-Ya ha pasado todo un mes del nuevo año.
No hay puntos suspensivos al final de la frase.
Tampoco hubo dudas, preguntas ni acertijos.
Todo lo que había de decir ya lo había dicho.
Se aburre, pienso.
Va contando los días como si fueran euros
o esas nuevas canas encontradas por azar
entre su densa cabellera oscura.
Los minutos pasados son poco más que
algunos pelos blancos con brillo de tristeza,
monedas de color dorado sin ningún valor
arrojándose al suelo desde los bolsillos.
Revuelvo
buscando en todos los cajones de esta abarrotada caja
a la que llamo casa, hogar o domicilio
dependiendo del trámite o de los funcionarios
y sus obligados cuestionarios amarillos.
Revuelvo y revuelvo
-y sé que me repito-
buscando por todos los rincones
los pantalones deformados con parches de colores,
la peluca de algodón color naranja,
la nariz aciruelada de payaso,
la camiseta agujereada a tiros.
No quiero que se vaya.
No, no quiero.
Revuelvo y sigo revolviendo.
Y mientras tanto sé que me repito.
ilustra: retrato de Robert Downey por Sam Taylor-Wood