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14 octubre, 2009

Murió de ciclista

Uno ya no sabe como afrontar la necrológica de un ciclista. Si se intenta hacer empática, no gusta y arrecian las críticas, a pesar de la decisión de la familia de enviar el cadáver a las llamas y dejar todo sin saber. Si se intenta hacer reinvincativo, incluso antes de la Operación Puerto, cae en el olvido, porque hay que pasar página rápido. Supongo que habrá que ir haciendo una plantilla e ir cambiando nombres, porque las muertes de ciclistas seguirán llegando puntualmente, y en el caso de Frank Vandenbroucke de manera anunciada.

Este ciclista no había recibido ninguna atención en este modestísimo blog salvo en tiempos muy recientes, y como reflexión general. Todo lo planteado entonces sigue estando vigente en el momento de su muerte: a pesar de que sus mayores éxitos se remontaban a hace una década, el ciclista seguía gozando de presencia en los medios gracias a sus excentricidades y a su capacidad para generar noticias sobre su vida y andanzas, un poco como un Michael Jackson del ciclismo.

Ha ido a morir a Senegal, de vacaciones. En principio se dijo que estaba en la habitación de su hotel, ahora ya dicen que estaba con una señorita en otro tipo de albergue. Al menos le harán autopsia (no es algo descontado) aunque en una muerte con 34 años y el pasado de Vandenbroucke simplemente será para dar una razón técnica y no de fondo: la gente mayor al final se muere de algo concreto, pero el saber popular lo resume en "se murió de viejo". A tenor de las crónicas más extendidas, habrá que acuñar eso de "se murió de ciclista". Como Frederik Noelf, por mucho que fastidie reconocerlo.

Es importante detenerse en este aspecto: parece que Vandenbroucke hubiese dejado la profesión, lo que sin duda calmará las conciencias de no pocos, pero la terca realidad es que el belga siempre tuvo equipo profesional (aunque no fuese la temporada completa) y no precisamente de bajo nivel, incluso cuando ya parecía imposible que pudiese recuperar los rendimientos que le hicieron famoso.

Las declaraciones de sus compañeros no pueden ser más hipócritas: baste con poner los nombres de Lefevre, Nico Mattan (su supuesto mejor amigo, con el que acabó tarifando) o Gaumont, compañero del Cofidis y que dejó dicho muchas cosas sobre el ambiente del equipo y el ciclismo. Lo que dice esta gente no se sale del guión previsto. Lo que dice su padre es simplemente de vergüenza: "La única cosa de la que se puede acusar al mundo del ciclismo es haberlo pasado a profesional con 19 años, antes que nadie". ¡La única cosa! Y como si el no hubiese tenido nada que ver en el convulso paso del Lotto de su hermano al Mapei...

Para remachar, añade "no era en el deporte donde tenía sus problemas, sino en su vida privada". Claro, claro: nos venden que el ciclismo es muy sacrificado y te tienes que volcar 24 horas en él, y después se establece una neta cesura entre vida profesional y vida privada. Como si su mujer la hubiese conocido en un bar y no en un podio; como si sus problemas con la justicia no fuesen por la posesión de sustancias dopantes, y no simplemente por las mal llamadas drogas sociales (la estúpida diferencia entre droga y dopaje, que tanto daño hace); como si su vida privada no fuese otra cosa que la mera extensión de la vida profesional. Pero bueno, ya saben que es un apellido vinculado al ciclismo e incluso en la muerte del hijo hay que salvar la reputación. Menuda gente que hay por ahí. Frank Vandenbroucke vivió de ciclista y murió de ciclista, y este es su epitafio más adecuado.
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La entrevista no tiene desperdicio y dice cosas a las que habrá que volver en el futuro. "Yo creo que es posible, tengo 29 años, estoy en una edad buena. Sastre lo consiguió con 33 años. Aunque dejara de correr podría volver": más asumido que con esta frase no se puede estar...Y encima es tan bueno...
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Cada uno se gasta su dinero como quiere, pero no deja de ser una broma macabra que se financie esta investigación cuando la autopsia de Jarque, dos meses y pico después de su muerte, sigue sin ser conocida. Dirán que fue "de aquello", y aquí tienen la investigación ad-hoc: que la ciencia demuestre lo que nuestros opinionistas ya han dado como cierto y seguro.
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Fantástico reportaje (ayer dos páginas llenas de fotos) de lo bien que les va a nuestros chicos de oro, especialistas en muchas cosas. Mira que se dicen cosas y en ningún momento se cita a Nicolás Terrados. Ahora que parece que van a hacer policías o guardiaciviles a gran parte de nuestros deportistas, ¿no habrá un conflicto de intereses con los que tienen que prevenir esa lacra del deporte que todos conocemos? ¿Actuarán los compañeros contra sus compañeros? La respuesta es demasiado evidente.
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Este es el nivel de periodismo que ofrece la televisión pública, "la de todos". A Rosana Romero, especializada en el circuito de tenis y famosa por sus ojeras y ronqueras de fiestera, le cae el marrón de hablar del deceso de un ciclista. Ni corta ni perezosa (en todo caso dormida) comete un error detrás de otro, porque lo que importa no es el contenido, sino el malditismo con el que hay que teñir la información: da por hecho que no era profesional (ha tenido licencia en todos y cada uno de estos años) y que su confesión de dopaje se produjo tras dejar la profesión; da por muerto a Hinault, lo que ya tiene narices. U ojeras, como prefieran; y termina con una sucesión impronunciable y grotesca de nombres, en donde no está J.M Jiménez. No se lo tengan en cuenta: será que no tenía uno de esos saraos habituales en el deporte que cubre, y que tantas secuelas dejan al día siguiente, y le salió esta mierda de pieza. Pagada con nuestro dinero, claro.

