31/10/16

RUFIANES Y RAJOYS Y VICEVERSA


El último debate de investidura dejó claro que la principal reforma que requiere el Parlamento español es la televisiva. Una intervención como la de Gabriel Rufián, -puritita televisión, un híbrido quimérico entre Aaron Sorkin y Jorge Javier Vázquez-, no puede retransmitirse con un único plano fijo, con una iluminación tan pobre y una realización tan estática. Se equivocan los analistas que entendieron que el parlamentario dirigió su intervención contra el PSOE: el PSOE sólo cumplió la función de ser un recurso escénico, el antagonista fuera de cuadro que da ocasión al actor para que seduzca con su chulería a los espectadores. Rufián no dirigió su intervención contra el PSOE sino hacia las cámaras de televisión.

Así que dotemos al Congreso de la infraestructura de un buen plató de televisión: potentes focos en el techo que resalten la figura del orador y no dejen zonas muertas entre los escaños, raíles en el suelo para que las cámaras hagan travelings mientras hablan, equipo de maquillaje que impida la aparición de brillos en la zona T. Y música de fondo, como la que utiliza sin complejos “Al rojo vivo” para dar un tono épico a las intervenciones de Ana Pastor. El enfado de Madina se habría visto mejor con un plano americano lateral. La sonrisa de Iglesias pedía un primer plano más sombrío. Cuánto hubiera ganado la retransmisión con un plano subjetivo desde los ojos de Antonio Hernando cuando Rajoy se le acercó para darle la mano tras la votación.

Gabriel Rufián -qué grande: un tío de un partido de izquierdas (ERC) que votó que sí en la investidura de un presidente de derechas (Puigdemont), llamando traidor a un partido de izquierdas (PSOE) por abstenerse en la investidura de un presidente de derechas (Rajoy)- inauguró anteayer la granhermanización de la legislatura. Tenemos por delante cuatro años -o tres, o dos, o uno- broncos, atascados, pero, sobre todo, muy televisivos. Ya lo verán. Nos vamos a divertir. Y si desde el parlamentarismo basura se nos va a ofrecer televisión basura, al menos que aprendan de Telecinco y lo hagan de forma impecable desde el punto de vista técnico.

30/10/16

SOMOS GILIPOLLAS

Les contaré un pequeño truco que a mí me suene funcionar de maravilla: cuando quieran insultar a alguien sin que esa persona pueda molestarse, inclúyanse ustedes también en el insulto. A todos nos parece mal cuando alguien nos dice “eres idiota”, pero el enfado no llega a activarse cuando lo que se nos suelta es “somos idiotas”, por más que en los dos casos se nos esté llamando idiota por igual. Hagan la prueba hoy mismo: encuéntrense con la persona a la que llevan décadas queriendo decirle que es gilipollas, esperen a que dicho sujeto comience a actuar de la forma que le hace merecedor de esa valoración y entonces díganle “¿pero cómo podemos ser tan gilipollas?” acompañando la pregunta con un guiño cómplice. ¿Ven? ¿A que no ha pasado nada? ¿A que incluso ese individuo se ha sentido reconfortado por su comentario?

Llevo años practicando esta estrategia, pero sólo recientemente le he puesto nombre: “hacer un Amy Schumer, en honor a la cómica estadounidense que protagoniza una de las series más bestias, más políticamente incorrectas y más corrosivas en su retrato de la guerra de sexos que puede verse en la programación actual. Centrándonos en su acidísimo retrato de las figuras femeninas, “Inside Amy Schumer” contiene una proporción de gags demoledores por minuto cuadrado que supera todas las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud. Si los guiones de “Inside Amy Schumer” los viéramos en una sitcom firmada por Jerry Seinfeld, Louis C.K. o Ricky Gervais podríamos predecir con seguridad que la serie no filmaría su siguiente temporada. ¿Por qué se le permite entonces a Amy Schumer hacer esos chistes durísimos contra las mujeres, especialmente contra las mujeres que no se ajustan al ideal de belleza femenino actual? Pues porque Amy Schumer es una mujer que no se ajusta al ideal de belleza actual, y cada vez que llama gilipollas a sus personajes femeninos lo hace incluyéndose a ella misma en el insulto. “Somos gilipollas, feas y gordas”, y el público ríe encantado porque Amy Schumer es gilipollas, fea y gorda. Y muy muy muy inteligente.

