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miércoles, 25 de diciembre de 2013

HOLMES & WATSON MADRID DAYS

Jamás he comprendido como en un país de mierda, tercermundista como es españa, se desprecia a tal o cual artista, simplemente por su ideología. Y quienes suelen hacer esto, suelen ser los que, orgullosos, se dan golpes en el pecho alardeando de su ideología roja, pero que al despreciar algo tan solo porque tal artista es de un pensamiento contrario al suyo, ya se están convirtiendo en auténticos fascistas.
A José Luis Garci, le ha pasado siempre eso. Se le supone de derechas, cosa que a ciencia cierta ni tan siquiera se sabe, y ya solo por eso, el público “rojeras” le da la espalda. Putos ignorantes.
Incluso, a Garci, en este país le cuesta un huevo hacer cine – de hecho, anunció que le cuesta tanto que, probablemente, esta sea su última película-, sus guiones son desestimados por el ministerio de cultura, simplemente porque no es simpatizante ni del PSOE ni del P.P., y así lo afirmó en el programa de radio para el que colabora “Cowboys de Medianoche”, cuando hablaba de llevar este proyecto a cabo y anunciaba que lo más probable, es que no se rodara nunca.
Finalmente, de aquella manera, lo consiguió.
A mi me la suda a quién vota Garci, o de que partido político es simpatizante, a mí lo único que me importa es el cine. Y ahí, el que no reconozca que Garci, de siempre (se trajo un oscar a la escoria España, y le nominaron más veces) es uno de los mejores directores de cine español, uno de los que más estilo –propio- tiene, y el  más coherente consigo mismo, es que no tiene ni puta idea de cine, o es un bocazas, o directamente retrasado.
Y podemos tildar sus películas de cansinas, aburridas, clasicotas, lentas… de lo que queráis, pero jamás de que sean malas películas. Al contrario, son películas muy buenas, pero destinadas a un público muy clásicote. No aptas para todos los públicos, eso si, más de uno se atraganta con ellas; siendo cine popular, en cierto modo, son anti-populares, pero no por eso hay que tildarlas de malas.
A todos esos que le critican, me gustaría verles llevando a cabo una de esas aparatosas películas de época.
Y es que Garci sabe de cine y sabe hacer cine, y eso es incuestionable. Además, odia el cine español. Puntos a favor, en el factor simpatía.
Garci, además, tiene la costumbre, bárbara, dicen, primordial, diría yo, de doblar a sus actores, cuando estos dan el físico, pero no se les entiende una puta mierda cuando hablan, cosa esta por la que ha tenido algún que otro problema, con dichos malos actores doblados.
El caso, es que, a su modo, Garci no deja de ser un “Outsider” haciendo un cine que, en la actualidad, nadie va a ver, solo porque es de Garci, y que sin embargo rueda infinitamente mejor que cualquiera de los cineastas de moda españoles, por poner un ejemplo, el repugnante  Daniel Sánchez Arévalo. Y solo por eso, y sobretodo, porque me gusta su cine (incluido el de época, que el único cine de época que veo, suele ser el de Garci), ya tiene TODO mi respeto. Y no nos olvidemos de que rodó el binomio de “El Crack”, lo que ya es mucho.
Luego, siendo un director que, en absoluto, siente desprecio por los géneros, en los albores de los años noventa, se le ocurrió la bonita idea de traerse a Sherlock Holmes y al Doctor Watson a Madrid, tras la pista de Jack el destripador, en un proyecto que, por dificultoso, por pago de derechos y demás, lo más probable es que jamás viese la luz… hasta que, condenado al fracaso, se llevó a cabo catorce años después, mal estrenándose, mal promocionándose y acusándosele a Garci de algo que hacen TODAS las productoras españolas; el auto-comprase localidades de pases inexistentes para justificar un mínimo de público ante el ministerio. Si lo hizo (que tampoco hay pruebas), muy mal hecho, pero ¡coño¡ es que solo por ser Garci, la noticia salió a la luz como si fuese el único productor (que también produce la película que nos atañe) que hace esa practica fraudulenta, cuando eso, doy fe pues lo se de primera mano, se lleva haciendo años con todos los bodrios del cine español. Y es absolutamente deleznable y condenable, pero no exclusividad de Garci, en el caso de que lo llevara en practica, y a mí, no me consta (si, no obstante, con la mayoría de películas dirigidas por Gerardo Herrero)
