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lunes, 12 de diciembre de 2011

La técnica

¿Sabéis qué me pasa últimamente? Que me siento cansada. Cansada de verdad. De las obligaciones, del estrés, de las incipientes arruguitas y canas. Tanto, que de pronto, todo parece lejano y confuso...

Cuando tantos sentimientos opresivos abruman mi corazón, necesito renovar mis fuerzas. Por eso, he creado una técnica relajante que os invito a probar. Porque esto no es, ni mucho menos, como esos programas en los que dicen “no lo intentes en casa”.

Veréis: primero me acurruco bajo el edredón hecha una bolita. Entonces encuentro mi postura: en posición fetal, muy, muy encogida. Al poco me relajo todavía más. Entonces, me siento flotar en un ambiente que, de pronto, parece tan agradable... es como estar flotando en un denso líquido. Luego, muy lentamente, me convierto en algo cada vez más y más pequeño, hasta ser casi un puntito, aún con vida latiendo en su interior. Entonces, ¡sucede! Desaparezco. Me desnazco. Mi cuerpo inexistente se distancia al fin de todo problema. Sonrío sin sonrisa, sin rostro ni cuerpo, con la amplitud infinita del universo. Y justo en ese instante, empiezo el proceso contrario; creándome poco a poco bajo la sábana, creciendo, creciendo, hasta adoptar mi forma actual: la de una persona de 33 años.

¿Os parece difícil? No os preocupéis, muy pronto dominaréis la técnica. Al fin y al cabo no es tan compleja. Solo hay que desear desaparecer del mundo unos instantes. Y eso, amigos, lo hemos deseado todos alguna vez. ¿O acaso me equivoco?