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Cuando quiso darse cuenta, era otra vez otoño

Cuando quiso darse cuenta, era otra vez otoño y las hojas volvían a caer de los árboles. Siempre le gustó esta época de año, de hecho era su favorita: Ver los caminos cubiertos con una manta multicolor la llenaba de vida. Rojo, amarillo, marrón... Para ella el otoño no era signo de decadencia, sino de ilusiones y renovación.
Sin embargo, aquel no era el momento de pensamientos idílicos. Estaba allí con un objetivo muy concreto. Caminaba por el sendero del bosque con paso firme, sin miedo, aunque en su interior se mantenía alerta permanentemente. Sus pisadas resonaban en silencio, y, aunque había luz de sobra, no podía evitar sentirse sobrecogida por la quietud del lugar. Era una lástima no poder disfrutar del paisaje, ver como el sol se colaba entre las ramas de los árboles a medio desnudar... Pero al fin y al cabo era su trabajo, y debía concentrarse.



Casi las nueve de la mañana. Parada del autobús de las afueras de un pueblo cualquiera de montaña. Cuando llegó allí no observó nada fuera de lo normal. Apenas nadie por la calle a esas horas. No llevaba micro para no levantar sospechas, pero sí pistola. No era partidaria de usarla, pero por si acaso la cosa se ponía fea, la ocultaba en un costado bajo su abrigo... Oyó el motor de un coche que se acercaba. Eran las nueve en punto. El Renault Clío azul se detuvo a escasos metros de ella sin apagar el motor. Montó. Sabía de sobra quienes eran los ocupantes del vehículo.


Los dos terroristas más buscados por la policía la saludaron con un apenas perceptible movimiento de cabeza. Prosiguieron su camino sin dirigirse la palabra.


Años de intenso estudio, seguimiento, muchas noches de vigilia, y sufrimiento... El suyo era un trabajo muy peligroso, pero sabía que tarde o temprano tanto esfuerzo daría sus frutos. Había conseguido infiltrarse en la organización sin levantar sospechas, aparentemente se convirtió en uno de ellos, y así fue como conoció la idea del atentado. Afortunadamente todo estaba a punto de terminar, al llegar al punto concreto, sus compañeros estarían esperándola, les pillarían por sorpresa y al fin los detendrían.


De repente se sobresaltó. Habían girado en una intersección, cuando el camino que debían seguir era todo recto. Apenas llevaban media hora de recorrido.



-¿A dónde vamos?- preguntó intentando parecer tranquila.
-A echar gasolina. -contestó con voz seca el que conducía.



No le gustaba. Respiró hondo, no debía perder los nervios... Aquello iba mal. Por esa zona no había ninguna gasolinera. ¿Qué podía hacer? Si al menos hubiese llevado el micro para comunicarse con la central...

Otro volantazo. Un claro en el bosque. El coche se detuvo bruscamente. La sacaron a empujones.
Intentó mantener la calma. Pero era imposible. La habían descubierto y ahora iban a matarla.

-¿Qué te creías?, ¿Qué ibas a venir con nosotros "de Fallas"? -dijo el conductor, el más fornido -¿Pensábaís que no nos íbamos a dar cuenta, que no sabíamos quién eras?
-Jejejeje -rio el otro, delgado y bajito.


Silencio.

- ¿No vas a decir nada, zorra?


Les sostuvo la mirada. No iba a darles el gusto de que la vieran temblar de miedo.


- Abre atrás- dijo al enclenque- Vamos a enseñarla su regalo.

La socarronería con la que dijo aquello le hizo prepararse para lo peor. Cuando abrió el maletero, no pudo creer lo que vio. Allí estaba amordazado, Roberto. Polícia también, compañero de trabajo y además, amante. La ropas rasgadas y un reguero de sangre cubría la lona. Empezó a temblar...


- Ahora te toca a tí.


Se puso de rodillas de espaldas a ellos. Las hojas marrones del olmo crujieron al apoyarse, hicieron que sintiera menos el frío del suelo.


-
Tú y todos los tuyos tenéis los días contados. Nosotros somos el futuro... Jamás podréis pillarnos, ¿me oyes?


