Cuando ya habíamos pasado de la cerveza a los cubatas y nos sentíamos más sueltos por los efectos de nuestra ingesta, Javi, que estaba contando una de sus historias, hizo un gesto ilustrativo con la mano y sin darse cuenta dio un pequeño codazo a su bebida, que se empezó a tambalear peligrosamente sobre la mesa. El tiempo se detuvo mientras nuestros seis ojos miraban alarmados al vaso tambaleante, que tras unas pocas oscilaciones a cámara lenta, fue recuperando poco a poco su verticalidad, evitándonos el desastre -no sólo hubiéramos llorado la pérdida del brebaje; todas nuestras chupas estaban apiladas en un montículo sobre la mesa.
-¡Huy, por los pelos! -dije yo por los tres-. A mí cuando me pasan estas cosas, intento ser consciente de la pequeña catástrofe de que me he librado, y doy gracias “al cosmos”. Así las veces en que el desastre llega a materializarse, me consuelo pensando que también otras muchas me salvé, y me parece menos “injusto". Como el otro día que casi se me escurre la botella del aceite de entre las manos y pensé en la putada que podría haber sido; que es de cristal, y en el peor de los casos se podría haber caído sobre la vitro y romperla. O sólo caerse y romperse, y todo el aceite por la encimera y el suelo, con lo coñazo que es limpiarlo, que se mete por todas partes. Y pensar que me he ahorrado todo eso me da un buen rollo...
-Ya, e incluso cuando sucede el desastre -añadió Javi-. Como yo el otro día, que fui a colocar unas copas en la vitrina del salón después de fregarlas, y una se quedó mal colocada y empezó a tambalearse, y yo mirándola con otras tantas en las manos, sin poder hacer nada, pensando “no te caigas, no te caigas" y hace "pling" y se cae del estante. Y mientras caía yo pensaba “¡no te rompas, no te rompas!" y la copa iba rebotando en el suelo, una vez “clong" y otra vez “clong" y yo “¡no te rompas!" y ya en el último bote “¡crach!" Y yo “¡No, no te rompas en mil pedazos y te desparrames por todo el suelo!" Y se partió en tres pedacillos y ya, y yo me sentí de repente aliviadísmimo. Y mi hermano que estaba al lado y lo había presenciado todo dijo “Vaya, al menos no se ha roto demasiado." "Ya, eso estaba pensando yo." Y mientras me estaba agachando para recoger los pedacitos se oye a mi madre desde la cocina “¡Mira; una menos que fregar!"

¡Joder, qué familia! Parece salida de una fábula. La moraleja: “Quien es positivo, sabe sentirse afortunado hasta en la adversidad."