chiquilín de bachín

—El mundo es la suma del pasado y de lo que se desprendió de nosotros— Novalis

miércoles, agosto 06, 2008

De veranos, noches y sueños

Anoche tuve un sueño
y anoche era verano, 
oh verano terrible,
para un sueño malvado.

No hay canciones que reflejen veranos difíciles. Excepto esta de Silvio, claro. La mayoría que recuerdo en castellano suelen ser festivas y vulgares. Su crónico calor no va acompañado de cosas tales como la reflexión. En realidad ninguna estación. Pero es como si el verano hubiera sido fundado con estrictos fines hedonistas. ¿Alguien imagina a Alsogaray pronunciando algo así como 'hay que pasar el verano'?

Y el tema es que era más fácil pasar el invierno. No sé cuánto hay de real en las cifras y en las estadísticas que marcan que la desocupación, el 'paro' como lo llaman acá, está en los índices más altos de los últimos diez años. Lo único que sé es que todos los proyectos iniciados desde el regreso de Buenos Aires se desmoronaron simultáneamente en cuestión de días. Los diarios para los que escribía dejaron de pagar y de pedir más notas. El restaurant donde tocaba bossa nova los fines de semana con un amigo chelista cambió de músicos como de funda fina y elástica anticonceptiva (así define la R.A.E. lo que uno conoce más bien como un 'forro') y sin avisar. El premio se lo llevó la sala de exposiciones para la que trabajaba. Cerró por el verano, también sin previo aviso, por 'falta de presupuesto'. 

Y la empresa que me subcontrata me trasladó a un museo privado dedicado a un pintor catalán de cuyo nombre no quiero acordarme. Ahí me pagan un treinta por ciento menos de lo que me pagaban antes. Para decirle a la gente dónde queda el baño y prohibirle de sacar fotos. A veces fantaseo sobre cómo sería si el pintor en cuestión, un hombre de izquierdas y célebremente republicano, se despertara y viera qué han hecho en su nombre con muchísimo ánimo de lucro. La cantidad de currículums que envié para escapar de dicho antro deberá rozar la centena. Las entrevistas no superan los dedos de la mano hábil con la que escribo estas líneas. La precariedad de las condiciones de las ofertas son cuantitativamente insultantes. ¿Será mi bajón el que me hace pensar que no hay mucha gente en este país que quiera tener universitarios que trabajan para emanciparse antes de los treinta años?

Por lo pronto, Mikele está convencido de que estoy obsesionado con lo efímero y lo volátil de las cosas. Mi trayectoria inmobiliaria me da la razón. En menos de dos meses, por diferentes circunstancias que no merecen ser publicadas, viví en tres barrios y pisos distintos. Y, al parecer, deberé seguir yirando. Del Raval volví temporalmente a Sants y desde hace un mes en el Eixample. El término 'estabilidad' es más propicio para alguna pieza literaria de ciencia ficción. Deberé volverme posmoderno un día de estos. Aunque sea para no hacerme tanta mala sangre.

Míkel tenía razón. In Rainbows es un gran disco. Las canciones que más me gustan me parecen una mezcla madura y adulta de lo mejor de Pearl Jam. Hablé hace un rato con Míkel por el chat de gmail. Anda por Potosí, en medio de su viaje semi-plagio de Diarios de motocicleta, por más que él insista en que no le gustó esa película. 'Pura propaganda', dice siempre, muy indignado. Todavía no sé muy bien de qué. Lo extraño a Míkel. Y a sus secuaces también.

Como verán, el reporte de novedades no es para tirar manteca al techo, como andábamos *muy mal* acostumbrados. 'Y la ciudad, ahora, es como un plano / de mis humillaciones y fracasos', aunque en vez de tangos tenga a Radiohead de fondo. Releyendo autobiográficas viejas pienso en cuán rápido las desilusiones hicieron que Barcelona dejara de ser una ciudad exclusivamente hermosa. Habrá quien diga que de la idea a la realidad se recorre un trecho muy doloroso; habrá quien aluda a que las cosas se pusieron considerable y sensiblemente más difíciles estos últimos meses. Sobrarán los que encuentren primero las causas en personas que por supuesto no han nacido aquí.

Por ahí se asoman los ojos de Lsls. Le cuesta dormir entre mis calurosos brazos. Paralelamente, ambos consagramos el tiempo libre del verano a la lectura de franceses célebres. Y a recorrer la costa de esta húmeda comunidad autónoma. Al anochecer, después de trabajar, vamos a nadar al polideportivo de su barrio. Y ahora hasta se nos dio por dedicarnos al bicing. La Generalitat nos concederá el premio a la pareja más sana y ecológica de la región. Enarbolamos una lista de frases con el que el resto de la sociedad nos ataca despiadada y desproporcionadamente. Entre las más aberrantes aparecen 'iros a un hotel', 'ustedes no se aburren nunca', 'ustedes siguen igual', 'váyanse a París', 'dejen de tocarse los genitales en público'. Al parecer, ni la crisis proclamada por el ministro de economía ni la lista de agravios han alterado nuestra conducta en demasía. 

Pero yo sigo enojado. Es un berrinche, no me den mucha bola. Ya se me pasará nomás.

