Dan Shutes, un educador de Paw Paw, Michigan, almuerza con su clase de quinto grado casi todos los días. (Dan Shutes)
Dan Shutes, un educador de Paw Paw, Michigan, almuerza con su clase de quinto grado casi todos los días. (Dan Shutes)
Oscar Guerrero Tello

En un mundo donde las conexiones humanas son más importantes que nunca, un maestro de quinto grado ha encontrado una forma sencilla pero poderosa de acercarse a sus alumnos: almorzar con ellos en la cafetería de la escuela. Dan Shutes, un educador de Paw Paw, Michigan, ha transformado su rutina diaria de almuerzo en un acto de empatía y cercanía que ha resonado con miles de personas en todo el mundo, volviéndose viral en redes sociales.

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Cada día, Shutes lleva consigo un sencillo almuerzo de pollo y arroz, pero lo que realmente destaca no es lo que come, sino con quién lo hace. En lugar de quedarse en la sala de profesores o en su salón de clases, el maestro de 32 años se une a sus estudiantes en la cafetería, compartiendo tiempo con ellos de manera informal y cercana. Esta rutina, que comenzó hace algunos años, se ha convertido en una tradición que él valora profundamente y que se ha ganado la admiración de muchos.

“No esperaba que tantos niños me pidieran que almorzara con ellos”, comenta Shutes. “Pero ahora, casi todos los días me preguntan si puedo sentarme con ellos al día siguiente. Almuerzo en la cafetería al menos tres o cuatro veces a la semana, y ha pasado a ser una parte importante de mi día, especialmente al inicio del año escolar”. Para él, este simple gesto es una prioridad, ya que le permite conocer a sus estudiantes más allá de los nombres y calificaciones que marcan su día a día en el aula.

Un acto simple, un impacto profundo

La razón detrás de este gesto es simple pero poderosa: Shutes quiere conocer a sus alumnos en un entorno más relajado y natural, lejos de la estructura formal de la clase. “Almorzar con ellos es una manera fácil de acercarme y entenderlos mejor”, dice. Este tiempo compartido le permite ver quiénes son realmente sus estudiantes, conocer sus intereses y formar lazos que fortalecen la relación maestro-alumno.

Durante el almuerzo, Shutes se mueve de una mesa a otra, asegurándose de pasar tiempo con todos sus estudiantes, e incluso a veces se sienta con alumnos de otras clases. “Algunos estudiantes de otras clases me piden que me siente con ellos, y trato de hacerlo siempre que puedo. Es genial conectar con chicos que no están en mis clases, pero a quienes veo todos los días en los pasillos”.

Este sencillo acto de compartir una comida se ha convertido en un ejemplo para otros educadores, tanto en su comunidad como más allá. Recientemente, Shutes publicó un video en TikTok sobre su rutina de almuerzo, y rápidamente se volvió viral, acumulando más de 380,000 visualizaciones y 1,600 comentarios.

La repercusión en redes sociales y más allá

El impacto de su video no se limitó a los “me gusta” y comentarios. Shutes ha recibido mensajes de otros maestros de diferentes estados e incluso de otros países, agradeciéndole por inspirarlos a hacer lo mismo. “Es increíble escuchar que otros maestros están motivados a compartir el almuerzo con sus estudiantes. Claro, siempre habrá comentarios negativos, pero los positivos son los que realmente valoro”.

La experiencia de Shutes va más allá de los momentos virales en redes. Al almorzar con sus alumnos, ha visto cómo algunos estudiantes que eran tímidos al principio del año escolar han ganado confianza con el tiempo. “Si almorzar con ellos les ayuda a salir de su caparazón y a crecer más seguros de sí mismos, entonces ese pequeño gesto puede tener un impacto significativo al final del año”, reflexiona.

Incluso ha tenido momentos memorables que quedarán para siempre en su mente, como cuando, durante la primera semana de clases del año pasado, su plato de pollo y arroz se cayó accidentalmente sobre una nueva estudiante. “Me sentí terrible, pero ella se lo tomó con mucha gracia, y nos reímos de eso durante todo el año”.

Un mensaje poderoso para los educadores

Al reflexionar sobre la repercusión de sus acciones, Shutes ofrece un mensaje inspirador para otros educadores: “Los pequeños gestos importan más de lo que creemos. No subestimemos el impacto que podemos tener en la vida de nuestros estudiantes con cosas tan simples como compartir un almuerzo”. Para Shutes, este acto no solo es una manera de crear un ambiente de confianza y respeto, sino también de demostrar que cada alumno es importante y merece ser conocido más allá de los libros y las tareas.

El ejemplo de Dan Shutes es un recordatorio de que, a veces, los cambios más significativos en la educación no provienen de grandes reformas, sino de pequeñas acciones llenas de intención y amor por los estudiantes. Su historia nos invita a todos, maestros y no maestros, a considerar cómo podemos hacer la diferencia en la vida de quienes nos rodean, simplemente estando presentes y compartiendo un momento del día.

SOBRE EL AUTOR

Periodista. Estudió Comunicación en la Universidad de Lima. Diez años de experiencia en medios digitales. Actualmente se desempeña como redactor del Núcleo de Audiencias de El Comercio.

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