Pero, a la película ¿Qué le pasa? Absolutamente nada. La película es buena.
La trama es tan sencilla, como que, tras la pista de Jack el destripador, una serie de asesinatos llevan a Sherlock y Watson hasta Madrid donde irán investigando mientras se van encontrando con personajes reales de la farándula Madrileña de 1889 como pueda ser Benito Pérez Galdós, y además, se nos cuentan las relaciones sentimentales de ambos personajes de ficción, como novedad añadida.
Todo ello desde un prisma muy Garciano, muy a lo obra televisiva del rollo “Cañas y barro”, pero con el aliciente de los asesinatos de Jack el destripador, y con la presencia de nuestros protagonistas Ingleses, tomando cafeses por ahí en las tascas.
Bien rodado, inmejorablemente ambientado, y eso que por problemas presupuestarios, los exteriores fuera de Madrid, son solucionados a base de mostrarnos postales o lienzos pintados a mano, que en absoluto chirrían por el tono, diría que “Kitsch” de la película, y con un sello Garci totalmente reconocible, haciendo esas transiciones, fundidos y trasparencias entre escena y escena, como Garci lleva años haciendo (no en balde, la película también la ha montado él, y me encanta que en los créditos se deje de modernismos abominables poniendo “Montaje” en lugar de “Edición”).
Todo en “Holmes & Watson. Madrid days” destila cine, pese a quien le pese, y como se trata de una película sobre Jack el destripador, tenemos hasta sus dosis de sangre, las justas, para tampoco escandalizar a su público potencial, que es de señoras de setenta años.
Así que, si, lenta, densa, larga, pedante… pero en absoluto aburrida, ni mucho menos cutre y chunga como muchos, no se todavía muy bien por qué, se empeñaron en hacernos creer, fallidamente. Al contrario, es una desmesura lo bien solventada, producida, ambientada, fotografiada y  filmada que está.
Realista. si Holmes y Watson hubieran existido, y hubieran visitado Madrid, el ambiente, situaciones, e incluso ellos mismos, serían muy parecidos a los que Garci nos muestra en esta película.
Siento un tremendo respeto por el cine bien hecho, y esta película lo está, a parte de parecerme que está entretenida, como al fin de al cabo todo lo de Garci, cuyo sello, no obstante, es la cadencia lenta, seria, y como para un publico, muy, muy adulto (viejos, vaya).
Por otro lado, señalar la polémica que levantó el engañoso trailer, que nos presenta la película como una suerte de "Thriller" de acción detectivesca, cuando en realidad se trata de una cosa mucho más costumbrista y a lo Garci. Ese trailer es un absoluto engañabobos. Maravilloso por otro lado, con esa música de terror sonando mientras vemos escenas punteras de la película.
Como Sherlock Holmes tenemos a Gary Piquer, habitual en el cine de géneros interviniendo en películas como “Goma 2” de José Antonio de laLoma, “El niño invisible” con “Bom Bom chip” o “Romasanta” de Paco Plaza. Como John Watson, tenemos a un actor que a mí no me gusta nada, como es José Luis García Sánchez. Y todos ellos secundados por actores tales como Carlos Hipólito, Juan Muñoz (el de Cruz y Raya), Victor Clavijo, Macarena Gómez, Enrique Villén, Manuela Velasco, Manuel Tejeda…
Si algo se puede decir de negativo a esta película, es lo de siempre; los actores españoles, que quitando los veteranos, son todos más malos que la hostia. Y en este “Holmes y Watson. Madrid days”, la cosa no podía ser menos. Garci lo medio sabe, y a los peores, les dobla.
No la voy a recomendar, porque ustedes, lectores, están llenos de prejuicios. Yo también, pero defiendo el cine que me gusta.