25 febrero, 2009

¿Qué hacemos con Frank Vandenbroucke?

Aceptemos una hipótesis de trabajo, con todo el perdón a los familiares de los que han caído en la causa: el dopaje no hace mella. Aceptemos, pues, que la ingesta continuada y prácticamente diaria de fármacos contra el cáncer, la anemia, el mal de Creutzfeldt-jakob o la depresión es inocua, así como vivir los 365 días del año en la mentira, sabiendo que toda tu vida y profesión está sobre cimientos de arena y tienes que vivir con la presión y la incertidumbre de que te descubran, de a saber que saldrá en el siguiente control. Vale, aceptado. Entonces, ¿qué cojones hacemos con Frank Vandenbroucke?

El blog tiene más de cuatro años y creo que este corredor no ha salido jamás. Es parte de la política de no hablar sobre corredores retirados. Sin embargo, VDB siempre ha estado en un equipo profesional, cambiando cada año. Ya tiene 34 años y su trayectoria es tan errática -y tan conocida- que sólo sirve como ejemplo del reverso oscuro del ciclismo. Hace un año presentó, por estas mismas fechas, su libro de memorias "No soy Dios", donde no contaba absolutamente nada, más allá del manido "todo el mundo toma EPO". Recuerden, sigue corriendo.

De un año para otro algo debe haber cambiado. En una reciente entrevista a la revista belga Ché -la típica publicación masculina con tías buenas, aparatuquis y coches encerados- ha descendido a un mayor nivel de detalle, ya ven. Considera que su victoria en la L-B-L de 1999 fue "honesta" porque no había tomado nada diferente a lo que habían tomado el segundo, el tercero, el cuarto y el quinto, a saber: Boogerd, Den Bakker, Bartoli y Bettini. Lo de los nombres es lo de menos, pero dado que dice los puestos de esa manera, está bien ponerlo. "Competimos en igualdad de condiciones".

Según VDB, el doping fue introducido por unos "pioneros", a los que identifica con el Gewiss de 1994. El ya era profesional por entonces, pero el doping contemporáneo ya existía desde hacía, por lo menos, tres años. Sin embargo, este muñeco roto del ciclismo quiere mantener virgen una pequeña porción de su pasado, al igual que Jaksche -su subida al Ventoux de neoprofesional- u otros dopados confesos, una narración mitológica en la que todo era Arcadia y recoger frutos del árbol hasta que llegó la pérfida -siempre por su propia voluntad, ellos jamás la llamaron- serpiente del dopaje.

Concretamente VDB data esta virginal condición en la última etapa del Tour de Mediterráneo 1994, donde ganó a Cassani y Berzin en el Mt. Faron y con 19 años porque "tenía clase", además de un hematocrito del 42% (¿para que se lo medía?). En su desvarío, llega a decir que esa es su mayor prestación, mayor incluso que su Lieja victoriosa. "Ellos estaban preparados por Ferrari y Cecchini y yo...iba, como se dice, a pan y agua". En fin. Curiosamente en su libro recuerda que fue Phillipe Gaumont el que le introdujo en el doping a finales de 1998, cuando le ofreció un somnífero mezclado con alcohol: "en ese preciso momento empezó todo". Entonces, ¿que pasó entre 1994 y 1998?: si tenemos que hacer caso a este sonado, ganó París-Bruselas, Tour del Mediterráneo, Laigueglia, París-Niza (a Jalabert, ganador los tres últimos años) o Gante-Wevelgem a "pan y agua". Conclusión: nunca se crean lo que les cuenta un ciclista, siempre están cambiando el pasado.

Sin embargo, la entrevista a VDB sirve para mostrar el pelo de la dehesa de toda su especie. Además del ya explicado momento mítico y virginal, intocable, se repite un viejo tópico, especialmente sangrante: "todos iban igual". Aquel 1999 acabaron la Lieja sólo 71 corredores, fue una escabechina cruel. En el último grupo, a 22 minutos, entraron 16 corredores. Repasen los nombres y lo que fue de ellos en el ciclismo. Dudo mucho de que todos fuesen igual de dopados. Se lo digo porque dentro de algunos años habrá que leer argumentos similares en nuestro tricampeón de la Vuelta y el resto de los de su cuerda.

Ahora bien, todo esto nos deja con el titular de hoy. La respuesta más lógica es que se haga cargo el sistema nacional belga de salud, sin embargo ¿cómo es posible que VDB siempre haya encontrado equipo? ¿Por qué ha permanecido en el mundillo, y con grandes amistades? Supongo que será la mala conciencia.
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Basso dice que este año no intentará el récord de la hora. Me debo haber perdido algo. Yo creo que ya lo ha hecho: en plena fase de preparación, se va a Argentina -con el cambio horario y el desarreglo que conlleva- y después a California -exactamente lo mismo-. Considerando que su primera carrera tras la sanción fue la Japan Cup, el desarreglo horario de Basso tiene que ser considerable. No debe saber ni en que año vive. Eso sí, de jet lag y record de la hora sabe mucho. ¡Qué impresentable!.
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El ciclismo no para de proponer cosas sorprendentes. ¿Adivinan quien ha estado inspeccionando la subida al Vesubio en la antepenúltima etapa del Giro? ¿Y la crono final en Roma? Como si fuese un corredor que va a luchar por la general, Filippo Pozzato está preparando las clásicas de primavera haciendo ese tipo de turismo. Increíble, pero seguro que tiene alguna explicación difícilmente confesable. Habrá que recordar este extraño suceso cuando llegue el momento.