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lunes, 12 de julio de 2010

BLOC DE NOTAS (de Carlos Calderón Fajardo)

José María Arguedas (Foto: Internet)

LA NOVELA MODERNA NO EUROPEA: Arguedas, Kundera, los zorros
Escribe CARLOS CALDERÓN FAJARDO

El día que se suicida José María Arguedas en la universidad Agraria, minutos antes había almorzado con Luis Alberto Ratto. Cuenta Ratto que en ese almuerzo, el escritor había comentado con entusiasmo sobre el Gargantúa y Pantagruel de Rabelais, al parecer el último libro que Arguedas leyó en su vida. Curiosamente, Gargantúa y Pantagruel, es para Milán Kundera, el libro con que se inicia la novela europea moderna.

Para Kundera novelas escritas por escritores no europeos son novelas europeas escritas fuera de Europa por escritores no europeos. No estoy de acuerdo con esta afirmación. Existe una novela moderna no-europea, escrita por novelistas con una identidad no europea, una sensibilidad surgida de una cultura y un paisaje que no es el europeo, y que enfrentan problemas históricos que no son europeos. 

La idea que la novela es la expresión artística por excelencia de la modernidad europea es también debatible. ¿Si no hubo modernidad en América Latina, entonces de dónde salió nuestra novelística auténticamente moderna? Una respuesta posible es que en América Latina se produjo otro tipo de modernidad, una que generó un tipo de novela moderna no-europea. Rulfo, Asturias , García Márquez y Arguedas, entre otros, crearon una novela no europea de un nivel estético original y de alcance universal.

Arguedas es un escritor moderno de este tipo. Él se llamaba a sí mismo: un hombre “quechua moderno”. El Zorro de arriba y el zorro de abajo no solo es una gran novela sino testimonio novelesco de la crisis de la novela no-europea en su intento de representar la realidad en los márgenes de occidente. Arguedas no elige al azar a Chimbote para escenario de su novela. Había viajado a ese puerto norteño a efectuar un estudio antropológico por encargo de la Universidad Agraria. Encontró en el puerto norteño el escenario perfecto para lo que deseaba expresar en su última novela: las consecuencias que ocasiona la gran industria moderna en la destrucción de la identidad y la cultura andina pre-moderna. Al insertar Arguedas su diario en la novela, donde narra como se procesa su suicidio, el novelista nos cuenta sobre la rajadura en su sensibilidad y en su inteligencia, y da testimonio de la crisis final que produce la imposibilidad de la forma novelesca para enfrentar a la realidad social y a los problemas personales. En su última novela José María Arguedas parece decirnos no que la novela como género no sólo ya no puede dar cuenta de la realidad destruida, devastada por la modernidad sino que la novela ya no sirve para realizar el que fue su sueño personal, su proyecto de vida: el encuentro de la cultura occidental y la cultura andina en una misma forma expresiva.

lunes, 14 de junio de 2010

BLOC DE NOTAS (de Carlos Calderòn Fajardo)


Hans Magnus Enzensberger (Foto: Internet)

Hans Magnus Enzensberger: el héroe silencioso
Escribe CARLOS CALDERÒN FAJARDO

Hans Magnus Enzensberger (1929) forma parte de un conjunto de intelectuales que después del Holocausto, participaron como héroes silenciosos en el esfuerzo de lograr que su país sea readmitido como una gran nación civilizada. Los líderes políticos e intelectuales alemanes se dieron rápidamente cuenta que se precisaba de una transformación, infinitamente trabajosa de su mentalidad. Dice el filósofo Jürgen Habermas en un artículo publicado en El País (23/05/2010): “Hoy las élites alemanas, al final de un largo camino hacia occidente, han adquirido su certificado de madurez democrática y han vuelto ser como los demás”.

En este largo y trabajoso camino, la literatura jugó un gran papel: Böll, Grass, Walser, Sebald, Bernhard, Handke, Ingeborg Bachman fueron, entre otros muchos, figuras importantes de este renacimiento. En la literatura alemana de post-guerra destaca la obra de Erzensberger, intelectual multifacético, poeta cuya lírica depurada le han merecido reconocimiento mundial, es, a la vez, un gran narrador, periodista, traductor y dramaturgo. Premio Büchner en 1963, el Premio de mayor prestigio que se concede en Alemania, su obra narrativa es amplia desde “Breve verano de la anarquía: vida y muerte de B. Durruti” (1972) hasta “Diálogos entre inmortales, muertos y vivos” (2001). En su último libro “Hammerstein oder der Eigensinn” (Suhrkamp,2008) “Hammerstein, o la intransigencia”, Erzensberger parte de una idea que es recurrente en su obra: la mutación contemporánea de la figura del héroe. De la concepción de que un héroe es un gran hombre, -Alejandro, Napoleón, después de Hitler y Stalin, la idea del héroe, tradicional, se desdibuja. “La Eroica” Beethoven la dedica a Napoleón, luego, cuando el héroe se convierte en un conquistador, el compositor le retira la dedicatoria. El conquistador se hace sospechoso, dice Erzensberger: “Asistimos a la aparición de un género de héroe que ya no es el conquistador sino el que resiste”. Al concluir un largo camino como escritor Erzensberger le rinde homenaje al general Kurt von Hammerstein, quien al llegar Hitler al poder en 1934 solicita ser relevado de todas sus funciones, para luego sumergirse en el silencio hasta su muerte en 1943. Siempre fascinado por alguien que no está del lado ni de los ángeles ni de los demonios, Erzensberger, en esta obra prosterna que es resultado de una investigación de tres años, del 2005 al 2008, entre los 77 y los 80 años del autor, logra un libro sorprendente ya que “Hammerstein…” no es una biografía clásica, sino un fresco histórico hecho de diálogos, de fotografías, un collage, próximo en su espíritu a la conocida obra del autor “Diálogo entre inmortales, muertos y vivos”. En Hammerstein, narra, Erzensberger, como lo haría un detective, una historia cerca de la intimidad de un tipo de alemán distinto al nazi. El personaje principal del libro no es sólo Hammerstein sino él y sus hijas, una familia alemana que es distinta a la idea que se tiene de los alemanes como serviles seguidores de Hitler. Es por ese motivo que en la traducción francesa, se añade al titulo en alemán el subtítulo: Une histoire allemande.

Erzensberger, del 57 al 2009, su obra comprende 17 poemarios, 19 libros de ensayos, 7 libros de narrativa, y 3 dramas, una intensa obra periodística. Saludos desde el Perú a sus 81 años, a uno de los héroes culturales de la rehabilitación alemana.


lunes, 24 de mayo de 2010

BLOC DE NOTAS (de Carlos Calderón Fajardo)

El género policial. (Foto: Internet)

Leonardo Padura: El Miedo y la Violencia, la literatura policial en América latina (I)
Escribe CARLOS CALDERÓN FAJARDO

En una muy interesante antología del cuento policial en español Variaciones en negro de Lucía López Coll (Norma, 2003), el prólogo es del escritor cubano Leonardo Padura: “Miedo y violencia: la literatura policial en América Latina” (2001). Ya desde el título “Miedo y violencia” Padura plantea que los elementos centrales del policial latinoamericano, no son el enigma ni la narrativa de detectives, como lo fue de Poe a Raymond Chandler, los creadores de la novela policial clásica.

En Variaciones…, esta antología del cuento policial latinoamericano, figuran Manuel Vázquez Montalbán, Mempo Giardinelli, Paco Ignacio Taibo II, Ricardo Piglia, Leonardo Padura, el chileno Ramón Díaz, Rubem Fonseca y seis cuentistas más. Autores de siete países –Argentina, Brasil, México, Chile, Colombia, Cuba y España. Es decir ningún peruano–. ¿Por qué no aparecen escritores peruanos en esta antología bastante completa, algo incompleta? Por una de dos razones: o porque la narrativa policial peruana no es conocida por los cultores de este género, que son una especie de secta –se reúnen en eventos internacionales de novela negra–, figuran en premios como el “Semana negra de Guijón” o el “Premio Dashiell Hammett”, o no somos considerados porque no existen cuentos y novelas en la narrativa policial peruana con méritos como para ser considerada dentro de una antología continental. Pienso que la razón es la primera, la literatura peruana, salvo los nombres consagrados de Vargas Llosa y de Bryce, el resto de escritores no recibe la atención que merece, y menos en subgéneros como es el de la novela policial, habiendo escritores con méritos para tener mayor figuración en la llamada “narrativa negra”.

