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13.2.11

Croassant de febrero sin azucar


La callejuela discurre estrecha bajo la noche que envolvía aquel 14 de febrero. Lo que fue un café teatro de estilo colonial, adormece en sus maltrechos muros, mientras el único farol encendido se esfuerza por iluminar el sinuoso camino hacia el zoco. Tras pulsar el nº del piso una voz de niña le saluda alegremente, y atraviesa el umbral del portal. La pequeña ya le espera en el descansillo y sonríe al ver la bolsa que trae.
- ¿Lo trajiste? -
- Claro que sí ¿acaso lo dudabas? -
Una vez en la cocina y espectante ella, él procede con desesperante lentitud a extraer un paquete de la bolsa y abrirlo lentamente.
-  ¿Recuerdas cuando te puse aquel chaleco mágico en casa de mi amigo? - Dijo interrumpiendo la operación. La pequeña respndió efusivamente - Y ¿qué sucedía cuando tirabas de la anilla? -
- ¡Que salían pompas! - Respondió ella sonriente.
- Pues aquí...- decía al tiempo que terminaba de abrir el paquete - tienes uno solo para ti! -
Ella aplaudió feliz al ver que había cumplido su promesa de regalarle uno.
- Pero no te lo puedes poner hasta mañana cuando vayas al mercado ¿prometido? Y cuando sea mediodía tira entonces de la anilla y cierra los ojos -
La pequeña fue a dormir contenta soñando con aquel momento, mientras él permaneció sentado, apurando el café. Revisó una vez mas el paquete, cerciorándose de que no era el que contenía jabón, y aguardó a que amaneciera.
Impaciente ella se levantó antes aunque no hubiese escuela ese día, a sus ocho años desconocía el significado de la fecha pero sabía que el mercado siempre se llenaba de extranjeros y estaba muy animado y esa mañana salió de casa dispuesta a estrenar su regalo. Notó que le pesaba mas que el que se probó días antes, pero obediente no tocó nada y esperó junto al reloj de un puesto a que fuese la hora.
Entonces tiró de la anilla y...
La explosión destrozó su cuerpo llevándose con ella la vida de mas gente. 

3.1.11

Croassant de enero

La desnudez del espacio combinaba con sensibles claroscuros que lo atravesaban, deslizándose por la textura de las férreas columnas que sostenían el edificio. Sobre la suavidad del suelo polvoriento se contorneaban las señales, seguras aunque indescifrables, de las sombras del contenido ausente. Permaneció inmóvil en el centro del inmenso vacío. Comprendió que el arte era el sutil impacto entre la percepción y el sentimiento.
En el exterior llueve y el incesante golpecito de las gotas sobre los ventanales ponen fondo sonoro a la escena. Los toldos de colores que cubren las obras se transforman en pentagrama mientras los tejados hacen el pino sobre los charcos, que rivalizan con los adoquines por un palmo de calle y por unos momentos se siente con ese poder mientras observa el reflejo del barrio en el escaparate de la librería. La lluvia le cede el turno y entonces posa su sombrero en la acera, ajusta el violín, coloca su atril y sobre el las partituras. Sus dedos parecían laberintos de los que la música no quería salir. Sobre él la luna parece sonreir  :)

12.5.09

VIII

- No sé como llegó, pero tu nombre estaba ahí. -
Aquella frase se repetía una y otra vez en mi mente. Una vez entré en la habitación eché el cierre a la puerta y puse el “No molesten”.
Siempre que regresaba al hotel suspiraba porque no estuviera el conserje en recepción, lo siniestro de aquel tipo invitaba a tener el menor contacto con él. Pero esta noche, cuando ya casi cantaba victoria subiendo los primeros peldaños, su voz hizo palidecer al silencio haciéndolo huir despavorido.
- Ehh tú! -
- Sí ? - Dije volviendo sobre mis pasos - ¿Es a mi? - Su mirada no dejaba lugar a dudas de que allí no había nadie más.
- Te llamas …. ? - Añadió sin dar pista alguna al interés por saberlo.
- Sí, ese es mi nombre. ¿Han dejado algo par…- No me dejó terminar la frase.
- No sé como llegó, pero tu nombre estaba ahí – Dijo señalando una foto que me acercó sobre el mostrador.
Palidecí al verla.
- Me gusta recorrer la ciudad en mis ratos libres y captar sus secretos con mi cámara, ya sabe, por el turismo y todo eso - Dijo con sorprendente naturalidad y afable tono.
- Sí, entiendo, esto ¿Puedo quedármela? No siempre le suceden a uno cosas así.
- Claro. Tiene razón, estas cosas solo pasan una vez en la vida.-
Daba escalofríos escuchar aquella carcajada. Me alejé de allí lo mas rápido posible.

