Lo peor que le pueda pasar a un equipo es que no tenga a quién parecerse. Un entrenador, un jugador, una pareja, una línea. Todo conjunto necesita al menos un modelo sobre el que inspirarse. En lo que reflejarse. Este Sevilla 17/18 tiene muchos referentes a los que parecerse, el primero de ellos su nuevo entrenador, un hombre con ideas y estilo, pero no se estaba pareciendo absolutamente a nadie. Más allá de las lagunas competitivas que mostraba en todos los aspectos del juego, estaba el hecho decepcionante de que, hasta el día de ayer, estaba siendo un equipo al que costaba adjetivar.
¿Qué era el Sevilla? ¿Qué pretendía hacer sobre el campo? ¿Cómo quería incomodar al rival? ¿Qué significaba el balón para ellos? No había mas que respuestas vagas. Al menos, como decíamos, hasta el día de ayer. Porque anoche el Sevilla sí fue de Berizzo. También de Pablo Sarabia o N’Zonzi. Dominó, compitió, jugó bien, ganó y, lo que es más importante, insinuó ser el principio de algo aún mejor.
Berizzo recuperó una buena versión de N’Zonzi.
En la primera media hora quedó prácticamente condensado todo. El Sevilla fue a buscar al Spartak de Moscú a su propio campo. El trabajo de los cuatro atacantes fue fundamental, tanto yendo al hombre como complicando líneas de pase, pero lo más significativo fue el impacto que tuvo Steven N’Zonzi saltando a taponar las pocas escapadas de los rusos. El centrocampista francés partía como miembro del doble pivote junto a Guido Pizarro, pero antes de correr para atrás siempre corría hacia adelante. Esta decisión, acompañadas de sus brutales cualidades para ejecutar este tipo de presiones, otorgó el dominio espacial y rítmico a un Sevilla que estaba muy cómodo porque, al contrario que en el partido en Moscú, los ofensivos laterales de Carrera apenas pudieron cruzar la línea divisoria, lo cual disminuyó el impacto de Quincy Promes.
Hasta aquí, la ascendencia de Berizzo y N’Zonzi sobre el juego. Pero con balón también se reflejó la de Pablo Sarabia. El Sevilla quiso ser un equipo móvil, intenso y dinámico. Para ello dio plena libertad tanto a Nolito como al propio Sarabia para pisar zonas interiores y responsabilizó a Banega y Ben Yedder de evitar que, como consecuencia de esto, el equipo se estrechase. El resultado fue llamativo y positivo. Tan pronto se veía a Nolito en su posición habitual, como quien recibía en izquierda era un Ben Yedder que rápidamente encontraba a Sarabia como mediapunta. Este tipo de movimientos y rutas no son muy habituales en Berizzo, pero funcionaron muy bien. El Spartak no sólo quedó desajustado, sino que además fue incapaz de evitar que Pablo Sarabia recibiera siempre solo allá donde fuese. El madrileño es buenísimo. Lo intuimos en la segunda parte de su última temporada en Getafe y lo estamos confirmando en el Sánchez-Pizjuán. Tiene ritmo, calidad, creatividad y colmillo. Sabe jugar y hacer jugar. Y ayer, sin exhibirse, sin necesitar jugar un partido excelente, lo bordó hasta su lesión.
El Sevilla logró mantener su nivel durante todo el partido.
Pero lo positivo del Sevilla no se quedó únicamente en la primera media hora. El equipo del Toto exhibió una solidez muy constante a lo largo de todo el partido. Reaccionó muy bien a los goles, tanto a los propios como al ajeno, evitando que el Spartak ganara altura y le encerrara sobre su propio área. Poco importó que Carrera rehiciera la idea de Moscú retrasando a Glushakov y dando entrada a Popov. El partido era, por primera vez este curso, del Sevilla de Berizzo.
Foto: CRISTINA QUICLER/AFP/Getty Images
dribleador 2 noviembre, 2017
No he visto el partido, el relato de la crónica me parece excelente