Disimuladamente, agarró la pistola. Contó mentalmente hasta tres. Se giró.



Dos tiros sonaron al unísono. Dos personas caían al suelo y una tercera huía.





En memoria de Raúl Centeno y Fernando Trapero.
¿Hasta cuándo vamos a seguir así?
¡Basta ya!




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Quiero que mi vida...

Quiero que mi vida sea de ésas que se inmortalizan en un libro, o en una película (quién no ha soñado alguna vez con ello). Pero creo que si fuese un libro, no sería un bestseller o, si fuese un filme, no sería de grandes efectos especiales, no. Si tuviese que escribir sobre mi vida, ésta sería la unión de muchas historias de la vida cotidina, de los "pequeños milagros diarios", como a mí me gusta llamarlo. Quizá no haya hecho nada para cambiar el mundo, pero todos tenemos algo que contar, algo que nos gustaría dejar para la posteridad, para que cuando nuestro cuerpo se haya convertido en mil partículas volátiles, alguien nos recuerde. Es por ello que las palabras son una manera de hacernos eternos, de no caer en el olvido.

Me gustaría que en el libro de mi vida se hablase tanto de aciertos como de mis fallos y mis errores.
De mis virtudes y mis defectos, de mis alegrías y mis penas, de mis manías y mis gustos. En resumen, de mi condición de humano y por tanto, de la imperfección que eso conlleva.

Que amé con locura, que alguna vez me amaron. Que me rompieron el corazón en más de una ocasión, que hice mil y una locuras por amor. Que todavía tengo espinitas clavadas y probablemente nunca me desprenda de ellas.
Que si no vuelve, nunca fue tuyo, y que si vuelve, es tuyo para siempre.

De lo que pudo y no pudo ser. De porqué te marchaste. De las cosas que nunca te dije y de que nunca te olvidaré. De si alguna vez piensas en mí. De si retrocediese en el tiempo, haría las cosas de otra manera y nos daríamos otra oportunidad.

Que así es la vida, con su cara y su cruz.










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Dedicado a Tamaruca, ella sabe porqué.

El gatito correteó...

El gatito correteó juguetón entre sus piernas. No es que le hiciera demasiada gracia reconocerlo, pero le había cogido cariño al felino. Su pelo no era precisamente suave, pero había algo en su mirada que le hacía único en su especie, sus ojos transmitían cariño, ternura; y a la vez daban sensación de vulnerabilidad, reclamaban protección.

Le había encontrado en la calle una noche de regreso a casa, después de un día duro de trabajo. Cuando estaba abriendo la puerta del portal oyó un ruido, un gemido de angustia no muy lejano. Sin quererlo buscó el origen de ese quejido y lo encontró refugiándose de los ajetreados transeúntes debajo de un coche. Sin pensarlo lo cogió con sumo cuidado, como si fuese de cristal y lo subió a casa.

De eso hacía ya un mes. Y no podía quejarse, porque ahora que vivía sola se echaba en falta la presencia de otra persona en su casa, y el gato le hacía compañía. Le esperaba en el hall cuando llegaba de trabajar, maullaba suavemente cuando tenía hambre, se acurrucaba en su regazo cuando se sentaba en el sofá a leer el periódico o se colocaba a sus pies cuando llegaba la hora de descansar.

Si es que podía. Porque últimamente no tenía tiempo ni de dormir. El stress del trabajo se estaba volviendo cada vez más insoportable, y deseaba que todo terminara pronto, porque si no iba a pedir unas vacaciones por adelantado. Ser criminóloga no era fácil. Y últimamente la racha no era demasiado buena, ya que llevaba algo más de un año trabajando en unos asesinatos que al parecer, estaban relacionados entre sí.



La primera víctima apareció muerta en la bañera de su casa, con una serie de cortes en las muñecas y brazos. Lo cual sugirió en un primer momento, un posible suicidio. Pero cuatro meses meses después, apareció una segunda, tumbada en la cama, también con heridas que esta vez se extendieron a piernas y pies. Y la tercera, apenas dos meses después, sobre el suelo de la cocina, con las mismas inquietantes heridas (esta vez por el tronco).

