lunes, 9 de mayo de 2016

[feed] restos ideológicos / sobre El camino de Ida, de Ricardo Piglia



Piglia, Ricardo (2013) El camino de Ida. Buenos Aires, Debolsillo.

Un nuevo ejercicio de ficción paranoica[1], desplegado con la prolijidad erudita y dinámica que caracteriza toda su obra. Piglia hace todo bien ¿quién no lo sabe? Cuando ya no se puede negar la influencia de Twin Peaks (David Lynch y Mark Frost, 1990-1991) y, sobre todo, de la figura de Laura Palmer, el propio texto las invoca. 

En este caso nos encontramos con, tal vez, el más extraño Emilio Renzi, el menos periodista, el más académico. Maduro, nostálgico, ácido, Renzi aparece atrapado en la tierra de las oportunidades, en parte por vocación, y en parte por escapar de la asfixiante Argentina liberal en la que hasta su matrimonio se ha desmoronado. Este Renzi tan Piglia tiene consecuencias sobre el la construcción del verosímil. El incentivo del investigador ya no es la pasión intelectual por el acertijo (tipo policial clásico) ni la angustia moralizante del boy scout perdido en el Bronx (tipo policial negro), sino apenas -y nada menos que- el amor y la nostalgia (el amor por una mujer, la nostalgia por un mundo que no reniegue de las ideologías). Debe ser difícil construir una historia en la que un docente de exportación y de elite termine investigando un crimen. Por el otro lado, la elección seguramente facilitó la inclusión de esas breves hipótesis literarias de bolsillo que a Piglia le divierte tanto dejar como por descuido en sus ficciones (desde la más célebre de todas, aquella de Kafka y Hitler en Respiración artificial). En este caso, principalmente se despliegan ideas sobre escritores en tierra exótica hablando en las lenguas imperiales: Conrad, Hudson -Renzi (Piglia), además de algunos juegos de paralelismos entre Melville y Sarmiento.

Una cosa más: aparece con cierta intensidad el tema (no trabajado antes en los textos de Piglia, que yo sepa) de las "secuencias autónomas". Casi como una nueva premisa de lectura para ejercitar. Me limito a señalar la repetición. Comienza así la novela: 
"En aquel tiempo vivía varias vidas, me movía en secuencias autónomas: la serie de los amigos, del amor, del alcohol, de la política, de los perros, de los bares, de las caminatas nocturnas" (p. 13)

Más adelante, cuando se describe y detalla la vida del asesino:

"La única manera de vivir en aislamiento extremo era seguir ciertos hábitos fijos. Había dividido su vida en secuencias autónomas, que obedecían a la placidez y la quietud de los cambios naturales" (p. 160).

En esa identificación entre la ética práctica del investigador y el asesino, hay una especie de hipótesis acerca de los protocolos para vivir la vida ideologizada en el proyecto global fuera de la historia en el que se sitúan los hechos de la novela.

[1] Tal como está definido en su Blanco Nocturno (p. 284) de la edición de Anagrama, 2010, y no tanto como se puede deducir de su El último lector o como se sostiene en el ya canónico "Teoría del complot". Con estas dos oraciones de paso me excuso de explicar que tipo de policial sería El camino de Ida.

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