Foto Tanci
Elsa y Nubia
El artista Carlos Marrero Hernández acaba recientemente de exponer en Tacoronte (Tenerife), su obra dedicada a la mujer y su universo. Carlos Marrero es un artista versátil, creador de obras ingeniosas, muchas veces prácticas y otras, la mayoría, obras de auténtica recreación para los sentidos. Su página web está en elaboración, por lo que desde que la finalice podrán contemplar parte de sus trabajos y creaciones.
Dejo la charla que con motivo de su presentación escribí y comuniqué para los presentes en la exposición.
ELSA Y NUBIA
(La mujer es la madre de la Humanidad)
(La mujer es la madre de la Humanidad)
Me comentaba Carlos, no hace mucho y en una de nuestras conversaciones, que su mundo personal siempre estuvo rodeado, en mayor medida, por el universo femenino. Raro es que siendo hombre admita esta premisa ya que, sin ánimo de debate, el mundo masculino parece haber estado centrado sobre sí mismo y ensimismado casi a perpetuidad… En sus palabras y a través de sus recuerdos de infancia, Carlos siempre estuvo rodeado por mujeres. Mujeres que, desde su perspectiva infantil, vio como un universo pleno, práctico, afectivo, cordial, armónico lleno de sensibilidad, bastante creatividad y trabajo…mucho trabajo. De ese mundo infantil en el que Carlos se desarrolló, paralelo al de su madre, sus tías, sus hermanas … bebió y se embebió para desarrollar su obra y presentarnos lo que hoy es el centro del Universo y a su vez de su universo personal: la mujer como madre de toda la Humanidad. No sólo la mujer con los tópicos y estereotipos enumerados hace unos segundos en esta presentación, sino la mujer que es algo más que sensibilidad y afectividad. La mujer que con su carga extra de ternura va más allá. Y este propósito Carlos lo logra y lo consigue.
Elsa y Nubia es el título de esta maravillosa y atractiva escultura realizada en madera noble que el autor presenta esta tarde-noche. El creador, Carlos Marrero Hernández, ha elegido a una madre, Nubia, que lleva en su interior la continuidad del germen de la Humanidad, Elsa. Elsa ya ha visto por sí misma el sol y va paladeando sus primeros sabores, olfateando sus primeros olores, escuchando otros sonidos y experimentando a través de su tacto, ese maravilloso sentido, el arte de cambiar cualquier materia. Igual que lo hace Carlos con sus manos, igual que lo ha hecho a lo largo de su trayectoria. En sus propias palabras, refiriéndose al metal: “El que hace lo duro, hace lo blando”. Pero Carlos optó esta vez por la madera para presentarnos esta espléndida obra que él saco de sus propias manos.
Elsa y Nubia es la representación arquetípica de todas la demás mujeres y niñas que pueblan nuestro planeta Tierra. En palabras de su autor creador y a través de este binomio madre-maternidad: “La mujer es la madre de la Humanidad”. Nubia ofreció pacientemente más de 10 horas de posado como modelo en su estado de gestación. Y Carlos, gran inventor y creador de ideas exclusivas, apoyado en sus aparatos de medición, calibrado etc. y en los que incluye uno de creación propia llamado el “tórculo móvil giratorio”, y más de un sinfín de plantillas, gestó esta obra que nos ocupa, llevando a término una idea primigenia que ha venido rondando por su cabeza años ha. Carlos quería hacer su proyecto. Porque Carlos es de los hombres que creen y, por eso, crean; él por convicción propia, cree en un proyecto futuro de la mujer en el mundo y cree que ha de ser más armónico y más fiel, si cabe, hacia los innumerables atributos de los que ha sido dotada por la naturaleza. Y yo que tengo el honor, siendo mujer, de presentarles su obra, no puedo estar más de acuerdo con él, no sólo como fémina, sino más todavía como ser universal que aporta y sigue aportando un equilibrio entre las fuerzas del Ying y Yang. Por eso Carlos pretende, mediante esta obra, dejar constancia y a la vez estimular a los colectivos de mujeres en los que ella y sólo ella es la protagonista y deberá de seguir siéndolo. Y no es que pretenda anular al hombre, que forma parte de su entorno y de su propia naturaleza, ni a su colectivo. Más bien la idea va centrada al verdadero y único lugar de la mujer en la existencia. El sitio que sin lugar a dudas es el que le corresponde; un lugar propio e integrador.
