Después de las acuarelas Sonnet de San Petersburgo, vuelvo a las que habitualmente uso y controlo más: mis Daniel Smith, aunque siempre hay alguna de W&N, como el Smalt, un azul violáceo hermosísimo que he probado y seguiré usando. Junto al lapis, el verde de jadeíta, la amatista o esos tonos marrones y rojizos de hematite que tanto granulas. Con ellos he hecho suelos y troncos, como siempre. También el azul oscuro de sodalita para nubes y sombras intensas. ültimamente, me he quedado huérfano de papel artesano de Garzapapel y estoy con Arches satinado y otros de Saunders Waterford, que me están gustanto mucho. cabo de recibir dos o tres papeles de esta marca y habrá que ir haciendo pruebas y decidiéndose uno, que tampoco conviene, una vez probados, manejar demasiadas marcas ni en papeles ni en pigmentos. Una cosa son las probaturas, otra lo que se va quedando ya como materiales fijos.
lunes, 8 de marzo de 2021
Sin salir de Castilla La Mancha
Después de las acuarelas Sonnet de San Petersburgo, vuelvo a las que habitualmente uso y controlo más: mis Daniel Smith, aunque siempre hay alguna de W&N, como el Smalt, un azul violáceo hermosísimo que he probado y seguiré usando. Junto al lapis, el verde de jadeíta, la amatista o esos tonos marrones y rojizos de hematite que tanto granulas. Con ellos he hecho suelos y troncos, como siempre. También el azul oscuro de sodalita para nubes y sombras intensas. ültimamente, me he quedado huérfano de papel artesano de Garzapapel y estoy con Arches satinado y otros de Saunders Waterford, que me están gustanto mucho. cabo de recibir dos o tres papeles de esta marca y habrá que ir haciendo pruebas y decidiéndose uno, que tampoco conviene, una vez probados, manejar demasiadas marcas ni en papeles ni en pigmentos. Una cosa son las probaturas, otra lo que se va quedando ya como materiales fijos.
sábado, 6 de febrero de 2021
Acuarelas Sonnet de Saint Petersburg
Muchas entradas he dedicado en mi blog a los materiales. Plumillas, pinceles, papeles, pigmentos y demás parafernalia. No caigo en el error de creer, y menos de sugerir, que ellos pinten solos. Hay quien con escasos recursos, a veces no demasiado buenos ni caros, hace cosas que nosotros no alcanzaríamos a hacer con los mejores. De hecho, si hablamos de colores, hoy la industria química ofrece infinidad de ellos, más variados, estables y seguros que los disponibles por los pintores que nos hacen quitarnos la gorra en los museos. Y ponernos de rodillas ante Velazquez o Rembrant, o reprimir el deseo de lamer el lienzo, como ocurre al ver un Van Gogh por primera vez a un palmo de distancia. Disponemos de mejores medios que ellos.
Pero ellos aprendían el oficio desde la base. Molían sus pigmentos, los mezclaban, añadían aglutinantes, preparaban las imprimaciones de lienzos y tablas y, desde luego, no creo que sus pinceles fueran equiparables a los disponibles hoy en día. Eso les proporcionaba, paso a paso, un conocimiento profundo de lo que luego utilizaban para pintar, cuando el maestro ya les dejaba hacer un fondo o el cuerpo de un personaje secundario. De ahí en adelante, hasta crear su propia obra, a veces, no siempre, con su propio estilo. Pero el oficio se daba por descontado.
Deberíamos empezar diciendo que los pigmentos y colores de que disponemos los pintores, esos catálogos amplísimos de arcoiris metidos en tubos o pastillas, son un subproducto de los que se fabrican para tintes de telas o pinturas de coches, paredes, aviones y otros productos industriales. Si un color, por el motivo que sea, deja de usarse en esa industria, antes o después no estará disponible para los artistas. Hay algunas empresas tradicionales de Bellas Artes, y algunas nuevas, que elaboran parte de sus pigmentos. Sobre todo si son naturales, minerales o vegetales. Eligen, compran la materia prima, hacen la molienda y crean sus productos con sus fórmulas particulares. Por eso no son iguales todos los sienas, ultramar o cualquier otro color.
