Catafracto

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Catafracto
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Concepto:Eran conocidos por su gran capacidad para cargar contra las líneas enemigas, aprovechando tanto su peso como la fuerza de su impacto.

Un catafracto (del latín cataphractus, y este del griego κατάφρακτος, katáphraktos, de κατά ‘totalmente’ y φρακτός ‘cubierto, protegido’) era una unidad de caballería pesada en la que tanto el jinete como el caballo portaban armadura.

Poseían una capacidad de maniobra mucho mayor que la de las indisciplinadas caballerías pesadas occidentales. Los catafractos, que cargaban en formación más ordenada, podían efectuar ataques envolventes, por el flanco, cargas frontales e incluso hostigamiento, ya que en ciertos periodos se les dotó de armas ligeras.

Si bien es cierto que su poder de choque era más que significativo y su invulnerabilidad casi total, adolecía de defectos notorios: tanto el jinete como el caballo se cansaban pronto, se movían más lentamente que otras caballerías y eran poco aptos para una lucha prolongada en el desierto.

Tras su uso regular por parte de los persas, los catafractos fueron adoptados como tropas de élite romanas, siendo el germen de la caballería pesada en Europa Occidental y dando lugar, en el Imperio Bizantino, a una continuación del mismo modelo, pero con estribos añadidos, lo que convirtió a los catafractos bizantinos en una fuerza de choque casi irresistible. Con el general Belisario, constituyeron uno de los factores determinantes para la reconquista, por parte de Justiniano, de gran parte del Imperio Occidental.

Pueblos, estados o grupos tribales que utilizaron catafractos a lo largo de su historia, de mayor a menor importancia en su uso, fueron: Imperio aqueménida, Imperio parto, sármatas, armenios, Imperio seléucida, Reino de Pérgamo, Imperio sasánida, Imperio romano, Imperio bizantino.

El Imperio Romano fue el primero en Occidente en adoptar el uso de guerreros catafractos, precursores de los caballeria pesada de la Edad Media.

Etimología

La palabra catafracto tiene origen etimologico griego (se traduce como «protegido») y aparece adoptada en latín por primera vez en la obra Historiae, en la que el militar e historiador Lucio Cornelio Sisenna narra la historia de Roma desde su origen hasta la época de Sila y dice: «Loricatos, quos cataphractos vocant «, que significa «El acorazado, a quien llaman catafracto». Para Sisenna era una novedad, ya que vivió entre los siglos I y II a.C., y en ese período republicano lo habitual era referirse a los soldados de caballería dotados de armadura como equites, aludiendo a su clase social.

Por lo tanto, el término catafracto se impuso más bien en la etapa imperial, especialmente la tardía, momento en el que se solapa con otro, clibanarius, no se sabe si de origen heleno (klibanos, en cuyo caso se traduciría como «horno metálico», quizá sarcásticamente) o persa (griwbanwar, «portador de protector de cuello»), con que se hacía referencia al jinete de caballería pesada típico de los ejércitos orientales. Ello se debía al tipo de armadura que usaba, distinta a las que eran comunes en Roma, denominadas hoy lorica hamata o cota de malla, lorica scamata o de escamas y lorica segmentata o de placas; una hipótesis identifica a esta última con el clibanus.

Algunos autores clásicos no diferencian entre cataphractarii y clibanarii, así que es posible que fueran lo mismo y sólo se distinguieran por la etnia de sus integrantes, ya que a menudo se asocia a los segundos la palabra sagittarii, quizá en referencia a parte de su armamento. En cambio, algunas fuentes de la época, como De rebus bellicis y Notitia dignitatum, parecen dar a entender que sí eran cosas distintas y que el blindaje de los clibabarii era mayor. En cualquier caso, en el mundo romano se impuso la denominación catafracto para aquellas tropas tan singulares como exóticas.

Origen

Las primeras evidencias de guerreros catafractos las encontramos entre los nómadas de la estepa aunque en realidad, su uso regularizado está ya en el imperio neoasirio tal como atestiguan algunos relieves de la época.

De hecho, en el siglo VII a.C. los jinetes del rey asirio Tiglathpileser fueron los primeros en proteger el cuerpo de los jinetes por completo con placas metálicas excepto la cara y los brazos aunque en ese equipamiento aún no estaban incluidos los propios caballos. Esto lo llevarían cabo los nómadas que habitaban el noreste de Mesopotamia, junto al mar de Aral en este mismo período de tiempo.

A partir de este momento, la imagen del jinete totalmente protegido pasó a formar parte de la iconografía del Imperio Asirio con una gran carga psicológica. Transmitía poder y fiereza a los estados vecinos como una forma de conseguir doblegarlos.

Equipamiento

Llevaban una armadura de escamas en el torso, o cota de malla, yelmo cerrado cubriendo completamente la cara, y un escudo pequeño. Los caballos estaban también protegidos habitualmente por una cota de escamas. Las armas ofensivas consistían en una lanza, una espada, maza, arco y dardos. Su fuerza no estaba solamente en el impacto de la carga: dadas sus protecciones pesadas, eran prácticamente la única caballería de la historia que podía mantener combate cerrado con la infantería durante un tiempo prolongado.

Durante siglos fueron en Europa Oriental lo que habían sido antes los legionarios romanos. Tras la derrota en la batalla de Manzikert en el año 1071, a manos de la rápida caballería ligera de turcos selyúcidas, prácticamente desaparecieron de la historia.

Declive

Los guerreros catafractos desaparecieron de la historia tras la batalla de Manzikert de 1071 en la que esta unidad de caballería pesada de los bizantinos fue derrotada por la rápida caballería ligera de los turcos selyúcidas.

Romano IV Diógenes, emperador de Bizancio entonces, ordenó que los catafractos de su ejército se lanzaran en persecución de la caballería ligera de los turcos, algo que jamás había que hacer dadas las desventajas de los catafractos.

En ocasiones concretas en las que la caballería ligera se hallaba acorralada contra una barrera, sí era práctico enviar a los catafractos contra ella

La persecución agotó a los caballos y eso provocó que los guerreros catafractos fueran vulnerables en el caso de un contraataque.

Los selyúcidas enseguida supieron aprovechar esta ventaja y huyeron al mismo tiempo que lanzaban flechas desde lejos. Esto provocó que el emperador tuviera que ordenar la retirada de sus agotados catafractos y que sus tropas fueran sorprendidas y vencidas en plena noche.

Fuentes