Sin embargo, a pesar de casos muy meritorios, la novela policial no es un género muy practicado por los escritores peruanos. No llegan a cinco las novelas que valen a mí parecer ser tenidos en cuenta. Esto es también extraño, este desinterés por la novela policial, porque basta escuchar los noticieros de televisión y leer los periódicos para darnos cuenta que vivimos en una sociedad “criminalizada” sobre la cual la literatura peruana no está dejando constancia, o al menos no al parecer en una cantidad significativa. Cualquiera de las historias que los peruanos seguimos con interés motivaría una excelente novela policial, sobre todo en la forma de un policial como interpreta Padura la novela policial latinoamericana, es decir, como literatura de Miedo y violencia. La respuesta a este descuido por dejar constancia de la novela policial peruana sobre el crimen en una sociedad criminalizada estaría relacionada a nuestra renuencia a ser modernos, o si se quiere a ser “postmodernos”.

En este interesante prólogo a la antología de Variaciones en negro, Padura nos ilustra sobre el nacimiento y largo viaje de la narrativa policial desde su nacimiento con Poe y Wilkie Collins hasta Dashiell Hammett y Raymond Chandler, es decir, un siglo de vida, que Padura caracteriza como “policial”, aquel cuento o novela donde existe un enigma y un personaje prototípico para develarlo. Esto que va a ser lo que caracterizó a la “novela de misterio” o “detectivesca”. Así hasta llegar a una de las obras maestras del género El largo adiós (1953) de Chandler, en donde al final de la novela el lector no recuerda quien fue el asesino de la novela. La novela policial se desplaza, desde ese momento de un misterio de difícil dilucidación a la existencia de un crimen.

La novela policial latinoamericana no nace de la novela de enigma nace de la novela negra, sobre todo de Raymond Chandler, Cain, Mac Donald, Chester Himes, que traen una propuesta estética, que el mal llamado género policial, se práctica de manera extendida en América Latina y España, pero en menor medida en el Perú –me imagino que tampoco en Ecuador y Bolivia–. La novela policial Iberoamericana coloca no al detective o al policía en el centro sino al crimen y a la violencia, que es violencia urbana, en ciudades donde “conviven el crimen y la vida y la realidad más rampante y esencial de un universo abocado a todas las crisis políticas, económicos, morales y culturales”, escribe Padura. Pero también dice Padura que este neo-policial iberoamericano, ortodoxo y multiforme, transita por caminos que van del subdesarrollo a la post-modernidad, que tomando “las armas de la novela gótica, el folletín de aventuras, y hasta las novelas de far-west… dan cuenta de sociedades cada vez más violentas, caóticas y descentradas como son las sociedades latinoamericanas”.

La relación de la novela policial latinoamericana con la postmodernidad, va a desarrollarla Padura en su libro de ensayos Modernidad, postmodernidad y novela policial (1999).

En la siguiente semana, en la segunda parte de esta nota, nos ocuparemos de la última novela de Padura: El hombre que amaba a los perros. En ella veremos un caso prototípico de los desplazamientos de la actual novela policial latinoamericana, centrada en el crimen, la violencia y el miedo.

lunes, 17 de mayo de 2010

BLOC DE NOTAS (de Carlos Calderón Fajardo)

Escritor Mario Levrero (Foto: Internet)

MARIO LEVRERO. El discurso vacío (La novela imposible de ser escrita)
Escribe CARLOS CALDERÓN FAJARDO

Mario Levrero, cuyo nombre completo era Jorge Mario Verlota Levrero, nació en Montevideo en 1940 y murió en la misma ciudad el 2004. Además de novelista era fotógrafo, librero, guionista de cómics, redactor de una revista de perfil inclasificable. Escritor de 7 novelas y 7 libros de cuentos y dos libros con sus artículos periodísticos. Fue el tipo de escritor que comparte con Clarice Lispector y Julio Ramón Ribeyro, el privilegio de haber vuelto a nacer después de muerto. Estos escritores que vivos fueron casi clandestinos, después de muertos crecen más y más. Sus obras se reeditan y reciben los aplausos y la consagración que en este mundo se les negó. Probablemente esa consagración no les importaba mucho y no hicieron nada para conseguirla. Como dijo José Emilio Pacheco en su discurso al recibir el Premio Cervantes, “escribieron como mendigos” -que es la condición del escritor para Pacheco-, pero sin mendigar nada a nadie. Lo más importante que une a estos tres escritores es su gran calidad literaria, su densidad humana y su profunda capacidad reflexiva.

No sabía sobre cuál de los libros de este uruguayo escribir una nota, uno es mejor que el otro. Su París fue muy difícil eludirlo. Levrero tuvo su propio París, y muy especial. Es un libro altamente recomendable para lo que quieren viajar a París, se van a llevar una tremenda sorpresa al leerlo.

Me decidí finalmente por su novela El discurso vacío. Como todas las novelas de Levrero, siempre toca un tema muy seductor. En El discurso…de lo que trata es de la historia es de un escritor que inicia un cuaderno con ejercicios para mejorar su caligrafía. Los ejercicios están matizados por anécdotas sobre el vivir, la convivencia, la escritura, el sentido y no-sentido de la existencia. El discurso vacío está estructurada a partir de dos bloques, uno es el titulado: “Ejercicios”. El otro lleva el título de “El discurso vacío”. Un bloque, como veremos, se relaciona con el otro.

La novela comienza con un prólogo que en sus primeras líneas a la letra dice: “Aquello que hay en mí, que no soy yo y que busco. Aquello que hay en mí, y que a veces pienso que también soy yo y no encuentro”. En estas primeras líneas está la cifra de esta extraordinaria novela: estamos ante una novela sobre la búsqueda de uno mismo. ¡Vaya qué desafío! Es muy difícil, sino imposible, intentar saber quién es uno mismo. ¿Es la escritura -que Levrero disimula bajo la forma de “ejercicios de caligrafía”- la desesperada y vana búsqueda de intentar saber quién es uno mismo? Cualquier intento de elaborar un texto escrito sobre uno mismo llevará indefectiblemente a un “discurso vacío”.

Los sueños y ensueños se mezclan dentro del relato. Empieza la novela de la manera siguiente: “Soñé que era un fotógrafo”. El relato prosigue pero ya no estamos en la realidad, sino dentro del sueño. Este recurso de narrar sueños como si fueran reales abunda dentro de la novela. Al volver a la realidad, el escritor nos cuenta sus avances en sus ejercicios de caligrafía. En la novela se dice: “La profunda relación entre la letra y los rasgos de carácter y del presupuesto conductista de que los cambios de la conducta pueden producir cambios a nivel psíquico. Cambiando, pues, la conducta observada en la escritura, se piensa que podría llegarse a cambiar otras cosas en una persona”. La intención de la novela se hace evidente, la escritura, que en el fondo no es otra cosa que ejercicios grafo-lógicos, debería producir un mejor discurso, o un contacto con la realidad más efectivo.

La escritura se sigue perfeccionando a través de los “Ejercicios”, pero lo que se va formando es un discurso vacío; sin embargo, tras la apariencia vacía hay demasiadas cosas. En la novela, que como dijimos está escrita en forma de diario, el 25 de noviembre el narrador escribe: “Por eso me pongo a escribir, desde la forma, desde el propio fluir, introduciendo el problema del vacío como asunto de esa forma, con la esperanza de ir descubriendo el asunto real, enmascarado de vacío”. ¿Qué es lo que se esconde tras el discurso aparentemente vacío? La vida.

Ya cerca al fin de la novela, nos percatamos que hemos leído una novela donde nada importante pasa, un inexorable “discurso vacio”. Ahí está lo excepcional, el resultado final es un discurso vacío y al mismo tiempo una novela: El discurso vacío con la fuerza que le confiere la imposibilidad de lo que en teoría no podía ser narrado, y sin embargo llegó a ser una novela. 