lunes, 14 de octubre de 2019

EL CRACK CERO

De un tiempo a esta parte, el cine de José Luis Garci —un cine bien rodado, con personalidad, absolutamente respetable— ha sido tomado a chufla muchas veces simplemente por el contenido de los trailers (a los que sí que les falta algo de habilidad)  o, sencillamente, por que se imposta una actitud festiva ante una serie de películas que no se presta a la fiesta… Vamos, por el gilipolleo. El fandom posmoderno, quería reírse de “Holmes & Watson, Madrid days” cuando no hay nada de que reírse en esa película estupenda. Aunque entiendo que se quisiera convertir a uno de nuestros mejores directores en una mofa, tras un par de películas fallidas y una mala elección de los actores y ciertas chapucillas con respecto al doblaje y esa manía que tiene Garci de doblar a sus actores y ponerles voces de profesionales del medio. Pero en verdad no hay nada de que reírse; Garci es un director clásico con unos encuadres reconocibles a poco que los miremos y una manera de narrar lenta, que se toma su tiempo, que se recrea en los silencios, deliciosa.
Al margen de esta pataleta, por suerte, llega Garci con esta precuela de “El Crack” y tapa bocas. “El Crack cero” en su primera semana de exhibición, ha sido un éxito de taquilla y de crítica, compitiendo con un mastodonte como es el “Joker” de Tod Phillips que se estrenó el mismo día. Y yo me alegro mucho de que al “El Crack cero” le vaya bien, y que los medios se hayan rendido ante el trabajo de un director que, ninguneado como está en la industria de nuestro cine sencillamente por sus preferencias a la hora de ir a la urnas, ha demostrado que una buena película de corte clásico, sin artificios y con material reciclado (todos los exteriores, ese Madrid de los años setenta,  pertenecen a descartes de otras películas de Garci), puede interesar al público de 2019. También es cierto que en la sala de cine en la que la vi, llena de parejas casi octogenarias y cincuentones medio conservadores, yo era el espectador más joven. Y es tan buena, que todos esos subnormales posmodernos que estaban afilando el cuchillo cuando supieron que Garci volvía al ruedo, tuvieron que guardárselo. Estaba oxidado. Su chiste ya no les hacia gracia ni a sí mismos.
Pero es que “El Crack cero” es una estupenda película. Muy Garci, con sus encadenados, sus fundidos a negro y su lentitud maravillosa.
Recrear los tiempos más o menos mozos de esos grandes personajes que son Germán “El Piojo” Areta y  “El Moro”, era una  tarea difícil porque había que suplantar a Alfredo Landa y a Miguel Rellán. En un principio se contó con Víctor Clavijo para el papel de Areta, pero pronto fue sustituido por un actor que tampoco me decía mucho como es Carlos Santos. Y “El Moro” está interpretado por Miguel Ángel Muñoz. Menudo peso sobre los hombros de estos dos actores. Sin embargo, dan los dos el tipo de sobra. Carlos Santos está correcto, es un Areta más que digno, mientras que la gran sorpresa me la he llevado con Muñoz que está esplendido. Y es que hay mucho prejuicio porque este chaval, no creo que sea un mal actor, simplemente que está estigmatizado por haber trabajado durante años en aquella serie vil que fue “Un paso adelante”. Y aquí lo demuestra porque, no imita a Miguel Rellán, pero claramente se ha empapado del personaje, y lo hace muy bien.
Así, la acción nos traslada a unos años antes del primer “Crack” y tenemos la toma de contacto entre Areta y el Moro, que se sumergirán juntos en el primer caso conjunto, el supuesto suicidio de un afamado sastre. La amante de este contrata los servicios de Areta Investigaciones, ya que esta considera que el suicidio no fue tal, sino que fue un asesinato. Así de simple y sencillo, la película se compone de la investigación y los interrogatorios a los que nuestros detectives someterán a los distintos personajes. Estupenda.
En blanco y negro, “El Crack cero” es una película nostálgica para los setentones que añoran los tiempos de la transición y, por ende, las películas de “El Crack”. Y así como el primer “Crack” era más deudor del cine de justicieros de los 70 (con toquecitos noir) esta lo es más del cine negro americano de los años 50 al cual Garci dedica un bonito homenaje. Como fuere, y con tantos años de diferencia y tratándose de una precuela, “El Crack cero” es un agradable colofón, autoral, cinéfilo, garciano, para una de las sagas de cine de género español más cojonudas que ha dado nuestra cinematografía. A ver si la racha en taquilla sigue en sucesivas semanas.
Como curiosidad les dejo aquí con lo que llaman un “deepfake” que rula por Youtube y en el que han sustituido infograficamente a Carlos Santos por un Alfredo Landa notablemente rejuvenecido para la ocasión. Como curiosidad está bien, pero los avances de la tecnología, me producen escalofríos. No quiero ver películas protagonizadas por actores muertos.


