“El fútbol es un deporte en el que juegan once contra once y siempre gana Alemania”, dijo una vez Lineker. Y lo cierto es que la frase, que en un par de veranos cumplirá ya treinta años, sigue más vigente que nunca. Ayer, rigiéndonos por la frase del bueno de Gary, le volvió a tocar otra vez a Alemania. En un partido que agonizaba, que significaba –según el empate a uno y tras la victoria de México ante Corea- la más que posible eliminación del cuadro teutón en la primera ronda, Toni Kroos se inventó un derechazo que, a decir verdad, ni existiese en aquel instante para dar alas al (vigente) campeón. El tiempo, como con la sentencia del británico, será quien de valor a cada detalle. Pero por lo pronto, lo que sucedió en el descuento en Sochi es, sin duda, una nueva página en la historia de los Mundiales.
Löw dotó de físico el mediocampo con la entrada de Rudy en el doble pivote
Ante lo mucho que venía de sufrir Alemania ante la transición mexicana, Joachim Löw trató de ajustarlo dando entrada a Rudy en el centro del campo. Con la presencia del actual futbolista del Bayern, el seleccionador germano dotó de músculo al lado derecho de Toni Kroos (pivote izquierdo) ante la previsible salida en largo de los suecos, con Berg y Toivonen como pareja de ataque. Consciente de que el contexto le exigía una victoria, y prácticamente nada más que una victoria, Alemania pasó de cero a cien en cuestión de segundos. Con Rudiger –en lugar de Hummels- y Boateng como centrales, el seleccionado alemán se volcó con todo desde el inicio. Así, con Hector anclado en la posición de extremo (zurdo), Kroos organizando el juego desde el perfil izquierdo, Kimmich dando empaque por derecha y con Werner –que caía a banda-, Reus, Draxler y Müller intercambiándose las posiciones en tres-cuartos, es como Alemania logró arrinconar a Suecia contra su frontal nada más empezar la noche.
Con el futbolista del Real Madrid por izquierda, organizando desde una posición más retrasada (pivote) el juego de los suyos, y compensando a su vez las subidas de Hector por dicha banda, Alemania consiguió hacer de su juego un torrente de ocasiones sobre la portería de Olsen. Un tramo en el que más y mejor brilló el fútbol de la selección germana desde su llegada a Rusia; gracias, en primer lugar, al dinamismo que Kroos consiguió alcanzar a partir de su pie derecho y a la fluidez, fruto de la movilidad y cantidad, que la campeona de 2014 consiguió sumar en el área de la selección nórdica. Porque, a excepción de un grave error de Rudiger con el esférico en sus pies, Alemania consiguió cercar a los de Janne Andersson en muy pocos metros; sobre todo a través de unas embestidas que, en cualquier caso, llegaban a acumular a no menos de seis o siete futbolistas en torno al corazón del área escandinavo. Sin embargo, a pesar de este dominio, Alemania no consiguió el gol; aunque ocasiones tuvo para ello. Y la película, a raíz del cambio de Rudy, viró por completo. Un giro digno del mejor cineasta de Holywood.
Toivonen, imponiéndose en los duelos, y Forsberg, conduciendo, ganaron metros
Porque el partido, ha de insistirse en ello, se transformó en otra cosa muy distinta en los minutos que Rudy se encontraba en la banda y Gündogan se preparaba para el cambio. Durante este tiempo, Suecia consiguió darle la vuelta al calcetín. Y, mientras cortó de golpe el ritmo que hasta ese instante estaba imprimiendo Alemania, se sintió cada vez más cómoda (con el balón) en mitad de campo. Con Larsson y Ekdal en el doble pivote, y Claesson (derecha) y Forsberg (izquierda) por fuera, Suecia mantuvo su clásico 4-4-2 en el que Berg y Toivonen se repartieron los espacios entre la espalda de Kroos –y después, a su entrada, de Gündogan- y el pecho de los dos centrales germanos: Rudiger y Boateng. El cero a uno del ‘20’ sueco fue consecuencia del dominio que el propio Toivonen, imponiéndose en los duelos directos, y Forsberg, conduciendo a la espalda de Kimmich, instauraron en los momentos de mayor fragilidad teutona. Una debilidad especialmente significativa en el centro de su zaga. Con el del Chelsea y el del Bayern lentos, imprecisos y, a juzgar por sus acciones, más nerviosos de lo esperado.