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martes, junio 03, 2008

Días blancos de primavera

Día de sol sea este hoy día de sol
Si ya te ahogaste de llorar
Si ya lavaste a nuevo el alma
Días de amar, días de dar, días de amar

Días blancos de primavera
guarda el fruto este blanco azahar de hoy
Que brille la vida entera en primavera
dentro y fuera vuelve el sol

Pedro Aznar

Esta primavera ha sido la más fea de estos años ibéricos. La primera primavera que no fue; desperdiciada en días blancos de nubes hinchadas de aguacero. Seré pretencioso y ortodoxamente posmoderno. Y conste que sé que no descubro nada nuevo. Los renacentistas y los románticos fueron un puñado de ególatras. Tuvieron la alucinatoria y adolescente idea de que el clima reflejaba sus estados de ánimo.

Míkel (también conocido como jaqueca comunal, el encargado de humillarme gratuita y públicamente por cada post publicado) me enseñó a escribir haikus hace unas semanas. El resultado fueron unas pobres y mediocres composiciones inflamadas de cerebralismo que quieren ser confundidos por piezas borgianas. Míkel contó que, en los haikus, las estaciones cuentan con un papel protagónico.

Releyéndome, noté que lo mismo sucede con las autobiográficas. El clima me afecta, sí. Me tomo muy en serio las no-asumidas interesantes conversaciones cotidianas al respecto, ejecutadas en ascensores o escaleras. El clima, me digo, me afecta; pero no me determina. Con tanta lluvia, he descubierto que puedo perfectamente asumir la naturaleza de mi contradicción anímica. La lluvia no es romántica; las tempestades no son metáforas decentes para el caos mental de un neurótico, la coincidencia hipotética de la salida del sol con la recuperación de un bajón es rotundamente inverosímil. Simbología barata y zapatos de goma. Un apunte ligero. Una reflexión pseudo-lúcida. Acaso ni los renacentistas ni los románticos padecieron los gajes del cambio climático. Acaso porque esta fue una de las primaveras feas más hermosas de mi, por lo demás, corta vida.

Rompamos el hielo. Dejémonos de rodeos meteorológicos, así, entre tanto lirismo burdo: se rumorea que chiquilín se puso *re* de novio. De acuerdo. Las fuentes más fiables declaran que se trata de una compatriota auto-exiliada en esta Península. Otras, dignas de descrédito, señalan que la misma es una compañerita, estudiante de Letras, que en su país de origen fácilmente habría sido calificada de «traga». (Para que los peninsulares rían, la traducción idónea de este porteñismo vulgar podría ser la de «empollona»).

El muy cursi de chiquilín la llama La Señorita Linda de los Subtes, debido a una serie de coincidencias totalmente arbitrarias, producidas en el metropolitano barcelonés, al inicio de su ya no tan corta relación. Se dice que ella lo trata de «Tanito». Esta confidencial información no debe trascender las paredes de este blog.

Rastreando algunos recientes «Hallazgos vitales del día», parece ser que chiquilín es feliz. Por los pasillos de la Facultad de Letras, se comenta que tanto LSLS como chiquilín son portadores de una sonrisa angustiosa y considerablemente largas. Tras exhaustivas investigaciones, al menos se ha podido constatar que por lo que respecta a nuestro personaje, chiquilín acusa las siguientes novedades: toma mucho mate, no se abrocha el último botón de la camisa, se hace menos el seriote, declara un sospechoso e inusitado deseo de ir a la playa y meterse en el mar este verano («en más de una ocasión», dice), ingiere más cantidad de líquidos de contenido etílico que gaseoso cuando sale, finge bailar salsa, se desconcentra asiduamente y le sale así como una voz muy infantil que sólo expulsa palabras patéticamente sentimentales y empalagosas, afortunadamente sólo oídas por la paciente, adorable y apreciada LSLS.

Está enamorado, digamos, sin dar más vueltas. Y el tema es que llueve. Y la gente está contenta porque los riesgos de aridez y sequía desaparecieron. Seré ególatra: a chiquilín nunca le gustó la lluvia; pero ahora, la verdad, camina contento igual.

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domingo, mayo 04, 2008

La verdad de la milanesa

Por si no os habéis dado cuenta, queridos lectores, chiquilín está re de novio.

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lunes, abril 28, 2008

Día del libro




Liniers nos rechazó unas facturitas de dulce de leche porque dice que todavía no extraña tanto. Se perdonó por no poder hacer un dibujo más elaborado; la editorial lo presionaba con el tiempo. Galeano, después de enamorar a todas las abuelitas catalanas, nos aceptó un alfajorcito de maicena y nos dio su dirección de correo postal, "sin arroba y con burrito", para que le mandemos copias del MH. Con tener la célebre firma de el Maestro dibujada en mi primer ejemplar de Mafalda, comprado a los siete años, ya es suficiente para mantener contenta a mi cholula persona por varios años. Las fotos son gentileza de Mikele.

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jueves, abril 17, 2008

Menú para esta semana (III)

mimar. 1.
(de mimo. 1)

1. tr. Hacer caricias y halagos.
2. tr. Tratar con excesivo regalo, cariño y condescendencia a alguien, y en especial a los niños.
3. tr. Favorecer a alguien, tratarlo con mucha consideración.
4. tr. Tratar algo con especial cuidado y delicadeza.

cariño.
(Etim. disc.; cf. lat. carēre, carecer, arag. cariño, nostalgia).

