Cuando subí al Falcón Lee
estaba tumbado en su camilla, un enfermero y un médico le asistían, uno de
ellos apretaba el respirador manual de plástico que se introducía en su
garganta. Al pasar junto a él vi que era un tipo muy grande, pelirrojo y con
barba de unos cuantos días; un fuerte golpe de calor lo había tumbado en la
tercera etapa, en coma profundo. Sus manos y sus pies hinchados parecían
enormes guantes de beisbol.
Un Falcón es un avión
pequeño, un reactor rápido, pero muy pequeño; me hicieron pasar al fondo, donde
había dos pequeños asientos, muy cerca de los pies de Lee. Mi gotero llevaba
bastante tiempo obturado, el enfermero se dio cuenta de ello y me empezó a
poner bien la aguja en mi mano; mientras, Lee, roncaba rítmicamente, al ritmo
de un monitor con sus constantes vitales, luces verdes y rojas, la línea que
separa la vida de la muerte. Una banda sonora extraña que me recordó la lenta cadencia de un triste blues.
Me impresionó el olor a
muerte (es lo que pensé cuando lo sentí) que impregnaba todo; de vez en cuando
el monitor enloquecía y estallaba la locura, los sanitarios se gritaban unos a
otros como suelen hacerlo los marroquíes, parece que se van a matar entre
ellos.
El avión se disponía a
despegar hacia Casablanca; noté que un sudor frío me invadía, me estaba
desmayando, la visión de la sangre en mi camiseta en una botella de agua donde
habían drenado el gotero, los gritos, Lee, su cara. Desconecté, no se dieron
cuenta, estaban en otra cosa, creo que soñé, que estuve bien esos instantes, no
recuerdo nada pero estuve bien, en otro sitio mejor. De repente empiezo a
despertar, el rugido del Falcon al despegar mientras seguían intentando sacar a
Lee del pozo en el que se estaba introduciendo. El enfermero me miró y vió mi
cara, me levantó el pulgar y yo hice lo mismo: todo bien fue mi mensaje, estoy bien…
El viaje no duró demasiado tiempo,
una eternidad para mí, sólo pensaba que acabara ya, para que lo pudieran
atender en el hospital, pensaba: aguanta tío, aguanta y resiste joder! No sé
cuantas veces se repitió la misma secuencia, cuantas veces el monitor pasaba
del verde al rojo…la angustia y la muerte lo llenaban todo. Pero Lee resistió
cada una de las veces…
Nos suben en una ambulancia,
yo al lado de Lee, su cabeza tocada con el gorro azul, a 30 cms, me vieron muy
afectado y me cambiaron de sitio, justo al lado del conductor, hacía frío allí.
No olvidaré, ni quiero hacerlo, su cara. Por lo que pude escuchar la ambulancia
tenía la botella de oxigeno agotada lo cual supuso una enorme bronca entre el
conductor y los sanitarios
.
Al llegar al control de
aduana para enfermos nos detienen y, al parecer, uno de mis apellidos estaba
mal y no coincidía con el pasaporte, siete gendarmes dando vueltas, llamando
por teléfono, mientras tanto, a mi lado, Lee quiere marcharse, abro la
ventanilla y agarro al gendarme por el brazo le grito algo que no quiero
escribir aquí y que, por suerte, el tipo no entendió, se suelta y me dice que
suba la ventanilla con cara de mala leche.
Por fin salimos a toda
velocidad, nuestro destino: unos garajes donde cogieron una botella de oxigeno de otra ambulancia,
se la enchufan a Lee y los monitores se ponen en verde, noté una sensación de
alivio en los médicos. Salimos disparados a 130 kms por hora atravesando Casablanca, miraba al
conductor como esquivaba coches, personas, motos y pensé que si el desierto no
había acabado conmigo, lo haría el salvaje ese. Por fin llegamos a un Hospital
de Críticos, sacaron a Lee y respiré profundamente. Me llevaron a otro
hospital, ya muy tranquilos, sonreían, bromeaban entre ellos, el conductor
parecía haberse reconciliado con los otros dos, yo estaba muy lejos, a miles de
kms. de allí, me parecían extra terrestres ¿o era yo el extraño?.
Necesito sacar esto fuera, hoy
en este Hospital de Casablanca Recuerdo a Lee, pienso mucho en su familia, en
cómo estará, si habrá resistido y cómo. Me encuentro en la cara oculta de la
luna, el lugar donde se puede ver muy claro a pesar de la oscuridad que me
envuelve. Un fuerte impacto, una bala de plata se ha estrellado en mi pecho y
en mi mente. Esa noche me acompañará el resto de mi vida, esa hora donde
estamos solos, donde no hay donde esconderse, donde las palabras son un
sarcasmo ante la realidad que se impone. Quiero pensar que el bueno de Lee me
visitó en mi breve desmayo, en el sueño corto entre pesadilla y pesadilla que
me hizo saber lo que ahora sé, lo que ahora veo claro. Lo que antes valía ya no
sirve, lo que antes pensaba ya es historia, he aprendido la lección, esta
lección y sé que eso cambiará mi mundo, mejor dicho siento y sé que ya ha
cambiado.
Allá donde te encuentres,
amigo desconocido, espero que también hayas aprendido la dolorosa lección, el
aprendizaje que ambos compartimos un día de abril, sobrevolando Marruecos en
busca de nuestras vidas.
Espero que lo hayas
conseguido grandullón; desde lo más profundo de mi corazón y con el rostro
bañado en un océano de lágrimas te mando un abrazo del alma haya donde te
encuentres.
PD Lee está vivo, lo acabo de comprobar, lo he localizado en twiter, está vivo y ha salido del coma, ha resistido, espero que haya aprendido...
Casablanca Abril de 2014
Escrito desde la cara oculta
de la luna
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