lunes, 30 de octubre de 2017

LA MUJER ES COSA DE HOMBRES

“La mujer es cosa de hombres” es un film cuyo argumento, en la época, mediados de los setenta, quizás resultase bala
dí, sin embargo a día de hoy, realizar una película de estas características sería impensable. Por un lado, la corrección política imperante a día de hoy, prohibiría sin tapujos una película como esta, pero no es difícil pensar, que en aquella época, lo único que hacía la película es mostrar una realidad social, amén de que el retrato que nos ofrece de la mujer, no es de lo más edificante ni apropiado (aunque no dudo, que fiel a la realidad de aquellos días).
Jesús Yagüe, acomete una nueva comedia alimenticia, esta vez, firmando algunas líneas de un libreto que firman José Luis Garci y  José Luis Dibildos.
En ella, Ramona, una mujer moderna, sobrevive gracias a las aportaciones económicas que le hacen sus tres amantes, dos hombres casados, uno viudo y todos ellos bien posicionados, que no se conocen entre ellos, y que hacen escapadas semanales, uno los Miércoles, otros los Viernes, y otro los Domingos, con el fin de pasar ese día con su querida.
Un buen día, Ramona se enamora de un profesor, y decide casarse con él, para lo cual ha de abandonar a sus tres amantes. Les reúne, les cuenta todo, y a partir de ese momento, los tres hombres se hacen amigos. Quizás por aburrimiento, contratan a un detective que descubrirá que el nuevo novio de Ramona es un tal “El Luján”, un chulo que se dedica a conquistar mujeres con el fin de desplumarla. Cuando estos le cuentan a Ramona la verdad sobre su novio, se enredará la cosa para ellos tres y también para ella.
Lo que me ha chocado de “La mujer es cosa de hombres” es que, pese a ser un título puntero de la denominada “Españolada” y tener estructura y ritmo de comedia, en realidad se trata de una cinta casi melodramática, muy serena para lo que cuenta, que tan solo se vuelve disparatada en momentos muy punteros —cuando los tres amantes se emborrachan— para al final tener un desenlace abrupto y muy triste, que casa muy poco con una comedia española de la época. Quizás por eso, se trata de una película que, sin tener demasiados medios para su producción, esté un poco por encima de la media. Y, aún siendo un trabajo alimenticio, la mano de su director, un hombre culto y serio como Yagüe, de marcada ideología izquierdista (aunque el argumento sea un poco machista, insisto, solo en consecuencia de aquella época), se deja notar en una película, que filmada por alguien más alocado que Yagüe, sería sin duda mucho más disparatada. A mí, me gusta así, tal cual ha quedado.
Desde luego, cumplió con las expectativas del público, y pese a que a día de hoy ser un film que permanece un tanto olvidado, en su momento pasó del millón de espectadores siendo un éxito del cine Español.
El reparto es de lo más golosito; María Luisa San José, que sale preciosa, José Sacristán antes de ser un señor pedante, el gran Rafael Hernández y Antonio Ferrandis. Todos están estupendos, pero sin duda, Ferrandis se lleva la palma.
La película, dentro de su sobriedad, es divertida y entretenida.

