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sábado, 31 de agosto de 2024

AL en la política internacional: ¿No alineamiento activo u oportunismo periférico? / @Latinoamerica21

 


La guerra en Ucrania ha tenido un gran impacto en la política internacional, y la reacción de los gobiernos latinoamericanos ante este conflicto ha revelado posiciones diferenciadas. Algunos apoyaron abiertamente la invasión rusa, otros eran muy claros en su crítica y condenaron la agresión rusa, como muestra su voto en la Asamblea General de Naciones Unidas y en la OEA. Además, algunos gobiernos zigzaguearon en su voto y/o se ofrecieron como mediadores en el conflicto.

Aunque la mayoría de los gobiernos latinoamericanos han condenado la agresión rusa en Naciones Unidas, esos mismos gobiernos han rechazado la entrega de armas y la imposición de sanciones, y en algunos casos incluso han incrementado el comercio con Rusia. Lo que podría parecer un comportamiento ambiguo o incluso contradictorio no es caprichoso ni accidental; en realidad, representa un enfoque racional para navegar por las aguas turbulentas de un mundo multipolar sin poner en peligro los intereses nacionales.

El concepto de no alineamiento activo se ha vuelto bastante popular en los debates sobre el posicionamiento de América Latina en la política internacional y en el conflicto de Ucrania. Pero se plantea la cuestión de si este concepto es realmente el más adecuado para captar las políticas de los gobiernos latinoamericanos y qué ventajas ofrece este en comparación con otros conceptos. Políticos y académicos de la India, por ejemplo, prefieren el concepto de multi-alineamiento, como una herramienta para maximizar los intereses nacionales y preservar cierta autonomía estratégica.

En lugar de hablar de no alineamiento activo, podría ser también más preciso referirse al concepto del ‘oportunismo periférico’. Este término no busca ser despectivo, sino que describe cómo los gobiernos reaccionan ante una estructura de oportunidades y riesgos en cambio. La transición hacia un sistema internacional multipolar ha ampliado el margen de maniobra para los gobiernos en la periferia que al mismo tiempo son conscientes de las realidades del poder. En línea con el ‘realismo periférico’ desarrollado por Carlos Escudé, estos gobiernos reconocen que existen desigualdades estructurales en la política internacional y que, por tanto, no se debe provocar innecesariamente a las grandes potencias.

Aunque el posicionamiento de un gobierno periférico frente a los conflictos internacionales por sí sola no altera el equilibrio global, como sí lo hace la acumulación de posiciones periféricas, puede conllevar costos y beneficios. Por ello, la mayoría de los gobiernos sigue una estrategia de minimizar riesgos, mantener un perfil bajo y blindarse de las presiones y la influencia ejercidas por las grandes potencias.

Tal estrategia no excluye la posibilidad de obtener beneficios a corto plazo de la competencia entre grandes potencias y del reclamo de tomar partido en conflictos internacionales, siempre que surja la oportunidad y los beneficios superen los posibles costes. En la literatura especializada sobre relaciones internacionales, una estrategia de este tipo se denomina “hedging”. Sin embargo, hay razones para desviarse de esa estrategia, sobre todo si ocasiona costes mucho más elevados que la de alinearse con una potencia grande, o si alinearse promete más beneficios.

También existe una jerarquía en la periferia. Las opciones estratégicas son diferentes para las potencias emergentes o las potencias regionales (como Brasil en América Latina) que son cortejadas por las grandes potencias y cuyo posicionamiento tiene una mayor influencia en la política internacional. Potencias emergentes, como India o Brasil, pueden promover una estrategia más proactiva y prefieren un alineamiento múltiple. Para las potencias emergentes o regionales, el conflicto ucraniano ofrece la oportunidad de mejorar o consolidar su estatus en el sistema internacional. Mientras una estrategia de “hedging” tiene como objetivo mantenerse al margen del conflicto y pasar desapercibido, el alineamiento múltiple es proactivo y puede tener como objetivo la inclusión en posibles resoluciones del conflicto.

