“Cuando encuentres a Buda, mátalo”. No lo digo yo, lo dice el proverbio. Y es que además ese cabrón se le parecía: gordo, calvo, con los ojos rasgados… si hasta vestía de naranja. Estaba claro, ¿no? ¿Quién coño iba a pensar que en China también había repartidores de butano?

PASAPALABRA

- “Por la H, especialista en la lengua y la cultura griegas”.

Las luces del plató han bajado y el único foco me apunta a mí. El silencio absoluto se rompe en varios suspiros de alivio. Mis compañeros de equipo, un one-hit-wonder latino de finales de los 90 un tanto decrépito y la presentadora del programa de cotilleos de moda -en un estado de conservación inclasificable debajo de varios estratos de maquillaje- se dan un codazo cómplice y sonríen. El presentador contiene el aliento preparando mentalmente las felicitaciones y los abrazos. Y es que no es para menos. 500.000€. El premio más alto en las 14 temporadas del programa. Y el concursante es, ni más ni menos, que profesor de Griego en un instituto. De eso que si te lo cuentan no te lo crees.

Los segundos pasan. Despacio. Millones de cabezas que se preguntan a la vez: “¿Por qué coño/carajo/demonios/diantres no responde?” Pupilas que se dilatan, manos que se crispan, impaciencia, tensión. “¡Res! ¡Pon! ¡De! ¡¡¡Ya!!!”

Cuando por fin abro la boca es como si hubieran colocado el Grito de Munch en medio de un salón de espejos en Versalles: caras desencajadas por todas partes. Y prometo que solo he pronunciado una palabra. Y no, no era el verdadero nombre de Dios. “Hilipollas”. Eso es lo que dije.

Risa de hiena del presentador. “Bueno…esto…jejejej… estamos todos un poco nerviosos, claro. Porque son… 500.000€ lo que está en juego. ¡Sí, señores!” -aplauso atronador que apaga el ruido de las gotas de sudor cayendo al suelo encerado-. “Enrique, veo que no pierdes el sentido del humor ni en mitad de un bombardeo… Pero bueno, el público está deseando escucharte decir la respuesta correcta, y es…”

“Hilipollas” -interrumpo. “Especialista en la lengua y la cultura griegas: Hilipollas”. El hombre no da crédito, está noqueado, y solo acierta a balbucear: “Pero… si es por H, la H…”.

“Ahh, eso” -digo con mi mejor sonrisa-, “coño Cristian, claro… es que es una H aspirada, como la del inglés se pronuncia así como un G suavita”. Y pensé que ya estaba todo aclarado, por eso no entendí por qué el tipo se llevó el dedo índice al cuello y lo movió de un lado a otro. “Corten”, se oyó, y la gente empezó a levantarse mientras sonaba de fondo la sintonía del programa.
Me acerqué por detrás y le toqué en el hombro. “Esto… Cristian… ¿y el cheque? ¿Por qué no me lo han dado? Hay un programa especial para la entrega o algo…”. Me miró con la misma extrañeza que si su corbata se hubiera lanzado a hablar. Luego me mandó a la mierda y se fue haciendo aspavientos. De nada sirvió que le explicara otra vez la pronunciación de la H, o que todas esas preguntas que te hacen -¿Y eso qué es? ¿Ah, pero todavía se estudia? ¿Y eso para qué sirve? ¿Los griegos eran esos que se estaban dando todo el día por el culo?- en realidad se podrían resumir en una sola palabra y no es helenista, precisamente. Cuando las hacen, cuando te miran esperando la respuesta, lo que piensan es que eres hilipollas


En fin. Ya ni siquiera me cogen el teléfono cuando llamo para preguntar qué hay de lo mío. Pero seguiré peleando, vaya que sí.

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