En la actual bandera de la India se puede contemplar, aparte de sus franjas horizontales de color naranja, blanco y verde, un círculo en la franja blanca central, una especia de rueda con veinticuatro ejes de color azul. Es el conocido como chakra de Ashoka, una de las grandes figuras de la historia del milenario país.
Ashoka o Aśoka, llamado "el Grande", nacía el año 304 antes de Cristo en la moderna Patna, capital del Imperio de los Maurya, una dinastía surgida del confuso período que siguió a la muerto de Alejandro Magno. Fue el abuelo de Ashoka, Chandragupta, quien erigió el futuro imperio familiar.
Ashoka nacía pues en el seno de la familia más poderosa de la India, especialmente tras las conquistas llevadas a cabo por su padre, Bindusara. La madre de Ashoka era la reina Dharma, aunque acorde a las costumbres de los reyes de la época cuando llegó a este mundo muchos hermanos y algunas hermanas ya vivían en palacio, fruto de los amores de Bindusara con sus concubinas.
Así pues, Ashoka creció sano, fuerte y orgulloso en la familia imperial, donde nada le faltó, y donde fue educado, como cualquier príncipe, en las artes de la política y la guerra, y en los secretos de los Vedas. Dicen que siendo adolescente ya denotaba una fuerte personalidad, que gustaba de practicar la caza, y que podía ser muy fiero y cruel. Muy pronto tuvo bajo su responsabilidad el mando de varios regimientos militares.
El principal heredero al trono, el hermano mayor de Ashoka, el príncipe Susima, pronto vio en el talentoso Ashoka a un peligro rival para la sucesión. Susima convenció al emperador para que mandara a Ashoka a sofocar una rebelión en el Norte de la India, esperando que dada la juventud e inexperiencia del joven príncipe pereciera junto a sus tropas, quedándole el camino libre para el trono imperial. Pero Ashoka hizo gala de sus dotes de estratega y no sólo no murió en el combate sino que regresó triunfante y con una popularidad entre sus súbditos aun mayor si cabe. Una vez más, Susima y otros hermanos intrigaron contra Ashoka, persuadiendo al emperador de que enviara a Ashoka al exilio.
Tras dos años de exilio Ashoka fue enviado por el emperador a la ciudad de Ujjain, donde había estallado otra revuelta. Ashoka marchó de nuevo y logró otra vez sus objetivos. Además, conoció y se enamoró de una joven pebleya, con quien contrajo matrimonio. Su mujer no sólo no era noble sino que además era budista, lo que provocó la ira del emperador Bindusara, quien recluyó a Ashoka en Ujjain nombrándole gobernador de la ciudad.
Fue poco después cuando tuvo lugar uno de esos hechos donde confluyen historia y leyenda, y donde es difícil discernir una de la otra. Lo cierto es que aproximadamente un año después la mujer de Ashoka quedó en cinta. Más o menos por aquellos días el emperador Bindusara cerraba sus ojos para siempre. Susima movió sus fichas rápido, y para evitar cualquier oportunidad de que Ashoka, apoyado por su inminente descendencia, reclamara el trono, envió a un asesino a Ujjain para que acabara con el pequeño. Finalmente hubo una víctima equivocada, pero según los viejos relatos indios un iracundo Ashoka atacó Pataliputra, la tomó por la fuerza y acabó con todos sus hermanos. Fuera o no así, lo cierto es que Ashoka fue finalmente el nuevo emperador Maurya.
Como muchos jóvenes reyes, y siguiendo la estela de su abuelo y su padre, Ashoka se mostró sediento de nuevas conquistas y victorias. Continuó guerreando con estados vecinos, ampliando el cada vez más grande territorio del Imperio Maurya. Hasta que llegó la guerra de Kalinga.
Kalinga era una república feudal costera que se tradicionalmente se había interpuesto en los planes de expansión de los Maurya. El abuelo de Ashoka había tratado infructuosamente de anexionarla, era un poderoso estado. Sin embargo, el nuevo emperador tendría más éxito, tras librar la que muchos consideran una de las guerras más sangrientas de la historia.