La novela en la realidad la empezó Levrero en 1990 y terminó de ser escrita en 1993. El discurso vacío, escrita en forma de diario, inicia el relato un 10 de septiembre de 1990. Al parecer la novela de Levrero fue escrita día a día en la ciudad uruguaya de Colonia, como una especie de diario. Lo que obtuvo en concreto fue lo que el narrador de la novela dice: “Esto fue solo un ejercicio caligráfico y nada más. No tiene sentido preocuparse por darle un contenido más preciso, sólo llené hojas de papel con mi escritura”. En otras palabras, el único sentido en la vida es participar de una escritura, que aparentemente será siempre un discurso vacío, y al mismo tiempo no, por lo menos no para mí. Soy un lector que al terminar de leer El discurso vacío sintió que la vida había sido expresada en esta novela por un gran narrador, vivo, en el mejor sentido de la palabra. 

En el epílogo de la novela se lee: “No podemos salir porque al mismo tiempo no queremos salir, y no queremos porque no sabemos hacia dónde salir, porque la selva es uno mismo, y una salida implicaría alguna clase de muerte. Y si bien hubo un tiempo en que se podía morir cierta clase de muerte de apariencia inofensiva, hoy sabemos que aquellas muertes eran las semillas que sembramos de esta selva que hoy somos”.

lunes, 10 de mayo de 2010

BLOC DE NOTAS (de Carlos Calderón Fajardo)


Escritor Don DeLillo (Foto: http://www.actualidadliteratura.com/)



Don DeLillo, el narrador diferente (Cosmópolis)
Escribe CARLOS CALDERÓN FAJARDO

Siempre me he preguntado por qué el novelista norteamericano Don DeLillo (1936) dada su calidad literaria de maestro indiscutible, autor de una obra de lectura imprescindible en la novela contemporánea: Submundo, no goza en el Perú de la audiencia de lectoría como sí la tienen un Philip Roth o un Paul Auster. He intentado buscar una respuesta. DeLillo ha ganado premios muy importantes, sus obras están en español, traducidas el mismo año que aparecen en inglés, ¿qué pasa entonces? Me he dicho si no será que Philip Roth y Paul Auster son escritores del siglo XX y Don DeLillo lo es del tiempo sin siglo, es más, del camino que va haciendo el mundo desde el siglo XX al siglo XXI y a un infinito tecnológico al que jamás accederemos. Don DeLillo es el narrador del capitalismo tardío al que nunca llegaremos, y nos es ajeno por esa razón, porque su mundo nos es ajeno.

Como nosotros estamos aún en nuestro siglo XIX literario: Flaubert, Víctor Hugo, Dostoievski nos son aún atractivos. Y continuamos empleando los esquemas normativos de la novela europea del siglo XIX, que se repiten como quien obedece a un esquema obligatorio. Es razonable pensar que es muy difícil que podamos asimilar a un tipo de escritor como Don DeLillo. Ha escrito varias novelas entre las que destaca la sobresaliente Submundo (1997). Quizás una de las cumbres de la novela moderna, novela histórica, narra cincuenta años de la vida norteamericana a partir del 3 de octubre 1951, de un partido de beisbol jugado en Nueva York. Acaba de publicar Point Omega (Febrero, 2010). Que es la historia de Richard Elster, un intelectual out-sider que en el desierto de Arizona imagina un punto omega más allá de la evolución humana. Pero la novela sobre la que vamos a intentar decir algo en esta nota es Cosmópolis (Seix Barral, 2003). 

Cosmópolis ocurre en un solo día del año 2000. Una perturbación en el valor del yen, elemento reiterado en la novela que nos sujeta a la narración de un solo día, a diferencia de los 50 años que abarca Submundo. El personaje central es Erick Packer, un multimillonario de 28 años que recorre la ciudad en una limusina acompañado de su guardaespaldas, cual Quijote y Sancho. Desde el título sabemos que estamos en una novela en la que la ciudad, que puede ser Nueva York, por algunos indicios, es el verdadero personaje. Cosmópolis es un paseo imaginario por la superficie de una urbe edificada con la tecnología ultra moderna. Del punto de vista de estrategia narrativa DeLillo desecha el psicologismo a favor de la abundante descripción de superficies, claro como el narrador las ve, recreándola verbalmente. DeLillo construye un relato sin historia. Está hecho de fragmentos, de visiones desconectadas, de las peripecias fugaces en un día de su anti-héroe Erik Parker. De cuando en cuando surgen inserciones, con reflexiones contundentes. Por ejemplo cuando en medio de un incidente disparatado el narrador omnisciente comenta: “El dinero ha perdido sus cualidades narrativas, tal como sucediera en la pintura hace tiempo. El dinero habla solo para si mismo”. Pensamiento que empata con el epígrafe de la novela: “la rata deviene moneda de curso legal” (Zbigniew Hebert). Se abandona la linealidad por la descripción como forma preponderante, es el narrar de un presente que fluye, que no deja de fluir.

La novela prescinde de los elementos fundamentales de la novela clásica: psicología de los personajes, no hay pasado que antecede los hechos, no se espera un futuro porque ya se está en él y si el tiempo es abolido por el presente, por lo tanto estamos ante una novela sin una historia que pueda ser reducida a una fábula; no existe una trama identificable sino un tejido de sucesos desconectados. En ese suceder permanente todo aparece y se desvanece. De Lillo no es un realista cásico como lo es Roth, ni un realista-fantástico como lo es Auster. Cada incidente que les sucede a los personajes de esta novela no tiene consecuencias, desarrollo, ni antecedentes. Eric Packer se pasea, y nos recuerda al flaneur de Benjamin, pero es el paisaje el que ha cambiado. Pero si todos los recursos del realismo decimonónico son abandonados, entonces por qué nos sentimos ante un escritor profundamente realista. En DeLillo no hay la densidad que hallamos en Philip Roth ni la sugerencia de lo no dicho del primer Paul Auster. A diferencia de su novela Submundo (Underwoold), DeLillo reinventa no el pasado sino el presente, que al leerlo hace que nos sintamos casi ya en el futuro. Infinidad de personajes aparecen descritos de una manera muy peculiar para desaparecer tragados por la gran megalópolis que es un cosmos. Todas las frases de la novela parecen estar en lucha con las frases envejecidas por el uso excesivo. Don Delillo es un prosista brillante pero al mismo tiempo trasgresor, a veces hasta procaz, de lo que le interesa de la realidad de los tiempos fractales de una ciudad ultra-moderna que vive su majestuosidad asentada sobre el caos. De Lillo llama a las cosas de una manera diferente para hablar del sexo, la violencia, la muerte, el mercado global, el terrorismo y la relación entre el poder y la alta tecnología. Es el novelista de la híper-modernidad, pero su lección para los autores peruanos está en su extraordinaria capacidad para recrear pequeños incidentes de la vida narrándolos en un nuevo arte de narrar que se manifiesta por una constante reinvención del lenguaje y de la no aceptación de las frases hechas con la se arman la mayoría de nuestras novelas actuales y en el mundo. Es un rasgo de toda la novela, que el lector no se imagine qué va a leer en el párrafo siguiente, y de frase en frase, es impredecible la forma cómo en cada situación DeLillo resuelve una situación narrativa y como la expresa nos sorprende por su originalidad e invención y diría yo de manera magistral.

Don DeLillo es un gran narrador histórico en Submundo. En Cosmópolis es el novelista imaginativo del presente, por su manera ver el que verbaliza lo que los demás no ven. El narrador diferente. Hay que leer Point Omega, que acaba de publicarse en febrero. ¿Es en esta novela corta de 160 páginas la que narra el futuro? 

Cosmópolis está dedicada a Paul Auster. Las últimas líneas con la que termina la novela muestran el estilo, la prosa de DeLillo: "Está muerto dentro de la esfera de cristal de su reloj, pero aún está vivo en el espacio original, a la espera que suene el disparo".

lunes, 3 de mayo de 2010

BLOC DE NOTAS (de Carlos Calderón Fajardo)

Enrique Vila-Matas (Foto: http://www.cambio.com.co/)

Gregorio Samsa y Vila-Matas. La Guerra entre Gutemberg y Google
Escribe CARLOS CALDERÓN FAJARDO

En un artículo de Vila-Matas “Más allá de Gutemberg” en El País a la letra dice: “A lo largo del día me he preguntado que habría sido de Kafka si hubiera tenido que contestar en mil entrevistas por qué contó que Gregor Samsa se encontró un día en su cama convertido en un monstruoso bicho con una espalda dura como un caparazón y un vientre abombado. Me imagino a Kafka escuchando mil veces la misma pregunta.

