Ya ha pasado bastante tiempo desde la última actualización de las entradas invitadas. Al final, se está alargando el cumpleaños del blog más de lo que me gustaría, y además, ciertas cosas que tenía pensadas aún no están resueltas. Sin embargo, aquí estamos otra vez, esta vez la escritora es Silvia Alba estudiante de Ingeniería de Minas en la universidad de León.
MINERÍA DE INTERIOR
La minería en la historia
Las primeras minas eran simples excavaciones en afloramientos de minerales en la superficie, sobre todo metales (hierro, cobre), sílex, caliza.
En el caso de los metales, se obtenían por calcinación del mineral para obtener el metal fundido. En el caso del sílex y la caliza, el tratamiento era más primitivo, simplemente se le daba a la herramienta la forma deseada.
Fue con el auge del Imperio Romano que llegó la auténtica revolución de la minería. Ya no solo se explotaba lo que afloraba, sino que las minas pasaron a ser grandes infraestructuras con miles de obreros (o esclavos).
En España, un ejemplo de lo anterior es el complejo minero de Las Médulas. Los romanos encontraron oro en estas montañas, y no les tembló el pulso a la hora de llevárselas por delante para obtener el precioso metal.
Mediante métodos hidráulicos, o ruina montium el mineral era extraído a razón de 3 gramos de oro por cada tonelada de tierra movida.
Estos métodos hidráulicos no consistían en otra cosa que almacenar grandes cantidades de agua en embalses artificiales, para conducirla hacia la mina de manera repentina. De este modo, el agua arrancaba la tierra de la montaña y arrastraba con ella el oro. Este agua era filtrada con un arbusto muy típico de la zona: la escoba; en la escoba quedaban retenidas las partículas de oro.
El paso siguiente era quemar la escoba para obtener el oro, como las cenizas eran más ligeras que el metal este método facilitaba la separación.