Efectivamente, Ashoka tuvo éxito en su misión, pero en su búsqueda de gloria más de cien mil vidas fueron destruidas ante los propios ojos del emperador, quien al parecer no pudo abstraerse de la terrible matanza que tuvo lugar en su nombre. Se cuenta que un río cercano se tiñó de rojo, tal fue la cantidad de sangre derramada. El rey más poderoso de la India del siglo III a.C. comprendió que él era el único culpable de aquella matanza. Fue por su mano y guía que tantas vidas habían sido derramadas en pos de una gloria fútil.
Del periodo de introspección que siguió a la batalla de Kalinga resurgió un nuevo emperador, más pío y terrenal, que había abrazado las enseñanzas del budismo, dando paso a una nueva y revolucionaria política que quedó condensada en los conocidos como "Edictos de Ashoka", una serie de leyes que quedaron labradas en lo que probablemente fueron decenas de columnas por toda la India.
Siguiendo y buscando el concepto del 'dharma', una verdad universal, los nuevos edictos establecían conductas morales, sociales y religiosas para todos los súbditos de Ashoka, buscando el bien común y la felicidad de los mortales. Desde la ayuda al prójimo, el respeto a los animales, las ventajas del budismo hasta la perfecta armonía natural mediante caminos rodeados de árboles Ashoka trató de enmendar su pasado manchado de sangre mediante la propagación de aquellas nuevas ideas del budismo, la meditación y una línea religiosa y pacifista que pudiera unificar a su imperio y sus gentes de una forma más fuerte y justa que mediante la espada.
Si Ashoka logró realmente deshacerse de sus ideas y actitudes pasadas, esa es una cuestión de estudio para historiadores y especialistas. Pero el testimonio que nos han dejado sus columnas son el de un emperador guerrero que vio conmovida su alma por un horror del que había sido responsable, logrando cambiar su actitud para tratar de ayudar a sus súbditos y compañeros mortales.
Ashoka fallecía el 232 a.C. y el imperio Maurya no logró sobrevivir mucho tras su muerte. Pero fueron sus ideas y su filosofía las que le hicieron inmortal, como demuestra ese pequeño símbolo en la bandera nacional de la India moderna.
Ashoka nacía pues en el seno de la familia más poderosa de la India, especialmente tras las conquistas llevadas a cabo por su padre, Bindusara. La madre de Ashoka era la reina Dharma, aunque acorde a las costumbres de los reyes de la época cuando llegó a este mundo muchos hermanos y algunas hermanas ya vivían en palacio, fruto de los amores de Bindusara con sus concubinas.
Así pues, Ashoka creció sano, fuerte y orgulloso en la familia imperial, donde nada le faltó, y donde fue educado, como cualquier príncipe, en las artes de la política y la guerra, y en los secretos de los Vedas. Dicen que siendo adolescente ya denotaba una fuerte personalidad, que gustaba de practicar la caza, y que podía ser muy fiero y cruel. Muy pronto tuvo bajo su responsabilidad el mando de varios regimientos militares.
El principal heredero al trono, el hermano mayor de Ashoka, el príncipe Susima, pronto vio en el talentoso Ashoka a un peligro rival para la sucesión. Susima convenció al emperador para que mandara a Ashoka a sofocar una rebelión en el Norte de la India, esperando que dada la juventud e inexperiencia del joven príncipe pereciera junto a sus tropas, quedándole el camino libre para el trono imperial. Pero Ashoka hizo gala de sus dotes de estratega y no sólo no murió en el combate sino que regresó triunfante y con una popularidad entre sus súbditos aun mayor si cabe. Una vez más, Susima y otros hermanos intrigaron contra Ashoka, persuadiendo al emperador de que enviara a Ashoka al exilio.