-¿Es usted ese bicho?

-¿Cómo dice señor?

Ha habido hoy un momento terrible en el que, sin duda a causa del cansancio, me ha parecido que en lugar de preguntarme por el futuro del libro impreso me he interesado más por el futuro del bicho".

La guerra entre La galaxia Gutemberg y el imperio Google es tema de discusión mundial. En periódicos de todo el planeta aparecen, con frecuencia, artículos sobre el problema del libro impreso amenazado por el libro virtual. En el Perú este debate al parecer no llega todavía. O ya está, pero el libro y la lectura siguen siendo un asunto de mayor interés. Es objetivo nacional entrar plenamente en la era de Gutemberg, cuando en el mundo entero Gutemberg sucumbe ante Google. ¿Pero en realidad estamos en la galaxia Gutemberg? ¿O estamos ya en la era Google sin haber pasado por Gutemberg? Por qué diríamos esto. El libro no juega ni ha jugado nunca un rol trascendental en la vida cultural del Perú, por una razón muy simple: porque sólo es leído por una ínfima cantidad de gente. El libro es objeto de consumo de muy pequeñas élites; no existe un verdadero público lector como en España, Argentina o México, tampoco editoriales importantes; los periódicos son sobre todo informativos ( peor aún, sensacionalistas) más que de opinión (reflexión) como lo son El País o Le Monde, donde todos los artículos son firmados. ¿Cuantos ejemplares tiran estos periódicos? ¿Cuál es porcentaje de este tiraje en relación al número de habitantes en el país? ¿Cuántas personas leen solo tabloides amarillos? El 80% peruanos no entiende lo que lee, etc. Los lectores que leen literatura compran en su mayoría libros bestseller. Y la literatura se escribe para tan pocos lectores que se escribe prácticamente para casi nadie. Sin embargo, no hay ciudad, barrio donde no exista una cabina de Internet. Es decir nadie lee en el Perú, pero mucha gente participa del Internet. El libro no juega casi ningún papel en la vida peruana pero el Internet sí. El peruano desde muy joven es sometido a lo bueno y lo malo del Internet sin haber pasado por el libro. Y es posible que cada vez su vida cotidiana sea más afectada por el Internet sin que nunca en la vida lea un libro. Entonces que el libro, sea este impreso o virtual, es un problema de segundo orden porque si nadie lee libros impresos menos los va a leer virtuales. Para que el problema del libro impreso corra riesgo de pasar del papel a la pantalla, tiene que haber previamente lectores de libros impresos que cambien de formato. En el Perú el problema es que nuestra población no lee y sí participa del Internet. De qué le sirve la información que podemos encontrar en google a un analfabeto, es decir al 99% de los peruanos, sobre todo jóvenes, aunque los viejos tampoco leen nada.

Pero qué más dice Vila-Matas en este artículo publicado en El País el 23 de abril del 2010 en la que alude a Gregor Samsa (un articulo mío sobre G. Samsa en el Internet, apareció en blog Letra Capital el 12 de abril): Dice VM: “¿Es pdf una palabra? ¿Me estoy volviendo loco? Esa es también otra buena pregunta. No sé ya si, cuando llegue a casa, podré dormir. Todo me da vueltas, como si las punzadas vinieran de una peonza que fuera a ratos punzón y en otra un monstruoso bicho y ese bicho fuera, además, el futuro del libro. Algo me dice aquí dentro -en la cabeza, reiteradamente punzada y próxima a estallar- que en realidad la producción y distribución de libros poco a poco migrará al ciberespacio y la pantalla reemplazará a la palabra escrita sobre el papel y que habrá ruptura por mucho que yo quiera creer y diga lo contrario. Estoy deshecho. Estoy, con perdón, muy pdf. Habrá ruptura, claro que sí. Pueda que esto sea lo que va a pasar. Pero lo peor es que aún no he llegado a casa y ya sólo veo escarabajos que parecen burdos actores cómicos en un gran drama muy serio. El drama es el mío. Y soy el escarabajo principal”.

A la vez, entre los pocos que leen y escriben empieza a sentirse la influencia de parte del Internet, en cuanto a temas, estilos, procedimientos de técnica literaria. Encontramos novelas construidas a partir de citas al parecer sacadas del google, novelas escritas en forma de blog, o libros que fueron primero un blog. El estilo en la narrativa se hace minimalista y muy conciso, y no por influencia de la lectura del escritor norteamericano Raymond Carver sino por la frecuentación de los escritores menores de 40 años del Internet. Novelas cortas y no extensas novelas totalizadoras que se hacen en Perú cada vez más raras. El florecimiento del micro-relato como sub-género dentro del cuento, son consecuencias del Internet, que es, hoy, también fundamental para la información acerca de la circulación del libro: blogs, revistas virtuales, Facebook, etc. son apoyos importantes para el libro escrito. Cuando se ha debilitado mucho la retroalimentación entre libros y medios de comunicación escritos, ahora el debate de la literatura tiene como escenario los espacios del Internet. Pero acá vivimos un tipo de terror al que está sintiendo Vila-Matas, el verdadero Gregorio Samsa vive entre nosotros, es el que pasa muchas horas en el Internet y ninguna en la letra impresa: nadie lee libros, periódicos, revistas. El que navega en Internet no piensa: juega; no se forma ni se informa, no es crítico, se hace acrítico, se distrae. Se va convirtiendo lentamente en un escarabajo cibernético. ¿Qué tipo de cultura va a salir de esta generación adicta al Internet y que no tiene ningún contacto con la letra impresa? Me imagino que es parte de nuestro Apocalipsis, diferente al de Vila-Matas. Él se convertirá en un escarabajo a la usanza antigua, un insecto cualquiera con patas y pelos, y nosotros en un escarabajo vaciado de cerebro, y con habilidad para apretar botones y dominar no digamos pensamientos sino mecanismos. Una especie de cucaracha ultra-moderna en un país pobre, sin agua ni comida, seres deformes que manejan con pericia programas ultra-desarrollados en donde casi no hay luz eléctrica.

domingo, 25 de abril de 2010

BLOC DE NOTAS (de Carlos Calderón Fajardo)

Damián Tabarovsky (Foto: Eternacadencia).

DAMIAN TABAROVSKY: Literatura de izquierda
Escribe CARLOS CALDERÓN FAJARDO

La narrativa argentina actual es, para mi gusto, la más interesante en América Latina, basta citar algunos nombres de primer orden: Piglia, Fresán, Pauls, Fogwill, Aira, que por supuesto no agotan la lista, lista en la que se podrían incluir 10 a 15 nombres más. Entre estos autores, muy interesantes, está Damián Tabarovsky (1967) con novelas notables como Kafka de Vacaciones y Las Hernias. Pero no es sobre esas novelas sobre que va a tratar esta nota, sino sobre un libro de ensayos suyo, Literatura de izquierda (Beatriz Viterbo editora, 2004) libro muy discutido en América Latina pero que no pasó por Lima. 

Este libro de ensayos de Tabarovsky, no es sobre los escritores marxistas de hoy –tema que también es interesante–. Es un ensayo muy rico en ideas y al mismo tiempo sumamente polémico. Basta una cita para empezar: DT nos habla de la primacía en los 60 de lo cultural sobre lo literario y empieza a lanzar sus dardos parricidas: “Si leemos cualquier libro de esos años. Digamos Rayuela por citar el corazón de ese tiempo; si lo leemos hoy desprovisto de la coraza cultural que lo protegía en ese entonces ¿qué queda? Tan solo el vacío ya la nostalgia de esa coraza”. Para Damián los elementos que van a determinar la narrativa de los 80 y los 90 son el mercado y la academia como marca cultural. La voluntad del capitalismo se fundaba según Tabarovsky en “la necesidad de un mercado funcionando y una academia investigando...Los autores de la academia se pasan al mercado para desde allí mantener su discurso anti-mercantil desmentido por la falsa inocencia de sus propias obras, mientras nuestros bestseller mantienen un constante lloriqueo sobre la indiferencia de la crítica que no reconoce su talento”.

