La verborrea insultante y difamante de Losantos empieza a hacer daño a la propia Conferencia Episcopal Española que empieza a abandonarle a su suerte. Parece que solo Rouco le defiende. Incluso el PP le ha abandonado tras el episodio de sus ataques e insultos contra Gallardón. Incluso se rumorea que tiene los días contados él y su amigo César Vidal.
Losantos, nada santo
Pilar Rahola 01/06/2008 Actualizada a las 03:31h
La Vanguardia
Jiménez Losantos es tan cachondo que incluso su apellido es un sarcasmo. ¿Quién, mejor que él, bendecido por el bajo palio episcopal, y protegido por Rouco Varela, representante del Dios preconciliar en la Tierra, podría llamarse Losantos? Además, su estilo radiofónico es tan beatífico y caritativo que bien merece una buena hagiografía en el santoral periodístico. En el florido pensil de mi infancia, a un niño le llamaban Gordi porque era tan delgado que siempre sufría con los pantalones. A Losantos le debe de ocurrir algo parecido: agrupa el santoral en su apellido, porque lo suyo es traer la furia de los infiernos a los micrófonos. ¿Será que es el único santo de las ondas? ¿O será que no deja santo con cabeza?
En cualquier caso, del tipo en cuestión parece que ni el apellido se salva. Ahora que anda por los juzgados, atribulado y abandonado, cual mártir en las catacumbas, explicando al mundanal ruido qué es el periodismo, es quizás el momento de hablar de ello, del periodismo global, y de su particular y deslenguada versión. ¿Hace realmente periodismo, Jiménez Losantos? Lo suyo, ¿es sólo una versión descarnada de la información? ¿O lo suyo es pura trinchera de la mala leche, la mala educación y
la agresividad gratuita? Es decir, ¿estamos hablando de periodismo, cuando decimos que hablamos de Jiménez Losantos? Según su particular versión, prácticamente es el único periodista libre de la radiofonía española. Según la versión de sus damnificados, que son legión, es el único periodista que confunde el derecho a la información con el derecho al insulto. Recuerdo que cuando Carles Francino empezaba sus mañanas en la Ser, le preguntaron si él era las antípodas de Jiménez Losantos, si habitaba en el otro extremo ideológico del periodismo. Y Carles respondió: "Yo no estoy situado en ningún extremo. El único que hace información extrema es él". De eso se trata, de saber si el periodismo lo incluye todo, incluso construir, a través de los micrófonos, un edificio inquisitorial que lleva a la hoguera a cualquiera que no sea del agrado del inquisidor mayor. Y que alienta a las huestes a participar y disfrutar del aquelarre. A pesar de que el ínclito mártir asegura que la simbiosis entre información y opinión es la esencia del periodismo, esconde las trampas con notable habilidad. Porque lo suyo no es información y opinión. Lo suyo es la mezcla explosiva, la confusión caótica de los géneros, hasta conseguir que la diana que coloca en las cabezas de sus víctimas se transmute en noticia. No tengo ninguna duda de que Jiménez Losantos no practica el periodismo. Practica la caza del hombre con tal saña que exhibe sus trofeos en las ondas para mayor gloria del canibalismo. Hasta ahora, su tiro a la pieza mayor había gozado del amparo legal, y, según parece, de la bendición divina. Pero como ni Dios es de fiar, y a lo mejor se ha hecho del PSOE, sus tiempos de impunidad parecen llegar a su fin. En cualquier caso, tres cosas han ocurrido que caminan en esa dirección: la pelea interna del sector episcopal, cuyo flanco menos delirante está hasta los mismísimos sagrarios del periodista, quizás preocupado por la mala imagen que ofrece; el proceso judicial, que parece augurar alguna sentencia desfavorable; y, finalmente, la deserción de sus amigos del flanco duro del PP, que han huido de su defensa, como el gato huye del agua. ¿Qué esperaba el tipo? ¿Que se colgaran con él? Pero, además, los tiempos han cambiado, y ese verbo desaforado que alienta la pelea entre comunidades, desprecia a las lenguas y culturas de la Península, ataca a los catalanes con la misma sutileza que tiene un puercoespín, marca la agenda del PP, hasta situarlo en el límite más extremo de la parrilla política, y hasta se permite el lujo de escoger entre buenos y malos líderes populares, ese verbo empieza a resultar una pesada carga para los propios que, hasta ahora, se habían beneficiado de él. Ni a Esperanza Aguirre, defensora de Losantos ante la monarquía, le puede interesar esa contaminante compañía en su cruzada liberal. Es lo que tiene la Inquisición. Que primero resulta útil para quemar brujas. Pero, al final, hasta las brujas se rebelan.
