Fobos ha terminado. Para muchos de los que están en esta
lista, será sólo la extinción de un fanzine más. Es inevitable que así sea, en
un mundo donde el vértigo de los acontecimientos y la multitud de noticias
semejan una vorágine apresurada, signo de una humanidad que se va extinguiendo.
El fin de las cosas es parte de un arquetipo inexorable e ineludible. La
valoración y el análisis, una prerrogativa y una necesidad del ser humano.
Fobos ha terminado y la verdad es que me cuesta sintetizar en
ideas claras lo que este proyecto significó (y significa) para la ciencia
ficción chilena y espero que también para la ciencia ficción latinoamericana.
Dejemos este último punto a lo que nos pueda deparar el tiempo y la memoria.
Fobos es desde ya, el fanzine más importante de la ciencia
ficción chilena, entendiendo a la ciencia ficción chilena como un desierto donde
se pueden distinguir una que otra salitrera abandonada y en pleno desuso. A lo
largo de muchas décadas, la ciencia ficción en Chile ha condensado proyectos de
fanzines y de revistas que marcaron etapas e influyeron en el trabajo y
entusiasmo de muchas personas, incluido el mismo Luis. Pero ninguno de esos
proyectos logró condensar un trabajo a mediano y largo plazo, ninguno logró
configurar a nuevos escritores y quizás ninguno logró impactar a nivel personal
de la forma que lo hizo Fobos. Esto no desmerece el esfuerzo detrás de tantos y
quizás desconocidos proyectos. Pero también es justo reconocer los méritos
reales de un proyecto y Fobos sí los tuvo, más allá de todos los problemas y
sinsabores que implicó sacarlo adelante.
Ok, somos conscientes de estas dificultades, y la verdad es que
nadie nos obliga a seguir con algo tan difícil. Es una prueba más del amor
sincero y sin engaños, sin artimañas que suele existir en los seguidores del
género. Si no lo destacamos y lo reconocemos nosotros mismos, nadie lo hará. La
ciencia ficción es quizás el único género que subsiste gracias a sus propios
seguidores y más allá de los problemas y las peleas (todas muy humanas) debemos
valorar que es nuestro entusiasmo y nuestra fe la que permite que este género
siga subsistiendo de una u otra forma. La ciencia ficción somos nosotros, los
seguidores, ayer, hoy y siempre.
Aquí quiero hacer sin embargo una distinción, separar las aguas
sin medias tintas: para mí están los seguidores de la ciencia ficción y los
turistas del género. Los primeros son un grupo amplio que reúne tanto a
fanáticos de sagas y películas, como a lectores, escritores y editores. Entre
ellos hay a veces diferencias, riñas, controversias, pero todos comparten un
amor profundo por el género (en todas sus vertientes), sentimiento que
transforma a los seguidores en verdaderos devotos, conscientes de que son parte
de un universo, de una comunidad con su propia configuración tanto histórica
como temática. El que ama la ciencia ficción sabe de escritores, sabe de libros,
sabe de revistas, sabe de películas, pero también sabe y ha vivido las
circunstancias de ser un seguidor del género. Y el que no lo sabe, el que
todavía no es seguidor, está ávido por saber y vivir. Por ende, está consciente
de lo que significa trabajar en un género tontamente estigmatizado, mal
conocido, peor evaluado y caricaturizado constantemente. Sabe que trabajar en la
ciencia ficción es similar a sembrar en el cemento. Y sin embargo, a pesar de
todas esas dificultades, tiene la camiseta puesta, alienta como una barra de
fútbol, casi siempre esperando nada.
Los turistas, en cambio, me son una raza despreciable, más allá
de que tengan derecho a ser turistas. Los desprecio, porque casi siempre llegan
a cualquier espacio de la ciencia ficción para alimentarse de ella. Es fácil
descubrirlos, es fácil ver que no saben ni tienen idea del género, y que en el
fondo, tampoco les interesa. Carecen además de algo fundamental: el instinto y
la complicidad que existe entre los seguidores. Los turistas en el fondo
desprecian a la ciencia ficción, consideran que sus seguidores son unos pobres
nerds y se ven así mismos como seres superiores o mejores que vienen a darle
seriedad al asunto. De esa gente ustedes nunca recibirán un apoyo sincero, nunca
una sentida comprensión, porque de verdad no tienen de dónde sacarla. Sonríen,
soban el lomo, y al mismo tiempo teorizan sobre lo patético de la ciencia
ficción. Para ellos la amistad es un ejercicio para poner a prueba a las
personas, para sacar beneficios, y en última instancia para fomentar discusiones
ególatras y fútiles. No tienen sentido de la amistad. Y vaya que amistad y
ciencia ficción van de la mano. Porque yo ni en el colegio, ni en la
universidad, ni otros departamentos de la vida he encontrado los amigos que me
ha dado la ciencia ficción.
