El proceso se inició cuando los atacantes de banda dejaron de jugar abiertos, buscar línea de fondo y sacar el centro al área. Canjearon esas funciones por iniciar un slalom diagonal hacia la frontal y terminar la acción bien con un disparo bien con un pase interior. La evolución que ello desencadenó en estos futbolistas hizo que, paulatinamente, aprendiesen a recibir entre líneas, abandonando la costumbre de esperar pegados a la cal a que les llegase el balón. Pero como abrir la cancha siempre fue y será una obligación táctica para cualquier equipo que desee tener un ataque equilibrado, puesto que es indispensable para dividir al rival y crear espacios por dentro, esa tarea recayó en otras posiciones. Casi siempre, en los laterales.
Al principio tan solo distraíanHistóricamente, el comportamiento ofensivo de un lateral se basó en la incorporación sorpresiva. Al principio de todo, cuando técnicamente eran piezas débiles, con una función 100% táctica: evitar que a su extremo le hicieron un dos contra uno. El lateral en cuestión desdoblaba a su compañero, invitaba a una de las dos marcas a perseguirle y dejaba al especialista ofensivo en igualdad numérica frente a su defensor, para facilitarle el desborde. A medida que el movimiento se fue consolidando, el lateral fue puliendo su técnica, para que no pareciera que sus desmarques iban de farol. Y tanto la pulió que acabó convertido de verdad en un asistente sólido, en un recurso importante.
En la nueva realidad táctica, a menudo el lateral debe regatear.
Una vez Ronaldinho se convirtió en Cristiano, es decir, en cuanto el teórico extremo pasó de empezar su diagonal con el balón controlado a empezarla antes de recibir el pase, muchos entrenadores decidieron usar a sus laterales como si ellos fueran los extremos puros. Y así perdieron tanto el factor sorpresa como la ventaja que suponía recibir el balón en carrera. El update técnico que había experimentado la posición había potenciado su primer control y el centro al área, dos gestos que apenas servían si el lateral recepcionaba el pase quieto y con una marca encima. De repente, el don del regate, que hasta ese momento no le había servido para nada, se transformó en una virtud casi necesaria para ser considerado un lateral ofensivo crack. Alves, Juanfran, Marcelo, Bernat, Lahm, Alaba o Danilo representan el canon. Incluso candidatos que no nacieron con ese plus, como Carvajal, han ido sumándolo a medida que se perfeccionaban en lo que implica una demostración directa de que los grandes necesitan que sus laterales tengan uno para uno en ataque. Su margen de maniobra táctico se multiplica.
Dicho esto, en uno de los mejores equipos de la actualidad, el Chelsea de Mourinho, hay un lateral sembrando el pánico en ataque pese a que si recibiese parado tendría dificultades para driblar una moneda: Ivanovic. El impacto ofensivo del serbio es total. La raíz del caso descansa en el desigual reparto zonal de la posesión blue. En la izquierda, el lado opuesto a Ivanovic, se juntan el que más la toca -Cesc- y el que más tiempo la soba –Hazard-, lo que imanta hacia ese sector tanto a las piezas centrales del equipo (Oscar y Diego Costa) como al sistema defensivo contrario. En principio, tener una hoja de movimientos tan previsible debería facilitarle al contrario su defensa, pero, al menos de momento, el talento de Cesc para decidir cuándo y cómo cambiar de orientación y el de Ivanovic para medir el segundo exacto de llegada se están imponiendo a todos. Ayer fue el West Ham quien pagó la cuenta, tras un nuevo partidazo del líder de la Premier.
@migquintana 27 diciembre, 2014
Me alucinó la precisión posicional del Chelsea ayer. Jugaron muy rápido, muy verticales y con mucho acierto, de acuerdo, pero es que el campo siempre estaba perfectamente ocupado. Si Diego Costa venía al apoyo, Óscar compensaba. Si Cesc se descolgaba, Óscar volvía a ocupar la posición de su compañero. Y si el balón se tenía en izquierda, como se comenta en el artículo, William centraba su posición, tanto en zona de mediapuntas como en el área, para así dejar a Ivanovic todo el carril libre. Como un reloj.
El baño al West Ham, sobre todo desde el 30 al 45', es lo mejor que he visto de Premier League este año. Y aunque no haya sido tampoco tanto como la Liga, dudo que algún equipo diferente al de José Mourinho haya jugado tan bien de forma colectiva. Fue una exhibición sin casi peros.