Después de esto se descartató el suicidio, puesto que el examen forense determinó que la causa de la muerte de las tres víctimas había sido la asfixia.

Pero los datos seguían siendo confusos.

Las tres mostraban signos de haber sido violadas en repetidas ocasiones. Análisis posteriores detectaron restos de un somnífero muy potente en su sangre, y las heridas que presentaban eran postmorten.
Por otro lado, las víctimas no tenían conexión alguna, excepto que las tres eran mujeres jóvenes. Ni la edad, ni la raza, ni el trabajo, ni las amistades las relacionaba.

Aún conscientes de que no había nada claro, se estableció un posible perfil de asesino: Varón, de entre 25-40 años, probablemente una persona abierta, culta, inteligente, meticulosa y con don de gentes. Pero aún no se conocía la relación de éste con las víctimas, ni el móvil. Quizá era un sádico que solo mataba por placer, o puede que un pobre loco con esquizofrenia que no era consciente de sus actos...


Lo más extraño de todo era que, a pesar de que hicieron análisis exahustivos en el escenario del crimen y alrededores, no se encontraron
fibras ni pelos de ningún tipo. Ni siquiera una sola huella dactilar. Nada de nada. Todo estaba limpio y esterilizado con una pulcritud de quirófano.

Nadie podía ser tan perfecto.




Alli estaba ella, sentaba en el salón. Aunque hoy había salido antes de trabajar, seguía dando vueltas al asunto. El caso le estaba sacando de sus casillas. Era como si cada vez que hubiera un asesinato volviesen a empezar de cero. El stress estaba haciendo mella en su grupo de trabajo. Realmente desesperante. Miraba las fotos de las víctimas y de los escenarios una y otra vez. Sus pensamientos daban vueltas en círculos y se preguntaba: ¿Qué se nos escapa?


El gatito seguía enredado entre sus piernas jugando con la pelota. Ahora estaba lloviendo, pero eso no la distrajo. De pronto sonó el timbre y la despertó. Los ojos del gato se dilataron y salió corriendo hacia la puerta.

Se levantó perezosamente del sofá y se acercó a la entrada. Abrió con cautela. Un hombre guapo y calado hasta los huesos esperaba.

-Perdona -dijo con una cálida sonrisa- Creo que encontraste a mi gato.








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Como todo lo importante, ocurriste de repente

De: 892.56782
Enviado el: 25, April , 6:30:46 am


Asunto: (sin asunto)


Como todo lo importante, ocurriste de repente.



Estas eran las únicas palabras del correo electrónico que acababa de recibir. Sorprendida, me quedé mirando fijamente la pantalla. Lo primero que había hecho nada más llegar a trabajar (a parte de dejar mis cosas amontonadas sobre la mesa) era encender el ordenador. Demasiado temprano, pensé, aún estoy dormida... Pero no, había leído bien. La frase, que estaba en letra cursiva y en negrita, no dejaba lugar a dudas. De cualquiera manera, para mí no tenía ningún sentido, así que supuse que alguien del trabajo se había equivocado (tanto numerito en la dirección del correo interno liaba a cualquiera).

Dejé estos pensamientos de lado y comencé a trabajar. A primera hora tenía reunión con el jefe y los de marketing para últimar los detalles del lanzamiento y luego debía hacer unas llamadas para confirmar los clientes que acudirían a la fiesta de presentación del sábado por la noche. Generalmente le pasaba las llamadas a Iván, el relaciones públicas. Si le encontraba, porque a veces era imposible contactar con él: Siempre en reuniones o con el móvil pegado a la oreja. Por eso aquel día me sorprendió encontrarle sentado solo en su despacho. Estaba frente al ordenador y, cuando me vió entrar alzó la vista pero no me saludó. Rápidamente, le dejé una nota con los números de teléfono sobre su mesa, y me dí la vuelta dispuesta a irme sin hacer el más mínimo ruido. Cuando iba a salir por la puerta, me dijo:


- He oído que cuando lanzemos el producto, te marchas. -Me dijo con una media sonrisa-. Espero que te vaya bien en Londres.


- Así es -asentí-. Os echaré de menos.


