Histórico

Los Bukis en Las Vegas: el arte de trascender generaciones y fronteras

Antes de la tercera y última parte de su residencia en el Park MGM, Marco Antonio Solís nos cuenta qué motivó el reencuentro con sus compañeros y de la música actual.
Escenario de residencia en Las Vegas de Los Bukis
Un cuarto de siglo después, en 2021, Los Bukis anunciaron su regreso al escenario.Toni François

“Perdón, pero te vas a tener que salir”, me dice el asistente de Marco Antonio Solís, miembro de Los Bukis, señalando con la palma de su mano hacia la puerta del camerino. Faltan 15 minutos para las siete de la noche y estoy detrás del escenario del teatro Dolby Live, el espacio para conciertos del hotel Park MGM de Las Vegas. Afuera en la calle, el sol baja al mismo tiempo que la ciudad se enciende con neones brillantes. Adentro en el camerino, la luz cálida y tenue rebota sutilmente sobre la pedrería bordada en los siete sacos rojos e idénticos que están colgados en una esquina. Uno por uno, comienzan a entrar sus dueños, los miembros de Los Bukis, la legendaria banda de música grupera, que en un par de horas se presentarán en el recinto pero que ahora quieren —me explica el asistente— prepararse en privado.

Marco Antonio Solís —conocido como El Buki Mayor, uno de los cantautores más icónicos y prolíficos que ha producido México en el último siglo— es el último en ingresar. Me lo topo junto a su familia en un pasillo al lado del estacionamiento. “¿Cómo sigues de la cabeza?”, me pregunta sonriendo. Por la mañana, en el lobby de su lujoso hotel, The Mansion at MGM, me había visto tomar dos pastillas para el dolor antes de nuestra entrevista. “Ya mejor”, respondo, intentando descifrar si su interés es genuino o si simplemente se trata de alguien que, con más de medio siglo de experiencia, ha perfeccionado el arte de ganarse a la prensa.

Marco Antonio Solís —conocido como El Buki Mayor, uno de los cantautores más icónicos y prolíficos que ha producido México en el último siglo.Toni François

Solís, de 64 años, comenzó su carrera musical a los 10. Inicialmente, en el grupo eran sólo él y su primo Joel, pero eventualmente el dueto comenzó a incorporar a más músicos y para 1975 se habían unido Javier Solís, “El Chivo” Cortez y Pedro Sánchez, además de los hermanos Roberto y José Guadarrama. En esa época todos eran tan jóvenes que tenía sentido llamarlos Los Bukis, como se les llama coloquialmente a los niños en el noroeste de México. El tema “Falso amor”, de ese mismo año, 1975, fue el primer gran hit de la banda. A lo largo de dos décadas produjeron decenas más de éxitos, de canciones que nunca han dejado de sonar en la radio y que, consecuentemente, les siguieron ganando nuevos fans a pesar de que el grupo se separó en 1996.

Reencuentro

La música en español es cada vez más ubicua en Estados Unidos, tanto por la creciente población latina en el país como por las nuevas generaciones que cada vez se resisten menos a escuchar letras en otros idiomas.Toni François

Un cuarto de siglo después, en 2021, Los Bukis anunciaron su regreso al escenario. Nadie lo veía venir, pero resultó que muchos anhelaban el reencuentro. Ese año, los 70,000 boletos para el primer concierto del grupo en el estadio SoFi, en el área suburbana de Los Ángeles, California, se agotaron en cuestión de minutos —antes, incluso, que los de The Rolling Stones—. Añadieron una segunda noche en el mismo recinto y también lo llenaron. Su consecuente gira por Estados Unidos y México fue más de lo mismo: sold-outs, auditorios repletos de gente que hace mucho tiempo había perdido la esperanza de volver a verlos en vivo y que llegaba lista para echarle leña al fuego de su nostalgia. Con el tiempo, el hotel y casino Park MGM les propuso realizar varias fechas en el Dolby Live, lo que se conoce como una residencia, básicamente, lo inverso a una gira: el artista se presenta cada noche en el mismo lugar y es el público el que viaja para verlos.

Se dice que Las Vegas —ese oasis retrofuturista del desierto, espejismo primero seductor y pronto empalagoso— promete más de lo que puede cumplir, pero eso no ha detenido su crecimiento como destino turístico. En el caso de la residencia de Los Bukis, que inició con cinco conciertos en mayo, continuó con otros cinco en julio y finaliza con la misma cantidad en septiembre, las expectativas fueron altas desde el inicio: los boletos se agotaron pronto después de salir a la venta.

Los Bukis rompieron una nueva barrera: la suya es la primera residencia en Las Vegas completamente en español.Toni François

Abro aquí un paréntesis para una confesión: no fue hasta hace poco, por motivo de este texto, que me puse a escuchar con detenimiento la música de Los Bukis. Cuando mi editor me llamó para encargarme esta pieza, acepté a pesar de que me sabía incapaz de nombrar una sola canción de ellos. Colgué con él, me pasé a Spotify y conecté mi teléfono a las bocinas de mi departamento. Pronto me sorprendí cantando junto con Solís; tema tras tema que, sin poder decir cuándo o dónde, se habían incrustado en algún rincón de mi subconsciente.

