El Barcelona se enfrentó al Leganés con la dificultad añadida que supone no contar con Leo Messi, y logró un nivel de control muy alto durante los primeros 45 minutos de encuentro, cuestión muy relevante teniendo en cuenta la suplencia del argentino. Sin el 10, el Barça no sólo pierde capacidad resolutiva, sino también una intimidación que hace mucho más complicado al rival tomar decisiones a nivel de planteamiento.
Para visitar el Camp Nou, Pellegrino se decantó por una variación del plan de juego habitual, utilizando a En-Nesyri como extremo izquierdo, a la misma altura que Óscar Rodríguez, y dejando a Braithwaite como única punta de lanza. La medida tenía sentido para sumar un medio extra que pudiera retroceder con los laterales blaugranas, pero también provocó que el Leganés iniciase sus contragolpes lejos de ter Stegen y con los centrales culés en superioridad numérica contra su delantero centro.
La presencia entre líneas de Aleñá, y sobre todo la amenaza de Dembélé, permitieron al Barcelona controlar con solvencia el primer tiempo ante el Leganés
Hay que decir que esto sucedió porque dos piezas del Barcelona marcaron la diferencia en la primera mitad para que los ataques de los de Valverde fueran profundos. El primero de ellos fue Carles Aleñá, el interior derecho elegido por el cacereño. Con un Leganés dibujado en 5-4-1, su tacto para moverse entre las líneas rivales y su soltura para girar o devolver la pelota si no había espacio para hacerlo, permitió al Barcelona ganar altura con mucha continuidad.
Ese movimiento interior de Aleñá para pasar a jugar realmente como mediapunta dejó liberado el carril interior derecho, zona que Ousmane Dembélé hizo suya para jugar probablemente sus mejores minutos vestido de culé. El francés, ya fuera en situaciones en las que el Leganés replegaba, como si el conjunto pepinero estaba con el bloque a una altura media, castigó una y otra vez a los de Mauricio Pellegrino.
El ex del Borussia Dortmund dio sensación de intimidar aunque recibiera la pelota a 40 metros de portería rival, una amenaza al alcance de muy pocos jugadores en el planeta. Dembélé mostró una precisión milimétrica tanto para moverse hacia dentro para recibir, como una vez tenía el balón controlado tuvo que acelerar la jugada: se quitó rivales con una facilidad tremenda y sus disparos fueron contundentes y precisos. Fue una exhibición sin fisuras.
Sin Dembélé, Leo Messi recondujo el camino para el Barça
El arranque de la segunda mitad representó el tramo de menos control culé. El Leganés fue capaz de abrir un par de grietas que aprovechó para salir con más continuidad y encontrar el empate. En el perfil derecho culé había una opción de recibir para lanzar, ya que Dembélé estaba siendo muy agresivo y Aleñá jugaba arriba y por dentro, y Sergio Busquets no llegaba a ocupar ese espacio para frenar la transición rival. En el derecho, En-Nesyri, que pasó a aparecer sobre ese sector, comenzó a desplegarse a la espalda de Jordi Alba, dos argumentos para que el equipo madrileño cambiase el guión del duelo.
Un problema para el Barcelona que fue resuelto tras la entrada de Leo Messi al terreno de juego. La presencia del argentino cambió una dinámica que comenzaba a ponerse complicada, después de la lesión de un Dembélé que estaba obligando a retroceder de forma constante a la zaga pepinera, y de un empate que provocó dudas en la circulación del equipo. Su pie produjo las dos situaciones de gol que marcaron la diferencia en el marcador. El argentino fue el joker de la baraja cuando el as se cayó de la mesa.
Uriel Gartzia 21 enero, 2019
Nunca logré ver el tremendo potencial de Ousmane. Madre mía qué bicho, qué variedad de recursos. Mucha pena por su lesión porque estaba a un nivel magnífico. El trono del fútbol mundial suma un nuevo aspirante para la próxima década.