Paseos por la tarde noche, por esa calle en verano, implicaban una horchata para tomar allí, en vaso alto de cristal -por aquel entonces lo de para llevar no se estilaba mucho y si algún 'moderno' de la época se aventuraba a pedirlo le daban un vaso pequeño de plástico y no.... no sabía igual os lo aseguro- y fría.... muuuuy fría... tanto que había veces que tenía que tomarla con calma para evitar ese desagradable dolor intenso en la cabeza al comer muy deprisa las cosas frías... y era en esos momentos cuando saboreaba de verdad la refrescante bebida, porque generalmente era un visto y no visto...
Tal es mi debilidad por la horchata que cada vez que la compro me dura el litro una tarde. Y en casa solo la tomo yo, con lo cual cuando digo un litro para mi sola.... es un litro para mi sola. Y, salvo cuando he estado en Valencia, no he vuelto a tomar horchata igual de rica que la de aquella famosa heladería... hasta ayer. Y visto lo que tardé en prepararla creo que no vuelvo a comprarla, porque he conseguido la auténtica horchata de chufa sin salir de casa y en pocos minutos.