldas y pechos"
1947-Paris-Latines


DQ vela, S duerme, el amo vigila el descanso del escudero al tiempo que compone versos en los que incide en sus ansias de permanencia, en borrarse del silencio del olvido. Versos que declaran lo más íntimo del espíritu quijotesco. En verso, lenguaje natural que sale de lo más profundo del espíritu. En verso descubre los abismos de su locura – gracias don Miguel de Unamuno - .

En efecto, los planes para llenar de contenido el año de retiro en la aldea desvelan a DQ. Tampoco quiere que S duerma; la serenidad y soledad de la noche le empujan a despertar al escudero y a proponerle que aproveche para darse unos trescientos o cuatrocientos azotes a cuenta de los miles. S le responde que su compromiso no ha llegado aún al punto místico de confundir el dolor con la música celestial. S sabe que tiene un año de plazo para cumplir el castigo. Su amo no podrá hacer efectiva la nueva promesa de un condado hasta después del retiro. A DQ le parece tan elegante la disertación que S hace a continuación sobre los beneficios del sueño que la firmaría como propia de sus momentos más inspirados.

“Un sordo estruendo y un áspero ruido” en la oscuridad de la noche los alerta. DQ “puso mano a la espada” (¿No estaba desarmado?). S pone a su rucio de parapeto. Les pasa por encima una piara de seiscientos cerdos, inmundos animales, que llevan deprisa a la feria. Sorprende la reacción de los sufridores, mientras S pide la espada del amo para liarse a mandobles con media
docena de animales. DQ, pisoteado, le pide calma: “que esta afrenta es pena de mi pecado, y justo castigo del cielo es que a un caballero andante vencido le coman adivas, y le piquen avispas y le hollen puercos”. Nada que ver con: “¡Deteneos y esperad, canalla malandrina, que un solo caballero os espera”, pronunciado por el hidalgo en el atropello anterior de los toros.







"...durmió a sueño suelto, sin que fianzas, ni deudas, ni dolor alguno se lo estorbase"
1905-Barcelona-Tasso

A S no le parece justo merecer la misma suerte que el amo y se va a dormir lo que queda de la noche. DQ entretiene su desvelo con un madrigal, unos versos que abundan en el tema de la muerte como liberación. La vida como un continuo morir. La muerte que torna en vida, ansias de pervivencia más allá del deceso. Aspiración quijotesca también recogida por Unamuno, de manera a veces obsesiva, en su obra.

Así el vivir me mata,
que la muerte me torna a dar la vida.
¡Oh condición no oída,
la que conmigo muerte y vida trata!

Versos que le salen a DQ de lo más profundo de la derrota y ausencia de su amada.

"Al declinar de la tarde vieron que hacia ellos venían hasta diez hombres de a caballo y cuatro o cinco de a pie"
1880-1883 - Barcelona-Montaner

Madrugó S esa mañana (pero la madrugá del cabrero; le daban los rayos del sol en la cara y creía que era el lucero) y se echaron de nuevo al camino sin que nada digno de ser contado les sucediese hasta que, al oscurecer, las siluetas recortadas de “diez hombres de a caballo y cuatro o cinco de a pie” armados, les salen al encuentro. Los arrestan y en silencio, sólo roto por insultos no usuales que les meten el miedo en el cuerpo, los conducen al castillo de los duques una hora después del oscurecer. Unas reformas no impiden que reconozcan el patio, lo cual les redobla el temor de cuyas causas sabremos en la próxima ocasión.

Magnífico grabado del atropello en juego de luces y sombras.
1929-Maestricht-Leiter

Este comentario pertenece al grupo de lectura del Quijote que coordina y dirige desde La Acequia el profesor D. Pedro Ojeda Escudero.