Desde que no cojo tanto el autobús, leo bastante menos. Prácticamente me paso el día pegado a la pantalla, traduciendo. (Perdonad si tengo una prosa rara o confusa, pero creo que es por esto, y por el cansancio). A ratos disfruto mucho de esta labor de traducción, sobre todo cuando consigo afinar el instrumento y atino con las expresiones después de darle algunas vueltas (los mejores hallazgos verbales siempre surgen de un salto, como las liebres frente al cazador, y hay que estar muy atento para el disparo), pero a veces me quedo atrapado (por propia incapacidad) en una frase imposible o me desespero intentando entender lo ininteligible o me dejo llevar por la desidia (ese piloto automático o voz en off de la traducción simultánea) y sé que no estoy haciéndolo todo lo bien que debiera e inevitablemente se me quitan las ganas de seguir, porque deja de tener sentido la tarea... En fin, dilemas míos.
A lo que voy es que estos días leo sobre todo por las tardes, para descansar un poco de los otros libros. O sea, la lectura como placer frente a la lectura como esfuerzo (juro que me lo haré mirar). Me gusta sentarme en la terracita, al fresco (y tan fresco), y ponerme a leer tranquilamente mientras de fondo se oyen los gritos de los niños que juegan en los columpios (hay un parquecito infantil enfrente). Y la lectura perfecta para estos momentos de placer es Enric González. Es un gustazo, os lo recomiendo. En resumen: te sientas al fresco con un libro suyo en una mano y una coca-cola en la otra y varias horas después vuelves al mundo cruel de los seres vivos pero sigues con la sonrisilla puesta. Has vivido muchas cosas y aprendido otras tantas, pero con tan mínimo esfuerzo que es como dibujar parábolas marcha atrás en la pista de patinaje. Ya sabéis que hay libros que te agreden, que te imponen su cilicio. Pues digamos que éstos te hacen masaje.
Me he leído de un tirón sus Historias de Londres y sus Historias de Nueva York, y no veo el momento en que saque unas Historias de Roma para devorarlas en otra tarde gozosa. Tendría que haber más libros así. No puede ser tan difícil ¿no? (bueno, quizás sí lo sea). Una manera sencilla y directa de contar las cosas, de ilustrarnos y de acercarnos a las ciudades, sus historias, sus lugares y sus gentes; una mirada inteligente, normal, agradable, cosmopolita, curiosa pero no cotilla, culta pero no tediosamente erudita, nada egocéntrica, a veces compasiva, a veces distanciada y hasta cínica (lo que se traduce en "decir las cosas como son"), generalmente irónica, y con un sentido del humor que es una verdadera gozada (por momentos parece inglés).
No sé por qué no hay más escritores de este tipo en España. ¿Acaso no tenemos más gente así? Me cuesta creerlo. No sé, quizás tampoco haya espacio editorial para este tipo de libros. Ya se sabe que todo lo que no sea novela resulta sospechoso. Nunca lo entenderé. Es absurda esa cerrazón. Con lo que se disfruta leyendo estas cosas...
Enric González ha sido corresponsal de El País en las ciudades más bonitas del mundo, París, Londres, Nueva York, Roma (pongo el orden suyo cronológico, no el mío valorativo), y ya sólo por eso se hace acreedor de toda nuestra envidia. Envidia cochina, no sana. Tiene cara de pillo y se le nota la pasión por el verdadero periodismo, por los "grandes" de la historia periodística, que naturalmente son ingleses o norteamericanos. Sus libros están bien escritos, sin excesos retóricos ni alaridos ni aspavientos (que cuando los periodistas se meten a poetas es mejor salir huyendo); están bien documentados, sobre todo en cuanto a anécdotas, lugares y personajes; y, por encima de todo, son muy entretenidos. ¿Qué más se necesita? Imagino que tiene que disfrutar muchísimo escribiendo estas historias, casi tanto como los demás leyéndolas.
8 comments:
Completamente de acuerdo con la elección, Conde.
Yo no he leído ningún libro suyo pero me apunto los que has mencionado.
