LA LLAVE.
El llanto de la recién nacida rompió la madrugada, la madrugada quiso ser día y la estancia de repente se inundó de una nueva luz.
Su abuela, una mujer enjuta y de mucho carácter la cogió entre sus brazos y la besó en la frente. Madre, dijo la recien parida, es igualita a ti, la misma cara y el mismo genio "parece".
Tengo ahora entre mis manos la llave antigua de mi abuela, la llave de hierro que abria su puerta, el portón grande de madera que daba al patio, y en el patio los jazmines que todavia perfuman mis recuerdos, y el puchero hirviendo en la cocina, y la ropa tendida al sol en la azotea.
Cada vez que miro y toco la llave, se me antoja que siempre abre, que nunca cierra.
Nunca lo había pensado. Las llaves siempre abren para recibir y cierran para resguardar. Los seres queridos siempre son bien recibidos y nunca las ven cerrar.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues que siga abriendo y que sea una realidad.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Ana. Es la primera vez que paso por tu blog y me encanta.
ResponderEliminarLas llaves de la abuela nunca cierran, cuánta razón.
Mi madre como la tuya: parió cinco (seis) hijos, nos cuidó a todos y trabajó de sol a sol. Nunca un descanso, nunca un reconocimiento, nunca nada. Aquí me quedo con tu permiso.
Saludos.
Hola Ana. Espero que todo vaya bien en tu vida. Un abrazo
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