1. m. Inclinación de amor o buen afecto que se siente hacia alguien o algo.
2. m. Manifestación de dicho sentimiento. U. m. en pl.
3. m. Añoranza, nostalgia.
4. m. Esmero, afición con que se hace una labor o se trata una cosa.
5. m. Regalo, obsequio.

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Nota del blogger: Todo muy beato y célibe, por supuesto, para evitar nuevas costuras.

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martes, abril 15, 2008

Menú para esta semana (I)

El Brit Milá (hebreo, בְּרִית מִילָה, «el pacto de la circuncisión», o B(e)rit a secas; los judíos askenazíes lo pronuncian Bris) es la circuncisión ritual que se practica al varón judío al octavo día de haber nacido, como símbolo del pacto (brit) entre Yaveh y Abraham, en Génesis 17:1-14. Según el Talmud (Tratado de Kidushín 29:1), es un precepto a cumplir por el padre, como lo hizo Abraham con Isaac (Génesis 18:4). En la actualidad, el rito lo efectúa un mohel, "circuncidador" ritual especializado que no es necesariamente médico. La ceremonia del Berit Milá se lleva a cabo temprano en la mañana del octavo día de vida del bebé, y salvo peligro para el recién nacido, no se posterga ni aun por caer en shabat o Yom Kipur. Es uno de los preceptos de la halajá más arraigados entre los judíos. La tradición cuenta que Adán y Moisés nacieron ya circuncidados; y que así ocurrirá también con el mesías. En aquellos casos en que el niño haya nacido sin su prepucio, o realice la conversión una persona ya circuncidada, se hace un pequeñísimo corte para que fluya una sola gota de sangre, con lo cual se considera cumplido el precepto.

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Nota del blogger: Yaveh no contemplaba la práctica con fines clínicos en los casos tardíos de varones seculares al octavo milésimo día de haber nacido, con un mohel oriundo de Teruel más seco que una piedra y más bruto que lo que internacionalmente se considera por «gallego», ni que la conversión se haga con un de todo menos «pequeñísimo corte», ni que la sangre fluya con las suficientes gotas para acabar con una cruenta hemorragia en urgencias de un hospital de madrugada, en donde le costurean a uno el asunto todo de nuevo pero sin anestesia nomás, ni las tres semanas de abstinencia no solamente sexual, sino también onanista y eréctil. Yaveh no contemplaba muchas cosas.

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domingo, marzo 23, 2008

Águas de março

É a chuva chovendo,
é conversa ribeira
das águas de março,
é o fim da canseira

Estas aguas de marzo no cierran ningún verano como las de la canción. Más bien despiden un invierno mediopelo en cuanto al frío tibio que azota esta Península, como de costumbre estos últimos años. La vuelta a Buenos Aires después de casi cuatro años de ausencia es arriesgadamente emotiva e intensa para cualquier estabilidad emocional. Nada grave ni muy diferente al anterior regreso del 2004. Un poco de eso que los tangueros llaman nostalgia irremediablemente porteña. Los portugueses podrán jactarse todo lo que quieran de la exclusividad de su saudade. A su lado es un poroto. La vuelta trajo la certidumbre de que en algún momento u otro habrá que regresar para quedarse, al menos, por un tiempo. Para sacarse, al menos, una espina clavada hace mucho tiempo.

El regreso de Buenos Aires resultó un propulsor de vida nueva. La beca de la biblioteca de la facultad pasó al historial del currículum. Pasé a ser un numerito más en una empresucha explotadora de estudiantes universitarios, que tiene el monopolio de los contratos con las instituciones culturales de Barcelona. Me explotan menos que antes, eso sí. La meta era volver a llegar a fin de mes por mis propios medios, sin necesidad de recurrir a la reclusión hogareña de finales de año pasado o los empréstitos del Fondo Monterario Familiar. Y la solución fue el pluriempleo. Concretamente, trabajo de recepcionista en una sala de exposiciones del edificio de la BNC durante las semanas, escribo artículos pagos para MH y redacto noticias culturales para el bisemanario Tribuna Cap de Setmana durante los días libres, toco bossa nova y jazz de fondo con un amigo chelista para un restaurant en Tarragona los fines de semana. A veces hago pis. Cuando tengo tiempo. La recompensa fue este lindo bebé, en oferta y estado cuasi-virginal después de dos años de uso.

El 2008 arrancó acompañado de una vida sentimental con niveles de agitación casanovesca, poligamia y festichola nunca antes visto ni oído para el antaño sacro-casto Chiquilín. Algunos sectores arguyen la elección de la barba frente al candado como un motivo principal. Juliette sostiene que estamos en temporada de exitosa infidelidad recíproca en nuestro siempre constante matrimonio beato. La cuestión fundamental está en que ninguno pille al otro haciendo chanchadas con algún ajeno en el sillón rojo del living. O que no rompamos nada de la diminuta ducha del loft, por desmadres pasionales. Se rumorea que la promiscuidad aún en las parejas beatas es insostenible y que vamos a pedir el divorcio para junio. Pero la realidad es que ella está muy cansada de mis caras malhumoradas por la mañana y de mi atrasadísima limpieza semanal de los domingos. Prometimos seguir viéndonos después de la división de bienes. En el fondo nos queremos.