29/10/16

ESCOTADIGRAFÍA

Las series habituales cuentan con especialistas en iluminación entre su personal técnico. “The night of” -la última maravilla de HBO- cuenta con especialistas en oscurecimiento. Normalmente buena parte de los esfuerzos técnicos de los responsables de las series se encamina a iluminar correctamente las escenas, a facilitar que las imágenes se vean lo más clara y expresivamente posible. Steven Zaillian y Richard Price trabajaron conjuntamente para oscurecer correctamente cada capítulo de “The night of” y así conseguir que la expresividad de las imágenes no dependiera de la luz sino de su falta. “Luz” -mediante el genitivo griego, “fotos”- da lugar a la palabra “fotografía”, y los técnicos en fotografía son imprescindibles en el cine y la televisión. He buscado cómo se dice “oscuridad” en griego. Es “skotadi”. Si os fijáis, veréis que en los títulos de crédito de “The night of” no aparecen técnicos en fotografía. Aparecen técnicos en escotadigrafía.

Decía Josep Pla que la vejez es ante todo un proceso de enfriamiento. No es la tesis que defiende la HBO en ninguna de sus series. La horrorosa historia que protagonizan Nasir Khan y John Stone -cualquier actor hubiera vendido su alma al mismísimo Donald Trump por hacerse con este papel, originalmente pensado para James Gandolfini; John Turturro sube directamente al cielo gracias a él- mantiene la hipótesis de que la maduración y el crecimiento es ante todo un proceso de oscurecimiento, de inevitable caída en un pozo de sombras del que nadie vuelve. Toda mejoría es una alucinación fugaz. Incluso el regreso aparente a la luz sólo sirve para apreciar más dramáticamente que la oscuridad se ha metido para siempre dentro de los huesos. Nos felicitamos los admiradores de la primera temporada de “True detective”, ya que “The night of” es por fin su auténtica segunda temporada. No aterra lo que ocurre en la noche de autos, sino su inevitabilidad. No aterra la oscuridad que los técnicos en escotadigrafía consiguen en cada plano, sino la precisa nitidez con la que el alma humana aparece escotadigrafiada en esa absoluta negrura.

28/10/16

LA AUTOLISIS DE TVE


Hoy es el cumpleaños de TVE. Hace 60 años que comenzó sus emisiones regulares con discursos oficiales y bailes regionales de la Sección Femenina. Eran formas de vida habituales en aquella antigua era televisiva del “Corosydanzazoico”, cuando los terribles formatos televisivos en blanco y negro dominaban la Tierra. La tele y el Régimen que la parió eran un ejercicio de añoranza hacia un pasado glorioso que nunca había existido. Pero aquel mundo arcaico estaba condenado a evolucionar porque ese lastre ideológico no podía recurrir al archivo de TVE para extraer imágenes con los que alimentar la nostalgia: el archivo estaba vacío. Había que llenarlo.

Ahora, por su cumple, TVE tiene el mejor y más grande archivo de imágenes e historias compartidas de los últimos 60 años de nuestras vidas. Hace ya muchos años que lo tiene. Por eso los programas que tiran de archivo son un género clásico de nostalgia televisiva tan habitual que TVE podría permitirse la pirueta de hacer nostálgicos programas de televisión hoy sobre los programas nostálgicos de televisión de ayer. Pepe Colubi dice que la protección, uso y disfrute del archivo de TVE es tan importante que debería estar recogido en la Constitución, y aquí no somos nadie para llevarle la contraria a un genio sobre todo cuando tiene razón.

“Ochéntame otra vez”, “Cachitos de hierro y cromo”, “Viaje al centro de la tele”, “Música ligerísima” o “Cómo nos reímos” están muy bien. Incluso “OT. El reencuentro” tiene la gran utilidad de permitir que un “Telediario” dedique más tiempo al abrazo entre Bisbal y Chenoa que a las últimas novedades del caso Gürtel y de las “Tarjetas Black” juntos. Pero TVE tiene otra responsabilidad con su archivo que no cumple: generar contenidos que en el futuro podamos recordar con añoranza y no con vergüenza. En lugar de esto, se seca y se muere. Nadie la mata, se muere ella sola de fuera hacia dentro. Las enzimas melancólicas disuelven su programación y TVE se muere por autolisis. Con solo 60 añitos y toda una vida por detrás, pero también toda una vida por delante.

