Visto con perspectiva, el Barcelona perdió el partido de ayer en el minuto 62 del duelo contra el Paris Saint-Germain, cuando Tito Vilanova sacó a Leo Messi, que dos semanas después sigue sin poder tirar un sprint. Se entiende que la decisión resultó imprescindible para el técnico, que es quien más información maneja sobre su propio equipo, pero fue durísima: una de las plantillas más dotadas del mundo reducía toda su capacidad para crear peligro a un único futbolista. No había retorno. Desde que Cesc dejó el campo para que entrase Leo el Barça estuvo condenado a ser únicamente el argentino desde entonces a junio. Y es una pena, porque ayer hizo muchas de las cosas que tenía que hacer para eliminar a un Bayern Múnich tan magnífico como penetrable. Un Bayern Múnich que demostró un nivel enorme, pero también que no sabe cómo se juega contra el FC Barcelona. Simplemente, Messi sigue lesionado. Y nadie intentó nada.
En los primeros minutos Xavi consiguió desnortar al Allianz Arena, frenar la dinámica que traía el gigante de Baviera a la semifinal más esperada. Abandonó su posición de interior derecho, se metió atrás y permitió a su equipo tener el balón mucho más que su oponente con dos plus añadidos: había sensación de ligereza y surgían espacios a la espalda de Javi Martínez y Schweinsteiger, que picaban una y otra vez en el anzuelo del jefe «6». Se puede apuntar, no sin razón, que Xavi jugó demasiado retrasado y que, por lo tanto, el balón también, pero dicha circunstancia no impedía al Barça encontrar buenas posiciones de ataque, porque el doble pivote de Heynckes no estaba teniendo la paciencia que usualmente se precisa contra los catalanes. Salían mucho sin concretar el robo y los medios culés superaban por técnica cualquier presión, quedando en disposición de filtrar al espacio que Bastian o Javi habían dejado libre tras su estampida. Pedro y Alexis leyeron bien la situación, se desmarcaban y ganaban en los apoyos a Alaba y Lahm, pero luego les faltaba claridad para producir. Iniesta no tuvo excusa. Xavi le había dado escenario para romperla y él ni lo intentó.
La intrascendencia de la posesión culé terminó por desatar al Bayern Múnich en su mayor esplendor.
Gerard Piqué sostuvo a un Barça muy superado en defensaAsí pues la secuencia más presente de la noche fue la siguiente: el Barça tenía el balón en su propio campo, el Bayern rompía su esquema para tratar de recuperarlo, un jugador culé encontraba a un compañero en la espalda del mediocampo alemán y un futbolista del Bayern, corriendo hacia atrás, recuperaba su posición y robaba el balón al culé, que en situación de ventaja se quedaba paralizado, como si no supiese qué hacer. En los primeros 15 minutos, que fueron los mejores por parte azulgrana, los locales redujeron su caudal ofensivo a las contras. Por estricta superioridad individual creaban peligro -ni Alba, ni Busquets ni Bartra dieron la talla-, pero el Allianz Arena no se sentía tan cómodo como Heynckes, que al fin y al cabo estaba intercambiando cuatro llegadas de peligro propias por una azulgrana. El caso es que Schweinsteiger pensó en su grada, mandó a Lahm y Alaba arriba, bajó junto a sus centrales para sacar el balón e invirtió el ánimo del choque con tres o cuatro salidas aparentemente apuradas (para esto jugó Pedro en la derecha) que se saldaron con vistosos éxitos. Y ahí cayó y calló el Barça. El Bayern Múnich empezó a hacer con la pelota las cosas que suele hacer; demasiado para Piqué, pese a su calidad, su inspiración y su heroicidad.
Xavi activó la «posesión defensiva» cuando el Bayern Múnich emergióEl virtuosismo de los primeros pases de Schweinsteiger y la superioridad de Robben sobre Jordi Alba, Müller sobre Busquets y Ribéry en general sentenció el encuentro. Resultó más molesto de la cuenta el duelo entre Arjen y Jordi, pues no se observó el más mínimo atisbo de trabajo técnico en el mismo. A lo largo de estos cinco años el Barça ha pasado tácticamente de todos sus rivales, desde el más modesto a Cristiano Ronaldo, sin modificar lo más mínimo su dibujo defensivo. Sin embargo, en la misma época sí que hemos visto matices técnicos según el oponente: contra Drogba se saltaba de una manera, a Di María se le ofrecía un lado determinado para su regate y a Van Persie se le regalaba su perfil derecho, por ejemplo. Es decir, pese a que los sistemas de ayudas brillaban por su ausencia, el FC Barcelona sí parecía conocer cómo se las gastaba cada contrario. Dando por hecho que Robben tuvo su atención en las sesiones de preparación previas al partido, la duda se centra en saber si el defecto ha sido de Vilanova, por no ser lo suficientemente bueno comunicándose con sus jugadores, o de Jordi Alba, por falta de experiencia, talento o ambas cosas. Robben controló cada una de sus posesiones con la posibilidad directa de partir hacia el medio. Y se salió.