Hay buenos argumentos para afirmar que los conceptos mencionados capturan y caracterizan mejor las variaciones y diferencias en las reacciones de los gobiernos de Latinoamérica en el conflicto de Ucrania que el concepto de no alineamiento activo. Este concepto fue introducido por Carlos Fortin, Jorge Heine y Carlos Ominami, tres conocidos intelectuales chilenos con carreras en la política, el mundo académico y el servicio diplomático, en el contexto de las crecientes tensiones entre China y Estados Unidos. Posteriormente, los autores se esforzaron por difundir y popularizar el concepto y aplicarlo a crisis actuales, como el conflicto de Ucrania o el conflicto entre Israel y Hamás en la Franja de Gaza.

sábado, 6 de julio de 2024

¿Por qué debemos hablar de justicia climática? / María Villarreal @Latinoamerica21

 


El cambio climático es hoy un desafío urgente que impacta con más fuerza a los países del Sur Global. De acuerdo con el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), las comunidades más afectadas son las que menos han contribuido históricamente a este fenómeno: entre 3.300 y 3.600 millones de personas del Sur Global son las más vulnerables al cambio climático en todo el mundo.

América Latina, es responsable por apenas el 8% de las emisiones de gases de efecto invernadero, pero es una región altamente vulnerable a los desastres y a fenómenos como la inseguridad alimentaria y el desplazamiento forzado de población provocados por el cambio climático en combinación con otros factores, a la vez que posee medios limitados para adaptarse a los efectos del cambio climático.

Por ello, hablar de cambio climático, implica reconocer que estamos ante un problema no solamente ambiental, sino político y ético en el que existen efectos y responsabilidades diferenciados. En este contexto, la justicia climática pone en el centro la equidad y los derechos humanos de las personas y busca abordar estos temas de forma interconectada, considerando diversas formas de desigualdad.

La noción de justicia climática pone sobre la mesa las desiguales responsabilidades históricas y presentes de los países, empresas y personas respecto a la crisis climática. Tales responsabilidades pueden ser medidas a través de las altas emisiones de los países del Norte Global y de las grandes empresas contaminantes, al igual que mediante los impactos desproporcionales de las personas ricas en la crisis climática. Estas tienen un impacto mayor por su estilo de vida, inversiones y acciones políticas que niegan muchas veces la gravedad de la crisis climática, además de bloquear procesos de transición justa y de silenciar las voces de quienes defienden el medio ambiente y la necesidad de sustituir los combustibles fósiles y el actual modelo económico.

De acuerdo con el Informe Global «Desigualdad S.A» de Oxfam, el poder empresarial está impulsando el colapso climático, exacerbando múltiples desigualdades y aumentando el sufrimiento de millones de personas. Desde 2020 los cinco hombres más ricos del mundo han duplicado con creces sus fortunas hasta alcanzar los US 869.000 millones en 2023, al mismo tiempo en que la riqueza de 5000 millones de personas a nivel global se ha reducido.

La gran responsabilidad de los milmillonarios

En consecuencia, el 1% más rico de la población mundial genera tantas emisiones de carbono como los dos tercios más pobres de la humanidad. Además, aunque sólo algo más de una de cada cinco personas viven en países del Norte Global, éstas concentran el 69% de la riqueza privada y casi tres cuartas partes de la riqueza del mundo. Las empresas multinacionales son las otras grandes beneficiarias de este escandaloso proceso de acumulación, acelerado tras la pandemia, ya que los beneficios de las mayores empresas experimentaron un aumento del 89% entre 2021 y 2022.

Más allá de exponer las desigualdades socioeconómicas históricas y presentes entre países y clases sociales, la justicia climática es heredera de los estudios sobre ecología política y de las luchas por la justicia ambiental que han denunciado históricamente el racismo ambiental y los efectos desproporcionales de la degradación del medio ambiente sobre las poblaciones negras, periféricas, indígenas y campesinas.