Y allí estaba, sobre la cama contemplando la foto de aquella lápida con su nombre.
Poco podía imaginar que en el reverso ponía “Souvenir del hotel Epitafio”

3.5.09

Habitación nº VII

Donde se confunden relojes con lunas. El sentido de aquella frase escrita sobre el alfeizar no lo supo hasta esta misma noche. Cuando vio como la luna quedó atrapada en el reloj del viejo campanile, que se erguía ante él sobre la ciudad.
Su pensamiento viajó en ese momento lejos de aquel lúgubre hotel. Un viaje en el tiempo, en noche de luna llena como esta, hasta Lastres.
La vio por primera vez sentada sobre el muro del Mirador. No supo hasta la siguiente ocasión, cuando volvió a verla, que solo acudía allí con la luna llena, como así sucedía esa misma noche, durante la romería de San Roque.
No quiso esperar a una tercera oportunidad y se dirigió hacia ella, cruzando por primera vez sus miradas y confundiendo sus pupilas con la luna. Le contó que hablaba con el viento, al que llamó Leyenda, y que nunca faltaba a su cita. Le contaba historias del mar, secretos de los milenarios bosques que ella iba escribiendo sobre una libreta azul.
Su sorpresa fue grande cuando al llegar al pueblo quiso conocer sobre ella y nadie supo nunca de la existencia de tal joven, achacando tal encuentro a lo bebido durante la romería. El caso es que nunca más volvió a verla.
En ese momento se alejó de la ventana hacia la silla de donde pendía su mochila y extrajo de su interior una libreta azul.




26.4.09

VI

Las palabras llegaron, como si tal cosa, cuando dejó de buscarlas. Eran muy traviesas y solían desaparecer siempre que más se les necesitaba.

- Pero esta vez cambiarían las tornas - Pensó ella, mientras observa la máquina de escribir que, a tono con el mobiliario del hotel, le había prestado el conserje.
Las palabras, ajenas a tal pensamiento, iban uniéndose entre sí saboreando como una vez más llevaban al límite de la desesperación al escritor.
La habitación permanecía en penumbra, en el exterior el alba acariciaba la madrugada con tibios rayos de sol.
Jessica se echa hacia atrás sobre la silla.
Mira el reloj de reojo, observa que quedan pocos segundos para las seis de la mañana. Y cuando da la hora cierra los ojos y duerme.
En su interior las palabras comenzaron a impacientarse, ya deberían ir descendiendo al papel y aún seguían allí.
Ellas eran la llave, pero ¿Donde estaba la puerta?

20.4.09

Inspiración fatal (Cronopiolato V)


- Quizá sea tarde, pero aún tengo la pistola en el bolsillo - Dijo aquel tipo antes de disparar sobre ella.
En ese momento alguien golpeaba la puerta de la habitación. Eran casi las 7 de la mañana. Fuera quien fuese le aguardaba de todo menos un buen recibimiento.
- ¿Es que no ven el “No molesten”!?
- Abra! policía! -
Aquello atemperó mi enojo al tiempo que, liberado de la tensión frente a la máquina de escribir, el cansancio pareció devolverme a la realidad.
- ¿Qué desean a estas horas? -
Me habían asegurado que se trataría de cuestión de minutos y sin tiempo apenas para adecentarme estaba acompañándoles hasta la morgue.
Tras seguir al detective por un estrecho pasillo llegamos al depósito y nos detuvimos en torno a un cadáver que permanecía cubierto por una sábana. El oficial allí presente la retiró. El detective preguntó.
- ¿La conoce?
La joven que yacía sobre la mesa de acero, esbelta y de aspecto más bien escandinavo, presentaba un orificio de bala a la altura del corazón.
- No, no la he visto en mi vida - Respondí con certeza.
- ¿Seguro? - Persistió el detective - Obsérvela bien - Inquirió.
- Ya le he dicho que no la conozco de nada. Siento no poder ayudarles en su identificación - En ese instante añadí - ¿Y por qué me lo preguntan a mi?
- Porque tenía apuntado el nombre de su hotel “Epitafio” y su nombre -
Dijo mostrando un pequeño bloc.
En aquel momento estremecí al escuchar aquello. Así era como había pensado que continuase la novela, la que estaba escribiendo cuando me interrumpieron.

