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Cuentan que paseando entre los muertos, tras una batalla,
Napoleón dijo: “Esto lo repone una noche de París”. Si de verdad Napoleón dijo eso, su frase podría utilizarse como eslogan turístico para la ciudad de París o, más bien, como prueba de que Napoleón no sólo era un hombre vulgar, como dijo
Beethoven después de que aquél se autoproclamara emperador, sino que era un hombre especialmente estúpido. Haz el amor para hacer la guerra. Así habría que interpretar el comentario de Napoleón mientras paseaba entre los muertos.
Hoy, último día del año, podemos pasear entre los muertos audiovisuales provocados por 365 días de grandeshermanos, norias, julianmuñoces, miraquienesbailan, gemelashijasúnicas y películas de
Jackie Chan y, como Napoleón, decir: “Esto lo repone una programación de Nochevieja”. No es que la programación de Nochevieja sea el París televisivo, ni mucho menos, pero la retransmisión de las campanadas de fin de año es capaz de reponer todas las esperanzas perdidas después de un año de guerra. Las doce uvas de Nochevieja son, entonces, como la noche de París para Napoleón. Si, además, el nuevo año permite hacer una rima que una a todos los espectadores de buena voluntad y humor (como en el inolvidable 2005), muchísimo mejor.
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Compruébenlo esta noche. Tras las uvas y el brindis, olvidaremos a
Julián Muñoz y haremos el amor para hacer la guerra a los malos recuerdos televisivos. Pasearemos con la memoria entre los cadáveres de todos los famosos que nos torturaron con sus bailes, noviazgos o separaciones, y la noche de París nos devolverá sanos y salvos a los saltos de esquí del día uno de enero. Rime con lo que rime, la primera noche de 2009 es el momento ideal para pasear, recuperar la confianza y hacer el amor. Las uvas de Nochevieja nunca son las uvas de la ira, por mucho que se empeñe el recuerdo de la capa de
Ramón García. Doce uvas en la noche de París. Eso es lo que separa el pasado del futuro.