Los Ancares Leoneses.

Elegimos Ponferrada como punto de partida de la ruta. Nuestra intención no es otra que disfrutar de unos días de bicicleta recorriendo la cordillera Cantábrica. Saltando de valle en valle y de provincia en provincia, ir volviendo hacia Gasteiz.
Los Ancares nos reciben con buen tiempo, por lo que no dudamos en darnos un refrescón en las piscinas fluviales de Vega de Espinareda.
A las puertas de Peranzanes encontramos un buen txoko donde montar el campamento.
Los lugareños no se ponen de acuerdo si se puede ciclar por la pista que según el mapa cruza a Asturias.     - En 4x4 o moto de monte, quizás, pero en bicicleta ...
Cambiamos de vertiente y de provincia y nos adentramos en valles mineros donde poco a poco la acción del hombre va comiéndose las montañas.


En Babia.

Abandonamos la cuenca del Narcea ...
... y vamos ascendiendo poco a poco el puerto de Leitariegos.
A mitad de la ascensión nos juntamos con José Luis y Lourdes y ésta nos invita a su casa en pleno corazón del valle de Babia.
Este valle alberga lindísimos parajes de montaña.
Y al final de la jornada disfrutamos de una agradable velada en compañía de Lourdes.

La senda del oso.

La luna llena se esconde por poniente, mientras el astro rey asoma por oriente en una fresquita mañana del valle de Babia.
Y custodiados por peña Ubiña...
... vamos ascendiendo hasta el collado de la Ventana, inmejorable mirador de los valles asturianos a los que nos dirigimos.

Un impresionante descenso nos conduce hasta un ramal del la senda el oso.

Durante unos cuantos kilómetros compartiremos espacio ...
... únicamente con caminantes y otros ciclistas.

De nuevo a León.

Desde Pola de Lena, son tres las opciones que tenemos para volver de nuevo a León.
Descartamos los puertos de Pajares y la Tarna y nos decantamos por San Isidro para encaramarnos de nuevo a la meseta.
Y no nos arrepentimos de la opción elegida,
pues ésta nos ofrece hermosos paisajes.

Pedaleando en compañía.




En el camping de Puebla de Lillo coincidimos con otros cicloviajeros.
Y con Fernando, Antonio y Juanmi compartimos charla y pedaladas.

La hospitalidad perdida.


Tras una gélida noche de acampada en la subida a San Glorio, ascendemos los últimos metros de éste,
y nos dejamos caer por el interminable descenso de su parte cántabra.
Ascendemos Piedrasluengas para entrar a la montalña palentina.
Cansados y sudorosos llegamos a Herreruela de Castillería con la esperanza de encontrar algún lugar donde albergarnos y cenar. En el antiguo Teleclub, Efrén, que regenta el lugar, no nos ofrece otra cosa que unas pipas para acompañar a la cerveza. Por lo que se prevee otra noche de tienda, hornillo y sin duchar.
Para nuestra sorpresa, Pedro y Elena, no dudan ni un instante en ofrecernos cena y techo en la casa que están reformando.
Cuando pensabamos que la palabra hospitalidad había desaparecido del diccionario en la vieja Europa, esta encantadora familia palentina nos demostró todo lo contrario.
Como colofón, la jornada se despide con un bello atardecer.

Acompañando al Ebro.

Abandonamos Herreruela por una pista sin asfaltar,
 
y uniendo a pequeñas carreteras locales, nos acercamos al curso alto del río Ebro.
A su paso, encantadores pueblos...
... y estupendas vistas del cañón que el río va abriendo a su paso.
De forma caprichosa, el curso alto va atravesando distintas provincias. Cantabria, Palencia, Burgos, Alava...
por lo que el Ebro nos va guiando de camino a casa.


El camino nos muestra lugares que desconocíamos a pesar de no vivir lejos de ellos.


Como última noche en ruta elegimos la bonita población de Frías,...
... donde nos reunimos con Iñigo (de Cyclotherapy), que ha salido con su bici también de rule.


Y tras unos días de pedaleo, volvemos de nuevo a casa.