En la misma medida, la noción de justicia climática se alimenta de las reivindicaciones del movimiento feminista que han expuesto los mayores efectos que la crisis ambiental y climática tiene sobre las mujeres. Así, la noción de justicia climática da cuenta de las desigualdades estructurales entre regiones, pero también dentro de un mismo país y de cómo poblaciones específicas como los indígenas, negros, mujeres o personas con discapacidad tienen más probabilidades de sufrir los efectos adversos del cambio climático.

Por otro lado, la justica climática también analiza las desigualdades intergeneracionales que hacen que los niños y jóvenes de hoy, pese a no haber contribuido con la crisis climática de forma significativa, sufran sus impactos de manera más severa a medida que crecen y vean perjudicado su derecho a un futuro sostenible. De hecho, un estudio de la revista Science de 2021 evidenció que los niños nacidos en 2020 experimentarán entre dos y siete veces más los fenómenos climáticos extremos, especialmente olas de calor, en comparación con las personas nacidas en 1960.

miércoles, 3 de abril de 2024

De Bernays a Milei: La pelea contra «La Casta» como la nueva «antorcha de la libertad» / Federico Alem @Latinoamerica21

 


Hace 95 años el publicista austríaco Edward Bernays iniciaba una campaña para lograr que las mujeres se incorporen al mercado del cigarrillo bajo el lema de que éstos representaban una “antorcha de la libertad”. El presidente argentino Javier Milei utiliza su confrontación contra “la casta” en un sentido similar con -hasta el momento- buenos resultados.

Mujeres fumando en el Easter Parade & Bonnet Festival de Nueva York

En 1929 sólo el 5% de las mujeres fumaban. El cigarrillo estaba asociado a la prostitución y la promiscuidad femenina. Así, las compañías tabacaleras perdían casi la mitad del mercado. Para contrarrestar tal situación, George Hill, presidente de la American Tobacco Corporation, contrató al publicista estrella de la época, Edward Louis Bernays, quien además era doble sobrino de Sigmund Freud.

En vez de realizar una campaña publicitaria tradicional, Bernays vió la oportunidad de transformar esos prejuicios en un mensaje poderoso en la mente de las mujeres, que funcione como herramienta de lucha por los deseos de libertad femenina.

Para ello coordinó a un grupo de modelos para que asistan a los multitudinarios desfiles del Easter Parade & Bonnet Festival de Pascuas en Nueva York, y que enciendan cigarrillos todas al mismo tiempo para fumar -provocativamente- entre la gente.

Además, comunicó a los periodistas de los medios más importantes que un grupo de sufragistas (movimiento nacido en Reino Unido que luchaba por el voto femenino) protestaría contra la desigualdad entre hombres y mujeres encendiendo sus «antorchas de la libertad». Los fotógrafos captaron el momento, y la noticia de las mujeres fumando sus «antorchas de la libertad» se extendió rápidamente. De esta manera, fumar se transformó en un símbolo de rebeldía, y su uso se extendió entre el mercado femenino. En 1965, fumaba 1 de cada 3 mujeres norteamericanas, contra menos del 3% que lo hacía hasta 1930.

Los tiempos cambian. Las estrategias, no tanto.

Casi 100 años después, Javier Milei utiliza su continua confrontación contra «la casta» como su «antorcha de la libertad». Libertad de esa «casta», que está compuesta, en palabras del propio mandatario, por «los políticos corruptos, los empresarios prebendarios, los sindicalistas que entregan a sus trabajadores, los micrófonos ensobrados que son cómplices y ocultan todos estos negocios y mundos y obviamente los profesionales que son cómplices a los políticos». En otras palabras, por «el pasado» que provocó el estado de deterioro en el que se encuentra Argentina, y que él se compromete a combatir.