Por una parte me daba pena, puesto que había pasado dos años de mi vida trabajando en ese producto y casi lo sentía como algo mío. Pero por otro lado, yo sabía que mis días en esta empresa estaban contados. Me habían contratado para poner en marcha el proyecto, y cuando el proceso finalizara, lo haría también mi contrato. También es cierto que hacía un mes había recibido una oferta de una empresa multinacional, y después de mucho pensarlo, había aceptado. Me tomaría unas vacaciones al finalizar el lanzamiento y después haría las maletas y me marcharía. Total, ya no había nada que me retuviera en Madrid. Mi familia vivía lejos, mis amigos habían hecho su vida y yo no tenía pareja que me atara a esta ciudad.

Pero, curiosamente, en las últimas semanas algo había cambiado. Quizá fuera la complicidad que tenía con los compañeros o que yo me sentía algo triste por mi partida. Y luego estaba Iván. Sí, estoy enamorada de Iván, pero es inalcanzable para mí. Me lo repetía todos los días, como un Mantra. No es que hubiera sido amor a primera vista, pero cualquier mujer en su sano juicio estaría loca por él. De echo todo el personal femenino de la oficina lo estaba. Era el hombre perfecto: Guapo, trabajador, encantador y sin novias conocidas (aunque siempre había rumores). Era... Magnético. Irradiaba algo que no sé como definir.
Es cierto, él también había sido uno de mis condicionantes para aceptar el puesto de Londres. No iba a permitir que un enamoramiento pasajero diera al traste con mi futuro profesional y tampoco quería sufrir más, puesto que estos últimos días se me estaban haciendo insoportables con la presencia de Iván. No, definitivamente irme era lo mejor.



La noche de la fiesta fue fabulosa. El producto encandiló y los clientes nos mostraron sus felicitaciones. Acto seguido mis compañeros me desearon suerte en mi nuevo trabajo y después todo el mundo se dedicó a lo que llevaba deseando hacer desde que había llegado: Beber. Poco a poco me despedidí de mis compañeros y cuando la emoción (y alguna copa de más) habían podido conmigo, decidí acercarme a Iván. Al fin y al cabo habíamos sido compañeros durante dos años.

-Adiós Iván.

-No digas Adiós, sino Hasta Luego -Me sonrió con esa sonrisa suya tan típica, tan familiar.

-De acuerdo, hasta luego -Sonreí. De repente, Iván cogió su americana- ¿Tú también te vas?

-Sí, tengo que ir a mi despacho. Ya sabes, nunca descanso... -me miró. Tenía los ojos rojos, evidentemente el champán estaba afectándonos a todos.-. Cuidate. ¡Y mucha suerte!

-Igualmente. Muchas Gracias. -dije con un hilo de voz.


Cuando llegué a casa, a pesar de que me había hecho la fuerte, me invadió la soledad. No pude evitar encender el ordenador para ver por última vez el correo del trabajo (cerrarían la cuenta al día siguiente) y recordar lo que habían sido esos dos años. Mi corazón se aceleró al ver un sobre parpadeante en el extremo superior de la pantalla.

De: 892.56782

Enviado el: 30, April, 3:45 am

Asunto: (sin asunto)


Como todo lo importante, ocurriste de repente, sin avisar. Llegaste como un soplo de aire fresco, como las lluvias de abril. Y nada pude hacer. Cuando quise darme cuenta, ya me tenías preso. Me había enamorado de tí sin apenas conocerte. ¡Menuda locura!
Ahora mismo me pregunto qué hago escribiendo un correo a una cuenta que no vas a volver a utilizar. Soy un maldito cobarde. Nunca me he atrevido a confesarte mis sentimientos en estos dos años que hemos trabajado juntos. He sido un imbécil y ahora te he perdido para siempre.

Iván



Todos los sentimientos acumulados durante dos años se juntaron y salieron al exterior en forma de lágrimas. Mi cabeza era un torbellino de sentimientos. O ahora o nunca. Así que cogí el móvil y marqué su número.