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martes, enero 15, 2008

Gente grossa que anda por Buenos Aires

Uh, los días en cualquier lugar,
perdido en esta inmensa ciudad,
en una rueda mágica.

Agradezco, públicamente en el conventillero a.k.a. marujero mundo blogger:

· Un desayuno en pleno Corrientes y Callao con la coqueta y rabiosa Minerva, mi judía antisemita favorita, ahora ya considerada oficialmente como mi amor porteño imposible.

· Un almuerzo top con sweet Mer en pleno Palermo, en un restaurante cuyo chetaje era digno de Barcelona, cuyas paredes fueron testigo de cómo le sacamos impunemente el cuero a la RAE y demases instituciones académicas.

· Unos tostados con Ling en el caótico infierno de Florida, acompañados de reflexiones sobre la UBA y Les héritiers.

· Una legendaria zapi en Corrientes con el austereano y sabinero Juancito, quien me dio la mejor definición de Perón (dice que es "una entelequia") y con quien corrimos colectivos bajo la lluvia y sobre los charcos de las baldosas flojas.

· Una caótica noche de tormenta de verano con la divina doña Cata, la jefa, en nuestro rioba, cuyos restaurantes se quedan fácilmente sin aire acondicionado, luz, y, a veces, cocina, pero tienen onda.

· Un almuerzo con regalitos recíprocos con ficcio, el profe, y nuestra torpe incapacidad de pasar dos minutos sin hablar de política.

Gracias por haberme demostrado que todavía puedo hacer amigos nuevos en mi ciudad. No saben cuánto alegra ver que hay gente como ustedes circulando por ahí.

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lunes, enero 14, 2008

Primermundista

Un amor real
es como dormir
y estar despierto
Un amor real
es como vivir
en aeropuertos


Nunca se tomen un avión de Air Comet. Te avisan cinco minutos antes de embarcar que no tienen combustible suficiente para cruzar el Atlántico y que por lo tanto tenés que hacer escala obligatoria en medio de la selva amazónica, perder el vuelo que tenés después por la demora de la escala, cagarte de frío en el aeropuerto madrileño, donde contra lo que señala la lógica isotérmica, si es invierno ponen al mango el aire acondicionado en vez de la calefacción (todo un chiste de gallegos), mientras esperás el vuelo siguiente a Barcelona, que apenas sale de acá a cinco horas y apenas te cuesta la recuperación del pasaje (una módica suma de sesenta euros, superando el precio del original que perdiste por responsabilidades totalmente ajenas), toda una oferta considerando que un pasaje nuevo cuesta el triple. Eso sí, tienen computadoras que por dos euros te conectan a "el internet", espacio particulamente útil para avisar a la colectividad blogger que llegaste bien y esas cosas.

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viernes, diciembre 14, 2007

Confesiones de invierno

Me echó de su cuarto gritándome:
«No tienes profesión».
Tuve que enfrentarme a mi condición,
en invierno no hay sol.
Y aunque digan que va a ser muy fácil
es muy duro poder mejorar,
hace frío y me falta un abrigo,
y me pesa el hambre de esperar.

¿Quién me dará algo para fumar
o casa en que vivir?
Sé que entre las calles debés estar
pero no sé partir.
Y la radio nos confunde a todos,
sin dinero la pasaré mal,
si se comen mi carne los lobos
no podré robarles la mitad.

Dios es empleado en un mostrador,
da para recibir.
¿Quién me dará un crédito, mi Señor?
Sólo sé sonreír.
Y tal vez esperé demasiado,
quisiera que estuvieras aquí,
cerrarán las puertas de este infierno,
y es posible que me quiera ir.


El otoño fallece, impregnado de primerizas crisis económico-financieras, que desembocaron en un voluntario periodo de enclaustramiento académico, laico y neoconservador, en el entrañable loft, alejado del mundanal ruido. Exámenes anticipados, multitud de ensayos a entregar, multiplicados por su respectiva y bifurcada bibliografía.

Un otoño sereno, más calmado para mi bolsillo frenético y la intensísima vida social —a.k.a. living-la-vida-loca— que venía llevando. Ha sido el otoño de uno de los mejores años de mi vida, con diferencia y distancia respecto —sobre todo— a sus últimos antecesores. No poco tuvo que ver mi tambaleante emancipación, el vitalismo de ese monstruo, Barcelona, unas amistades que se transformaron en muy idóneas y temporales sucedáneos de la familia lejana, mis pequeños ascensos en la precaria —cada vez más— órbita laboral, para estudiantes-que-se-rompen-el-orto-laburando y tragando libros a la vez, mis efímeros romances interraciales, o no.

Mi taxi no llega. Juliette, cual Julieta en la ventana, me tira la gilette y el dentrífico para encías sensibles. La gilette se rompe y me quedo sin posibilidad de afeitarme en los lavabos de Barajas. El dentrífico no sufre destrucciones letales pero ocasiona daños colaterales cuando en su trayectoria se encuentra inusitadamente con la cabeza de un peatón, que no soy yo. Juliette se lamenta de mi futura ausencia. Nuestro beato matrimonio pasa, como ella no duda en afirmar en sociedad, «por su mejor momento». Atrás quedan los días debutantes en que el Proceso de Adaptación Convivencional casi provoca lo que M. llamaría eso de «que nos saquemos los ojos». Juliette, sin embargo, grita a troche y moche «anda, vete ya de una vez», mientras yo busco la otra mitad de la gilette por la calle. El taxi llega.

