Mostrando entradas con la etiqueta Tursimo ornitológico. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Tursimo ornitológico. Mostrar todas las entradas

jueves, 22 de enero de 2009

Grullas al atardecer


Contemplando escenas como la de esta imagen, con las grullas volando a sus dormideros, muchas veces he tenido la sensación de que todo el mundo se estaba perdiendo uno de los mayores espectáculos que la naturaleza puede ofrecernos. Las luces mágicas del atardecer, el sonoro trompeteo de las grullas rompiendo el apacible silencio del ocaso del día y centenares de siluetas en vuelo recortándose en el horizonte, crean un ambiente que te hace sentir que no puede haber nada mejor en el mundo que disfrutar de ese momento. Por unos instantes te invade la sensación de haber sido un auténtico privilegiado, alguien para quien miles de aves han actuado en directo y en exclusiva, disfrutando de ello desde su butaca de primera fila. Este espectáculo se repite a diario durante todo el invierno y siempre es diferente gracias a que estas grandes artistas improvisan cada día la puesta en escena. La mayoría de las tardes el único público que tienen son los mochuelos, los alcaravanes o el mastín del cortijo, a quienes el vuelo de las grullas anuncia la inminente llegada de la noche. Mientras tanto, nosotros vivimos ajenos a todo lo que ocurre ahí fuera.
Se trata de un espectáculo que no tiene precio, para el que no hace falta reservar entrada y quizás por eso no sepamos valorarlo como merece. La mayoría de la gente tiene la percepción de que contemplar las grullas al atardecer es un entretenimiento destinado exclusivamente a satisfacer los exquisitos gustos de turistas y forasteros, pero no de ser un espectáculo natural para todos los públicos con el que estamos conviviendo desde hace siglos.


Se invierten grandes esfuerzos intentando convertir a las aves en un recurso turístico para atraer a miles de visitantes a lugares privilegiados e incentivar así el desarrollo en las áreas rurales con menos alternativas. Pero en realidad hemos empezado la casa por el tejado. Antes tendríamos que haber conseguido algo más importante: lograr que las aves fuesen consideradas como un patrimonio valioso por la gente que convive con ellas y que ese patrimonio formase parte de su cultura. De esta premisa depende que los valores naturales se conviertan en un verdadero recurso y también es clave para sea posible su conservación.
No hemos contado con esa importante ventaja, una oportunidad que se ha desperdiciado con el paso del tiempo y de las generaciones, como siempre, en favor de modelos de desarrollo agresivos con el medio ambiente y de una cultura cada vez más globalizada. Así hemos llegado a medirnos por falsos conceptos de calidad de vida, haciendo posible que los kilovatios que iluminan la fachada de un centro comercial nos produzcan más admiración que una puesta de sol.
Lo que quiero expresar quizás lo entenderéis mejor si comparamos el modo en que este mismo recurso , el espectáculo que ofrecen las grullas, forma parte de la cultura de un país como Suecia.

Las imágenes están tomadas en el Parque Periurbano de Conservación y Ocio “Dehesa de Moheda Alta”, en Navalvillar de Pela (Badajoz), en enero del año pasado.
Esta era la avanzadilla de un enorme bando de más de 4.000 grullas, el primero de los que pasaron en dirección a un gran dormidero sobre arrozales.

Enlace a esta imagen en Fotonatura