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Y allí estaba, entre mis manos temblorosas


7 Marzo de 2007

Y allí estaba, entre mis manos temblorosas un aún más tembloroso gatito recién nacido. Apenas tenía unas horas, pero se agarraba a la vida igual que a las tetinas de su madre. Pero no era el único; esta vez, la camada había venido completa: 5 gatos. Y había para todos los gustos: Tres de color blanco y negro, uno blanco y otro precioso atigrado (mi favorito).

Aún recuerdo la sorpresa que me llevé cuando, al entrar en el salón te encontré tumbada en el sofá lamiendo a una "cosa" enana que hacía ruidos extraños y reptaba por la toalla cual rata de alcantarilla se tratase. Entonces comprendí que estaba asistiendo a algo que nunca había presenciado: Un parto.

A pesar de lo que dicen, no me resultó par
a nada asqueroso, es más, disfruté viéndolo. Observé como la madre naturaleza es por definición sabia y, como cada uno sabe lo que tiene que hacer: Ella, limpiarlos y ellos, buscar el alimento en su regazo. Me pareció fascinante y un ejemplo a seguir, todo sea dicho.


Y cuando por primera vez cogí a uno de esos gatos con mis manos, me pareció tan indefenso, tan vulnerable... Enseguida te das cuenta de que esas "cositas" serían incapaces de sobrevivir sin su madre, su progenitora, su fuente de vida.




1 Abril del 2007

Y allí estaba, entre mis manos temblorosas un aún más tembloroso gatito de (casi) un mes. Pero ya no era el mismo, ya no eran los mismos. Los tres pequeños que todavía vivían se habían quedado huérfanos ¿Cómo es posible?

Atrás quedaron los días en los que discutía con mi madre


-Esta gata no es nuestra, mamá. ¡Es-de-la-vecina! ¡Es de ELLA! -. Le decía enfadada - Por- eso tenemos- un- perro -

A mí nunca me habían echo mucha gracia los gatos. Siempre acostumbrada a la fidelidad de un perro, los gatos me parecían ariscos, interesados y algo soberbios. Por eso me negaba en rotundo a que un felino (que encima no era nuestro) alterada la el equilibro que había en nuestro hogar


- Ya, pero es tan bueeeena -. Contestaba mi madre como un niño pequeño.


Y así fue como poco a poco La Gata (que por no tener, no tenía ni nombre, a veces era Gata, otras Bigotillos, y otras Maria Antonieta; dependiendo del día) se convirtió en un miembro más de la familia. De su segunda familia, mejor dicho; porque de vez en cuando hacía una visita de rigor a nuestra vecina, la dueña real.

Al principio me sacaba de quicio que fuera tan silenciosa, que se metiera en los armarios (y no hubiese quien la sacase) y que se afilase las uñas en el rosal del jardín. Pero poco a poco me fui dando cuenta de que era una gata excepcional, puesto que era muy cariñosa.
Siempre venía cuando la llamabas.

Si te tumbabas en el sofá, rápidamente se ponía encima y te daba calorcito en la barriga.
Y tenía el pelo muy suave...

El viernes pasado dejó de venir. Mi madre (que tiene un sexto sentido para estas cosas) me comentó que algo le olía mal, y realmente tuve miedo, porque las predicciones sus predicciones se suelen cumplir en un 99,9% de las veces.

Cuando esta tarde llamó la vecina se confirmaron nuestras sosprechas.







Por desgracia, no todos los finales pueden ser felices.


Ðũļċe Ŀōςϋra


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*Si tenéis o habéis tenido animales de compañía alguna vez, entenderéis perfectamente mi tristeza y sabréis que no hay cosa más dolorosa que el llano de unas criaturas que han perdido a su madre de una forma tan macabra.
Estés donde estés, gaturri, estoy segura que será
mejor que en este mundo de locos. Probablemente nunca sepa ha sido el degraciado/a que te ha envenenado, pero tarde o temprano pagará por ello.




Una enorme sonrisa asomó a sus labios

Una enorme sonrisa asomó a sus labios, y al verla, yo ya supe lo que estaba pensando.

-¡Tía!... ¡¡¡Esto es una pasada!!!!! ¡Seguro que nos va a gustar!