El Barcelona tuvo sus acercamientos de peligro, pero el área de Neuer estaba completamente vacía.
Pasemos a los detalles. Lo primero que hay que decir es que aunque el Bayern Múnich disfrutó de muchos más intentos que su rival (13 disparos a 4), el Barça tuvo sus momentos. Todos llegaron tras cambios de orientación desde la izquierda hacia la derecha (Alves y Pedro), un pase que logró hacer daño a Alaba y terminó con buenos servicios al área, donde, eso sí, Dante se mostró muy superior a un Messi que no tenía segundo intento. Es decir, Leo no podía ni adelantarse a Dante ni rectificar la posición de su cuerpo cuando el central desviaba el balón. Cómo hubiera cambiado todo con el «10» en buen estado, por mucha distancia que ayer quedase reflejada entre los contendientes. Precisamente por esa falta de vitalidad en Messi se echó en falta la presencia de Fábregas, que es el otro que sabe empujarlas, pero Vilanova, en una decisión extraña, no le dio ningún minuto. En la otra acera sí hubo más velocidad. La entrada de Luiz Gustavo por Mario Gómez fue muy puntual, pues horizontalizó la posesión azulgrana justo en el momento que intentaba recuperar el conato de verticalidad de los primeros instantes. Además hay que aplaudir el provecho que sacó Heynckes de su superioridad aérea: el Barcelona en los saques de esquina sitúa a Piqué en el centro del área, la principal zona de remate directo, y lo que hizo el Bayern fue buscar el segundo (o el tercer) palo con golpeos muy tensos; allí el Bayern ganaba siempre, devolvía el balón a la zona de peligro y montaba el lío. Cada córner fue una ocasión y no solo por la diferencia de altura, sino porque la misma fue potenciada.
Depender futbolísticamente de Messi es tan inevitable como recomendable. Pero emocionalmente, no.
Más allá de lo que pueda ocurrir en la vuelta del Camp Nou -en el fútbol nada es imposible-, el Allianz Arena ha certificado lo que ya evidenciaron el AC Milan, el Real Madrid y el Paris Saint-Germain: el FC Barcelona no solo es peor de lo que fue, algo que ya se presupuso desde un principio; el verdadero problema es que es peor que los mejores, pese a tener jugadores más dotados que algunos de ellos -la plantilla azulgrana es más potente que la del Bayern Múnich-. Por supuesto que existen posiciones a mejorar, el Barça quedó tan seducido por Xavi que pensó que no necesitaba defensas para defender; y se enamoró tanto de Messi que intuyó que no necesitaría delanteros para atacar. Eso está ahí. Pero no justifica el rendimiento ofrecido por futbolistas como Jordi Alba, Cesc Fábregas y, en especial, Andrés Iniesta, que es lo más preocupante que se extrae de esta serie de partidos. Es cierto que el manchego siempre ha adolecido de una irregularidad que no sale en los libros y de una falta de determinación alarmante, pero no puede resultar tan inofensivo como ayer cuando el equipo contrario no le estaba defendiendo correctamente. El Barcelona no puede permitir que a Andrés Iniesta le recorten por físico y técnica una ventaja táctica. Y lo que da pie a esa situación es lo mental; una entrega a Leo Messi que ha sobrepasado lo estrictamente futbolístico. Tenerlo y que el juego no dependa de él es absurdo e improcedente, el modelo ha demostrado su fiabilidad, es la idea más exitosa de la historia. Pero la esclavitud emocional es un tema sensiblemente distinto. Mientras tanto, el equipo de los 14 alemanes se acerca más y más a la Final que podría concretar un triplete merecido. Y si necesita un gol importante ya lo marca Thömas Müller, que nunca falla cuando huele el metal. Vaya alemán.
@alvei33 24 abril, 2013
Espectacular, Abel, espectacular!
Es que el resumen es perfecto… Sobretodo lo que comentas de la secuencia más repetida de la noche. Jugadores del barcelona, yendo de cara hacia portería, se quedaban paralizados. Fue muy sorprendente, les vi superados emocionalmente, como si no estuvieran dispuestos a luchar.
Y lo de Piqué… Bff ¡qué grande!