Si son de origen mineral, difícil sería que cada lugar diera una tierra o pedrusco que presente el mismo tono que las de otra montaña o ladera de volcán. De ahí la variedad de ocres, sienas, sombras y demás tierras, muy abundantes y desiguales. Aunque su composición química sea la misma. Varían proporciones, impurezas y otras cosas, además del tueste a que se someten a veces. En otras ocasiones las piedras son caras. Semipreciosas, que en tiempos costaron su peso en oro, como el lapislázuli, la azurita, y otros. Uso bastantes pigmentos de Daniel Smith y de Kremer. Ellos preparan y venden algunos de estos colores: sodalita, amatista, ojo de tigre, esmalte, índigo verdadero (Kremer, no D&S, que yo sepa), maravillosos colores de un solo componente, como sus cerúleos, sepias y otros.
Son caros porque no pueden ser baratos. Antes el lapis venía de Afganistán, y ahora es complicado traerlo de allí. Ahora lo extraen de Chile. Kremer, el mayor fabricante de pigmentos para arte vende lapis en piedra, polvo o pastilla de acuarela. De calidad media 0,60 euros el gramo de piedra. La mejor, en polvo, a 7.883,75 € el kilo. La sepia auténtica, en polvo, vale a 2.094,40 euros el kilo, también en Kremer. Si un tubo de 15 cl. lleva 10 gr. de pigmento, echemos cuentas. Esa sepia la he probado, no a la plancha, sino en acuarela y, claro, es otra cosa.
El lapislázuli es un pedrusco duro, muy duro, no muy abundante y que además presenta impurezas, vetas grises o de un azul más oscuro, de sodalita. Eso complica la cosa y justifica en parte que un tubo de alguno de estos colores se venda por más de 20 euros. Ya cada uno valora si para lo que hace y pretende le merece la pena pagarlos o no. Al menos convendría probarlos antes de decidir. Y en eso estoy desde hace años. Y sí, me merece la pena pagarlos. Siempre repongo el jade, el lapis, la alizarina, la sodalita, la amatista y el negro de marte, (de magnetita), entre otros. Si se usa turquesa, que sea de las buenas, yo uso de Windsor & Newton o de Daniel Smith.
Bien, como digo, cuando voy a comprar un color que no conozco, recurro a la carta de colores del fabricante. Casi todos ellos revelan la composición de sus pigmentos, tanto cuando son de un solo componente, como los que intervienen en la mezcla cuando no. Incluso, como digo, lo explicitan en el etiquetado de sus productos. Como debe de ser. Luego, si tengo ganas de complicarme la vida, cosa que me ocurre a menudo, accedo a las dos biblias que conozco sobre el tema de los pigmentos. Una mina. Pero como ocurre con todas las minas, a veces es muy profunda y de complicado acceso. No quiero sugerir que para pintar una acuarela haya que descender a tales profundidades. Pero cada uno es como es, como Dios lo hizo y en muchos casos peor, como es mi caso. Y yo disfruto sabiendo de qué doy cada brochazo, de dónde viene el color, cómo se obtiene y en algunos casos qué historia tiene, que las hay jugosas. La del marrón de momia, el Mummy brown, sin ir más lejos. Hubo quien dio cristiana sepultura a unos tubos de óleo al conocer que estaba pintando con polvo del cadaver milenario de un congénere machacado. Los museos están llenos de pinceladas con los restos de egipcios de hace milenios o de cadáveres de condenados a muerte disecados y pulverizados para tan noble fin.
