Lo dije ya una vez. Si quieren, pueden leerlo
aquí. A modo de resumen, no me gustan los premios en deporte. Al menos, los que no son cuantificables. Un jugador es el que marca más goles en las Ligas europeas, pues hale, para él la Bota de Oro como mejor goleador. Así de sencillo. Pero no necesito que un grupo de gente, ni aficionados, ni profesionales, me digan quién es el mejor jugador. Los que seguimos esto del fútbol ya lo sabemos, porque la aportación de un jugador a los logros de su equipo, aunque no tan cuantificables, sí que son visibles.
Los premios crean distracciones, crean problemas que apartan a los jugadores de su verdadero objetivo: trabajar para su equipo, y no buscar la gloria individual. Algunos pueden llegar a olvidar que los triunfos de su equipo les hace grandes en la misma medida que son fundamentales para dichos triunfos. Por eso, si han seguido el enlace de arriba, habrán visto que en un momento de ira controlada llamé al "Balón de Oro" un "cáncer del fútbol". Quizá me pasara un pelo, pero no me cabe duda de que los dimes y diretes en torno al galardón pueden distraer a los favoritos al mismo. Incluso puede enardecer más a las aficiones, en general ansiosas de que lo gane "uno de los suyos", creando más enfrentamiento, más odio.
(Nota: dado, a mi pesar, el prestigio de galardones como éste, está claro que si me obligan a escoger, prefiero que los gane uno del Barça, más que nada por el miedo a que, de no ganarlo, ésto afecte psicológicamente al jugador... pero no verán ustedes ninguna alegría particular por ello, ni pena si no lo gana.)
Hay veces que los premios deportivos (como otros tipos de premio) bordan el ridículo. Aquí debo hablar, mal que me pese a mi corazón asturiano, de los presuntamente célebres y prestigiosos premios "Príncipe de Asturias". El hecho de que haya una categoría del deporte no era mala idea si lo que se pretendía era hacer una especie de "premio Nobel del deporte", por lo que suponía de añadir prestigio a esta actividad. Pero si era ese el afán, se fue al garete en el momento en que dichos Premios derivaron en muchos casos no a destacar figuras o entidades consagradas por años de carrera y experiencia, sino a ser otorgados en función de modas o popularidad, como demuestran los premios dados a gente como J.K. Rowling... o muchos de los premios deportivos: unos Fernando Alonso, Miguel Indurain o Rafa Nadal premiados antes de confirmarse como grandes (siendo premiados antes que Schumacher, Eddy Merckx o Federer, por ejemplo...).
En este sentido hay que enmarcar el hecho de que la selección española de fútbol parta como máxima favorita para ganar el premio este año. Aquí, por lo menos, no se caería en el ridículo de premiarla, por ejemplo, antes de Brasil, que ya ha sido galardonado... algo es algo... pero sigue siendo una concesión a la popularidad, no a la calidad de los nominados. Algo que refleja, por desgracia, la tendencia de unos premios que, más que otorgar prestigio al premiado, buscan que sea éste el que les de una pátina de brillantez con su aparición en los títulares de todo el mundo o su presencia en la ceremonia de entrega de los mismos.
Y así nos luce el pelo, claro. La gloria en el deporte debe venir de los triunfos conseguidos, y el reconocimiento histórico de la repetición de éstos, no de unos premios ajenos a la cuantificación de lo ganado.
Adeu i bona sort.
Jordiasturies,
Tant se val d'on venim