Me va a acercar a un pasado no muy remoto, no supera los cuatro años, pero que está allá, a once mil quilómetros de distancia. Un pasado que me va a dejar, merecidamente, sin confesiones de invierno que narrar y con un verano que está, ansiosamente, esperando nacer. Mañana estaré amaneciendo adentro de un aeropolano de ¿asequible? precio, cuyo nombre empresarial, obviamente, no quiero acordarme porque no carece de ciertas infundadas sospechas. Estaré amaneciendo, les decía, en el aire sudamericano, ya bien abajo de la línea del Ecuador, canturreando bien bajito: «bajo el burlón mirar de las estrellas que con indiferencia hoy me ven volver». Si me ven caminar por ahí, chisten.

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domingo, septiembre 16, 2007

En la vereda del sol

Estoy tocando aquella canción
que no es mi canción
ya ves no tengo nada

que hacer en esta función.
No quiero conocer a nadie
quiero salir a ver la calle.
Estoy en la vereda del sol
que ya va a nacer,
nacer, dar media vuelta al cordón
para no volver.
Mirá toda la fiesta de afuera,
buscando la emoción verdadera.


En el Raval hay skaters, catalanes conchetos, intelectuales, comerciantes filipinos, adolescentes cool, gays progres, latinoamericanos que alardean en todos los acentos imaginables, borrachos, bohemios, turistas franceses, pakistaníes vendedores de cerveza y hachís, putas africanas, catalanes hippies, universitarios italianos de intercambio, policías españoles que alardean en un acento solo, árabes, drogadictos, chinos. Conviven pacíficamente, de momento, todos juntos en la calle. De día y de noche. Yo vivo en un loft remodelado y súper moderno, bien incrustado en uno de los barrios más viejos y tradicionales, en el centro de Barcelona. Arriba el Tibidabo nos vigila.

Hicimos la mudanza a lo largo de toda esta semana, frente a la mirada atenta de dos pintores bolivianos que aún no terminaban con los últimos retoques del techo. Los libros que tenemos en la biblioteca del living son excesivos para nuestra edad. Es posible que no hayamos leído ni la mitad para lo que queda del lustro. No nos importa. Hacemos de cuenta que no. Las estanterías no están de adorno, son el peso de la cultura que tanto queremos que nos pese. El living es grande. Se come las habitaciones. Tampoco nos importa. Pactamos hacer vida en el living. Juliette sonríe silenciosa y me mira atrás de sus anteojos y su largo pelo rubio, mientras sus papás acomodan las últimas cajas de basura para deshacernos de los vestigios de la mudanza. Las paredes están blancas y vacías. Queremos colgar un cuadro: ella propone Tàpies; yo, Velázquez. Está claro que la posmodernidad y el clasicismo no cuajarán jamás. Juliette piensa en comprarse un perro. Mi alergia y mi fobia materna me lo proscriben terminantemente. Intenté convencerla arguyendo que los escritores, desde Baudelaire a Cortázar, tienen una relación metafísica con los gatos. Después me acordé que a lo que soy alérgico es al pelo de animal, además de al perfume de mujer, al polvo —frecuente motivo de burlas—, al polen y a cambios climáticos en general. Que soy un impresentable, digamos. Juliette finge no oír e imagina cuando me mande a sacar el perro por las frías mañanas de otoño que se vienen. Dice que es para hacerle compañía. Necesita como sea combatir la soledad.

Por lo que a mí respecta, un intensísimo verano desfiló subversivamente más allá de mi doble turno laboral, donde ahorré toda la guita que necesitaba. Fue un verano voluntariamente diferente a todos los anteriores. Más real, más vital, más sexual. Un verano con noches llena de caóticas sábanas, poquísimas horas de sueño, llegadas excesivamente tarde al trabajo, camas clandestinamente deshechas, felices ojeras, diálogos que jamás pensé que iba a tener, una difusa mezcla en la que entraba deseo, dolor, cariño, placer, obsesiones, miedos, y un puñado de canciones de Drexler compartidas hasta el amanecer, celebrando aquel edén de solo dos metros cuadrados. Un verano con largas llamadas telefónicas, esta vez a este lado del charco, repletas de dilatados silencios al compás de dos respiraciones sudamericanas que intentaron respirar juntas pero que fueron, claramente, incapaces. El verano se acabó. Evocarlo no es más que una manera estéril de perder mis últimos minutos de recepcionista en este hotel. El verano se fue, no sin antes haberme enseñado innumerables lecciones y haberme dado algo que durante tres años mi vida me venía negando y que por momentos sentí que no me quería devolver más.