Como se puede ver se trata de un ensayo de 104 páginas de fructífera dinamita. Qué dice Damián T. de su propio libro: “Hace tiempo se me ocurrió escribir un libro que no aclarase nada. Que exponga sin argumentar, que explique sin justificar. Que llevara mi propia literatura hasta ese punto en donde desembocan las ideas: una teoría crítica de la arbitrariedad literaria”.

Pero prosigamos con el desmantelamiento, desmitificación, cortes de cabeza, parricidio, denuncia, alegato Tabarovskiano. Blancos de sus ataques son el mercado y la academia. Para Damián T. en el capitalismo tanto el mercado como la academia necesitan de la novedad para reciclarse. Pero el mercado entiende lo nuevo como la mercancía más reciente vaciando de densidad y perspectiva esa tradición. La academia sabiendo que lo nuevo ya no existe se dedica a historiar el problema dedicando sus esfuerzos a investigar lo que fue nuevo. Ante ese panorama irrumpe según Tabarovsky una literatura de izquierda. “Una literatura que sospecha de toda convención, incluidas las propias. Una literatura escrita por el escritor sin público, por el escritor que escribe para nadie, en nombre de nadie.” Como no sentirse identificado, cercano estas ideas, suscribir mucho de lo que dice el autor de “Las Hernias”: “Una literatura de izquierda que no es visible ni para el mercado ni para la academia ni nunca lo será” Lo que dice luego es contundente: “Fuera del mercado, lejos de la academia, en otro mundo, en el mundo del buceo del lenguaje, en su balbuceo, que se instituye como comunidad imaginaria, como comunidad negativa, la comunidad inoperante de la literatura”. 

Estamos parafraseando a Tabarovsky: la crítica al mercado y a la academia lleva a los “escritores de izquierda” a la búsqueda de otra zonas discursivas, de efectos políticos impensados, de escrituras impredecibles, presupone un más allá de lo realmente existente.

El libro es complejo como para abarcar su riqueza en tan poco espacio, es muy interesante para entender la lucha por erosionar un canon casi indestructible, el canon de la literatura argentina. Puig que carga contra Borges; de cómo Libertella, Fogwill y Aira arremeten contra la decadencia del realismo ramplón, de las herencias de Cortázar y Sábato, de la novela histórica convencional.

La arremetida de Damián T. no deja pájaro sin cabeza: La decadencia de una gran literatura que aparece representada por los que Tabarovsky denomina los jóvenes mediáticos, aquellos que con desparpajo pop y consideran que la literatura no es un asunto serio, que sueñan con una suite en el Hilton, con viajar y que les paguen por escribir, que practican una rebeldía fashion. Y de otro lado, los jóvenes serios, sin frivolidad ni ligereza, pero dispuestos a ganar la mayor cantidad de premios posibles, ser jurados de concursos, asistir a congresos y ferias, escritores convencionales sin ausencia de riesgo, creadores de una literatura en nombre del bien, de lo justo y de lo bello, enemigos del no sentido, de lo subterráneo, de una literatura de izquierda cuyo único objetivo es su imposibilidad.

Es indudable que la literatura peruana no es la argentina. Borges, Cortázar y Sábato no son padres a matar, fantasmas a exorcizar, Piglia tampoco. Y tenemos nuestras contiendas más sociales que estéticas, pero las reflexiones de Damián Tabarovsky no nos son tampoco tan ajenas y nos remueven.

Dos citas de Damián T. para terminar esta nota: “Lo cierto es que buena parte de la literatura argentina se entregó mansamente a la certidumbre de la trama, a la confianza en los personajes, al mérito de la anécdota, a las exigencias culturales más trilladas, al formalismo más académico…” ¿Y nosotros los peruanos qué, somos diferentes?

Y esta terrible frase del autor de Literatura de izquierda: “Buena parte de la literatura argentina contemporánea tiene tan claro lo que quiere decir, que a veces es más interesante ver televisión”. ¿Es distinto para nosotros los escritores peruanos? La diferencia está en que nosotros no tenemos claro lo que queremos decir y nuestra televisión es muy mala.

domingo, 18 de abril de 2010

BLOC DE NOTAS (de Carlos Calderón Fajardo)

Guillermo Martínez (Foto: Blog Eterna cadencia).

Crímenes imperceptibles de Guillermo Martínez
Escribe CARLOS CALDERÓN FAJARDO 

Los crímenes en la novela policial clásica son de dos tipos: el perfecto y el imperfecto. El patrón es casi siempre el mismo: se narra la historia de cómo, alguien, sobre todo un detective, intenta desentrañar un crimen, un crimen que es perfecto o imperfecto. En estas novelas el narrador siembra pistas falsas a lo largo de todo su relato, personajes dentro de una trama que nos atrapa. Son novelas que buscan brindar placer que se logra desafiando la inteligencia del lector. Sin embargo existe un tercer tipo de crimen que no es ni perfecto ni imperfecto, y es el crimen imperceptible. De este tipo de crimen es del que se ocupa el escritor argentino Guillermo Martínez (Bahía Blanca, 1962) en su novela Crímenes imperceptibles (Planeta, 2003).

No está dicho explícitamente en la novela, pero desde el título la idea salta a la vista y cautiva: vivimos hoy en sociedades criminalizadas. Rodeados de todo tipo de crímenes y por todas partes, cuya característica es que son “imperceptibles”. Estos crímenes se producen a gran escala y cada segundo, pero nuestros ojos, nuestra inteligencia, ha sido entrenada para que existan de manera imperceptible, y por lo tanto no contienen ningún enigma a descubrir, más bien nos crean un displacer permanente con los que estamos acostumbrados a vivir. Cuando estos crímenes son llevados a un texto, no se trata de una policial, sino de una narración sobre la violencia, hiper-realista, como las novelas del escritor norteamericano Corman Macarthy: repletas de sangre, brutalidad incontrolable y asesinatos irracionales.

El género de la novela policial ha sido poco practicado en el Perú, las buenas novelas de este tipo en nuestra historia literaria son contadas con los dedos de la mano. Más bien proliferan novelas sobre la violencia. Quizás la novela policial no es atractiva para nosotros porque son tantos los crímenes que se producen a diario en sociedades “criminalizadas” latinoamericanas, que la novela sobre la violencia, -como las del colombiano Fernando Vallejo- en algunos casos espléndidamente escritas, aunque el crimen es el tema, no son novelas policiales. La novela de G. Martínez sí es una novela policial, cuyo principal ingrediente es lo filosófico en la resolución del enigma creado por un asesino serial.

Crímenes perfectos tiene como escenario la Universidad de Oxford, lugar en donde Guillermo Martínez se doctoró en matemáticas. Y la novela es la historia de un joven argentino que va a estudiar matemáticas a Oxford y asiste a la comisión de varios asesinatos en serie, la pesquisa no es otra cosa que un desafío intelectual lanzado al un joven matemático argentino por su profesor, el eminente matemático Arthur Seldom. La novela apela a los juegos de lenguaje de Wittgenstein, al teorema de Gödel y a enigmas relacionados con antiguas sectas pitagóricas, mezclados con los arrebatos de la pasión. El final de la novela es un magnifico cierre dentro de los parámetros de la novela policial clásica de trama compleja.

La novela de Martínez trata sobre aquellos crímenes “imperceptibles” que sólo pueden resolverse a través de series lógicas interferidas. Sobre el particular, Kurt Gödel formula en 1931 su teorema sobre la incompletitud. Gödel demuestra que aún en los niveles más elementales de las matemáticas hay enunciados que no pueden ser demostrados ni refutados, son los enunciados indecibles. El valor de este teorema se le equipara en importancia a la teoría de la relatividad de Einstein. Trasladado el teorema de Gödel a la literatura, nos sugiere que la verdad no puede ser expresada, porque la característica de toda verdad es la de ser incompleta. Es decir, la verdad de una novela, igual como un crimen imperceptible, es inevitablemente incompleta, y si se logra será siempre verdad huidiza, invisible.