Con la entrada de Mario Gómez, Werner ganó muchísima movilidad por banda
Alemania, mermada por el cero a uno, perdió frescura, sorpresa e intimidación en cuanto a sus movimientos. Porque, de golpe y porrazo, se quedó sin la agresividad de Müller para atacar el área, la aceleración de Reus para pisar línea de fondo y, sobre todo, perdió la amenaza de un Draxler que, fijo por izquierda, dejó de cortar hacia dentro para rematar –o intentarlo, mejor puntualizado- todo balón que sobrevolase el segundo palo. Una situación que Löw fue capaz de corregir dando entrada a Mario Gómez en detrimento del futbolista del PSG. Y el ingreso del delantero fue, en realidad, el penúltimo giro de una película que prometía emociones fuertes. La presencia del atacante del Stuttgart cumplió con dos funciones al mismo tiempo. Y en ambas, el rédito fue muy grande para los intereses germanos. Para empezar, el cuerpo de Mario Gómez fue suficiente entretenimiento para Granqvist y Lindelof, los dos centrales suecos, a quienes la corpulencia del ex del Bayern, Fiorentina, Besiktas y Wolfsburgo los fijó en torno a la corona de su propio rectángulo. Mientras que, por otro lado, esta vigilancia defensiva permitió a Timo Werner moverse con mucha más libertad de la que había disfrutado antes del descanso.
Eso, exactamente, es lo que le faltó a Alemania en el último cuarto de hora de la primera parte; en el que sus futbolistas, dada la complejidad del contexto (0-1), pasaron a pedir la pelota al pie sin realizar, previamente, ningún movimiento que generase, al menos, cierto desconcierto en la zaga de Suecia. Werner, en efecto, encontró por el lado izquierdo un espacio muy preciado, tal y como estaba el encuentro, para explotar su agilidad mental y su velocidad de piernas. Kimmich, a diferencia de la primera mitad, ganó presencia en línea de fondo y, mientras Toni Kroos seguía comandando al bloque desde una posición algo más retirada del área, Gündogan, Mario Gómez, Müller y Reus –que fue quien acabó colando el empate a uno- privaron a Suecia de todo intento por desplegarse. Un acoso y derribo que acabó con Brandt, una de las principales novedades de la lista –en la que hoy, dicho sea de paso, muchos se habrán acordado de Leroy Sané al tratar de revisarla en busca de soluciones-, golpeando el palo. Y con Toni Kroos, desde el mismo poste que antes había sacudido el del Leverkusen, y desde donde se gestó el tanto de Reus, firmando, para el recuerdo, una de las postales más bellas de los anales mundialistas. Un golpe seco, directo entre la escuadra y el palo largo de la portería de Olsen, con el que el mediocentro del Madrid, además de redimirse de su error en el gol sueco, le ha cambiado el gesto a Alemania. Porque, si haciendo caso a Lineker, la teutona siempre ha llevado las de ganar, aun sin convencer, como puede ser este caso –a nivel defensivo- ni que decir tiene el peligro que llevará ahora que se ha reencontrado con la esencia de su idiosincrasia. Alemania (solo) ha nacido para ganar.
Manu 24 junio, 2018
Se habla de que el punto débil de Alemania es la defensa, estoy de acuerdo, pero ¿Qué puede hacer Alemania ante la falta de gol? Perdió la figura de Klose y Mario Gomez no es lo que era (aunque viendo este mundial siento que podría ser titular) también perdió a la figura de Schurrle y Gotze que aportaban slgo de gol. Mueller tiene mundiales goleadores pero en este todavía no aparece.