Por lo pronto, no hay información de los componentes de los colores. Unos colores bautizados con nombres tan descriptivos como "azul", "Verde oscuro", "naranja" o "azure". En la página de la empresa tampoco se facilitan esos datos. También hay que decir que han evitado incluir los colores que suelen ser más caros cuando son buenos: índigo, cerúleo, azul cobalto y otros así. Por eso los colores, en general son algo pintureros, en parte por la gran cantidad de pigmento que llevan. No están secas las pastillas y, simplemente pasando el pincel mojado, cargas una cantidad de color mayor que en otras pastillas, por lo que conviene andar con cuidado hasta que les pillas el punto. Parece como si trabajásemos con tubos. Y no se dice como fallo, sino como virtud.
jueves, 28 de enero de 2021
Año de nieves...
Ha sido una temporada de nieves, con temporales que pasarán a la historia, árboles desgajados, ciudades paralizadas por el hielo, lo que se suma a la situación de encierro por la pandemia. Escribía en otro lugar que parecen las siete plagas, que faltaba la langosta. Mejor callarse porque últimamente tenemos además terremotos en Granada. Y dedicarse a pintar, aprovechando que la situación nos proporciona tema.
miércoles, 16 de diciembre de 2020
Acuarelas diciembre
Nieve, paisajes, aldeas y árboles de la sierra del Segura en Albacete o de la zona de Santiago-Pontones en Jaén. Siempre a partir de fotos, propìas y ajenas, que ahora salimos poco. Aparte de mostrarlas aquí, poco hay que comentar pues los materiales son los de siempre. Es cierto que he cambiado bastante de papeles, probando algunos nuevos: Saunders Bockinford de grano satinado, con una trama muy fina que parece unha tela espesa, unos blocks de acuarelas de Hahnemüle que llevan varios tipos distintos de papel, en grosor y en textura. También probando por primera vez los papeles de acuarela de Strathmore, de USA, dos satinados aunque de texturas diferentes. Todos ellos funcionan muy bien y vienen a solucionar la desaparición de Garzapapel, una pena.
Sigo jugando con las texturas, con nuevas mezclas, aunque llegando a consolidar algunas de ellas que se van volviendo costumbre, como las de lapislázuli con distintos ocres, buscando grises con matices diferentes. También un color que he probado y uso ya a menudoi, el Smalt de Windsor & Newton, un azul con matices violáceos muy transparente y delicado. Procuraré trabajar algunas acuarelas solo con pigmentos de White Nights, Rosa Gallery o Roman Szmal, por separado, que ya tengo una gama suficiente de todas ellas.


sábado, 28 de noviembre de 2020
Árboles y paisajes de otoño
Recurro a fotos, propias y ajenas, de árboles, paisajes y pueblos de Albacete y Jaén: Santiago-Pontones, La Toba, Poyotello, Paterna del Madera, Bogarra, El Batán. Esos son lugares que conozco bastante bien, otros no porque incluso algún eucaliptus de Australia o un olmo de Inglaterra aparecen por aquí. Y por esos sitios ya voy menos a menudo.
Los materiales son los que se acostumbran, es decir, pigmentos de Daniel Smith, los cadmios que saco en otoño del cajón, de Rembrant, los quinacridonas, también de Daniel Smith, como el lapislázuli, sodalita, amatista y lunar black, que nunca faltan. Pinceles de Escoda, de marta, alguno chino, pero bueno, otros de petit gris de Windsor & Newton y algún hake de pelo de cabra. Probando y cambiando.
Los papeles, tras mi disgusto por la desaparición de Garzapapel, también son diferentes. Me quedan reservas de ese papel que tanto me gusta, sobre todo tamaños grandes, que hice acopio, pero no de los tamaños más pequeños que suelo utilizar a menudo. Casi todas estas acuarelas están pintadas en Saunders Waterford, fino y satinado, aunque alguna hay en Arches, o Bockinford, también satinados. Tengo pendiente de probar el Guarro de grano fino que compré hace poco y aún está sin estrenar. Este papel de Saunders tiene una textura muy fina, que de cerca parece tela cuando se moja con los colores. Me gusta mucho, de forma que seguiremos con él.