Hacía un sol espléndido y una temperatura totalmente primaveral. Mientras observábamos la ya verde meseta a través de la ventanilla, pensaba que todo estaba yendo como habíamos planeado. Mi personalidad pesimista se resistía a tanto encanto y me decía que no todo podía ser tan perfecto. Inmediatamente la hice callar. No quería nubarrones negros en aquellos momentos.

Por fin (¡por fin!) era viernes, nuestro ansiado Fin De Semana había llegado. Y, aunque realmente todos lo son, este era especial: Habíamos reservado un par de noches en un Balneario.
El edificio, que antiguamente había sido un palacio se erigía entre pinares, salpicados de llanos, que le daban un aspecto más señorial aún.
Nos merecíamos un caprichito, y ese iba a ser nuestro weekend de relax, de paz y tranquilidad y de "desconexión" con el mundo. Así que el viernes, a eso de las 17:30 estábamos registrándonos en recepción. Allí una muchacha nos explicó brevemente el funcionamento del recinto y nos entregó la llave número 222. Pero cuando llegamos a la habitación ...

-Oh! No! Está al lado del ascensor... Yo no voy a poder dormir, me molesta el ruido.
-Pues a mí también, y encima es muy pequeña. Voy a bajar a recepción y pedir que nos la cambien.
-¡Ala! ¿Pero como vamos a hacer eso?
-Pues muy fácil: Bajando en ascensor (que para eso lo tenemos cerca) y diciendo que queremos otra habitación.


17:50, Recepción

-Perdona, ¿Nos podíais dar otra habitación? Es que la 222 está al lado del ascensor y...
-La 222 no está al lado del ascensor.

-No, tiene razón. Está en frente.

-Ya... Entiendo... -Cara de circunstancias y búsqueda nerviosa entre papeles- Les puedo ofrecer una al final del pasillo. Allí estarán más aisladas de...
-!Muchas gracias!



19:00, Sauna


- Oye, Estoy sudando mucho, ¿Eso es normal?, ¿No será malo, no?
- Es una sauna. Lo suyo es que se sude.

- ¿Y tú?, ¿Por qué estás boqueando como los peces
?
- Esque con este calor me cuesta respirar...



23:00, Hab 226

- Tengo mucho sueño, creo que voy a dormirme. Mañana a las 10 es el Tratamiento de Relax, ¿no?
-... Ummm... ¿Qué decías?
-Nada. Anda, apaga la tele que hay sueño ya.
-Zzzzzzz...


Al día siguiente después de una mañana envueltas entre lodos marinos, sumergidas en baños de esencias de romero y un masaje manual de media hora, comimos tranquilamente. Aprovechando que el día era espléndido, cogimos unas toallas y nos tumbamos sobre la hierba, dispuestas a tostarnos...


16:00, Césped

-Tamara...
-Zzzzzzzzzzzzzzzzz

-¡¡¡¡TAMARA!!!!!
-... ¿Qué pasa?

-¡Qué te estaba mirando un abuelillo con ojos libidinosos mientras dormías!

-¿Y para eso me despiertas? Total, yo no me estaba enterando.
-Vale, la próxima vez que te violen con la mirada no te pienso avisar.



18:30, Jacuzzi

- ¡Cari! Mira qué caliente está el agua

Miradas de soslayo entre Ondina y yo, y hacia la parejita.

-¡Cari!, Mira cuántas burbujitas

Miradas asesinas y ganas de matar aumentando... ¿Todavía hay gente que no entiende que es "Relajarse" o qué?


23:30, Hab. 226


-La Sonia Arenas sale un poco colorada, ¿no? O quizá es el Solarium, o las luces del Dolce Vitta.
-Mmmm... A lo mejor es el brillo de la tele. Déjame el mando que lo miro.
-¡No!

-Déjamelo un momento, que le modifico un poco el brillo y la saturación y queda como nueva.
-¡No! ¡¡Es mío!!

Pelea por el mando y mando acaba en el suelo.

-¡Para tí el mando entero!

-¡Pues ya no lo quiero!


Conclusión: Sonia arenas se quedó roja.



El Domingo, después una mañana de compras y de una comida estupenda, cogimos el tren de regreso a casa. El viaje mereció la pena.