viernes, 27 de abril de 2018

LOS NUEVOS ESPAÑOLES

Roberto Bodegas, irregular director más conocido por la gente de mi generación por haber dirigido en los 80 la película “Matar al Nani”, es un director muy politizado, siempre con unas películas con cierta denuncia social, que sin embargo pertenece a una escuela puramente populista, es decir, no se rige por los cánones del cine de autor, sino por los del de consumo usando este para mostrar metáforas y alegatos. “Los nuevos españoles” es un claro ejemplo de esto.
Bodegas se sirve de una comedia al uso, con actores muy de ese determinado momento, para criticar, en plena dictablanda, lo que viene siendo la imagen de las grandes corporaciones el como un trabajador se puede tornar robot al servicio de una empresa. En defínitiva, nos enseña y critica el nacimiento de los individuos de “las hipotecas de plazo fijo”, para que me entiendan.
Escrita en colaboración con  José Luis Garci y el productor de la misma, José Luis Dibildos,  “Los nuevos españoles”, que toma su título de un slogan creado por la compañía aérea Iberia en la época, bien podría ser una de esas películas progresistas adscritas a aquella corriente de finales de los setenta a la que llamaron “Cine de la tercera vía” que proponía propuestas más politizadas, concienciadas y de autor, eso sí, sin perder la estructura de este tipo de comedietas al estilo “Mi mujer es muy decente… dentro de lo que cabe” con la que comparte tono y maneras.
La película cuenta como una empresa que trabaja en los seguros es absorbida por la Brewster, una corporación americana que someterá a sus trabajadores a duros cursillos en los que les harán perder toda personalidad en pro de la eficacia, motivándoles en el trabajo con premios por sus méritos. Asimismo, conviertes a las esposas de estos individuos en  vulgares criadas que complacerán a sus maridos en todo lo necesario.
Si bien puede que su punto de partida sea interesante, “Los nuevos españoles” se ve lastrada por un efecto reiterativo de lo que nos expone, es decir, que nos presenta la situación y una vez presentada, esta se estanca secuencia a secuencia, contándonos lo mismo durante la mayoría del metraje, para luego el desenlace, casi inexistente, importarnos un bledo.
Floja y con una comedia soterrada que en ningún momento funciona, porque Bodegas en realidad no quiere hacer una comedia, sino un drama social.
Lo bueno es el estupendo plantel de actores compuesto, principalmente, por José Sacristán, Antonio Ferrandis, Rafael Hernández, Maria Luisa San José, Josele Román, Amparo Soler Leal, Manuel Alexandre, ManoloZarzo, Lone Fleming

lunes, 16 de julio de 2018

LA CABINA

Uno de los grandes hitos de la televisión española y, con permiso de “Verano Azul”, el trabajo más reconocible de Antonio Mercero, uno de nuestros directores de corte popular más queridos y respetados.
“La cabina” supuso un fenómeno social a nivel mundial; no solo la españa de principios de los años 70 quedó aterrorizada ante el relato de Mercero, sino que además, su impacto fue tan grande que el producto se vendió a todo el mundo quedando conmocionado, asimismo, mucho público de otros países.
No puede haber historia más sencilla: Un individuo acompaña a su hijo a tomar el autobús que le llevará a la escuela, cuando se mete a una cabina a telefonear. Esta se cierra y el individuo no puede salir.  Tras varios intentos por parte del populacho por sacarle, finalmente unos operarios cargan la cabina en un camión, y tras un largo viaje por carretera acaban dejando a este en un almacén subterráneo dónde descansan otras cabinas telefónicas con sus ocupantes muertos.
Para la España de 1972, más inocente y poco dada a lo macabro, este mediometraje destinado a la parrilla televisiva, tuvo que suponer un shock muy grande, máxime si el público llano de T.V. no estaba acostumbrado al cine de género o de terror. Sin embargo, vista hoy, 45 años después de su emisión, la cosa se ha quedado un poco ingenua, ya la capacidad de impactar o asustar se ha perdido, como la han perdido, por ejemplo, los clásicos de la Universal. Sin embargo, la idea, el como está ejecutada, el ritmo y la interpretación de José Luis Lopez Vázquez, permanecen inalterables, y se entiende perfectamente por qué “La cabina” obtuvo la repercusión que tuvo. Y desde luego, se deja ver con interés.
Tal fue el impacto de este mediometraje, que incluso, a finales de los 90, la empresa de telefonía Retevisión,, la principal rival por aquél entonces de Telefónica,  rodó un spot en el que López Vázquez aparece encerrado en una cabina —en clara alusión al mediometraje de Mercero— de la que finalmente consigue salir.
Asimismo, entre el aluvión de premios que recibió, se llevó el EMMY, el equivalente al Oscar en lo que a premios de televisión se refiere, en los EUA, que es el mayor galardón al que puede aspirar una producción televisiva.
La historia de “La cabina” se concibió a finales de los años 60. Antonio Mercero y José Luis Garci (Co-guionista de “La Cabina”), cuando estos tenían previsto lanzar una serie de humor para televisión. En busca de argumentos, les pareció gracioso elaborar uno en la que un individuo se queda encerrado en una cabina telefónica y no puede salir. Sin embargo, la cosa no prosperó, la serie no se llegó a hacer, pero a Mercero se le quedó en la cabeza la historia de la cabina. Dándole vueltas a la cabeza, decidió que la historia dejaría de ser cómica para convertirse en una cosa de terror/ciencia ficción de corte surrealista. Pero al no haber una serie televisiva donde albergar esta historia, propuso a Televisión española la producción de este mediometraje. A los directivos de T.V.E no les pareció mala idea, dado que la serie en la que acababa de trabajar Mercero “Crónicas de un pueblo” había sido un éxito, así que le dieron carta blanca. Y obviamente, no les defraudó.
Por otro lado, los críticos se han empeñado en ver siempre en “La cabina” una crítica al régimen franquista, defendiendo esa teoría hasta el absurdo. A colación de esto, Mercero llegó a decir que de crítica social nada, que él tan solo había tratado de hacer una película de terror y  ciencia ficción y punto, pero que él no podía controlar lo que la misma pudiera sugerir a según que mentes y sensibilidades. Dejando claras cuales son sus intenciones,  he llegado a leer a cierto crítico  mediático decir que daba igual lo que dijera Mercero, que la película es una crítica al régimen franquista y que no hay más vuelta de hoja. ¿No te está diciendo Mercero que no, pedazo de gilipollas?
Tras éxito de “La cabina”, las alabanzas por parte de los medios y el público han ido acompañando a Mercero a lo largo de su carrera en cine o televisión; asimismo volvió a ser nominado al EMMY por otro mediometraje, “Don Juan”, pasó factura a todos los géneros en cine y televisión, lanzó a la palestra al niño prodigio Lolo García con “La guerra de papá” y “Tobi” y alcanzó las mieles del bombazo televisivo con “Farmacia de Guardia”.  La verdad, es que es un todoterreno.