"La deriva de la Cope dificulta y perjudica la labor de la Iglesia"
Enric Juliana Barcelona 01/06/2008 Actualizada a las 03:31h
La Vanguardia
El cardenal Lluís Martínez Sistach no es ajeno al debate abierto en el comité ejecutivo de la Conferencia Episcopal Española sobre la singular deriva de la Cope, cadena de radio eclesial en la que se insulta al embajador del Vaticano en España, se azuzan hasta el infinito los prejuicios anticatalanes, se denigra al líder de la oposición y se jalean manifestaciones de extrema derecha ante la sede central del Partido Popular. En conversación con La Vanguardia, el pasado jueves en el palacio episcopal de Barcelona, el cardenal Martínez Sistach ha querido fijar su posición en el debate.
¿Es la primera vez que el episcopado siente preocupación por la Cope? Es un problema que viene de lejos y que ahora vuelve a manifestarse con intensidad. Es misión del comité ejecutivo de la Conferencia Episcopal velar por la adecuación de la Cope al ideario aprobado en asamblea plenaria el año 1994. Servidor ha reclamado en diversas ocasiones que este ideario se cumpla en todos los programas, esto es, respetando el derecho de las personas a la buena fama, respetando los valores constitucionales, respetando las instituciones, entre ellas, las autonómicas, y manteniendo la independencia política. La Cope debe ser coherente con la naturaleza de la Iglesia, ya que en la Iglesia caben personas de distintas orientaciones políticas. ¿Cuál fue su posición en la última reunión del comité ejecutivo de la CEE? En la última
reunión del comité ejecutivo de la CEE fuimos informados del propósito del consejo de administración de la Cope de renovar el contrato al señor Federico Jiménez Losantos. Manifesté mi desacuerdo. El programa matinal, y algún otro, no fomentan la concordia ni la serenidad, sino la agitación y la crispación. En las diócesis catalanas, los obispos constatamos con dolor cómo algunos programas de la cadena contribuyen a la desafección de muchas personas respecto a la Iglesia. Y se produce, también, una repercusión negativa en la decisión de muchos contribuyentes a la hora de decidir la aportación tributaria a la Iglesia. ¿Está cerrada la discusión? El comité ejecutivo ha de velar por que la cadena funcione de acuerdo con el ideario que le he citado. Ello se ha tratado ya en diversas reuniones y se seguirá tratando. Espero y deseo que encontremos pronto caminos de solución. Reitero que en la última reunión del comité ejecutivo manifesté mi desacuerdo con la renovación del contrato del señor Jiménez Losantos. E insistí, una vez más, en que los programas de la cadena deben adecuarse siempre al ideario de 1994. Lo que estoy diciendo no colisiona con el derecho a la libertad de expresión. Los medios de comunicación social necesitan la libertad de expresión, pero la libertad de expresión comporta y exige el respeto de los derechos de las personas y las instituciones. Esta obligación es especialmente intensa en los medios de titularidad eclesial. ¿Van a exigir por escrito que se cumpla el ideario aprobado en 1994? El comité ejecutivo deberá expresar su deseo, su petición, su exigencia de que todos los programas de la Cope funcionen de tal forma que se evite la vulneración del ideario y se deje de fomentar la excitación y la crispación. Esa debe ser la preocupación del comité ejecutivo: la coherencia de la Cope con la doctrina social de la Iglesia. ¿Qué opina de la campaña de denigración de la figura de Mariano Rajoy desatada por el programa matinal de la emisora? La Cope no ha de interferir en los debates internos de los partidos políticos y menos aún adoptar posiciones de beligerancia respecto a estos. Ello no impide que la cadena tenga un espíritu crítico, respetuoso y serio. ¿Qué impresión le causa saber que una emisora propiedad de la Iglesia católica tacha de "masón" al embajador del Vaticano en España? ¿Es necesario