Dice nuestro amigo Carlos que, como ser independiente que es, la mujer tiene el deber de reclamar un nuevo proyecto a la vez que debe llevarlo a la práctica, respetándose a sí misma… a pesar de su duda. Esta duda es la que se refleja en el rostro de la escultura de Nubia. Lejos de reflejar un rostro dulce y almibarado, ha querido el autor poner de manifiesto, mediante el gesto logrado en el rostro de la escultura, la duda existencial ante su propio devenir personal como mujer y ante el desarrollo de lo que va a venir. En este caso el desarrollo y progreso de Elsa. Por eso Nubia tiene el rostro de la autenticidad, reflejando un cierto aire de contundencia sin dejar de ser ella misma en su momento. Es el reflejo de “soy yo sin tener que pedir permiso a nadie” incluyendo a la criatura que lleva en sus entrañas.
Por otro lado ha querido el autor reflejar a una “reina con sus atributos”. La vara en la que está apoyada refleja su autoridad, autoridad que ya posee en sí misma desde que el mundo es mundo. Porque la mujer no sólo es maternidad, armonía y bienestar. Es poner en su sitio lo que le corresponde. Poner en su lugar lo que le pertenece como mujer y como expansión de la vida. En este caso, y de manera feliz, el autor ha conseguido no sólo crear formas y colores, sino que ha logrado crear ideas e ideales, recrear su concepto filosófico de la vida, en su peculiar universo en el que se acerca y conecta íntimamente con el sutil mundo femenino. Un mundo que le atrae y que explora desde perspectivas distintas y dispares.
Foto cedida por Armando Pascual
Cree Carlos que no se trata de que un colectivo, el de la mujer, anule al otro colectivo. Y viceversa. Esfuerzo, trabajo, ideas, estímulos y colaboración en común unión con el otro género, el masculino son algunos de tantos objetivos planeados y propuestos por las mujeres en general y compartidos e impulsados por la generosidad del otro sexo, que de forma inteligente ha entendido que su completitud no es posible sin la contribución de la mujer. No en vano cada género posee un cierto porcentaje de hormonas contrarias a las de su propio sexo. Por lo que la yuxtaposición de similitudes y cercanías es el punto de encuentro que muchas veces falla.
El pensamiento de Carlos, en esta obra, va enfocado a ese mundo inteligente e intuitivo que existe, todavía, escondido en la mujer y que está por descubrir. Y por compartir. No ha querido reflejar los atributos que se le suelen atribuir tradicionalmente a la mujer. De ahí ese gesto de señalar con el dedo, pero sin imponerse a la fuerza, característico de mujeres valerosas, seguras de sí mismas que han ido abriendo caminos y senderos a lo largo de la Historia. Mujeres que han creído en ellas mismas y por ende se han realizado como mujeres y como personas.
Por otro lado, Nubia carga, en su postura, hacia el lado derecho, intentando sostener su propio equilibrio compaginándolo con el ser que lleva en sus entrañas. El equilibrio, tan propio de la mujer y tan necesario para alumbrar otro proyecto de savia nueva y que lanzará a la vida perpetuando su especie. En efecto, el destino de la mujer es el de una brega sin término ni mesura. Pero buscando el mejor equilibrio para una humanidad mejor conformada, más justa y mejor compartida.
En este contexto de la obra de Carlos no puedo dejar de hablar de las otras mujeres que, sin haber dado cauce a la maternidad tienen otros proyectos en su haber. Proyectos de vida y construcción completos que forman parte también del colectivo femenino. Mujeres que no necesitan del aporte material de los hombres, aporte que es el que la mujer hubiera buscado en tiempos pretéritos. Tiempos de nuestras abuelas o incluso de nuestras madres según la edad… En efecto, la maternidad de Nubia también es simbólica. El simbolismo de la maternidad como proyecto implica que para que una mujer sea fecunda no precisa parir, y más allá, no precisa de la permanencia al lado de un hombre que le dé seguridad. La fecundidad de la mujer está en el hecho de ser mujer. Porque la mujer es creadora, tanto en la faceta tradicional en la que amplia e históricamente ha sido encuadrada, como en los ejemplos de fecundidad intelectual, íntimamente conectados con su entidad femenina. Por eso es tan importante dejar claro que, en la lucha por su autoafirmación, el papel de la mujer es el de la lucha por nosotras mismas y no contra los hombres. Porque lo importante es la vida que cada mujer diseña para sí misma, la suya propia, y no la del otro, la autenticidad y la honestidad consigo misma como mujer. Eso lleva implícito la carga de valentía precisa para que con tenacidad, audacia y constancia y, con la práctica del binomio ensayo-error, error-ensayo, cada mujer consiga ser un poquito más feliz, a sabiendas de que la total felicidad no existe, y sabedora de sus propios principios y de sus verdades y proyectos.