Te paso el enlace de un texto que escribí, precisamente, a raíz de un artículo de Enric González en El País. Una contraportada para colgar en un museo.
http://ideasyfragmentos.blogspot.com/2006/04/sartori.html
Y el artículo en cuestión, claro:
http://www.elpais.com/articulo/cultura/Sobran/payasadas/falta/satira/elpepicul/20050605elpepicul_1/Tes
Un abrazo,
X.
Seguro que te gustan. Salen algunos personajes tan peculiares como Sartori. Sobre todo es una mirada inteligente sobre el mundo, que es lo que más me atrae de los libros. Sabe contar historias y presentar personajes. Lo demás es secundario.
Por cierto, que he visto que ha publicado también unas "Historias del calcio". Me temo que es lo más parecido que podré encontrar a esas "Historias de Roma" que estaba deseando leer.
Un abrazo.
Cuanto bueno puede decirse y contarse de las historias cotidianas de una ciudad y sus gentes.
Saludos
Es hijo de Francisco Gonzalez Ledesma, el autor de novela negra, que también fue Silver Kane, comtemporaneo de Marcial Lafuente Estefanía, y del cual habré leido yo unas decenas de títulos, así que de casta le viene al galgo.
Yo lo primero que leo en El País del domingo es el artículo de Enric Gonzalez, después el de Elvira Lindo, después el de Manuel Vicent, y después ya se puede uno tomar el aperitivo tranquilamente.
Coño, Luz Ténue, gracias por esa información. Y a ti Conde, por la entrada! Soy un devoto de Enric González. Lo descubrí hace años por sus maravillosas Historias del Calcio los lunes en El País. Luego seguí su firma en el periódico. Siempre he dicho que las crónicas del cambio de Papado en Roma son piezas de caza mayor en el periodismo moderno, verdaderas obras de arte por el modo de narrar: algo inconmensurable. Tienes muchísimas crónicas más, y su catàlogo de personajes e historias es inagotables. Ahora los domingos, como dices, está fabricando artículos espléndidos, primera lectura obligatoria. Lo tienen ahora en Madrid, quizás abusando un poco de él a la semana, donde escribía Haro: aún así siempre se descubren artículos impagables. Me alegra compartir con vosotros esta rica afición por Enric González. Tiene un mundo tras él frondoso y feliz, y amargo y piadoso, y todo lo baja a su campo para darle un sello clásico de quien narra a la altura de los mejores. Por cierto, las críticas de Venecia a las películas que le parecían infumables son de antología humorística: rastreadlas, que no tienen pérdida. Y sus chats en El País son también imprescindibles: "¿Existirá El País en papel en diez años? Creo que, según las profecías de un gran empresario del sector, El País en papel dejó de existir hace unos años. O sea, sí, existirá". Pena de última frase, la verdad.
PD: Sí, me gusta Enric González :) Se me nota o qué?
Buenas noches noches.
Alma, soy fan total de los libros sobre ciudades: colecciono especialmente de Roma y Venecia, pero también me encanta leer de Madrid, Londres, Nueva York, Lisboa, etc. Me gustaría escribir alguno, o unos cuantos. Los que me dejen...
José Manuel, no conocía lo de su padre. Se nota que ha leído bien el tío. Muchos de sus artículos van a perdurar, creo yo.
Manuel, no me extraña que seas devoto, Enric González tendría que ser un modelo para todos los periodistas de este país. No creo que haya muchos que escriban tan bien. Su mirada, ya digo.
Es cierto que ahora saca artículo día sí y día no, y claro, eso es demasiado para cualquiera, van a quemarlo al pobre, qué agobio para los columnistas eso de no tener sobre qué escribir, buscando tema desesperadamente, sin tiempo para esperar a la buena historia.
Rastrearé lo del cine y lo del papado, porque no los he leído y seguro que son geniales.
Un abrazo.
Su columna actual, en las páginas de televisión, es de lo mejor que hay en el columnismo periodístico. A mi me encanta. Yo también me declaro fan.
Gracias por la recomendación.
bss
Suscribo lo dicho, los dos libros son inmejorables, y ya pedía yo un día en un chat un Historias de Roma, pero con lo del calcio parece que ya hay bastante. Habrá que insistir.
Es una gozada de prosa, y en los veranos, cuando sacaba reportajillos en el país verano, una maravilla.
Saludos.
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