El mundo se torna más incierto y los conflictos geopolíticos aumentan los riesgos que enfrenta la recuperación de la economía internacional. Esta es una de las conclusiones de la reunión anual del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), que se viene llevando a cabo en la ciudad de Marrakech. Con la escalada del conflicto entre Israel y Palestina, otra guerra se suma a la delicada coyuntura mundial. Al igual que la invasión rusa a Ucrania, que contribuyó a incrementar el precio de la energía y los alimentos, esta guerra podría tener repercusiones adversas sobre la economía global. Por ahora las preocupaciones se centran en la desaceleración china y la lucha contra la inflación.
Durante conflictos pasados en Medio Oriente, la cotización internacional del petróleo llegó a cuadriplicarse ante recortes significativos en el suministro global. Si bien resulta poco probable que se repita un escenario similar, pues en la actualidad algunos países petroleros clave, como los Emiratos Árabes Unidos, mantienen relaciones diplomáticas con Israel, y Estados Unidos posee alrededor de 350 millones de barriles de crudo como reserva estratégica, los conflictos geopolíticos involucran a países petroleros como Irán y Rusia, hecho que atiza la incertidumbre existente.
El riesgo de que este conflicto presione al mercado de crudo no es menor, ya que entre junio y setiembre del año en curso presentó una tendencia al alza, con un incremento del 37% en el precio internacional. Mientras que la demanda global de petróleo se ubicó en su máximo histórico, igual a 102.2 millones de barriles diarios, la oferta global de petróleo mostró dificultades para mantenerse en torno a los 100 millones de barriles diarios en el segundo semestre del año. El aumento de la demanda coincidió con recortes de producción de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y sus aliados liderados por Arabia Saudita y Rusia. Hasta la fecha, se registra cierta volatilidad en la cotización del crudo.
Sin embargo, el alza en el precio del petróleo tendría un impacto significativo en la economía peruana. El 44.7% de la tasa de inflación es explicada por el rubro de alimentos y energía. Además, según estimaciones del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), el 5% de la variabilidad de crecimiento de la economía peruana se explica por el precio del petróleo. La duración de este conflicto podría impactar en el precio del petróleo y, por ende, en los costos de transporte y el precio internacional de los alimentos, lo que generaría presiones inflacionarias y probablemente dilataría aún más que la tasa de inflación converja a su rango meta en 2024.
Resulta lógico pensar que un escenario de mayores presiones inflacionarias generaría que las tasas de interés de referencia se mantengan elevadas durante más tiempo. Si bien la política monetaria restrictiva ha contenido la espiral inflacionaria, las tasas de inflación todavía no recuperan sus niveles prepandemia. Dado que la inflación subyacente (aquella que excluye a la energía y los alimentos) sigue siendo elevada y disminuye lentamente en la mayoría de las economías desarrolladas, se espera que tome alrededor de dos años hasta que las tasas de inflación vuelvan a alcanzar sus rangos normales.
Otro efecto del conflicto es que añadirá mayor volatilidad a diversos mercados financieros, incluyendo los de materias primas. Según el más reciente “Panorama de la economía global” publicado por el FMI, la “fragmentación” en el mercado de commodities —entendida como la reversión de la integración impulsada por la adopción de medidas proteccionistas como incremento en aranceles, restricciones a la exportación y subsidios— podría causar incrementos significativos en los precios internacionales de diversos commodities. Asimismo, podría generar impactos recesivos en países cuya estructura económica presenta una alta dependencia a la importación de estos bienes. En particular, minerales críticos para la transición energética (por ejemplo, el cobre, níquel, cobalto y litio) y algunos productos agrícolas altamente comercializados son muy vulnerables a la fragmentación de los mercados. En el caso de nuestro país, esto podría beneficiar nuestras cuentas externas y hacer más atractivos algunos proyectos cupríferos, siempre y cuando sepamos aprovechar esta ventana de oportunidades.
Sin perjuicio de lo anterior, el Perú cerrará un mal año, con un magro crecimiento. En el balance, un nuevo shockexterno hará más desafiante la recuperación post Niño. Si bien aún es prematuro proyectar las implicaciones económicas del conflicto entre Israel y Palestina, lo más probable es que se ralentice la débil recuperación económica proyectada para el próximo año, lo que retardará la normalización del incremento del costo de vida. Bajo este escenario, solo queda apuntalar la inversión privada y dejar de insistir en un impulso del gasto público que ha probado ser ineficaz y que solo debilita nuestras finanzas públicas.