sábado, 14 de febrero de 2009

ALFREDO EL GRANDE, VIDA DE UN CÓMICO

La biografía de Alfredo Landa, basada en entrevistas que le hizo Marcos Ordoñez, se caracteriza principalmente por no dejar títere con cabeza. Si habla de 100 personas, 75 son unos sin vergüenzas o unos inútiles. Si habla de sus películas, las mas representativas, las del “Landismo” son poco mas que basura y las que hizo con Garci o José Luis Cuerda, son cojonudas. Si habla de teatro, sus compañeros le hacían putadas para sobresalir ante el.
Landa nos cuenta su carrera artística desde los inicios, contando anécdotas de rodajes y sus enormes cabreos con los productores, demostrando un especial odio hacia José Luis Dibildos, que le hizo la 12- 13 con todas las de la ley.
Siempre resulta muy interesante leer las memorias de la gente del mundo del cine. Y entretenido. Estas no podían serlo menos. Lo malo es que, cuando le toca el turno a alguna película que él considera escoria, las comente muy por encima, y, siendo justo, estas que desprecia son las que a mí más me interesan (aunque no soy demasiado "Landista", hay un par de sus títulos más populares que me encantan) por lo que me siento un poco decepcionado. Con todo, los pasajes dedicados a José Ramón Larraz y su "Polvos Mágicos" no tienen desperdicio y hacen que la lectura realmente merezca la pena.
300 y pico páginas, que, a poco que te guste el cine, se disfrutan, enganchan y terminas en poco tiempo.