Como ésta no es una reseña, no resumiré la novela de Martínez en unas cuantas líneas. Así como ante un crimen, un detective, o un juez, no pueden determinar fehacientemente inocencia o culpabilidad, porque la verdad siempre será incompleta, de la misma manera hay algo en Crímenes imperceptibles de Guillermo Martínez que me impide afirmar si ésta es o no es una buena novela. Sólo puedo decir que sentí un gran placer intelectual al leerla.

lunes, 12 de abril de 2010

BLOC DE NOTAS (de Carlos Calderón Fajardo)

Franz Kafka (Foto: Internet)

Gregorio Samsa y el Facebook
Escribe CARLOS CALDERÓN FAJARDO

Hace un tiempo escribí una novela titulada La vida íntima de Gregorio Samsa. La novela increíblemente salió finalista en un concurso internacional. No la pienso publicar, nunca. Está llena de odio a la vida, es la novela escrita por un insecto. La novela no trata sobre la infancia de Gregorio Samsa, el personaje de La Metamorfosis de Franz Kafka, como alguien supuso. Y es cierto cuando se comentó que era un despropósito dar luces y escribir sobre algo que el mismo Kafka había deseado dejar en blanco. Pero mi Samsa no era el mismo escarabajo de la novela de K. Mi Gregorio Samsa era, o es, en mi novelita fallida, raté, como dicen los franceses, un síndrome: las de aquellas personas que una mañana descubren que se han transformado en una cucaracha. Le ocurre a mucha gente en este mundo infeliz, todos nos sentimos en algunos tramos de nuestra existencia una suerte de Gregorio Samsa. Fue así como parapetado tras el personaje Gregorio Samsa escribí una novela cargada de todos mis resentimientos y frustraciones. Y no se debe escribir con corazón vengativo. Por esa razón esta novela nunca verá la luz. Pero como ciertos fragmentos de esta novelita tienen cierto humor sobre algunos temas de interés general, ahora publico uno en este Bloc de notas para variar el tono un poco dramático de mis notas anteriores.

...
Un día despertó Gregorio Samsa y descubrió que los seres humanos se habían convertido en estúpidos intercambiando tonterías en el Facebook. Desconcertado, Gregorio Samsa se sintió la cucaracha más solitaria del mundo. Pero lo que no sabía Samsa era que el Facebook en realidad representaba, para el que entraba en ese juego, una feroz y terrible adicción.

Samsa sin saber como, por curiosidad de insecto, tal vez, terminó teniendo su Facebook. Entraba a cada instante a maravillarse con tanta estupidez, todo el día inclinado con sus élitros de escarabajo sobre la computadora curioseando en los muros empalagosos de mucha gente. Cuando quiso librarse de la nueva adicción, Samsa ya no pudo; el Facebook es una atracción muy fuerte.  

Samsa, por más que lo intentó, ya no pudo despegarse del Facebook. Siguiendo su instinto de cucaracha se dio cuenta que detrás de tantas bobadas escritas ahí se ocultaba algo mucho más complejo. El Facebook era en realidad un certamen, una especie de torneo. Se competía para demostrar quién decía la tontería más grande. Samsa lo olió, lo captó con sus finas antenas: los términos se habían invertido. El más inteligente era el que formulaba la estupidez más inteligente, pero en una nueva concepción distinta a como la entendió la estupidez de la anterior inteligencia. Es decir la estupidez en el Facebook era un espacio de contra-inteligencia.

Entonces Gregorio Samsa agarró el guante y empezó a escribir en su muro en el Facebook pensamientos inteligentes que no podían ser demolidos por la contra-inteligencia Facebook.

La contra-inteligencia Facebook se percató de inmediato que se había infiltrado en la red un enemigo peligroso. La primera reacción fue un error: los insultaron. Le dijeron cucaracha, escarabajo y otras cosas más. Pero Samsa estaba acostumbrado al insulto y siguió bombardeando no sólo sus muros sino los de muchos “amigos” con frases supuestamente inteligentes. Habló de un glosario artificial para captar la atención desprevenida, de la multi-direccionalidad ambigua de los contenidos afectivos que reemplazan a la uni-direccionalidad de los contenidos intelectuales sin certezas, el renacimiento de Cantinflas, etc.

Los líderes de la contra-inteligencia Facebook intercambiaron mensajes de urgencia, y trazaron una nueva estrategia. Lanzaron en masa un ataque en una lengua desconocida. Bombardearon el muro de Gregorio Samsa con frases redactadas en un lenguaje indescifrable, gruñidos, signos quebrados, trazos rotos. Samsa no supo qué responder, su vieja inteligencia de insecto no le servía de nada contra eso. Pero Samsa no era alguien que se rendía fácilmente. Se pasó horas tratando de descifrar esos mensajes crípticos. Cansado de exprimir su cerebro de sabandija se quedó dormido.

Cuando Samsa despertó, comprobó horrorizado que se había transformado en un ser humano. Y, a este nuevo Gregorio Samsa, su intimidad más profunda lo llevó a escribir, a arañar en su muro pidiendo, rogando, ser admitido por la contra-inteligencia Facebook. Él también quería jugar, divertirse, reírse hasta reventar. 

Samsa recibió un último mensaje en su Facebook: 

Jódete por bruto. Te has quedado solo, escarabajo, porque no comprendiste que el Facebook no es el muro de las lamentaciones sino el de los afectos. No sirve para expresar pensamientos sino sentimientos. Y en la mayoría de los casos pensamientos afectivos. Te has humanizado pero en el fondo de tu alma sabemos que sigues siendo una cucaracha pensante. No te queremos. Nadie te va a aceptar en su Facebook. Nadie va a responder a tus mensajes. Te hemos abandonado para siempre. Chau.

lunes, 5 de abril de 2010

BLOC DE NOTAS (de Carlos Calderón Fajardo)


GASTÓN FERNÁNDEZ POR EL MISMO
Escribe CARLOS CALDERÓN FAJARDO

Siempre se ha dicho si existe un narrador peruano, renovador, original, valioso que continua secreto varias décadas después de la aparición de sus textos. Ese narrador existe: Gastón Fernández (1940-1997). Son inclasificables sus relatos, inauditos para la época que se hicieron conocidos, todos con el mismo título: “Relato aparente”. Según GF un “antitítulo”, de los cuales se sabe de la existencia de 26, 120 páginas, casi una novela. El mismo Gastón Fernández en carta a Carlos Calderón Fajardo dice: “Son tan míos que tardarán mucho en ser publicados” (Quehacer, nº 106, 1997). La obra de publicarse (hay de esos 26 muchos publicados en revistas y su familia debe tener inéditos) hará que nazca para nuestra literatura moderna uno de sus narradores más originales.

La prosa de Gastón Fernández deja de ser una prosa de representación para ser una de conocimiento. Los personajes están vistos desde fuera. El narrador es un observador frío de movimientos. Sabe que el lenguaje no puede “copiar” la realidad entonces intenta reproducir su ritmo. El tema es débil, apenas si se le vislumbra. Sin embargo, los relatos de Gastón Fernández poseen una gran densidad y complejidad. El relato aparente esconde el verdadero relato. Aquí uno de sus relatos como muestra.

Relato aparente (XXI)
Mi hermana viene, diez años luego. Llegará en tren, casi en la ligereza de un silbido familiar. Su llegada es sólo la inmanencia de un día en que el horario es estricto: un día que se estira como una jornada. Así es. De pronto la palabra trampea delante de la realidad, y el ojo ve lo que el cuerpo ignora. Lo que significa en buenos términos lo que el ojo sabe lo que el ojo cree ver. Y el día dura. Me digo: mi hermana va a llegar. El acontecimiento, perezoso en sí, se torna tiempo, un despertar. Lo paradójico es bruscamente que la llegada, que debía ser real, se transforma en espera cuando el tiempo era largo, se transforma en suspenso en el momento menos pensado y más próximo, innecesario ya. Lo que hora que la llegada será de improviso una aparición. Pero la aparición ya no es una verdadera llegada: es, o una irrupción violenta; o un silencio; un silencio epifánico. Un prematuro, advenedizo, rebelde a ruidos humanos, y que justamente sabe del tiempo, de eso que sólo una jornada es capaz de ocupar. Mi hermana, no viene, me ha dicho. No va a llegar. No llegará, me dije. El día era un día claro de verano. Recuerdo que ese instante que fue la catástrofe de ver una banalidad convertida en prácticamente una situación absoluta, me aventó a la luz. Un vacío infinito y una euforia loca, saturada. Entre la presencia física virtual de mi hermana y yo quedó la idea de una llegada, de alguna existencia. Una astilla en la luz. Mi hermana fue efectivamente violada y muerta poco antes de llegar.