El proyecto vital de muchas mujeres comprometidas en la época actual es el del compromiso consigo mismas y el de su compromiso con la sociedad como expresión inequívoca de su libertad de elección. Es lo que Carmen Alborch dice cuando enuncia la frase siguiente: “Las mujeres solas no nos conformamos. Vivimos acompañadas mientras nos sintamos queridas, mientras se mantiene el deseo, mientras perduran la complicidad y el respeto. Pero cuando no existe sincronización con nuestra pareja, preferimos estar solas que resignarnos al desamor. En cualquier caso no somos militantes de la soledad”. No olvida Alborch que “las mujeres formamos parte de una cultura y de una historia particular, y nos habla de los profundos cambios que ha sufrido el universo femenino que, educado para ser, sobre todo, esposas y madres, ha luchado denodadamente por salir del anonimato doméstico hacia las esferas públicas, de la buena salud del feminismo y sus protagonistas, del sueño de la equidad, del valor inigualable de la amistad entre mujeres, del dilema de la maternidad, de las relaciones contingentes como alternativa al matrimonio… y de la sexualidad de las mujeres solas…”
No obstante, no olvidemos, aunque sea en un breve apunte testimonial, que hablamos de un universo femenino parcial, occidental, del que una parte de la humanidad femenina queda lejos. Esa otra parte, no obstante, es doblemente destinataria del simbolismo de la obra de Carlos. Por un lado, porque es de esa esfera de lo oriental de dónde saca Carlos los elementos que enfatizan, que reivindican, el empoderamiento de Nubia, convirtiendo a su figura en el crisol donde todas las culturas tienen cabida, culturas de las que Nubia es la gran sintetizadora, el producto del gran y feliz mestizaje humano. Y, además, porque Carlos, en su papel de hombre creador, reivindica con su obra de “Nubia y Elsa” no sólo a la mujer con su maternidad elegida libremente, sino que da un paso más, y añadiendo ese gesto de contundencia en el rostro de Nubia, reclama el puesto de las mujeres emancipadas y que han optado por llevar un tipo de vida distinto al tradicional y a las que, pese a su dura elección, todavía se les mira con recelo social, también en occidente.
La mujer ha alcanzado metas tradicionalmente propias del sexo opuesto. No obstante, y como gran asignatura pendiente, sospecho, y esto podría levantar ampollas en el público masculino, que los hombres no han podido desarrollar y mostrar, aún, esa sensibilidad para lo que precisarían ponerse en el lugar de las mujeres, entendiendo la gran variedad de emociones femeninas que poseemos, desarrollamos y exteriorizamos, sin caer en viejos y caducos estereotipos. Porque para eso hay que atreverse a nuevos postulados, nuevas propuestas y no desechar experiencias ajenas, tradicional e históricamente distantes y distintas.
Carlos me decía que es tarea nuestra, tarea de la mujer, seguir luchando por nuestro puesto en la sociedad y reivindicar nuestra emancipación, intentando cambiar la mentalidad obsoleta, la sociedad y sus argucias y el modo de vida que no ha dado el resultado esperado… Y me hacía un apunte concreto: no caer en la imitación de los hombres, de muchos que nos representan, y que se nos imponen como modelos a seguir y que, ante nuestros ojos, han pretendido presentarse como los auténticos valores de la sociedad. No caer en la tentación de intentar emular ese mundo de acción que ya hemos visto que no ha dado resultado.
Cierro mi extensa charla a la presentación de la obra escultórica de Carlos Marrero Hernández, con una cita de Raquel Osborne, profesora titular de Sociología en la UNED, reivindicando “un feminismo que se pretende renovador y que intenta contribuir al alumbramiento de una nueva concepción del varón, de la mujer y de la relación entre ambos”. Y yo digo que tal vez se va necesitando una segunda oleada de feminismo, no desde el punto de vista del denostado feminismo que conocemos, sino desde el liderazgo de mujeres con poderío y que quieran liderar un cambio; mujeres con arrojo y valentía que se impliquen en movimientos sociales por muy pequeños que sean éstos. Porque no hay nada mejor que sentirse segura y libre para poder saborear y ejercer el sentido estético, emocional y lúdico de la vida. Y Nubia, la Nubia de Carlos, es la síntesis de ello.
En Tacoronte a 27 de septiembre de 2013
El escultor Carlos Marrero, su familia , la modelo y amigos.