*Dedicado a Ondina,
para que los buenos momentos sean recordados siempre*



Ðũļċe Ŀōςϋra









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Homenaje a la letra W

Siempre hubo una letra que me llamó la atención: La W. ¿Acaso hay alguna más curiosa en el alfabeto español? La vigésimo sexta letra de nuestro abecedario es, curiosamente, la menos española de todas.

Durante siglos y siglos nuestra W ( también conocida como Uve Doble, Doble Ve o Ve Doble), ha permanecido en el anonimato, siendo muy poco utilizada, y generalmente para términos extranjeros (principalmente anglicismos), tales como: water, worm, western, wind, wound...

Siguiendo mi tradición de "Defensora de las causas Perdidas" me hallo en el deber de ayudar a levantar el ánino de la W, esa pobre letra colocada (casi) la última de la fila (la cuarta por la cola, para ser más exactos), sin apenas ser usada. Amiga, W, desciendes de un antiguo linaje, (algunos dicen que germano, otros que normando), si te damos la vuelta, podrías ser confundida con una M y eres la hermana pequeña de la V, o quizás eres el resultado de dos V que un día decidieron juntarte. Para mí, y para mucha más gente, Tú, W, querida W, eterna incomprendida W, eres muy importante. Y te diré porqué:

En química, eres el símbolo del Wolframio.

En física eres el símbolo del Watio. También el del Trabajo.


En el alfabeto fonético de la Otan te conocen como Whisky.

Si nos perdemos, sólo tenemos que mirar al Oeste para encontrate.

Y por último, pero no por ello menos importante: ¿Qué haríamos sin tí, querida W, en los mensajes de móviles? Nada sería lo mismo si no estuvieses. No podríamos escribir Wapa, Wenas, Wela, Way...



W, sin duda, te mereces un homenaje. Y éste es el mío.



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Ðũļċe Ŀōςϋra



El silencio de la noche fue su aliado

El silencio de la noche fue su aliado y su perdición.

Aquel martes se levantó temprano, se vistió y fue a la cocina para desayunar. Justo la misma rutina que llevaba desde hacía 8 años.

Mientras tomaba su café, miró por la ventana. Afuera estaba oscuro como la boca del lobo, al fin y al cabo eran las cinco de la mañana.

¿Por qué sigo aquí?


Dejó la taza sin acabar, cogió el abrigo y salió a la fría y oscura noche de abril. Mientras caminaba hacia el trabajo se acordó del día que la conoció...


- Oye, perdona, ¿tienes fuego?
- Si quieres ligar conmigo, pierdes el tiempo. Así que lárgate y déjame en paz.


Tenía los ojos verdes y era justo el tipo de chicas que le gustaban: con carácter.


Tenía los ojos verdes... Y ya no puedo verlos.


Pasó junto a su cochera, inexplicablemente entró dentro. No encendió la luz, el silencio podía cortarse. Empezó a buscar por las estanterías.


¿Por qué se fue?, ¿Por qué ya no me quiere?


No sabía muy bien lo que buscaba hasta que lo encontró.


Sin ella no soy nada.


Allí estaba, guardada en una caja de madera, su escopeta de caza.


Así no merece la pena vivir.



Y apretó el gatillo.





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Ðũļċe Ŀōςϋra


Confusa, se despierta entre sueños

Confusa, se despierta entre sueños. Tumbada sobre la cama, abre los ojos muy poco a poco, para encontrarse con la realidad de forma gradual. Lo primero que oye es el ruido del tráfico, que le retumba en la cabeza. Debí dormir mal anoche, piensa. Un gato marrón se acerca hacia ella ronroneando. ¡Qué lindo!

Un momento...


¡Yo no tengo gato!


¿Dónde coño estoy? Bueno, que no cunda el pánico, seguro que en casa de alguna amiga.


...



¡Pero mis amigas tampoco tienen gatos!



Lentamente gira la cabeza para comprobar si tiene compañía. Como es de suponer, no está sola en aquella cama. Un hombre duerme plácidamente a su lado, ajeno al nerviosismo de Susana . ¡Mierda! Y encima estamos desnudos... Um, por lo menos el chico tiene buen cuerpo, jijiji.