lunes, 12 de noviembre de 2018

LA CASA DE LAS CHIVAS

“La casa de las chivas” tiene su origen en una obra teatral de finales de los sesenta escrita por Jaime Salom, que fue lo suficientemente exitosa como para que se decidiera adaptar al cine. Para ello, el productor José Antonio Pérez Giner monta un tinglado y ficha a León Klimovsky como director.
Obviamente, yo de teatro no se nada, así que mi interés hacia esta película no radica en la obra original. Además, basta echar un vistazo por internet para comprobar que quienes la conocen no la tienen en alta estima precisamente. Lo mismo que la película.
Tampoco suscitaba mi interés una temprana película sobre la guerra civil dirigida por el manazas de Klimovsky, director que no me llama nada, salvo por alguna de sus obras más de derribo. Sin embargo, andaba yo tiempo detrás de “La casa de las chivas” porque se trata de uno de los tres o cuatro guiones que Carlos Pumares, señor este al que admiro por variopintos motivos, escribió para la gran pantalla y que, durante su vida como director y conductor del espacio radiofónico “Polvo de estrellas” no dejaba de mencionar de manera despectiva. Según él, los guiones que escribió para cine, al igual que el resultado final de esas películas, eran una mierda. Y de ahí mi interés por verlos, resultando estos ignotos y de difícil localización.
Aunque en esta ocasión, Pumares no firma el libreto en solitario, lo hace nada menos que en compañía de José Luis Garci y  Manuel Villegas López. Y claro, tres plumas me parecen demasiadas para diferenciar la autoría de cada uno; por lo que podemos decir que el guión de “La casa de las chivas” lo escribió el viento. O en todo caso, los méritos han de recaer en el autor original de la obra teatral, Jaime Salom.
Y asegurando al espectador que estamos ante una película basada en hechos reales, tenemos aquí un folletín ambientado —con muy pocas pesetas para ese menester— en la guerra civil, en el cual unos soldados, presumiblemente republicanos, se alojan en una casa familiar que tienen requisada, regentada por un padre y sus dos hijas. La mayor de ellas presta sus servicios sexuales a los soldados a cambio de víveres y provisiones, a la par que surge una amistad entre estos y la meretriz.
Un buen día, llega un nuevo soldado que demuestra tener muy poquito interés en las atenciones sexuales con las cuales se le puede colmar, sembrando la discordia ya que la menor de las hermanas, se enamora de él. Los problemas están servidos. Incluso le acusan de maricón. Pero ¿por qué  este soldado no es como los demás en cuestiones culturales y sexuales? Pues porque es un aspirante a cura.
Muy mala prensa tiene “La casa de las chivas”, que ha sido tildada de sosa e insustancial, cuando no, directamente, de mala. Y la única verdad es que yo entré en un principio en el universo de estas hijas de la Chiva —que, según los personajes, debió ser en vida un mal bicho— y me dejé llevar por un dramón de agárrate y no te menees, con soldados salidos y dos mujeres con más ansia de macho que de cualquier otra cosa, mostradas en su despecho tal y como son las mujeres despechadas; frías, calculadoras y malas. Claro que los machos de esta película son mostrados tal y como somos; tontos y capaces de cualquier cosa con tal de mojar el churro con quién sea. Ergo, quienes mejor parados salen son los curas.
No está mal esta “La casa de las Chivas”. Me gusta su cadencia, su triste desarrollar y la sensación de estar viendo algo resuelto con mucho ingenio al notarse las carencias presupuestarias sin que afecte a la ambientación. Está entretenida, que es lo único que ha de ser una película.
En el elenco actoral viene compuesto por el grandísimo Simón Andreu, Ricardo Merino, Charo Soriano, María Kosty, Rafael Hernández… todos estupendos.
Venga, la recomiendo.