Tras dos años de exilio Ashoka fue enviado por el emperador a la ciudad de Ujjain, donde había estallado otra revuelta. Ashoka marchó de nuevo y logró otra vez sus objetivos. Además, conoció y se enamoró de una joven pebleya, con quien contrajo matrimonio. Su mujer no sólo no era noble sino que además era budista, lo que provocó la ira del emperador Bindusara, quien recluyó a Ashoka en Ujjain nombrándole gobernador de la ciudad.
Fue poco después cuando tuvo lugar uno de esos hechos donde confluyen historia y leyenda, y donde es difícil discernir una de la otra. Lo cierto es que aproximadamente un año después la mujer de Ashoka quedó en cinta. Más o menos por aquellos días el emperador Bindusara cerraba sus ojos para siempre. Susima movió sus fichas rápido, y para evitar cualquier oportunidad de que Ashoka, apoyado por su inminente descendencia, reclamara el trono, envió a un asesino a Ujjain para que acabara con el pequeño. Finalmente hubo una víctima equivocada, pero según los viejos relatos indios un iracundo Ashoka atacó Pataliputra, la tomó por la fuerza y acabó con todos sus hermanos. Fuera o no así, lo cierto es que Ashoka fue finalmente el nuevo emperador Maurya.
Como muchos jóvenes reyes, y siguiendo la estela de su abuelo y su padre, Ashoka se mostró sediento de nuevas conquistas y victorias. Continuó guerreando con estados vecinos, ampliando el cada vez más grande territorio del Imperio Maurya. Hasta que llegó la guerra de Kalinga.
Kalinga era una república feudal costera que se tradicionalmente se había interpuesto en los planes de expansión de los Maurya. El abuelo de Ashoka había tratado infructuosamente de anexionarla, era un poderoso estado. Sin embargo, el nuevo emperador tendría más éxito, tras librar la que muchos consideran una de las guerras más sangrientas de la historia.
Efectivamente, Ashoka tuvo éxito en su misión, pero en su búsqueda de gloria más de cien mil vidas fueron destruidas ante los propios ojos del emperador, quien al parecer no pudo abstraerse de la terrible matanza que tuvo lugar en su nombre. Se cuenta que un río cercano se tiñó de rojo, tal fue la cantidad de sangre derramada. El rey más poderoso de la India del siglo III a.C. comprendió que él era el único culpable de aquella matanza. Fue por su mano y guía que tantas vidas habían sido derramadas en pos de una gloria fútil.
Del periodo de introspección que siguió a la batalla de Kalinga resurgió un nuevo emperador, más pío y terrenal, que había abrazado las enseñanzas del budismo, dando paso a una nueva y revolucionaria política que quedó condensada en los conocidos como "Edictos de Ashoka", una serie de leyes que quedaron labradas en lo que probablemente fueron decenas de columnas por toda la India.
Siguiendo y buscando el concepto del 'dharma', una verdad universal, los nuevos edictos establecían conductas morales, sociales y religiosas para todos los súbditos de Ashoka, buscando el bien común y la felicidad de los mortales. Desde la ayuda al prójimo, el respeto a los animales, las ventajas del budismo hasta la perfecta armonía natural mediante caminos rodeados de árboles Ashoka trató de enmendar su pasado manchado de sangre mediante la propagación de aquellas nuevas ideas del budismo, la meditación y una línea religiosa y pacifista que pudiera unificar a su imperio y sus gentes de una forma más fuerte y justa que mediante la espada.
Si Ashoka logró realmente deshacerse de sus ideas y actitudes pasadas, esa es una cuestión de estudio para historiadores y especialistas. Pero el testimonio que nos han dejado sus columnas son el de un emperador guerrero que vio conmovida su alma por un horror del que había sido responsable, logrando cambiar su actitud para tratar de ayudar a sus súbditos y compañeros mortales.
Ashoka fallecía el 232 a.C. y el imperio Maurya no logró sobrevivir mucho tras su muerte. Pero fueron sus ideas y su filosofía las que le hicieron inmortal, como demuestra ese pequeño símbolo en la bandera nacional de la India moderna.