Bruselas, invierno 1985. (Quehacer 106, “Una astilla en la luz”)

Gastón Fernández, no sólo era un gran narrador, era también un ensayista de gran profundidad y erudición. La revista Lienzo publicó algunos de sus ensayos (Lienzo nº 7, 1987 y Lienzo nº 10, 1990). De su libro El occidente: el anti-viaje a la India (1983-84) También inédito hemos recogido algunas de sus ideas, que se conjugan y nos permiten comprender en algo su narrativa.

No hay nada representable para la conciencia occidental en este estado de su evolución. Una re-presentación de algo supone una interpretación simbólica del mundo, de sus objetos y del hombre; por consiguiente una distancia, a través de la cual los objetos, el hombre y la realidad no aparecen jamás como son.

El hecho que la representación ya no es necesaria –pero las dos son inseparables. La mirada y la palabra ya no se justifican en una sociedad humana que aprehende mejor la realidad sensible con una máquina fotográfica y una computadora.

¿Cómo podría haber tarea interpretativa del mundo si éste ya no se deja interpretar pues no hay la distancia que lo permitiría? El mundo, las cosas, el hombre están ya definidos, datados, clasificados, archivados e informados, convertidos en lo que son. Sin más: Son el mundo, las cosas, el hombre.

*Imagen de la portada del poemario Breviario (tRpode, 2006)

domingo, 28 de marzo de 2010

BLOC DE NOTAS (de Carlos Calderón Fajardo)

Martín Amis

Martin Amis, El segundo avión. Un escritor aterrorizado escribe sobre el terrorismo

Escribe CARLOS CALDERÓN FAJARDO

Martín Amis publicó en el 2007 y en español el 2009 por Anagrama El segundo avión, un conjunto de artículos y textos sobre el terrorismo islámico. Se trata, sobre todo, de una reflexión suscitada partir del atentado del 11 de septiembre. Este libro se escribe cuando en el mundo el terrorismo se presenta como la cara de la historia moderna, y por lo tanto como desafío a la novela occidental contemporánea. Para nosotros, el tema interesa por obvias razones, de manera especial a nuestra narrativa actual.
DonDelillo, el notable novelista norteamericano en El hombre del salto formula una idea sorprendentemente atractiva: “Existe una profunda estructura narrativa en los actos terroristas que se infiltran y alteran las conciencias como los novelistas pensaban hacerlo en tiempos pasados” ¿Qué se deduce de las palabras de DonDelillo: que el que comete un acto terrorista se siente un personaje viviendo una peripecia novelesca.

Pero el novelista inglés Martin Amis, va más allá, plantea en El segundo avión que el 11 de septiembre no pretendió ser un atentado contra el capitalismo, que no fue ese su objetivo central, sino que el terrorismo islámico buscó, -y busca- impactar en los medios. El terrorista no como personaje novelesco como en una novela conocida de John Updike, sino un protagonista mediático, cuyo propósito es afectar aterrorizando la conciencia de un espectador. Y con el 11 de septiembre lo consiguió, empezando por el mismo Amis.

Otro novelista inglés muy importante, Ian McEwan en su novela: Sábado, analiza de qué manera lo cotidiano se entrelaza con los grandes acontecimientos históricos. Su interés como novelista es indagar, cual neuro-cirujano, la forma cómo el terrorismo afecta a nivel personal, en la conciencia de los hombres de su tiempo.

El segundo avión de Amis es polémico porque no reconoce los matices dentro del Islam. Amis, es severamente criticado en Inglaterra por diarios tan serios como el Sunday Times y el The Telegraph, y por muchos intelectuales. Hacia mucho tiempo que un libro no era tan polémico. Publishers Welkey dice sobre El segundo avión: “Terror y aburrimiento, la mente dependiente, la confusión y perpleja respuesta de occidente”.

Pero el libro no sólo causa polémica en Inglaterra, Acaba de ser publicada en francés y Marc Weitzman critico de Le Monde, escribe el 19 de marzo del 2010:“El peor defecto del libro de Amis no es otra cosa que el conocimiento puramente libresco que el autor tiene sobre el mundo musulmán. ¿A partir de qué mundo habla, del inglés, del americano, del occidental? Lo que se consigue es un libro repleto de disparates (ensayos reportajes) en donde se busca una posición lúcida solo se encuentra incoherencia”.
Por supuesto que hay voces favorables el libro de Amis, se las puede hallar en google. Es defendido por el mismo McEwan.

Amis, en este libro ácido y provocador, afirma algunas ideas muy interesantes. Él afirma que El segundo avión no es sólo un libro sobre el terrorismo sino una reflexión sobre la identidad masculina, vincula el terrorismo islámico con la misoginia paranoica en el mundo árabe. Amis en este libro parece continuar con una idea que aparece también en sus últimas novelas La casa de los encuentros (2008) y Koba (2009) sobre la guerra fría y el estalinismo. Que la historia en lugar de darle cabida a los hombres excepcionales, se los da personajes inconsistentes como Hitler, Stalin y Bush. Pero, al mismo tiempo, junto a estas ideas sugestivas en El segundo avión, Amis se presenta como un autor plagado de prejuicios sobre el islamismo. El segundo avión es para Amis, el Islam. Amis se considera “Islamofobo” y sostiene que el terrorismo siempre se expresa en la forma de una religión, o vinculada a una, especialmente en el Islam donde un conjunto de elementos son entendidos por Amis no como un intelectual lúcido, sino como la visión de un hombre occidental común y corriente aterrorizado y que de alguna manera justifica la agresión contra los practicantes de una religión. Se ha dicho que el terrorismo en el Perú fue más que político un movimiento religioso, con profeta y todo, pero la comprensión novelesca de un fenómeno tan complejo exige de mucha inteligencia y perspicacia, evitando al máximo los prejuicios. El novelista no puede ser parte de una campaña creada para encubrir los verdaderos intereses económicos que se ocultan detrás de la violencia contra los árabes y el Islam, sin que esto justifique, por supuesto, los actos de una minoría fanática y mentalmente desequilibrada. No se puede condenar al pueblo alemán por el nazismo, no se puede echarle al pueblo ruso por lo que hizo el estalinismo, no se puede satanizar al pueblo norteamericano por los actos políticos y militares de Bush.


Marc Weitzmanm de Le Monde, reconoce que el mejor capítulo del libro es el que surge de una visita de Amis a Irak acompañando a Tony Blair. Y esto se relaciona con una pregunta que nos hemos hecho en el Perú repetidas veces: si para escribir sobre el terrorismo, novelas realmente logradas esto solo es posible si son escritas por alguien que ha vivido el terrorismo desde adentro. Que sólo se escriben buenos libros sobre temas que se conocen de manera directa. La idea es muy discutible, ya que, por ejemplo, no se podrían escribir novelas históricas; y la historia de la literatura universal ha demostrado que se han escrito obras maestras por autores que no tuvieron experiencias personales sobre lo que escribieron. El revalorado Julio Verne nunca se movió de Paris.

