Estaba sentada bajo la ventana, miraba al cielo nocturno intentando vislumbrar algún pequeño haz de luz. La oscuridad lo anegaba todo, parecía que el negro había absorbido por fin todos los colores de la tierra.
No podía dormir. Por alguna extraña razón, a medida que transcurrían las noches, cada vez dormía menos y se encontraba más cansada.
Seguía con sus quehaceres como si nada, pensando que en cuanto todo volviera a su lugar, ella podría volver a dormir plácidamente y recuperar sus ojos chispeantes y su vitalidad derrochadora de energías...
Pero el tiempo pasaba, y las cosas no volvían a su lugar, a pesar de que todos sus esfuerzos viajaban en el mismo sentido.
Miraba la noche perdida en sus pensamientos, intentando encontrar una explicación a su repentino insomnio. Ella, que siempre había dormido como una marmota, que le encantaba pasar las horas muertas retozando en la cama, durmiendo siestas interminables, riéndose de sí misma por parecer un oso en invierno, pasando meses y meses en un onírico sueño... ella que siempre había dormido sin que nada perturbara sus noches, ahora era un ánima errante vigilando el sueño de otros...
Intentaba buscar algún color dentro de la negrura, intentaba saber porqué, pero todas las preguntas acababan en la misma respuesta... no lo sabía.
Echó un último vistazo por la ventana en un inútil intento de descubrir las pistas para salir del laberinto, suspiró desanimada y se metió de nuevo en la cama. Miró al techo con los ojos muy abiertos. Le temblaba la barbilla y le picaban los ojos. Una lágrima escapó tímida de aquellos dos faros nocturnos y se precipitó veloz por su mejilla para posarse en sus labios. Notó el sabor salado de la impotencia, y dejó abiertas las compuertas de aquella presa que le oprimía el pecho.
Lloró, lloró abiertamente, sollozando, respirando, sin secarse las lágrimas, dejó salir todo aquel torrente de cansancio, lloró y lloró sin parar hasta que las fuerzas la fueron abandonando...
Cerró los ojos intentando recuperar el ritmo de su respiración, hasta que se encontró sumergida en un mar de intenso azul.
Sentía como la marea movía su cuerpo a la deriva, escuchaba el eco del agua envolviendo su cuerpo y se dejó mecer por las olas, flotando boca arriba, respirando salitre y observando el azul del cielo...
Respiró y se dejó llevar por sus sueños...