"El fuego que ilumina es el mismo fuego que consume"
Henri F. Amiel
Henri F. Amiel
Presente bajo numerosos aspectos (desde velas y antorchas hasta hogueras e incendios), en él se advierte, claramente, la ambivalencia del símbolo: en positivo es dador de vida, calor y luz, en tanto bajo su aspecto negativo consume y destruye, causando muerte y dolor.
Asociado al color rojo, al verano y al corazón, remite tanto a las pasiones humanas: amor, cólera, como al espíritu, al aliento divino y sagrado.
Utilizado en rituales de purificación, devora y destruye permitiendo la regeneración y la renovación.
En los "Autos da Fe" de la Edad Media, brujas y herejes eran sometidos al fuego como castigo pero también para la salvación de sus almas, las llamas "purgan", consumen el mal, limpian las impurezas y permiten ascender.
En los "Autos da Fe" de la Edad Media, brujas y herejes eran sometidos al fuego como castigo pero también para la salvación de sus almas, las llamas "purgan", consumen el mal, limpian las impurezas y permiten ascender.
Con la apariencia de estar vivo, es el único elemento que puede producir el hombre por sí mismo y su obtención marcó, de alguna manera, el inicio de la civilización.
Antorchas, velas, cirios, todo lo que porta la "llama viva", aquella cuya flama sube hacia el cielo y representa el impulso ascendente, puede transformarse en un elemento de "luz espiritual" y, por ende, de iluminación.
Algunas obrasAntorchas, velas, cirios, todo lo que porta la "llama viva", aquella cuya flama sube hacia el cielo y representa el impulso ascendente, puede transformarse en un elemento de "luz espiritual" y, por ende, de iluminación.
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