Es tiempo de volver a combatir la soledad. Los libros, por ahora, siguen siendo los narcóticos que elijo frente a las mascotas. Ahí está Juliette, que es catalana, intelectual, adolescente, concheta, progre y universitaria. Todo a la vez, tomá pa vos. La flamante y bienvenida compañera de piso, en vez de los ex-cuatro machos que me acompañaron durante un año en Sants. Juliette ordena sus libros, dice, por asociación de ideas. Nada más cercano a un orden surrealista-psicoanalítico. Yo, por supuesto, sigo mi rígido y solemne rigor positivista. Literatura latinoamericana, española, inglesa, italiana, francesa, filosofía, teoría de la literatura. La sensación está en el aire: este año pinta mejor que el anterior, aunque le costará igualarlo. Por lo que a las estaciones se refiere, nada parece indicar que un invierno subversivo no pueda superar este verano eminentemente imborrable.

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jueves, julio 19, 2007

Samba de verão

Olha...
é como o verão
quente o coração, salta de repente
para ver a menina que vem...


A J., que pide más posts de autor.

Con un mes encima, esto de ser portero políglota resulta divertido. La cantidad de restaurants barceloneses, donde nunca comeré, que aprendí a recomendar en tan poco tiempo parece francamente exorbitante. Los estadounidenses parecen ser buena gente después de todo y a pesar de la clase progresista y americanofóbica de este país. A veces, eso sí, dan muchas ganas de pararles el carro con su acostumbrada necesidad de satisfacción inmediata mediante unos cuantos euros. Pero yo soy muy simpático y diplomático en inglés. Por otra parte, los ingleses, aplastante mayoría, son inglesamente correctos si tienen más de treinta años y si no ingieren cantidades considerables de alcohol. Dicen todo el tiempo lovely. Y sonríen. A los italianos les caigo simpático automáticamente después de contestarles cómo me llamo. Los brasileros son los únicos latinoamericanos que viajan. Dejan mucha propina cuando distinguen mi acento paulista. Mi francés improvisado constantemente ex nihilo está recogiendo sus frutos. Las palabras escondidas debajo de aquel empalagoso ruido que siempre quise entender están empezando a discernirse. El catalán lo uso cuando vienen los vecinitos del barrio del Eixample a pasar sospechosamente una única noche a eso de las cuatro de la mañana. Y el castellano para uso interno entre la plantilla de la recepción, botones y camareros, repartida entre cubanos, argentinos, e hijos de andaluces de la periferia de la ciudad. Alguna salida rentable tenía que tener este yo mío fragmentado en tantas naciones. Las noches se van dulcemente solitarias entre lecturas extra-académicas, cafés, blogs, el bendito messenger, traducciones por encargo, y una novela que va dejando escribirse. El café americano me lo cruzan del bar de enfrente, del cual por supuesto todo el personal de recepción es fiel habitué. Lo llevan una pareja muy simpática, un cheff genovés y una camarera porteña que me miman in extremis. La musiquita de diseño súper cool y mega fashion está empezando a irritar mis oídos. Cuando suena Gotan Project llega la recompensa. Este mes la biblioteca se apiadó de mi condición de estudiante inmigrante pluriempleado voluntariamente explotado por más de doce horas por día y me dio vacaciones. No pagas, por supuesto. En agosto volveré a dicha condición naturalmente infrahumana. Contra todo pronóstico, a pesar de mi inevitable y ya antonomásica impuntualidad, los señores académicos de mi Universidad tomaron la decisión de renovarme la beca por otro año más y con el detalle de ascenderme en el ranking de los becarios a la cuarta posición. He dejado mi etapa de trabajos cuasi-precarios para ser un nerd que ha escalado en la pirámide social. Gracias a semejante acontecimiento, podré dejar la biblioteca de medicina para empezar a trabajar en la de letras donde estudio. En septiembre dejo Sants para irme a vivir a un pequeño loft compartido con Juliette, en el centro, a la parte antigua de la ciudad, en el barrio del Raval. Todo sea por otro año más en esta ciudad inacabablemente hermosa y por un viaje que estuve postergando deliberadamente durante mucho tiempo.

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viernes, junio 15, 2007

Sobre la sordidez del Turno Noche

El lunes empecé a trabajar en un hotel cuatro estrellas de diseño, súper cheto-cool-guai-fashion. Soy, después de cuatro intensos veranos de intentos fallidos, recepcionista, a pesar de mi ignorancia supina de las lenguas francesas y alemanas. Hago turno tarde o noche, dependiendo de quién tengo que cubrir en sus vacaciones. Esta semana fui variando así aprendía los gajes del oficio en ambos. Pero, sin dudas, el Turno Noche es todo un mundo paralelo. Entre las ya innumerables anécdotas, rescato:


  1. El lunes, por primera vez en mi vida, llevé puesta una corbata. No sabía hacerme el nudo. Mi papá me lo dejó hecho y todavía está intacta e inalterable en el placard, esperando ser usada de nuevo.

  2. El martes, por primera vez en mi vida, vi un billete de quinientos (500) € (euros, sí). Son de color violeta. O lila. Como más les guste.

  3. El miércoles, un periodista, al parecer astronómicamente célebre en Brasil, pidió una habitación de suite con jacuzzi cuyos metros cuadrados superan los del living de mi casa. Al oírme contestarle en portugués do Brasiu —evidenchimenchi, o mais grandi do mundu—, de forma inmediata, introdujo un billete de diez (10) € (euros, también), en mi inofensivo bolsillo.

