Los de arriba llevan la batuta, se forran y nosotros aquí…
¿Qué ejemplo damos? ¿Qué estamos haciendo aquí?
Te levantas una mañana y todo cambia. Te han robado la normalidad. La tranquilidad que esperabas en tu trabajo se ha esfumado y no has podido evitarlo. ¿Qué hacer entonces? ¿Bajar los brazos o seguir luchando? No, no estamos hablando de la “crisis de Krasnodar”, estamos hablando de A fábrica de nada, la película con la que el portugués Pedro Pinho asombró en el Festival de Cannes y ganó el Festival Europeo de Sevilla.
Esta situación, que ahora sentimos tan nuestra, es en la que se encuentran un grupo de trabajadores de una fábrica de Portugal. De la noche a la mañana se enteran que los jefes se han llevado las máquinas y han suspendido la producción. Lo que en principio es caos y duda pronto se convierte, a ritmo asambleario, en una imaginativa cadena de acciones que van desde la inacción al desacato pasando por tomar las riendas de la fábrica, echar un rondito o hacer un musical sobre la situación. En este radical y festivo film político lo que propone Pedro Pinho, según sus propias palabras, es un “apocalipsis sostenido”, un ejercicio libérrimo de resistencia colectiva frente al anunciado hundimiento.
Damos por hecho que Hierro no ha proyectado A fábrica de nada en ninguna de las sesiones de video; no porque el cine de autor no tenga cabida en la concentración, sino porque al fin y al cabo son tres horas de película y él sólo ha dispuesto de 48. Una pena. Con todo, después de encontrarse la fábrica desmantelada, España se enfrenta a Cristiano Ronaldo y sus coterráneos campeones de Europa. En este momento puede que lo que necesiten ahora los veintitrés no sea una conjura basada en la épica tremendista, quizá les baste con el ejemplo de estos working class heroes que se levantan pese al mundo porque no tienen nada que perder. Si el fracaso y la gloria, la nada y el todo, siempre van de la mano en la vida, no digamos en un Mundial.
Referencias:
Revista Magnolia
Gonzalo Ballesteros
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