Se llama, digamos que, María; viene con la cara seria, pero no de mal humor; es su manera de mirar. La raza se nota en los apellidos morenos y, levemente, en algún giro, insinuando un aire por bulerías, que mantiene en secreto.
Habla todo el rato de usted, entre distancia y respeto; reclama sus derechos con firmeza, pero "por favor" y agradeciendo. Su vida la detalla cerrando la puerta despacio. Dejando atrás el pasado.
Cuentan en el "Centro de la mujer" que conocen su caso, pero que no va mucho por ahí:
- Ella se va buscando la vida desde que vino de Madrid.
Le pregunto por la edad de sus hijas y si les gusta el colegio; se permite sonreír al pensar en ellas.
- Son mi debilidad. La pequeña es buena estudiante, quiere ser veterinario.
No dice más, hay cierta brusquedad en el silencio, se arrepiente de hablar o de la sonrisa. Y vuelve a recobrar esa cara de miedo con la que camina cada día esta Navidad.
llega la Noche Buena,
la sonrisa vicaria
de la gitana
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