27/10/16

AY, HORACIO, NO ME ODAS


Necesitamos que le eche huevos un editor de Wikipedia y complete la entrada dedicada a Horacio. Tiene que ser un editor valiente porque debe añadir el apartado “Influencia” del poeta latino a su más actual seguidor: Pocholo. Es lo que hay. Tras Petrarca, Garcilaso, Fray Luis de León o John Keats, hay que añadir un nuevo autor recientemente descubierto mientras participaba en “First dates”, ese programa de citas a ciegas de Cuatro presentado por Carlos Sobera en el que se comprueba que a Cuatro le sienta fatal el ‘telecincamiento’ por inmersión que padece, y que un mono loco dirige la carrera profesional de Sobera.

Pocholo es un noble (en el peor sentido de la palabra) personaje de la estirpe del Papa Luna con un desconcertante currículum televisivo. ¿Ana Obregón participó en un capítulo de “El equipo A”?, pues él lo hizo en dos de “Miami Vice”. Pero sobre todo se le recuerda por haber sido alma, corazón y vida en el “Hotel Glam” de Telecinco. Como todo puede empeorar, ahora volvió a la tele a ligar con una señora a la que dobla en edad en el restaurante de atrezo en el que se graba “First dates”. Cuando se levantó para ir al baño aprovechó la ocasión para hacerle a un tipo que estaba de extra en la mesa de al lado un Pocholo-resumen de uno de los tópicos que Horacio toca en sus “Odas”. La fugacidad del tiempo, la necesidad de aprovechar el momento, la brevedad de la vida, la evanescencia de la juventud, en fin, la urgencia del “Carpe diem” horaciano fue reformulada por Pocholo camino del mingitorio con esta contundencia: “¡Espabilaaa, espabila o se nos va la vida, se nos va la vida!”.

Horacio está bien: “Mientras hablamos, huye el tiempo envidioso. Vive el día de hoy. Captúralo. No confíes en el incierto mañana”. Pero el “¡Espabilaaa, espabila o se nos va la vida, se nos va la vida!” de Pocholo es más actual. Hagámosle caso a este defensor del ‘tempus fugit’ y cuando cojamos el mando a distancia a la hora en que Cuatro emite “First dates” pensemos dos veces si realmente vale la pena tirar en ese vertedero nuestras horas, nuestro tiempo, nuestra vida.

26/10/16

PEOR, IMPOSIBLE


La serie documental “La evolución del mal” (La 2) es inquietante no sólo porque la lista de “malos oficiales” (Stalin, Papa Doc Duvalier, Hideki Tojo, Bin Laden, Muamar el Gadafi) deja fuera a tipos horribles cuya única virtud es haber conseguido quedarse fuera de esa lista (en esa no-lista estarían algún que otro papa, bastantes banqueros y muchos ejecutivos de farmacéuticas), sino porque el mismo título de la serie, que une las palabras “evolución” y “mal”, deja poco espacio a la esperanza. El mal, como los teléfonos móviles, el juego del Barça o el rostro de Mickey Rourke, evoluciona, se adapta, cambia, se transforma. Es fácil dedicar un capítulo de “La evolución del mal” a Hitler o a Kim Jong-il, como sería facilísimo llenar una segunda temporada de “La evolución del mal” con los nombres de Pol Pot, Pinochet o Mladic, pero haría falta mucha valentía para echar un vistazo al lado oculto de la historia y sacar a la luz nombres y apellidos que mostrarían hasta qué punto evoluciona el mal.

El único consuelo que se me ocurre ante la enorme capacidad del ser humano para hacer el mal no es pensar que también hay gente buena como Mary Beard, Iniesta o la pescadera de mi barrio que siempre me aconseja bien y con una sonrisa, sino entender que el filósofo Arthur Schopenhauer tenía razón cuando decía que no es posible un mundo peor porque un mundo un poquito peor que el nuestro (un mundo con más tiparracos como Trump, más guerras como la de Siria o más chorradas como el nacionalismo) ya no podría existir. Nuestro mundo, como las pausas publicitarias en una película emitida en Telecinco, está dispuesto con el grado exacto de mal o de anuncios que puede soportar. Vivimos, pues, en el peor de los mundos posibles, y eso es una buena noticia porque en un mundo peor ni siquiera podríamos vivir. Aceptado esto, y asumido que el mal es el precio de la libertad y que sin libertad viviríamos en un Edén, es decir, en un paraíso para animales, ha llegado el momento de dejar de ver documentales sobre Hitler y sobre el nazismo y dejar de usar la palabra “fascista” para todo y para casi todos. Un mundo en el que todos los que son acusados de fascistas (desde Felipe González a Pablo Iglesias pasando por Rajoy) fueran fascistas, sería un mundo peor y, por tanto, no existiría. Vivimos en el peor de los mundos posibles, no en el peor de los mundos imaginables. Es una buena noticia.