  4. El jueves, por primera vez en mi vida, me piropearon en la calle, al salir del hotel. Era un gay —mi trabajo está en la zona gay de un barrio *re* cheto de Barcelona—. Era de madrugada. El individuo, indudablemente, había bebido. Eso no hace que su acalorado elogio de «Ay, que no tengo yo una cama pa ese morenaso con corbata que sino le hacía un tornado con la lengua» sea menos válido. Aún no sé qué es estrictamente un «tornado»; si alguien con conocimientos de jerga «de ambiente» en Barcelona lo sabe, por favor, me gustaría que lo informe. Como siempre sospeché, no es la carencia de belleza, sex appeal, porte y elegancia la causa por la cual las chicas nunca me gritaron piropos en la calle, sino porque, como no dudaría en afirmar mi madre entre sus libros de Freud y Lacan, las chicas, a diferencia de los homosexuales, no canalizan su sentimiento sexual verbalmente porque están reprimidas y padecen neurosis histérica.
  5. El viernes, dos, esta vez sí, chicas, inglesas, que hubieran dado un número excesivamente estrafalario en un control de alcoholemia y cocaína en glóbulos rojos, me preguntaron a las cuatro de la mañana si podía subir a arreglar la televisión de su habitación, mirándome con unos ojos quizá un tanto bizarros, mientras sacaban la lengua y me ofrecían un billete de veinte (20) p. (libras, esta vez), que extraían del escote de su seno derecho (sí, seno). Creo que nadie podría cuestionar el hecho de que denegué la petición terminante y tajantemente; mi férrea moral de ninguna manera dejaría la recepción desierta y acéfala a esas altas horas de la (sórdida) noche. Sé que la anécdota cinco invalida profundamente la cuatro.
  6. Contra todos los pronósticos, el hecho de haber conseguido un segundo trabajo lejos está de implicar el hecho de dejar el primero, mi beca de bibliotecario pedante. Como consecuencia de esa quizá un tanto poco sabia decisión, cuento con cero horas dormidas de treinta y seis vividas. Por supuesto, aún quedan exámenes. Y en mi departamento, mis compañeros aún no entienden cómo no enloquezco.

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16 del pueblo quieren saber de qué se trata

jueves, mayo 24, 2007

Breve nota de cholulaje adolescente

Hoy a la tarde, mientras charlaba con mis amigos en el café de una librería del Raval, Rodrigo Fresán pasó con un cochecito en el que llevaba a su nene y me dijo «Chau». *Qué* loco.

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miércoles, mayo 02, 2007

Retratos de Barcelona (I) Sants

La rambla Badal es una calle peatonal larga, ancha, espaciosa. Un vecino que me cruzo por las noches en el ascensor la llama «una avenida venida a menos». Cortada por las vías del subte y del tren que me lleva algunos fines de semana a Tarragona, la rambla está llena de pequeños locales y comercios que abastecen una larga y monótona cadena de edificios construídos en la segunda mitad del siglo XX. Es la periferia, o no, o casi. Lo cierto es que geográficamente nos separa de l'Hospitalet del Llobregat, ciudad dormitorio de Barcelona. Lo cierto es que étnicamente es lo más parecido a una torre babélico-posmoderna. Si uno no consigue lo que busca en el Pakistaní —que no sabe de primeros de mayo o de domingos por la tarde y trabaja non-stop-moving-baby-all-day-long—, ahí mismo lo mandan a uno al Filipino que está al lado. Hay *tres* kebabs ¿libaneses? en dos cuadras —en uno, al que vamos siempre, una camarera boliviana vende empanadas salteñas y me discute de qué lado de los Andes son originarias—. A veces hay milanesas de carne. A su encargado morochón lo llaman «El Kaiser», —tiembla el Imperio Prusiano—.

La panadería de la otra esquina no podría ser más pintorescamente esperpéntica. La señora que la atiende se empeña en saludarme alternando aleatoriamente siempre un vocativo diferente: majo, precioso, hermoso —acá y en la anterior la «s» parece pronunciada como si fuera doble—, guapo, cariño, niño, mozo. Sus hijas, guapíssimas ellas también, le hablan en catalán y ella, portadora de un aplastante acento andaluz, les contesta en castellano siempre con un tono de voz ligeramente más elevado. Las hijas no me dirigen vocativos. Pero me sonríen. El marido tiene cero onda pero me fía siempre los centavos que me faltan cuando llego sistemáticamente tarde al trabajo y desayuno sus diminutos croissants antes de «coger el metro». En la estación de la línea azul, hay un kiosco en donde se puede conseguir latitas de Guaraná Antártica y alfajores Havanna de dulce de leche.

Por las noches, cuando no hay ganas de cocinar y nos cansamos de deambular por el centro, terminamos muy frecuentemente en un bar de tapas de barrio, que está abajo de nuestro edificio, y que decidimos bautizar como «El zamorano». El lugar es ya para nosotros toda una Institución. O un Templo, donde nunca nos ponemos de acuerdo ni en política ni en literatura. El encargado nos atiende siempre como si fuéramos unos dandees. Su cara, sus facciones, su mirada, su sonrisa, el tono de su piel, me recuerdan muchísimo a G., un amigo de La Tablada con quien trabajé por primera vez, hace unos seis años, en un local de Informática que todavía está en Ramos Mejía. Hace mucho que no lo veo. A un lado de la Rambla se ve allá arriba el Tibidabo que aún no conocí —algo vergonzoso teniendo en cuenta que visité dos veces su equivalente modélico Sacré-Cœur parisino—. Al otro lado se ve la Gran Vía, donde está mi facultad, sólo que a cuarenta minutos caminando, en un barrio que ya no es Sants.