jueves, 17 de mayo de 2018

TERAPIA AL DESNUDO

Realizada con el principal objetivo de sacar partido del tirón mediático del que entonces gozaba el recientemente fallecido José María Íñigo, “Terapia al desnudo” podría encuadrarse asimismo dentro del ciclo de películas protagonizadas en aquella época por Carmen Sevilla, las cuales, y al mismo tiempo que intentaban aprovecharse de la relajación de costumbres a nivel sexual propia del tardofranquismo, contaban asimismo con el plus de explotar la morbosa y espléndida madurez de la más tarde célebre presentadora del “Telecupón”.
Dirigida por Pedro Lazaga, “Terapia al desnudo” nos cuenta la historia de Pablo (Íñigo), un tipo en apariencia normal y corriente que sufre un accidente de tráfico cuando lleva consigo una maleta que contiene varios millones de pesetas procedentes del robo a un banco. A resultas del choque Pablo pierde la memoria y, ante la imposibilidad de poder interrogarlo, las autoridades deciden esperar a que se recupere en la clínica en la que trabaja la sexualmente insatisfecha doctora Esteve (Carmen Sevilla). Ya ingresado en esta institución Pablo desarrollará gracias a la conmoción cerebral causada por el mencionado accidente toda una serie de poderes hipnótico-telepáticos, consiguiendo que de esta manera se hagan realidad sus deseos más íntimos, como por ejemplo - y sobre todo - la posibilidad de ver desnudas a las enfermeras encargadas de su cuidado.
Con una premisa inicial que perfectamente podría pertenecer a uno de aquellos films de la Tercera vía que escribió Garci a mediados de los 70, “Terapia al desnudo” es, sin embargo y al contrario que aquellas, una película sin ninguna gracia ni sentido de la oportunidad que además practica un erotismo de muy baja, bajísima intensidad (de hecho, el único pelo que aquí se ve es el del mostacho del protagonista), y en la que, desafortunadamente, ni siquiera lo prometedor y teóricamente original de su argumento está lo suficientemente explotado en lo que a situaciones cómicas se refiere: de este modo, los casi noventa minutos que dura la película se basan en el estiramiento hasta la náusea de la anécdota de la influencia mental que Íñigo ejerce en sus semejantes (o, mejor dicho, "semejantas") y en mostrar durante la mayor parte del metraje al presentador de “Directísimo” postrado en una cama sin decir palabra y poniendo cara de sátiro, teniendo todo ello como consecuencia que al final la propuesta resulte mucho más sórdida y malrollera que simpática.
De hecho, y antes que viendo una comedia de la época, tanto por el tema que trata como por el ritmo plomizo que arrastra parece que estuviéramos ante un título del hoy tan reivindicado fantaterror, dentro de una trama paracientífica característica del subgénero sin el más mínimo desarrollo ni grandes sorpresas y en la que, para más inri, abundan además el relleno argumental y la psicología de baratillo. Si finalmente merece la pena el visionado de esta peli, una de las cinco que Lazaga dirigió en 1975, es debido precisamente al hecho de lo altamente equivocado a todos los niveles de su concepto de base: así las cosas, los contados momentos realmente eficaces que “Terapia al desnudo” ofrece vienen dados por lo absurdo del hecho de que alguien en algún momento pensara que una comedia erótica protagonizada por José María Íñigo pudiera llegar a funcionar, tanto cinematográficamente como a nivel de taquilla.
Aparte de los chistes a costa del bigotón del amnésico protagonista, y de los desfiles de lencería cortesía de una muy maciza (y perdón por el micromachismo) Carmen Sevilla, lo único que a día de hoy lograría dibujar una sonrisa en el rostro del espectador contemporáneo sería el continúo e inapropiado bombardeo de diálogos misóginos (“De una mujer no importa el nombre, lo que importa es que haga el amor”, declara Íñigo en un momento dado), así como los chistes racistas a costa del hecho de que el bigotudo paciente haya dejado embarazada a una enfermera de color; “Cuando despiertes espero que veas las cosas menos negras.”, le llega a decir Carmen Sevilla a su compañera después de administrarle un sedante (¡¿?!)
Además de estos chascarrillos machistas y xenófobos, lo que verdaderamente redime a "Terapia al desnudo" es el hecho de que exponga sin demasiados remilgos - aunque, eso sí, siempre en tono de comedia - la doble moral imperante en la época, así como el hecho de que la pervertidora influencia que el personaje protagonista ejerce entre los empleados del hospital no esté enfocada desde un punto de vista excesivamente negativo. Por desgracia, Lazaga también opta por centrarse en los aspectos más vulgares, simples y vodevilescos que su argumento pudiera deparar, dentro de una historia en la que el revoltijo de ideas y el todo vale acaban convirtiéndose en norma.
Arropando a un interpretativamente inepto Íñigo, y haciendo más o menos soportable lo desastroso del libreto y la desgana con la que el director aborda el proyecto, tenemos a un variopinto e insuperable plantel de actores entre los que destacan veteranos como Alfredo Mayo junto a principiantes como una muy jovencita (y muy rica... con perdón) Rosa Valenty, además de los ubicuos Manolo Zarzo y Rafael Hernández y un Juan Luis Galiardo que, al igual que ya hiciera en "Una señora llamada Andrés" o "El apartamento de la tentación", aquí también interpreta al marido de Carmen Sevilla.
Mención aparte merece la andaluza, la cual se toma en todo momento en serio tamaño despropósito de película al enfrentarse a su personaje de desinhibida mujer de mediana edad exactamente con la misma voluntariosa pero distante profesionalidad con la que, por esa misma época, daba la réplica a Paul Naschy en "Muerte de un quinqui"  o cuando le tocaba ponerse a las órdenes de Gonzalo Suárez o Eloy de la Iglesia.
Finalmente, y a pesar de ser una película muy, muy flojita, hay que reconocer que gracias a su condición de excentricidad "Terapia al desnudo" es un título que destila un innegable atractivo bizarro, por lo que supongo que sería recomendable al menos para aquellos infatigables degustadores de rarezas de la historia de nuestro cine.