Son esas canciones que pareciera que todo mexicano nace sabiéndose de memoria, como “Amor eterno” de Juan Gabriel, “Tatuajes” de Joan Sebastian o “Cielito lindo” de quien sea que la compuso. Evocan un pasado teñido de oro, dulcemente melancólico, un tiempo en que el amor se componía de susurros y miradas furtivas en vez de emojis de fuego. Escucharlas hoy nos transporta a esa época, incluso a quienes ni siquiera la experimentamos en vida —yo nací en 1992—. Incluso, a quienes jamás han pisado territorio mexicano. Y es que muchos hijos o nietos de inmigrantes en Estados Unidos crecieron bajo el fantasma de la patria perdida de sus padres o abuelos, construyendo a través de anécdotas, platillos y canciones una imagen de México tan bidimensional y artificiosa como el Venecia, París o Nueva York de Las Vegas.

Aunque también pasé parte de mi infancia en Estados Unidos, en mi caso fue una experiencia distinta. Mi familia visitaba México varias veces al año, mis papás eran más o menos inmunes a la nostalgia y, en cuanto a música, respetaban mi tiempo a solas con Britney y Cristina. Aun así, suena “Tu cárcel” y veo que me la sé completa.

“Cuando vemos a gente joven en los conciertos, sabemos que ya trascendió la música”, me dijo Marco Antonio durante nuestra entrevista. Pero ahora llego a eso.

Tremenda la respuesta

A lo largo de dos décadas produjeron decenas más de éxitos, de canciones que nunca han dejado de sonar en la radio.Toni François

En 1944, Liberace fue el primero en tener una residencia en Las Vegas. Años después, Frank Sinatra comenzó la suya, que duró más de cuatro décadas. Pero el artista más emblemático de la ciudad del pecado, quizás, es Elvis Presley, con sus trajes blancos y patillas tupidas, su cintura que con los años se expandía y su declive sudoroso bajo los brillantes reflectores. Para bien y mal, Elvis se convirtió en el mayor símbolo de Las Vegas, como una moraleja de las deudas que inevitablemente cobran los excesos. Varias décadas después de su muerte en 1977, la reputación de la ciudad sufrió. Una residencia ahí se llegó a considerar una derrota artística, una admisión tácita de que la carrera de un cantante había llegado a su fin.

Esto ha cambiado. Hoy, artistas como Drake, Lady Gaga y Adele se establecen por temporadas en los enormes auditorios que compiten por hospedar a grandes estrellas. El tipo de espectáculos también ha evolucionado del artista arquetipo de Las Vegas, divas y divos deslumbrantes y excéntricos, a una diversidad de géneros que invitan a todo tipo de públicos. Durante mi breve estancia en la ciudad, vi espectaculares que anunciaban a T-Pain, Mariah Carey y The Killers. Pero Los Bukis rompieron una nueva barrera: la suya es la primera residencia en Las Vegas completamente en español. Cierto, mexicanos como Luis Miguel y Alejandro Fernández suelen dar cada año varios conciertos en la ciudad, pero estos nunca se han considerado residencias.

De cierta manera, era inevitable. La música en español es cada vez más ubicua en Estados Unidos, tanto por la creciente población latina en el país como por las nuevas generaciones que cada vez se resisten menos a escuchar letras en otros idiomas. El puertorriqueño Bad Bunny, por ejemplo, fue el artista más escuchado de Spotify por tres años, de 2020 a 2022. Canta todas sus canciones en su lengua natal.

Su consecuente gira por Estados Unidos y México fue más de lo mismo: sold-outs, auditorios repletos de gente que hace mucho tiempo había perdido la esperanza de volver a verlos en vivo.Toni François

“Bad Bunny es un éxito sin precedentes y nos abrió muchas puertas”, me dijo Marco Antonio un día antes del primero de sus conciertos de julio. “Quitó el tabú que existía en Estados Unidos de que la música tenía que ser en inglés”. Habíamos pasado a la sala de una de las suites The Mansion at MGM que no era la suya. Por privacidad, su equipo había prohibido el acceso a la prensa al espacio que él compartía esos días con su esposa, Cristy, y sus dos hijas. “Pero esta es idéntica”, me aseguró su representante con una sonrisa.

Quizás porque sabe que su equipo protege con diligencia su imagen pública, Solís es afable y relajado, abierto a hablar de lo que sea. Si no fuera porque al lado estaban sentados su publicista, su mánager y dos jóvenes de su equipo grabando la entrevista para sus propios fines, habría sentido que conversaba con un tío o amigo de mis papás. Solís habla con la voz grave y aterciopelada de un locutor de radio, se ríe seguido, se detiene varias veces para preguntar si le puede ofrecer a alguien algo de tomar. Básicamente, es lo opuesto que esperarías de una persona que lleva más de dos tercios de su vida siendo uno de los hombres más famosos de Latinoamérica.