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domingo, abril 22, 2007

Reflexiones sobre el mes más cruel

Pero me escapé
hacia otra ciudad
y no sirvió de nada,
porque todo el tiempo estaba
dando vueltas y más vueltas
que pegué en la vida
para tratar de reaccionar
un tango al mango
revoleando la cabeza
como un loco de aquí para allá.

Abril es gris. Después de densos días de un invierno infinito, la primavera, que amenazaba con no llegar nunca, por fin se impuso. No es, sin embargo, un bello abril. Sí. Barcelona está hermosa y no es exagerado afirmar que es un lujo y un privilegio poder estar viviendo en ella desde hace siete meses. La emancipación ya no es cuasi sino total, un proyecto terminado y listo para empezar, un sueño que tardó pero que pudo hacerse realidad al fin. La ciudad no se acaba nunca y siempre esconde rincones listos y nuevos para sorprender. La belleza está allá afuera. Hay dolor también, sí. Tiene su peso, su espacio y esencia, en largas noches de insomnio. Toda la responsabilidad, no hay dudas, la tiene mi mente y sus laberínticas tinieblas obsesivas. Dolor que viene también de allá abajo, donde nuestras putas rutas argentinas dieron ya demasiadas muertes cercanas para lo que va del año. No es el tiempo de la belleza. Parece ser el tiempo del aprendizaje. De un aprendizaje que parece doloroso, estéril, demasiado largo e innecesario. Debo, como escribió Silvio, aprender a amar el tiempo de los intentos. Intentos por defecto fallidos, pilas de balbuceos adolescentes, que parecen no teminar más. El dolor, sin embargo, no niega la belleza y creo, como por un acto de fe, si se quiere, en la belleza. La belleza está allá afuera. Y hay que salir a buscarla.

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jueves, noviembre 23, 2006

November rain

If we could take the time
to lay it on the line,
I could rest my head
just knowin' that you were mine,
all mine.
So if you want to love me,
then, darling, don't refrain
or I'll just end up walking
in the cold November rain


Es noviembre, pero en Barcelona no llueve. Van dos meses de vida (¿cuasi?)emancipada y todavía es difícil caer en la nueva realidad. Los días son más largos. Y más intensos. Están repletos de gente, de teatros, de subtes que siempre están a punto de irse, de conciertos, de cines de autor en versión original con subtítulo, de libros de antropología y filosofía, de algún poemario que se cuela clandestinamente, de cafés idóneos para profundos e inútiles debates sobre política, de bares modernistas, de conferencias interminables.

La rutina se desgaja en un trabajo tranquilísimo por la mañana, en apasionantes clases por las tardes, y en crónicas salidas por las noches. Y la rutina casi ni se nota. El Raval, Gràcia, el Gótico, son ya prácticamente nuestros barrios adoptivos. La convivencia en el zulo es sana. Fue necesaria una dictadura de la limpieza y la higiene, liderada por mí a.k.a. el Gran Dictador, para amenizar aunque sea un poco este caos post-adolescente en el que estamos inmersos. Cada uno tiene sus vidas, tan iguales y tan distintas, que coinciden inevitablemente por la noche. El trabajo es, a veces, una corta e intensa jornada kafkiana, un simulacro de vida de funcionario público. No es, nadie lo esperaría, la Biblioteca de Babel borgiana. Pero se deja soportar fácilmente cuando a uno lo amaestraron trabajando en otro tipo de ámbitos más salvajes. Me dejan leer cuando soy el bibliotecario simpático con anteojitos que presta y devuelve manuales de anatomía y me dejan despacharme discografías enteras en mi reproductor de mp3 cuando soy el niño alienado que hace fotocopias a todo vapor en la hemeroteca.

Venir a Barcelona era una manera de vengar el Buenos Aires que me habían sacado a los dieciséis años. Era la posibilidad de vivir en una ciudad grande otra vez, con todas las cosas que eso comportaba. Era la posibilidad de elegir a dónde vivir antes de que el destino/Dios/la inestabilidad económica del mundo/mis padres/el azar lo decidieran por mí. Tantos meses de esfuerzo y tantos años de anhelante espera valieron la pena. Necesitaba venir acá. Y no me arrepiento. Y me quiero quedar.

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domingo, septiembre 24, 2006

Septiembre

Barcinona


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viernes, septiembre 22, 2006

Apio verde tú mí

twenty years has gone so fast
wake me up when september ends

El tango tiene razón: veinte años no es nada. Y veintiuno mucho menos.

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18 del pueblo quieren saber de qué se trata

lunes, septiembre 18, 2006

Mudanza

How does it feel?
How does it feel?
to be on your own
with no direction home
like a complete unknown
like a rolling stone?

Chau. Mañana empiezan las clases. Me mudé a Barcelona. Los primeros días voy a estar sin la computadora. Igualmente, habrá algún cíber por ahí esperándome. Nos vemos por la blogosfera.

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