Solo amparado en esa batalla y en el cansancio de la sociedad argentina con la clase política tradicional se explica que, pese a la evidente recesión que atraviesa el país, el primer mandatario no haya resentido su imagen positiva, que se ubica en 57%, niveles similares a los que tenía al momento de la segunda vuelta electoral que lo llevó a la Casa Rosada.

sábado, 6 de mayo de 2023

El Banco Mundial debe centrarse en la transición energética / Pedro Morazán @Latinoamerica21

 


El Banco Mundial es uno de los cuatro pilares fundamentales del orden liberal internacional surgido bajo la hegemonía de los Estados Unidos al final de la Segunda Guerra Mundial. Los otros tres son el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización Mundial de Comercio (WTO) y el Consejo de Estabilidad Financiera (FSB). Este último surgido como consecuencia de la crisis financiera internacional de 2008, en el marco del Grupo de las 20 economías más fuertes del mundo (G20).

Desde sus inicios, Estados Unidos ha aportado el mayor capital al Banco Mundial y tienen por ello la voz cantante, con una proporción desmesurada de votos en el directorio de dicha institución. Esto significa que, como es común en tales casos, es el gobierno estadounidense quien propone a la persona que habrá de dirigir el organismo multilateral. En el caso del FMI, el acuerdo de las principales potencias económicas agrupadas en el G7 era reservar a Francia el derecho a escoger al director de dicha institución. Esto cambió en 2019 con la elección Kristalina Georgieva, quien se convirtió en la primera persona proveniente de una economía emergente (Bulgaria) en dirigir el FMI desde su creación en 1944.

Las cuotas de poder siempre han dependido de las cuotas de capital. Esto tuvo sentido tras la Segunda Guerra Mundial. Pero la situación ha cambiado y actualmente China cuestiona, junto con otras economías emergentes, las estructuras de poder vigentes en las instituciones de Bretton Woods. Dichos cuestionamientos ya han provocado cambios que reflejan de mejor manera la nueva correlación de fuerzas en la economía global.

El Banco Mundial ya no es el actor más relevante en la dinámica de financiamiento global. Lejos están los tiempos en los que las instituciones gemelas levantaban el bastón de mando para dirigir la sinfonía de la globalización con los programas de ajuste estructural de las economías en los países de menores ingresos. Todo lo contrario, en los últimos 20 años el Banco Mundial ha tenido el combate a la pobreza como mandato central, mientras que el FMI ha asumido las tareas promover la estabilidad macroeconómica y financiera mundial con el objetivo de garantizar el crecimiento económico y no a estrangularlo, como en el pasado.

En este marco, el candidato propuesto por Joe Biden para asumir la presidencia del Banco Mundial, a partir de junio de 2023, es Ajay Banga. Banga nació en 1959 en el seno de una familia sij, en Khadki, una pequeña ciudad al suroeste de India. Es economista del St. Stephen’s College de la Universidad de Delhi y tiene un máster del Instituto Indio de Administración de Ahmedabad. Con Ajay Banga como nuevo presidente, el énfasis del BM ya no será solamente el combate a la pobreza, los vientos vienen acompañados ahora de una brisa más sostenible.

Banga quiere combatir el cambio climático sin descuidar el combate a la pobreza. Esas son buenas noticias. Una mejor partitura, especialmente si lo comparamos con la desastrosa política de su predecesor David Malpass, quien compartía el negacionismo climático de su padrino Donald Trump, entre muchos otros disturbios ideológicos.

Banga es, evidentemente, ciudadano estadounidense. Sin embargo, su origen indio lo acerca mucho a los dilemas del sur global. Quizá por ello, su candidatura obtuvo el apoyo casi inmediato de India, Kenia, Ghana y Bangladesh. Y por su decidida iniciativa de hacer mucho más contra el cambio climático recibió igualmente la aceptación de Francia y Alemania en la reunión de los funcionarios financieros del Grupo de los 20, en marzo del 2023.