Para los que amamos la ciencia ficción acá en Chile, el fin de
Fobos duele, porque detrás de él existe toda una circunstancia de esfuerzos
silenciosos donde un tipo llamado Luis Saavedra dedicó siete años de su vida a
darle forma y sentido a tal proyecto. Yo en lo personal no conozco a nadie en
este país que dedique parte importante de su vida en pos de la ciencia ficción y
en pos de un proyecto que, créanlo, no significó ni dinero, ni fama, ni
publicidad, y quizás tampoco retribuciones de ningún otro tipo. Siete años. A
eso debería agregarle todos los años que Luis ha trabajado en otros proyectos y
tendremos una vida entera dedicada a lo mismo.
Desde 1998 Fobos no sólo posibilitó la existencia de un espacio
para publicar artículos y cuentos: fue el único referente para convencernos a
nosotros mismos que sí existía el género, que sí era posible llenar un espacio,
que sí era posible marcar una presencia, invisible quizás, pero innegable. Y yo
creo que ese fue el espíritu de Luis para crear y mantener a Fobos: convencerse
y convencernos de que la ciencia ficción podía ser una realidad en Chile. Luis
no creó ni financió Fobos para sí mismo, ni para satisfacer egos, ni para
sentirse a gusto consigo mismo: lo hizo para afirmar una verdad. Y en ese
sentido, creo que Fobos fue durante años la ciencia ficción chilena, con todo lo
pedante y tendencioso que puede resultar esta afirmación. En el vacío de una
terrible mediocridad, Luis creó ciencia ficción en Chile y la nombró Fobos,
término que en su significado aludía quizás a ese miedo inconsciente de ser
parte de un mundo que parecía no existir en ninguna parte de nuestra realidad
nacional.
Tengo la suerte de ser amigo de Luis y tengo la suerte de
haberlo conocido hace ya 8 años. Dudo mucho que sin esta amistad yo hubiese
podido abrirme paso por la ciencia ficción, cosa que otros amigos pueden afirmar
en función de sus propias vidas. En estos años Luis no sólo ha sido una
influencia fundamental en nuestros trabajos personales, sino también un
referente ineludible para muchas personas. Creo que todo esto lo hizo por amor,
el amor verdadero que nada tiene que ver con amar una mujer, sino con el
compromiso y la generosidad de dar una parte de su vida para que los otros
también puedan vivir. Lo ha hecho y lo sigue haciendo sin pedir nada a cambio,
como si esa misión diera forma y sentido a su propia vida. Sí, tal como lo dice
Luis en su última editorial ha elegido el amor. En verdad, fue siempre así. Fue
y ha sido, la elección de toda una vida. El eje de todo lo que fue y es hoy en
día Fobos. Y en ese sentido homenajear a Fobos es por cierto homenajear a Luis,
homenajear a un tipo que ha dado todo por todos, que se ha tragado más una
desilusión, que ha postergado su propia carrera literaria en pos de un proyecto
de carácter comunitario. ¿Por qué entonces no habría de reconocer todo este
esfuerzo? ¿Por qué habría de ser objetivo si no estoy hablando de un objeto sino
de una persona, con defectos y virtudes, pero comprometida con la gente que lo
rodea?
Una vez, cierto turista de la ciencia ficción me trató de
"mamón" por valorar la calidez literaria de Luis Saavedra. Ese turista está en
esta Comunidad y ahora aprovecho de responderle que nunca sabrá lo que es la
amistad forjada en los caminos de la ciencia ficción, nunca podrá entender qué
nos mueve y que nos hace trabajar en esto. Nunca lo sabrá, porque para eso hay
que saber de generosidad, de compromiso y sobre todo, de lealtad.
Fobos nos deja un legado valioso, una experiencia irrepetible e
irremplazable. Pero por sobre toda las cosas, nos deja muchos y entrañables
recuerdos. Y mucho amor |