Era el arcoíris más bonito que había visto nunca. La luz se abría paso entre el silencio, que se colaba a hurtadillas por las rendijas de la ventana, dejando, como en el cuento, una estela de puntitos hasta donde las palabras terminaban y comenzaba la música. Sobre la pared, la sombra de los árboles, antes muertos, recobraban la vida danzando ya libre de hojas, que sobre el patio navegaban sobre los charcos. Sus manos, que tantas notas robaron al violín, se posaron suavemente sobre la mesa, y le habló entonces de su arcoíris especial.
Esa mañana, tras los días de lluvia, ella creyó ver el más bonito que había visto nunca cuando, al despertar, se asomó a la ventana. Cuando bajó corriendo en su busca encontroselo buscando algo en la alacena. Quiso decirle lo que había visto o mas bien intentó describirselo, pero entonces él le pidió silencio, como cuando guardaba un secreto que estuviera a punto de desvelar. Ella guardó silencio mientras observaba como iba cogiendo unos pequeños frasquitos de cristal y una vez los tuvo todos le hizo un gesto de seguirle. Y en ese momento se hallaban.
La música surgía por si sola, mientras uno a uno iba abriéndolos y al tacto trazando un arco de sabor sobre el viejo tablón de madera. El rojo del azafrán fue el primero, la cúrcuma anaranjaba el siguiente trazo, hasta dar paso a la canela, que se tornó verde cuando la menta entró en escena. Pero entonces movió sus brazos como si tocara el violín, diciendo "esta por Bach" y trazó un arco azul, azul de Prusia, su especia favorita.
Su ceguera le impedió ver el que ya se difuminaba por el cielo, pero su imaginación nunca estuvo ciega. Y allí, al otro lado de la mesa, se dejó caer sobre la silla, sintiendo esa complicidad que le transmitía su presencia.
Pero a ella le pudo mas la curiosidad y le preguntó por ese último frasco, algo mas grande que los demás, que había dejado sin abrir.
- Un arcoíris no estaría completo sin tu color favorito - le dijo.
- ¡El morado! - gritó ella abriéndolo rápidamente - ¡Moras! - añadió sonriendo, para fundirse con él a continuación en un abrazo entrañable - Gracias abuelo, es el arcoíris más bonito que he visto nunca.