entrar en algo tan desagradable? Creo que mehe expresado con total claridad. ¿Qué información tiene el Vaticano sobre este asunto? Todo lo que se ha publicado en la prensa. Y el Vaticano dispone además de sus propios canales de información. La Santa Sede desea que un medio de comunicación de la Iglesia, concretamente de la Conferencia Episcopal, desarrolle su actividad de acuerdo con el ideario aprobado. Insisto, el ideario aprobado en 1994. La coherencia obliga a ello. Insisto, la Cope dificulta en estos momentos la labor de la Iglesia. Y la Iglesia necesita instrumentos positivos que le ayuden a llevar a cabo su misión, no que la dificulten. La Iglesia necesita un potente medio de comunicación, no un potente medio de generación de conflictos. La legislatura anterior acabó con un fuerte encontronazo entre el Gobierno socialista y el episcopado. Todo lo que va mal tiende a empeorar... Espero que en esta nueva legislatura pueda haber un dialogo leal y constructivo con el Gobierno que no tiene por qué excluir la critica positiva. Ahora el punto de desencuentro es la asignatura de Educación para la Ciudadanía. La asignatura de Educación para la Ciudadanía debería formar parte de ese diálogo sincero. La inclusión en su currículo de materias referidas a la educación moral y ética de los niños - me refiero a los temas de género, a la noción misma de la familia y del matrimonio- no es aceptable, porque son asuntos que competen a los padres. La Constitución española reconoce el derecho de los padres a la educación moral y religiosa de sus hijos. El diálogo sincero y constructivo con el Gobierno nos debería permitir una sabia corrección de la asignatura. La Iglesia nunca se opondrá a que en las escuelas se enseñen los derechos y los deberes constitucionales y las normas básicas de ciudadanía. ¿Alienta la Iglesia el boicot a la nueva asignatura? La Conferencia Episcopal no ha realizado nunca ningún llamamiento al boicot, pero reconoce el derecho de los padres a hacer valer sus derechos mediante todos los métodos legítimos. Evidentemente, si el Gobierno aceptase que la educación moral de los niños es responsabilidad de los padres, disminuiría de una manera muy importante el clima de división generado, que no sólo es de orden político. La Iglesia defiende a la familia. La familia ya no es lo que era. La
familia sigue siendo básica. Y más en los tiempos que vienen. El Gobierno no debiera olvidar, en absoluto, el importante papel que tiene la familia en momentos de dificultad económica y de tensión social. Ni tampoco el papel de la Iglesia a la hora de ayudar a los más débiles. Una organización como Cáritas tiene un gran papel en la sociedad, y si le economía empeora, aún más. El Gobierno prepara una nueva ley de Libertad Religiosa. Deberíamos saber exactamente en qué va a consistir esta nueva ley de Libertad Religiosa. La actual, aprobada en 1978, es plenamente constitucional. Ha sido una buena ley. No veo motivo para cambiarla. El sistema constitucional establece una laicidad positiva y abierta que respeta las creencias de todos los ciudadanos y acepta su incidencia pública. La laicidad del Estado no significa que la sociedad sea laica. Y se comienza a discutir la presencia de símbolos religiosos en actos oficiales... Aquí topamos con el problema de la identidad. La identidad de nuestro país no se entiende sin el cristianismo. Los símbolos religiosos - los campanarios, por ejemplo, o las biblias y crucifijos en determinadas ceremonias institucionales- nos recuerdan cuál es nuestra identidad. Dos cosas más sobre la identidad. Asistimos a un alarmante empobrecimiento cultural de los jóvenes, que ya no saben interpretar signos fundamentales de nuestra tradición cultural. Y asistimos al gran fenómeno de la inmigración. Mal podremos facilitar una integración inteligente de los inmigrantes si desconocemos nuestra identidad. Paradójicamente, las relaciones del episcopado con el Govern de la Generalitat parecen mejores que con Madrid. Digo paradójicamente, porque la palabra tripartito no es hoy sinónimo de armonía. Creo que son buenas, fruto de una idiosincrasia catalana tendente al entendimiento y al diálogo. Fue interesante el parlamento del presidente de la Generalitat en un reciente acto de celebración del aniversario de la Facultat de Teologia de Barcelona, en el que reconoció las raíces cristianas de Catalunya y la aportación de la Iglesia en momentos difíciles para el país. Bueno, creo que hay discrepancias serias sobre un túnel... La Sagrada Família recibe más de tres millones de visitas al año. Es el monumento más visitado de España; es un referente universal de Barcelona y un gran símbolo cristiano. ¿Qué necesidad hay de tentar el riesgo? La Iglesia es un gran sensor social. ¿Perciben también ustedes un desaliento catalán? Ciertamente, somos muy autocríticos en Catalunya. Seguramente es una actitud con
un fondo positivo, pero también deberíamos cuidar más nuestra autoestima, en el ámbito de la política, de la economía, y también en el ámbito eclesial. Le pondré un ejemplo. En el barrio del Raval de Barcelona hoy hay 70 entidades vinculadas a la Iglesia realizando un meritorio trabajo social. Hemos de ser más positivos, más optimistas. Hemos de estar más a favor del sí que del no...