Bajo
María Emilia Merlo.
Editorial Gigante
48 páginas. 2015
¿Cómo hablar sobre el mundo que te
rodea? ¿Cómo nombrar los elementos de ese mundo? ¿Cómo escribir poemas que den
cuenta de eso y a la vez puedan ser emotivos y queden resonando? ¿Cómo escapar
a los lugares comunes? Tal vez sean algunas de las preguntas que subyacen en
Bajo, el primer poemario de María Emilia Merlo.
El mundo que aparece en este libro
es un mundo supuestamente sencillo, palpable, cotidiano. Esta cuestión se puede
observar en trazado geográfico que plantea: Rosario, Temperley, Pompeya,
Avellaneda, La Matanza Constitución, el Bajo, entre otros. En estos lugares
transcurren los poemas y además funcionan como una declaración de principios.
Es el lugar donde está y donde quiere estar. El Bajo. Pero este Bajo sirve de
escenario para montar este tejido poético.
Hay algunas referencias culturales
o populares una generación a la que no pertenece la autora como ”Veranito San Juan” o “Lo que no tiene es remedio”. No se
percibe como una burla sino como una suerte de apropiación de esos discursos
para dialogar con otras generaciones. También se apropia de otros discursos muy
ajenos a su acervo ideológico, en este caso sí para parodiar: “se va a llenar de negros/ chinos/ petisos”.
Se perciben varios estados de
ánimo. Ansiedad: “Me gusta molestar al
perro mientras duerme”; “Salgo a
fumar/no puedo dormir”. Tristeza: “/me
pongo a ver fotos de perros perdidos y
hace frio”. Desconcierto: “No sé ni
que día es”. Pero no hay drama innecesario ni euforia desmedida. Todos los
poemas tienen el tono justo. Son creíbles. Le creemos a ese yo poético que anda
por la vida haciendo y observando cosas excéntricas o extrañas: “Me puse a fumar en la bañera/ sí/ adentro/
acostada”; “encontré un papel con tu
letra/ sin sentido/ dice cosas como/ gasoil/ y/ Antonio/ no lo conozco, no sé
quién es”.
En este libro hay una disociación
entre la realidad y el deseo. El yo poético casi siempre quiere estar en otro
lugar o haciendo otra cosa: “ojalá estuviera
en la cancha ahora”; “Si pudiera o
pudiese”; “Tiré un peso al inodoro y
apreté el botón y pedí estos deseos”; “Ya quise que alguien se quede para
siempre”. No son lamentos ni la
queja de transitar esa vida y no otra vida sino las posibilidades o dimensiones
que ofrece el mundo. Incluso también aparecen dudas que nos otorga varias
opciones: “Joaquín compró un ramo de
rosas o en realidad fue una sola”. En el fondo todas estos viajes
imaginarios, al igual que la poesía como medio, sirven para finalmente contar
la realidad: “Todo lo que no fuimos/ es
eso que no va a ser.”
Mauro Quesada