Comenzó platicándome cómo se dio el reencuentro de Los Bukis. Igual que el resto del mundo, Marco Antonio pasó la mayor parte de 2020 en la incertidumbre de la pandemia. En su hogar, en Los Ángeles, recibía las novedades de sus seres queridos. “Llegaban mensajes de texto, telefonazos, noticias de que un amigo está muy grave, de que otro falleció”, recordó, frunciendo el ceño. “Y esa dinámica me hizo reflexionar”. En julio de ese año, su amigo cercano y vocalista de Los Yonic’s, José Manuel Zamacona, murió luego de un mes internado por complicaciones derivadas de la Covid-19. El Buki tuvo la oportunidad de hablar con él días antes, por videollamada. “Y lo vi mal…”, comenzó, “y bueno, todo eso me hizo entender con mayor consciencia lo que es la vida, lo que son los seres queridos”. Uno por uno, contactó a sus antiguos compañeros de banda y notó que todos compartían su estado de ánimo decaído.

“Mucha gente no nos vio nunca en su época, pero nos siguió escuchando. Y eso es lo bonito”, nos cuenta Solís.Toni François

A principios de 2021, Solís planeaba un concierto virtual llamado Bohemia en pandemia, y le propuso al resto de Los Bukis acompañarlo a cerrar el especial con una sorpresa. “[En ese reencuentro] no hubo más que simplemente vernos, abrazarnos, perdonarnos si es que había algo que perdonar, llorar, y vivir esa catarsis juntos”, dijo. Lo que no esperaban, después de tanta ausencia, era que el público tuviera una reacción igual de emotiva. “Fue tremenda la respuesta”, me contó. Por eso se animaron a iniciar una gira tan pronto comenzaron a levantarse las restricciones de la pandemia.

De la residencia actual: “Todo se fue dando, una cosa llevó a la otra… no soy de planes y a veces es difícil caminar en el mundo con tan poca estructura, pero fluyo más así”. Le pregunté si este tipo de logros habían estado en sus metas y me respondió que no. Le pregunté si alguna vez tuvo la ambición profesional de ganar tantos premios o vender tantos discos, y tampoco. “Incluso, cuando empecé [cantando] en bares y cafeterías, yo estaba feliz”, me dijo, “nunca he sido ambicioso”.

No me quedó opción más que creerle. El día anterior, su equipo me había informado de último minuto que no podía acudir al ensayo por fallas técnicas. Les respondí que justo este tipo de desafíos inesperados eran los que quería observar, pero su respuesta fue una amable negativa. Si existe un Marco Antonio Solís que puede llegar a agobiarse o perder la paciencia, no me tocó conocerlo. La siguiente vez que lo vi, caminaba con calma hacia su camerino. Una hora después estaba rodeado de sus compañeros y abrazando a fans que habían pagado boletos más caros para tomarse una foto con ellos antes del concierto. “Esperamos más de 40 años para verlos”, les dijo un señor mayor.

Fácil conexión

“Cuando vemos a gente joven en los conciertos, sabemos que ya trascendió la música”, Marco Antonio.Toni François

Please have your tickets ready, por favor tengan sus boletos listos”, repetía una mujer afuera del auditorio. Faltaba media hora para iniciar el concierto y la gente seguía llegando, algunos con playeras de la banda, pero la mayoría en ropa más elegante—tacones y vestidos, ellas; camisas y botas relucientes, ellos—. Tomé mi asiento cerca del escenario justo cuando se apagaron las luces. Sobre la pantalla de fondo se proyectaban fotos viejas en blanco y negro, de cuando el grupo comenzaba y su juventud le hacía honor a su nombre.

Abrieron con “Loco por ti”, pero fue hasta la cuarta canción que el público despertó. De pronto 6,400 voces formaron un coro extasiado que suplicaba lo mismo: Quiéreme / Como yo te estoy queriendo / Siente lo que estoy sintiendo / Quiéreme. Aunque con asientos asignados, el auditorio completo estaba de pie, golpeándose el pecho o extendiendo sus manos hacia el escenario en una catarsis colectiva. Así fue el resto de la noche con todas las canciones de amor o despecho. Paradójicamente, la gente se sentaba en las cumbias.

“Son temas románticos, simples, de fácil conexión y asimilamiento”, me dijo Solís ese día. No hay nada complejo que descifrar, nadie que se salve de relacionarse de una manera y otra con las letras. Esa es la explicación que él ofrece cuando hablamos de lo universal que resulta la música que compone. Viejos y jóvenes, mexicano-estadounidenses en su mayoría, esa noche estaban conectando a través de la música. Una joven de 20 años me dijo que nunca aprendió a hablar mucho español, pero se sabía casi todas las letras de Los Bukis. Eran el grupo favorito de su papá, un inmigrante de Michoacán que había fallecido hace unos años.

“Mucha gente no nos vio nunca en su época, pero nos siguió escuchando. Y eso es lo bonito”, dijo Solís. “Nunca nos olvidaron”.