Una nota sola
Me gustó ese camino hacia el mar. También me gustó el desayuno, o mejor dicho el ambiente en el comedor y la presencia de una señora muy enérgica, Nelia, que recogió las mesas de los visitantes que se iban tan rápido que empezó a sudar igual que yo cuando hago trabajo físico: rápidamente las gotas empiezan a fluir en mi cara y mi espalda.
Una mañana, antes de que se abriera la puerta del restaurante, yo estaba de pie con mi guitarra en la mano, prestada por el dueño de la Pizzería Carbonara donde solíamos comer (esa es otra historia), Nelia se me acercó y en broma me preguntó si iba a tocar una serenata para ella.
“Con mucho gusto”, dije y comencé a improvisar.
Lo que más me impactó y me hizo feliz fue el momento en el que toqué una nota típica del flamenco (una nota sola, acercándose lentamente a la tonalidad) y pude ver en su cara que le gustaba esa nota.