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domingo, 2 de agosto de 2009
Entrevista a ANDRÉS NEUMAN
Talento precoz: con apenas 22 años, el escritor español de origen argentino Andrés Neuman resultó finalista del Premio Herralde con su primera novela, Bariloche. Años después, como para hacer inobjetable que se trata de un autor importante ganó el Premio Alfaguara de Novela 2009 con El viajero del siglo, estupendo libro que lo trae por Lima dentro de una extensa gira promocional.
Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR
Fotografía de VÍCTOR VÁSQUEZ
El origen de El viajero del siglo está en tu descubrimiento de "El viaje de invierno" de Schubert.
En mi casa, cuando era niño, se escuchaba muchísimo "El viaje de invierno" de Schubert. Lo interesante es que yo escuché durante mi infancia todas estas canciones sin tener la mínima idea sobre qué contaban. Yo me enamoré de la música, primero, y muchos años después se me ocurrió revisar las letras. Y al revisar las letras de "El viaje de invierno" me encontré con casi un libro de cuentos con el mismo personaje. Cada canción relata una errancia distinta del mismo personaje. Y en la última de las canciones se encuentra con un músico callejero, un ancianillo que toca el organillo. Y a pesar de llevar en teoría una vida miserable, parece haber encontrado su lugar en el mundo. Y donde termina la música de Schubert empieza la novela. Me pareció muy lindo contar el encuentro entre estos dos personajes.
Tanto Hans como el organillero de la novela son personajes distintos que, sin embargo, establecen un fuerte vínculo...
Se quedan mutuamente fascinados porque son dos formas de estar en el mundo. Hans cree en la búsqueda, en el nomadismo y en la lectura. Y el organillero nunca ha salido de su pueblo, nunca ha leído un libro, ni le interesa, y está convencido de que su lugar de nacimiento es el mejor lugar. Hans admira la sencillez del viejo y envidia la sabiduría que ha tenido sin haber leído un libro. Y eso le produce curiosidad porque derriba todos sus prejuicios. Por otro lado, el viejo no puede creer todos los lugares que ha visto Hans y le parece que Hans conoce un mundo que para él es inalcanzable. Entonces no sólo establecen como una relación entre nieto y abuelo, sino, además, establecen un vínculo entre dos maneras de estar en el mundo que son opuestas y también complementarias.
La novela tiene muchos elementos de la novela tradicional, pero también de la contemporánea...
Totalmente. Esa era la idea. La idea era, por un lado, hacer una novela de personajes, de introspección sicológica, de ritmo demorado, de una estructura compleja (todo esto que tenía las novelas del XIX), y que, sin embargo, haya mucha escatología, mucha desmitificación, mucha ironía. Y también, por otra parte, que haya recursos visuales (todo el tiempo es como un Gran Hermano del XIX). Y en lo estilístico: hay monólogos interiores tipo Joyce, alegorías a lo Kafka, momentos objetivistas tipo noveau-roman o Perec.
¿Se puede decir que la novela es una mirada al presente a través del pasado?
Sí, totalmente. Se discute sobre la decepción de las revoluciones, sobre el multiculturalismo, sobre los nacionalismos, sobre la emancipación de la mujer. A mí me interesó hacer una antología de conflictos propios que hubieran empezado en el siglo XIX. En el XIX hay una revolución industrial del carajo que crea una brecha histórica tan fuerte como la revolución tecnológica, de la informática, de hoy. Mi intención no era analizar el siglo XIX, sino tomar distancia de nuestro presente y generar una ficción. Es decir, generar un discurso ficticio en un pasado histórico muy documentado para tratar de hacer una alegoría del presente. Una especie de ciencia ficción hacia a atrás.
Tú recorriste parte de Alemania, pero no con una intención topográfica...
Recorrí el noreste de Alemania en bicicleta. E iba recorriendo pequeñas ciudades que estuvieran entre Dessau y Berlín. En Dessau nació el autor de los poemas de Schubert y en Berlín estudió. Y si veía una torre que me gustaba le tomaba unas fotos, hacía algunas anotaciones y me decía: esta torre es para Wandernburgo. O veía una plaza linda y me decía: aquí va a tocar el organillero. Y si no había una iglesia que me gustara la inventaba. Entonces, Wandernburgo es un Frankestein de pequeñas ciudades y de ciudades imaginadas. Cuestión de estiloC: Para ti un nuevo libro significa enfrentartea una experiencia totalmente nueva.AN: Y ese libro puede salir mejor o peor, porque uno no es totalmente dueño de los resultados, pero sí de las intenciones. Y la intención es aprender a leer y escribir de nuevo en cada libro. Creo más en la búsqueda que en la fórmula. Muchas veces llamamos "estilo" cuando lo que queremos decir es "repetición". Decimos que un escritor tiene estilo propio cuando escribe siempre el mismo libro. Y yo no sé si eso se llama estilo o conformismo.
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