Mira que no me caen muy allá los periodistas. Mejor dicho, el género
periodista, la generalidad, pues amigos periodistas tengo un par (dos,
exactamente), y espero que sigan siéndolo.
No, no me caen muy bien. Se inventan noticias. Son sectarios, partidistas,
fanáticos. Por supuesto, parciales y subjetivos. Y más por supuesto aún, no
importa lo que digan, sino lo que vendan. Ellos son los mejores y los demás muy
malos. Ellos dicen la verdad y los demás mienten. Ellos son los puros, los
elegidos, los que pueden fardar de rigor.
Todo esto lo sabemos todos, pero hoy, sin ánimo de querer romper una
lanza a su favor, sí me gustaría hacer una reflexión que, por lo menos,
dignifica la profesión aunque sea en su idea original bien entendida.
Y lo hago en relación a otra clase de seres que, con más facilidad,
suscita la controversia y los más bajos instintos de la colectividad: los
políticos. No entraré en sencillas descripciones del porqué del rechazo
generalizado a la clase política. Sería fácil hasta para mí.
Lo digo porque, aunque sólo sea por joder a la competencia, por
joder al amigo político de la competencia, por darle gusto al amigo de turno;
si no fuera por los medios de comunicación, en especial los periódicos, jamás
descubriríamos la calaña que tenemos por clase preferente. Prevaricaciones,
cohechos, corruptelas, chantajes, comisiones, invenciones, enchufes, EREs,
cuentas suízas. ¿Quién, sino un medio interesado, podría sacar a la luz, o
intentarlo, todo esto?
No quiero entrar en el caso a caso: Bárcenas, familia Puyol, Gürtel,
Andalucía en general, Brugal, etceteretísima. Sólo quiero hacer de nuevo la
reflexión: si un puto periódico, en su afán quizá de joder, de vender, lo que
tú quieras… no destapase todo eso, ¿cómo lo sabríamos? Yo no veo que el poder
judicial actúe de oficio jamás ante estas causas. Jamás. Luego sí, se llenan la
boca con el tema de la independencia de la justicia y gilipolleces así, pero aquí
el trabajo de investigación no lo hacen ellos.
Pero mejor es ver aún el esperpéntico y asqueroso espectáculo que
montan los partidos, ÚNICO PODER REAL DE ESTE PAÍS, tras saberse un asunto
turbio. Al principio unos lo niegan todo mientras los otros dejan caer
acusaciones. Está siempre el tú eres peor
y el mírate lo tuyo que bien te llega.
Y después, si la cosa avanza, el ovejas
negras hay en todas partes, el que
caiga todo el peso de la ley y, por supuesto, el ejemplar ejercicio de transparencia del que
presumen. Amén de que probablemente a los pocos días su periódico amigo sacará
a la palestra un asunto que afecte al adversario. Tienen cojones. Ni el caballo
de Espartero. Aquí nadie sabe nada. Aquí siempre se es legal. Aquí siempre se
es ecuánime y maravilloso.
Luego quieren que la gente se calme. De verdad que no entiendo cómo
no ha sucedido algo más que el 15-M. Con menos de esto en el norte de África
habría miles de muertos. Será que somos más civilizados de lo que nos creemos.
¿Hasta cuándo? Sinceramente, no lo sé. Ni siquiera añadiré la típica
coletilla de que no todos son iguales porque, de entrada, todos los partidos sí
lo son. Encubren su mierda hasta las últimas consecuencias; si hace falta escupiéndola
hacia la bancada de enfrente. Luego, detrás de los partidos, están las
personas, y claro que habrá de todo, pero pienso que si uno lleva años en la
política habrá visto, segurísimo, algo raro y se ha quedado calladito por temor
a las consecuencias. Y jamás nos enteraremos.
Como no nos enteraremos de la mayoría de cosas que pasan. Porque no
siempre interesa saberlo todo. Ni, por supuesto, a los políticos, ni a los
periódicos, ni, quizá, a nosotros mismos. Pensar mal sobre la opción política
de cada uno duele y es reconocer la victoria del rival. Por ahí no pasamos, no
señor… mejor es comulgar y decir también que es un bulo. Total, al final el
tiempo pasa y aquí ni dios va a la cárcel, ni dios paga, hay que joderse…
En fin, que ya me callo. Veamos… son unos tres mil trescientos
caracteres. A cero veintiséis euros cada uno… un pastón. Le preguntaré por
whatsap a Amy Martin.