Amis dice: “Lo que vimos el segundo avión vimos el final de todo, para nosotros su brillo representó el primer atisbo del futuro cercano. Sentí miedo de mi especie”. Un occidental aterrorizado, y Amis lo es, debe inhibirse hasta que supere su miedo. No se puede escribir sobre el terror lúcidamente si se está acosado psicológicamente de esa manera. De repente, la gran reflexión y las grandes novelas sobre el terrorismo en el mundo y en el Perú serán escritas quizás por los que no han nacido todavía, aquellos que posean la distancia suficiente que permita una mirada penetrante, justa y libre de presiones sobre lo que realmente ocurrió.

lunes, 22 de marzo de 2010

BLOC DE NOTAS

Flores Galindo (caricatura de Carlín)

Desastre de los cuerpos
Escribe CARLOS CALDERÓN FAJARDO

El problema humano (y de la literatura) más importante siempre será el de la muerte. Pero hay muertes y muertes, muertos y muertos. El maestro Leopoldo Chiappo partió nadie sabe adónde. Se fue casi en el más absoluto silencio, uno de los pocos sabios que nos quedaban. Edgard Valcárcel también se fue y la música se volvió silenció. Debería haber simposios sobre la obra de Chiappo, múltiples conciertos con la música de Valcárcel. Me acabo de enterar que ha fallecido el maestro Gerardo Ramos, físico, ingeniero, un sabio, maestro universitario generoso y lúcido. En el Perú la gente buena se va como por la puerta falsa y después sólo queda el silencio.

Escribir sobre la muerte siempre será una forma de luchar por la vida, contra los “cultores de la muerte” como los llamaba Alberto Flores Galindo. Nooteboom escribió sobre tumbas de poetas y pensadores para decirnos que existen hombres que continúan vivos a pesar de estar enterrados. La otra cara de esa moneda es la de aquellos que la muerte se llevó demasiado pronto. La violencia de los silenciados. Un segundo silencio cargado de lo que pudo haber sido, dicho, escrito y que se truncó. Pero los que se fueron cuando todavía no debieron haberse ido, a cada instante se sientan a nuestro lado. Se nos cruza su sonrisa, algunas frases suyas reaparecen inusitadamente.

Cada promoción tiene sus poetas y pensadores que se fueron temprano y a veces sin avisar: Javier Heraud, Lucho Hernández, María Emilia Cornejo, Pilar Dughi, Josemári Recalde. Se fueron y nos dejaron una astilla clavada, una piedra en el zapato y a mí una pregunta: ¿Por qué ellos y no yo? Y si no hubieran muerto estos jóvenes llenos de sueños y Armando Rojas y Tito Flores, también jóvenes aún, que tanto amaron la vida, qué habrían escrito o pensado, ahora que todos los días los hijos matan a los padres por dinero, y los enamorados matan muy fácilmente a los que aman por celos, y los jóvenes matan por el simple afán de matarse entre sí, en el cuerpo de un pandillero, y se paga a un sicario para que asesine, y mata un violador de niños a pequeño cuerpo indefenso. De la muerte de ejércitos en guerra hemos pasado a individuos que matan individuos por la furia de las pasiones.

A Armando Rojas lo recuerdo como una brisa ligera que me sonríe. Era un atildado profesor de San Marcos que llegó a Paris en 1974 a hacer su doctorado en literatura. Una noche participábamos de una fiesta y luego de unos tragos, Armando empezó a convulsionar. Parecía ser un típico ataque epiléptico. Le hicieron un examen minucioso en el hospital universitario. Luego de los resultados los médicos le dieron una terrible noticia: la presencia de un tumor en el cerebro que por la ubicación en la que se encontraba no lo podían extirpar. Se trataba de un tumor maligno. ¿Cuánto me queda de vida? preguntó el poeta. Le respondieron que era imposible saberlo: una semana, meses, años. Diez años vivió Armando escribiendo poema tras poema con tintas de colores en el anverso y reverso del papel, hasta el día de su muerte, pocos años después.

El 26 de marzo se cumplen 20 años de la muerte de Alberto Flores Galindo. Tenía cuarenta años cuando murió. Tito se fue atacado por el mismo mal que se llevó a Armando: la presencia de un inquilino energúmeno en la cabeza.

Para que ellos renazcan debemos volver a leerlos. Se van a publicar nuevos libros de Tito y la poesía de Armando espera un editor que le haga justicia. Aquí un fragmento de un poema premonitorio de Armando Rojas:

Desastre de los cuerpos

Vivo este cuerpo con la certeza que el silencio ha de ser total
Todos los años sacudidos por una furiosa angustia vienen
      a decírmelo
Ved pues lo vivido
Una cabeza dos manos cinco sentidos en pos del universo
Astros rotos perdiéndose aquí y allá
Todo lo que una existencia fue quemado al precio de su
     designio
Como si vivir fuera el embate de un futuro sádico y feraz

Ved aquí mi cabeza
La ligera luz de mis tobillos
El cauce todavía visible de mis párpados
Vedme aquí en un derrumbamiento de cenizas
Para que otro viento más cruel
Y despiadado me disperse

S & Q Paris, 1978.

lunes, 15 de marzo de 2010

BLOC DE NOTAS


CEES NOOTEBOOM. El visitante de tumbas
Escribe CARLOS CALDERÓN FAJARDO

Un gran escritor recorre el mundo visitando la tumba de otros grandes escritores que admira. 80 tumbas, 80 textos y 80 fotografías conforman el libro del escritor holandés Cees Nooteboom: Tumbas de poetas y pensadores (Siruela. 2009. Las fotografías de las tumbas son de Simone Sassen) Libro fascinante: ochenta micro-ensayos híbridos construidos con epitafios, fragmentos sobre la muerte escritos por los escritores que yacen enterrados, citas de otros autores sobre el que yace bajo el túmulo. Son ensayos sobre autores que Nooteboom admira. Porque el libro es testimonio de una peregrinación al lugar donde yacen los restos de los autores que acompañaron la vida de Nooteboom.
Nooteboom es, probablemente, el escritor más importante de su pequeño país de magníficos pintores. Poeta, novelista, dramaturgo, ensayista, editor, traductor (traductor de Vallejo al holandés) Nooteboom es uno de los escritores europeos más originales. ¿Por qué este afán de visitar tumbas a través de todo el mundo? Para demostrar que los grandes autores continúan vivos apesar que sus huesos yacen en una tumba. Bolaño podría ser un escritor enterrado en una tumba pero que cada vez está más vivo.
En las 80 tumbas visitadas hay escritores de todas las épocas y del mundo entero. Desde Virgilio, Dante Alighieri, Cervantes hasta Onetti. Nooteboom visita la tumba de varios escritores latinoamericanos: Drummond de Andrade, Bioy, Borges. Neruda, Cortázar y Vallejo. Cada tumba visitada es un homenaje a un amigo, a su huella, a su memoria. Cada texto una reflexión sobre la vida actual del que está muerto, acerca de los muertos que nunca mueren. Ochenta textos sobre la vida y la muerte.
Dice Nooteboom en la Introducción: "El que visita la tumba de un poeta emprende una peregrinación a sus obras completas" No es posible en esta pequeña nota reflexionar sobre todas las visitas de Nooteboom a cementerios regados por el mundo entero. Nos hubiera gustado referir lo dicho sobre Walter Benjamin, Calvino, Gombrowicz, Kawabata, Nabokov, Wittgenstein. Mencionaremos sus visitas a tumbas de autores que nos son especialmente significativos, y tomaremos de los ensayos de Nooteboom algunas flores que parece que no fueran a marchitarse.
Thomas Bernhard está enterrado en Viena. Nooteboom cita sus palabras. "No pienso absolutamente en la muerte, pero la muerte piensa constantemente en mí". Nooteboom visita la tumba de Borges en Ginebra y escribe: "Nunca recibió el Premio Nobel pero se le debe poner su nombre a una estrella" Kafka está enterrado en Praga en la misma tumba que Max Brod y Nooteboom comenta: "Kafka se llevó a Max para poder conversar con su amigo". Sobre Vallejo, Nooteboom consigna la nota introductoria que escribió a propósito de la traducción al holándés de nuestro poeta y en ella dice: "Cuando entro en contacto con sus poemas -pues limitarse a leerlo es imposible- tengo siempre la sensación de que en sus palabras se tritura y pulveriza lentamente algo muy antiguo".
Cees Nooteboom nació en La Haya en 1933. Ha publicado Rituales (1984) La historia siguiente (1992) Perdidos en el paraíso (2006) entre muchas obras de poesía, ensayo y novelas magníficas.