Aunque con bastantes lagunas sobre la noche en sí, recuerda lo básico: Que acabó como una cuba. La cabeza-bombo era consecuencia directa de ello. Le vienen a la mente flashes de la juerga nocturna: La cena con las amigas, el bar de salsa, el camarero y el chico simpático que la sacó a bailar... Sí, seguro que fue ese chico.

¿O fue el camarero, que nos invitó a mojitos?



Sea como fuere, tiene que marcharse. Su reloj marca ya las 2 de la tarde. Se levanta
intentando hacer el menor ruido posible, recoge su ropa ( que se encuentra esparcida por toda la habitación) y se viste. El chico apenas se mueve. ¿Estará muerto? Parece que no, sigue respirando.

Antes de irse, se asoma a la cocina. El gatito, sentado sobre una silla, la mira con sus ojos verdes que parecen decirla No te vayas. Entonces, creando precedente en su vida (jamás vuelve a contactar con los rollos de una noche) decide dejar una nota al Chico Misterioso...



"Me gusta tu gato marrón"






Ðũļċe Ŀōςϋra




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Al cerrar los ojos, despertó

Al cerrar los ojos, despertó, y se vio en una realidad totalmente diferente. Le costaba discernir si era ella la imagen que se reflejaba en el espejo o era otra persona la que le observaba a traves del cristal.

Era confuso.

Pero esa persona no hablaba, ni siquiera se movia, sólo observaba. Tenía la mirada fija en ella. Y ella seguía allí de pie, sin poder dar media vuelta y salir de allí. Esos ojos la tenían paralizada, no sabía si era miedo o simplemente sopor.


¿Qué estás haciendo con tu vida? -dijo la chica del espejo


Desvió su mirada hacia la raya que había quedado a medias sobre el tocador del baño.

¿Es ese el camino que quieres seguir?


Una lágrima recorrió su mejilla y desapareció.


Silencio...


Dolor.

Confusión.

Ruido.

Confusión.

Más dolor.


Entonces abrió los ojos... Y despertó de verdad.








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Una vez más, huía de su pasado...

Una vez más, huía de su pasado como lo había hecho tantas otras veces. Era una lucha interna la que mantenía con su subconsciente: acudía a los recuerdos y cuando estos hacían daño, escapaba con el corazón hecho mil pedazos, prometiéndose que jamás volvería a hacerlo.

Pero es muy difícil. No puedo evitar que mi mente vuele por encima de mí y recorra momentos pasados, ya vividos, olvidados... Sé que no es bueno para mí, pero aún así sigo haciéndolo (cada vez menos, os lo prometo).


Y es que le hacían daño... Los recuerdos. Se clavaban como espinas en su frágil corazón. Si cerraba los ojos por unos instantes, se veía en el andén de aquella estación donde se conocieron…


Ha pasado ya un año desde ese día, y no puedo evitar sonreir al recordar aquel gesto de caballero medieval y las miradas de extrañeza de la gente. Dos enamorados. Dos besos y un abrazo.



Luego vinieron los viajes en tren. Sobre todo, el que ella hizo al norte en una tarde de otoño. Cuando llegó a esa ciudad llovía a mares… Pero él llegó con su paragüas y la resguardó de la interminable tormenta…



Miles de mentiras. Porque al final, no había cuento de hadas, ni de princesas con príncipes azules. Y los recuerdos duelen: Por el dolor de sentirse engañada y traicionada. La Cenicienta volvió a perder su zapato... El cuento resultó ser una pesadilla



Un año después… Él no estará esperando en el andén.

Y ella tampoco.



By... Dulce Locura



"Hay dos días en la vida
para los que no nací,
dos momentos en la vida
que no existen para mí.

El primero de esos días
fue cuando te conocí
me atraparon tus mentiras
y me enamoré de tí...

El segundo de esos días
fue justo el que te perdí
se fue tu cara bonita
y mis ganas de vivir...

Me tragué todo el veneno
el que llevaban tus besos
me empapé del sufrimiento
que escondía tu sonrisa.

Descubrí que con el tiempo
me perdí todo el respeto
compraste mis sentimientos
con tus labios de carmín.

Hay dos días en la vida..."


Jarabe de Palo: Dos días en la vida






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