15.4.09

Cronopiolato IV

Observaba desde la cama las puertas y contrapuertas del balcón, entreabiertas lo justo para un rayo de luna entrara.
Era una noche extraña para lo que acostumbraban a serlo en aquel hostal de nombre Epitafio. Sobre la sábana un frasquito de cristal contenía en su interior la pócima que el conserje le había dado por ser 14 de febrero. Por no hacerle un feo la cogió.
Se quedó un instante contemplándola. Y si….
Nada tenía que perder se dijo. Y de un sorbo se la bebió. Tal como pensaba aquello no sería más que agua coloreada. Se abochornó al pensar por un momento que aquel brebaje surtiría el efecto deseado.
Cerró los ojos para dormir, cuando de repente una flecha entró por el balcón atravesando su cuerpo e hiriéndole mortalmente.

22.3.09

Cronopiolato III

El invierno trae el gris de un cielo húmedo y una ciudad hastiada. Un viento gélido se abraza a ella envolviéndola en una oscuridad sin tiempo. Pende inerte del techo de la habitación la bombilla sin que una mota de polvo ose cruzar el espacio vacío que se extiende ante mi. Silencio parece decir el televisor atrapándome en su pupila. A través de la ventana del busco un sol que me prometa un amanecer. No se escucha nada, ni un ruido. Ni una luz. El hotel parece vacío.
Fue entonces cuando sentí como algo tiraba de mis piernas hasta quedar colgado boca abajo. No podía ver quién o qué era lo que me sujetaba, pero sin tiempo a que pudiera decir nada me tumbaron sobre la mesa. Es curioso, no siento dolor y sin embargo acaban de cortarme los brazos y en varios trozos las piernas. Me arrancan la columna de cuajo y arrojan el resto del cuerpo por la ventana. Sobre el asfalto soy devorado por varios gatos.
Ahora me gustaría despertar, pero no consigo abrir los ojos.
Por fin puedo abrirlos! Pero… ¿Dónde estoy?

23.2.09

Cronopiolato II

. – Los conserjes de noche cuidan de los hostales – Canturreaba mientras hacía su ronda. – Deberíamos establecer esta canción como himno nuestro – Pensaba – al menos son los únicos que nos tienen en cuenta.
No había nada para él más aburrido que ser conserje. Pero cuando recibió la noticia de que retomarían las funciones de los antiguos serenos fue el que mas se alegró de todos. No soportaba una noche más aquel cuchildril del portal en forma de L tras el que había pasado gran parte de su vida.
La zona que le habían asignado ocupaba varias manzanas, y en ellas junto a variados comercios alternaban hostales que en aquellas fechas de carnaval se hallaban repletos.
Fue precisamente ante un hostal que detuvo su ronda aquella noche. La puerta de entrada cedió fácil al tocarla. Le había extrañado la falta de luz exterior, pero una vez dentro, aquel silencio. Todo el mobiliario permanecía intacto. Pero nadie había en recepción.
De pronto le sobrecogió el sonido de un tremendo portazo. Cuando volvió hacia la entrada y tiró de la puerta, ésta no podía abrirse. De repente las ventanas comenzaron a repicar como en una especie de coral de ánimas hasta que quedaron todas cerradas en un completo silencio.
– ¿Hay alguien!? – Gritó, mas bien mezcla de miedo y de un mosqueo que le ayudaba a llevarlo.
Fue entonces cuando sintió aquella fría mano sobre el hombro.
Se giró rápidamente, pero ya no había nadie.

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31.1.09

Cronopiolato

Así que lo que cuentan sobre las leyendas de este hostal, no son mas que eso, leyendas, verdad ? - Dijo uno de los turistas sonriendo al recoger las llaves - Hostal Epi jajaja vaya nombre! - Murmuraban entre risas camino de las habitaciones -

Si aún siguen aquí, podré responderle al señor por la mañana - Le respondió el conserje. Cuando se hubieron alejado giró la vista hacia el letrero que tenía bajo el mostrador - Desde que quité esta parte del luminoso tengo mas clientes - Pensó mirando aquellas letras "tafio".