INGREDIENTES
- 500 g de parrochas (sardinas pequeñas, es mejor que no sean del Mediterráneo para que la espina sea blandita y puedan comerse enteras)
- 3 dientes de ajo
- 2 hojas de laurel
- 10 semillas de pimienta
- 1/2 cucharada de té de sal
ELABORACIÓN
- Quitar las cabezas y la tripa a las parrochas.
- Después, es importante que les quitemos bien las escamas, incluso aunque nos las limpien en la pescadería, conviene darles un repaso. Para ello las cogemos por la cola y pasamos los dedos en dirección a donde estaría la cabeza, las pasamos por agua y volvemos a pasar los dedos para comprobar que no quedan escamas ni restos de tripa.
- Cuando las tengamos listas, las secamos con un papel y las vamos colocando en una sartén. Creo que para que nos encajen bien, lo mejor es ponerlas con las colas para dentro.
- Una vez colocadas, echamos todos los demás ingredientes y ponemos al fuego.
- El fuego tiene que estar suave. Yo he mirado que empezaba a salir alguna burbuja y en ese momento lo baje inmediatamente. Entonces lo mantuve a una temperatura baja. Si ponemos la mano sobre el aceite, vemos que desprende algo de calor. Supongo que lo mejor sería utilizar un termómetro, pero no tengo.
- Mantenemos, entonces, las parrochas a fuego muy bajo durante una hora o hasta que veamos que los ajos están un poco blandos.
- Cuando esté, apagamos el fuego y lo tendremos que dejar reposar durante unas 48 horas.
- Esperaremos a que enfríe y, después, lo tapamos bien y lo dejamos en la nevera. Como no tengo mucho sitio en la nevera, las he cambiado a otro recipiente más manejable que una sartén para meterlas en la nevera. Como era de suponer, no me resistí a probarlas en cuanto templaron y, la verdad, es que están muy buenas sin reposo también (por si me lee algún impaciente).
- Si habéis utilizado sardinilla del Mediterráneo, os recomiendo que, cuando las sirváis, les quitéis la espina, sale sin ningún problema.