Sabía que estaba otra vez de su lado, que no se había ahogado,
que él la estaba sosteniendo a flor de agua y en el fondo era una lástima.
Los dos se sintieron en el mismo instante,
y resbalaron el uno hacia el otro como para caer en ellos mismos,
en la tierra común de las palabras y las caricias
y las bocas los envolvían como la circunferencia al círculo,
esas metáforas tranquilizadoras,
esa vieja tristeza satisfecha de volver a ser el de siempre, de continuar,
de mantenerse a flote contra el viento y marea,
contra el llamado y la caída.
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